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domingo, 25 de octubre de 2020

La Dinastía Herodiana

1. Introducción

 

2. Contexto histórico

      A. El helenismo

            Los Ptolemaicos

            Los Seléucidas

      B. La revuelta de los Macabeos

      C. La Dinastía Asmonea

 

3. Orígenes de la dinastía herodiana

      Antípatro el idumeo

      Interviene Roma

      Judea en guerra

      Antípatro proclama a sus hijos gobernadores


4. Herodes I el Grande

      Herodes llega al poder

      Herodes, el hombre fuerte de Judea

      Herodes Tetrarca de Judea

      Antígono y los partos

      Herodes se convierte en rey de Judea

      Guerra de reconquista

      Política exterior de Herodes

                Cleopatra

                Los nabateos

      Problemas internos

 

5. La segunda generación

      1. Herodes Arquelao

      2. Herodes Antipas

      3. Herodes Filipo II

      4. Herodes Filipo I

 

6. Tercera generación

      1. Herodías

      2. Herodes Agripa I

 

7. Cuarta generación

      1. Salomé

      2. Agripa II

      3. Berenice

      4. Drusilla

 

8. Fin de la dinastía herodiana

 

1. Introducción

Todos hemos oído hablar de la famosa matanza de los inocentes que perpetró Herodes porque quería acabar con todos los niños pequeños, ya que sabía por unos sabios de Oriente que había nacido el rey de los judíos y temía que le disputara el trono.

También conocemos la historia de Salomé, la joven que en una ocasión deleitó con baile de tal manera al rey Herodes que éste le ofreció lo que quisiera. La muchacha le pidió, porque así se lo indicó su madre la cabeza de Juan Bautista que reprobaba públicamente que el monarca hiciera vida marital con Herodías, la mujer de su hermano y madre de Salomé.

También sabemos que otro Herodes estuvo presente en el Juicio que se le hizo a Jesús y en el que se le acabó por condenar a muerte.

Lo que ya no sabe el lector medio de los evangelios es si se trata aquí del mismo personaje o son diferentes personas.

Y es que en la historia nos encontramos con muchas personas que llevan el nombre de Herodes. Veamos quiénes son estas personas:

a) El primero que aparece en la historia con este nombre es Herodes, hijo de Antípatro el idumeo, que más tarde pasará a la historia con el nombre de Herodes I el Grande.

Este Herodes tuvo numerosos hijos con diferentes mujeres, pero sólo tres heredaron el poder a la muerte de su padre. A los tres hijos se les llamó Herodes, de allí la confusión que se le crea a veces al lector de los evangelios.

b) Herodes Arquelao

c) Herodes Antipas

d) Herodes Filipo

Más adelante oímos hablar de Herodes Agripa en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pero se trata de dos personas diferentes: Herodes Agripa I por un lado, y su hijo Herodes Agripa II, por otro.

Para orientar al lector de los Evangelios hemos preparado un pequeño artículo sobre la dinastía herodiana, al que seguirán una serie de artículos más extensos sobre cada uno de los 11 miembros de esta estirpe real que aparecen mencionados en la Biblia.

Hemos querido hacer especial hincapié en el contexto histórico de Tierra Santa en el momento en el que aparece Antípatro el idumeo, el patriarca y artífice de la dinastía herodiana, que no es mencionado en ninguna parte de la Biblia, pero que no por ello nos podemos permitir dejar al margen, puesto que sin él no se entiende cómo pudieron a hacerse con tanto poder unos extranjeros que no tenían parentesco alguno con la casa real que regía por aquel entonces: la asmonea.

 

2. Contexto histórico

Para entender cómo Herodes I el grande llegó a hacerse con el poder en Judea y establecer una dinastía debemos retroceder unos siglos en el tiempo y ver cómo fue evolucionando la situación histórico-política en Israel.

Unos 1000 años antes de Cristo las 12 tribus israelitas deciden establecer una monarquía y someterse al mando único de un rey para poder hacer frente a los pueblos hostiles que les rodeaban, especialmente los filisteos.

El primer monarca judío va a ser Saúl.

A la muerte de Saúl le sucede en el trono un carismático pastor de Belén de nombre David.

Salomón, hijo de David, será el siguiente en ocupar el trono y pasará a la historia, además de por su proverbial sabiduría, por ordenar la construcción del Templo de Jerusalén, aproximadamente hacia el año 950 a.C.

Templo de Salomón en Jerusalén

Cuando Salomón fallece se produce una división en su reino.

Las diez tribus que habitaban más al norte fundan el Reino de Israel, con capital en Samaria.

Las dos tribus más meridionales: la tribu de Judá y la de Benjamín forman, a su vez, el reino de Judá, con capital en Jerusalén.

Hacia el año 722 a. C. los asirios, bajo las órdenes de Sargón II conquistan el Reino de Israel (también conocido como el Reino del Norte), arrasan la capital, Samaria y se llevan cautivos a Asiria a la población.

En el año 586 a.C. va a ser el Reino del Sur o Reino de Judá, el que se verá sometido a cautiverio.

Esta vez serán los babilonios, al mando de su rey Nabucodonosor II, los que caigan sobre Judá, devasten su capital, Jerusalén, y derriben el Templo de Salomón.

Muchos de los habitantes de Judá son hechos prisioneros y deportados a Babilonia.

Pero unas cinco décadas más tarde, otro rey oriental, esta vez es el persa Ciro II el Grande, conquista Babilonia y libera de la esclavitud a los judíos, a los que incluso permite volver a su tierra y reconstruir su templo en Jerusalén.

Comienza aquí la era llamada del segundo templo.

 

A. El helenismo

Hacia el año 333 a. C. Alejandro Magno conquista Asia Menor. Israel cae también en sus dominios.

Con la llegada de los griegos se extiende por toda la región la influencia cultural griega: el helenismo.

No sólo la lengua griega se convierte en la lingua franca de Oriente, también las costumbres y modas griegas se propagan por todo Levante.

Los más religiosos verán con muy malos ojos todas las influencias paganizantes que se van popularizando.

 

Los Ptolemaicos

A la muerte de Alejandro Magno, su vasto imperio se reparte entre sus generales (διάδοχοι- diádojoi), cada uno de los cuales establecerá una dinastía en su territorio.

Los generales de Alejandro magno se reparten el imperio macedonio a su muerte

Israel va a parar a manos del general Ptolomeo I Sóter (Πτολεμαος Σωτήρ), es decir Ptolomeo I el Salvador, fundador de la dinastía ptolemaica, cuyo centro era Egipto.

Busto de Ptolomeo I Sóter 

Durante un siglo, concretamente de los años 301 a.C. al 198 a. C., Israel es una provincia del reino ptolemaico de Egipto.

Imperio Ptolemaico en los siglos III-II a.C.

En el año 198 a.C. tiene lugar, en el marco de las llamadas Guerras Sirias, la Batalla de Panio (en los Altos del Golán), en la que se enfrentan las tropas seléucidas de Antíoco III el Grande, y las tropas ptolemaicas de Ptolomeo V, las cuales estaban comandadas por Escopas de Etolia.

Los seléucidas logran imponerse y vencer a los ptolemaicos gracias, al parecer, a su magnificas tropas de catafractos, es decir de caballería acorazada.

Antíoco III el Grande (ντίoχoς Μέγας) le arrebata a la casa ptolemaica las regiones de Celesiria, Fenicia y Judea.

 

Los Seléucidas

Antíoco III se había embarcado en una serie de desastrosas guerras contra Roma y sus aliados, la última de las cuales (la batalla de Magnesia) perdió.

Antíoco III no sólo tuvo que ceder enormes porciones de terreno en la península de Anatolia a favor de Roma, sino que también es obligado a firmar un acuerdo, la llamada Paz de Apamea, en el año de 188 a. C., en la cual el rey seléucida se comprometía a pagar una exorbitada suma en concepto de reparaciones de guerra.

Tan desesperado se veía Antíoco III para hacer frente a sus deudas que, estando al año siguiente en Ecbatana (Persia), no se le ocurre nada mejor que saquear un templo. Sorprendido in flagrante delicto es asesinado en el acto.

Antíoco III el Grande se había casado con Laodice, hija del rey Mitrídates II del Ponto. Con dicha Laodice había tenido siete u ocho hijos, de los cuales dos subirán al trono: Seleuco IV Filopátor y su hermano menor Antíoco IV Epífanes.

El primero de ellos, Seleuco IV Filopátor (Σέλευκος Φιλοπάτωρ) «el que ama al padre», subió al trono a la muerte de Antíoco III, pero sólo pudo detentar el poder 12 años: de 187 a.C. a 175 a.C., pues murió asesinado a manos de su propio ministro Heliodoro.

Al parecer Seleuco IV se halló, ya desde un principio, en una difícil situación económica, pues había heredado las obligaciones de su padre para con Roma.

Sabedor de que los judíos acumulaban una extraordinaria cantidad de riquezas en su templo, decide mandar a un ministro suyo, un tal Heliodoro, a rapiñarlas.

Quizá movido por el tremendo poder que da el oro, con el cual se paga a los ejércitos, Heliodoro resuelve asesinar a su rey.

Así pues muere Seleuco IV, pero el poder no pasa a su hijo primogénito Demetrio (que más tarde llegará a conocerse como Demetrio I Sóter) porque este se hallaba cautivo en Roma a modo de fianza, para garantizar que su padre cumpliera con el pago de lo adeudado.

A Seleuco IV le sucede su hermano menor Antíoco IV Epífanes (Αντίοχος Επιφανής), es decir “Antíoco el Ilustre”, “Antíoco el Revelado (de Dios)” o “Antíoco el Manifestado (por Dios)”.

En 167 a. C. Decide construir una ciudadela en medio de Jerusalén para mantener la capital de Judea bajo control.

Pero lo que fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del pueblo fue la promulgación de unas leyes contrarias a la práctica de la religión judía.

En el capítulo uno del primer libro de los Macabeos se nos hace una pormenorizada relación de los ataques a la religión judía que suponía el edicto promulgado por Antíoco IV.

Este monarca envía emisarios a Jerusalén y a todas las ciudades y aldeas de Judea para dar a conocer el decreto que prohibía toda práctica religiosa judía y exigía la adoración de las divinidades griegas.

De esta manera se prohíbe ofrecer holocaustos, sacrificios y ofrendas en el santuario, con lo cual tanto el Shabbat, como las festividades religiosas, así como el Templo de Jerusalén perdían su solemnidad y su carácter sagrado.

Se prohíbe también a las familias circuncidar a sus hijos, como estaba establecido en la Torah.

Por si no fuera suficiente con estas medidas, también se ordena la quema y destrucción de todos los rollos de la Escrituras que se encuentren.

Si a algún judío se le hallaba en posesión de un libro de la Torah, o si se sorprendía a alguien cumpliendo con algún precepto de la Ley se le condenaba a muerte.

También eran ejecutados todos aquellos que hubieran participado en el rito de circuncisión de un niño: las madres que habían llevado a circuncidar a sus criaturas eran asesinadas con sus vástagos colgados del cuello. También eran condenados a muerte todos aquellos que habían asistido a dicha ceremonia de circuncisión.

Además, los judíos debían comer todo tipo de alimentos considerados impuros por la Ley, y no podían respetar las leyes de pureza contenidas en la Torah.

Debían sacrificar cerdos y comer de su carne.

No bastaba con que los judíos dejaran de practicar su religión, sino que debían profesar la nueva fe helénica públicamente; para lo cual debían construir todo tipo de templos, altares, santuarios y capillas a las divinidades griegas y sacrificar allí todo tipo de animales impuros.

En los umbrales de todos los hogares judíos, así como en plena calle se tenía la obligación de ofrecer incienso a los ídolos paganos.

Es sacrilegio más grave que se cometió fue el de levantar un altar pagano, justo encima del altar de los holocaustos del Templo judío, donde el día 25 de todos los meses se ofrecían sacrificios.

Este decreto se había enviado por escrito a todas las poblaciones de Judea y su incumplimiento significaba la condena a muerte inmediata.

Para asegurarse de que se acataban las órdenes del monarca, se crea un cuerpo de inspectores que vigilan atentamente todos los pueblos y ciudades.

Como sucede en estas ocasiones, nos encontramos con judíos que se apartan de su ley y se prestan a obedecer enseguida para evitar los castigos, y con otros que se niegan a traicionar sus creencias.

Estos últimos pasan a realizar sus ritos en la clandestinidad, corriendo todo tipo de riesgos, y son muchos los que pierden su vida por negarse a comer alimentos impuros o por no dejar de cumplir con los preceptos de la Torah.

 

B. La revuelta de los Macabeos

Un sacerdote judío, de nombre Matatías, que vivía en la aldea de Modín con sus cinco hijos, viendo cómo los gentiles profanan lo más sagrado para los judíos, decide desobedecer públicamente las órdenes de Antíoco IV.

Un día llegan a su pueblo unos servidores del rey con la misión de comprobar que se están cumpliendo las disposiciones reales.

Así pues, se reúne a la población de Modín y se le obliga a practicar unos sacrificios a la vista de todos.

Un gran número de vecinos parece transigir y proceder a cometer sacrilegio. Pero Matatías y sus hijos se mantienen de manera demostrativa al margen

Los comisarios reales le piden a Matatías que sea él, como autoridad que es en el pueblo, el primero en dar comienzo al ritual.

Le prometen regalos y el aprecio del rey si consiente en ser él, Matatías, el que dé ejemplo al resto de la población.

Matatías, con voz potente para que todos los presentes lo oigan se niega a incumplir las leyes judaicas y anuncia además que ninguno de su familia se prestará jamás a obedecer las ordenanzas reales.

En ese momento un judío del público da un paso adelante y se ofrece para realizar el sacrificio.

Matatías, lleno de ira e indignación, lo acuchilla ahí mismo, y mata también al funcionario del rey que había conminado a la población a someterse a las órdenes de Antíoco IV.

Finalmente destroza el altar pagano e invita a toda la concurrencia a sumarse a él para combatir las injusticias a las que Israel está siendo sometida.

La revuelta de los Macabeos. Wojciech Stattler

Inmediatamente Matatías y los suyos huyen con lo puesto de Modín y se refugian en las montañas.

Se da la voz de alarma y los soldados del rey destacados en Jerusalén salen en busca de los rebeldes.

Al poco tiempo les dan alcance y acampan frente a ellos, dispuestos a atacarlos.

Pero como era sábado, los judíos se niegan a defenderse, por no violar el Shabbat.

Perecen más de mil personas piadosas que se habían unido a Matatías.

Pero lejos de ser éste el final de la rebelión de Matatías y sus hijos, supone un revulsivo entre aquellos judíos más piadosos y más cansados con la situación.

Comienzan a unírseles cada día más valientes y se forma un pequeño ejército que se dedica a lanzar ataques contra las fuerzas de Antíoco IV y contra los judíos colaboracionistas.

Se organiza una campaña de eliminación de altares paganos por toda Judea, y se circuncida a todos los varones incircuncisos.

Cuando le llega la muerte a Matatías, éste dispone que sean sus hijos los que tomen ahora las riendas del ejército liberador judío y continúen la lucha contra los extranjeros impíos.

Sus cinco hijos eran:

a) Juan, también llamado Gadí,

b) Simón, conocido también como Tasí,

c) Judas, de sobrenombre Macabeo,

d) Eleazar, conocido con el apodo de Avarán,

e) Jonatán, alias Afús.

Judas, que tenía el apodo de Macabeo, es decir el martillo, se hace cargo de dirigir el ejército judío en la batalla.

Durante seis años lidera a las tropas de guerrilleros que combaten a los enemigos del pueblo judío y a los renegados que les prestan ayuda.

Consiguen que los seléucidas se retiren a Siria y comienzan a liberar Judea de la presencia pagana.

Restablecen el culto judío en el Templo de Jerusalén después de purificarlo, algo que pasará a celebrarse entre los hebreos a partir de entonces con la festividad de la Janucá.

Pero no bastaba con adquirir la libertad religiosa, había que sacudirse el yugo seleucida del todo, y los combates continúan, hasta que en el año 160 a.C., Judas Macabeo cae en el transcurso de la batalla de Elasa, luchando contra las tropas del rey Demetrio I Sóter (hijo y sucesor de Seleuco IV Filopator).

A Judas le sucede como comandante en jefe del ejército judío su hermano Jonatán, y a la muerte de Jonatán, toma el poder su hermano Simón, que es el último hijo de Matatías con vida, y por lo tanto el último de los macabeos.

El monarca seleucida Demetrio II, que gobernaba Siria, les concede a los judíos la plena independencia.

Simón, que era por aquel entonces sumo sacerdote, ve como en su persona van a converger los dos poderes: el militar, al convertirse en general del ejército judío, y el religioso, pues venía desempeñando desde hace algunos años el cargo de sumo sacerdote.

 

C. La Dinastía Asmonea

Corría el año 141 a.C. Una asamblea popular judía decide que Simón, el último macabeo con vida, detente con el título de etnarca el poder político sobre los judíos.

Como general, Simón Macabeo tiene toda la fuerza militar en sus manos y además es sumo sacerdote.

En dicho cónclave judío se determina también que el poder que ahora tiene Simón se transmita a partir de ese momento de padres a hijos.

Se crea así la dinastía asmonea que es reconocida por el mismísimo senado romano en el año 139 a.C.

Flavio Josefo nos informa de que la denominación de “asmoneo˝ viene del nombre del bisabuelo de Matatías, el patriarca de los Macabeos, el cual se llamaba “Asamonaios” y era miembro de una larga dinastía de sacerdotes.

En el año 135 a.C. Simón Macabeo es víctima de una trampa que le tienden los seléucidas y pierde la vida. En dicha celada perecen también dos de sus hijos: Matatías y Judas.

Pero un tercer hijo, Juan Hircano, logra escapar y conservar la joven dinastía.

Con Juan Hircano cambia la política que habían llevado a cabo hasta ahora los macabeos; ahora ya no se trata de liberar al pueblo judío de la opresión extranjera, ni tampoco de preservar la religión judía, sino de ampliar las fronteras a consta de conquistar los territorios vecinos.

Esta expansión es posible a dos factores, el primero y principal es la decadencia de los seléucidas, que se veían enfangados en una serie de luchas intestinas por el poder entre sus miembros y, a su vez, se encontraban en guerra contra los partos.

El segundo factor que al parecer también hace posible el tremendo éxito militar de Juan Hircano es el formidable ejército de mercenarios que este monarca consigue reclutar.

Flavio Josefo informa de que el rey tuvo que saquear el sepulcro del rey David, donde había numerosas riquezas, para poder financiar sus tropas.

El hecho es que sus victorias en el campo de batalla son deslumbrantes.

Se amplía Judea sometiendo de norte a sur: Golán, Samaria, Galilea, Perea, el litoral mediterráneo e Idumea.

Se impone la religión judía a todos los nuevos súbditos.

Los samaritanos, por ejemplo, practicaban una religión parecida a la judía, pero no admitían la santidad del Templo de Jerusalén, porque tenían a su vez su propio santuario en el monte Garizim.

Juan Hircano ordena la destrucción de dicho templo en el monte Garizim, algo que los samaritanos jamás les perdonarán a los judíos.

Los idumeos deberán convertirse forzosamente, circuncidarse y cumplir con los preceptos de la Torah, si desean mantener sus bienes y no verse en problemas.

Durante 30 años (de 134 a.C. a 104 a.C.) Juan Hircano va a reinar sin que nadie, ni dentro ni fuera de su familia, intente disputarle el trono.

El hecho de que este monarca se autoproclame sumo sacerdote sin ser descendiente de Sadoq le va a causar la enemistad de la secta de los fariseos, los cuales le echaban en cara que no se comportara como un verdadero sacerdote judío, sino más bien como un pagano cualquiera.

Le reprochaban también que hubiera introducido en Judea tantas costumbres griegas y, para acabar de soliviantar al monarca, ponen en circulación el rumor de que la madre de Juan Hircano había sido prisionera del rey seléucida Antíoco IV Epífanes.

Esta última era una acusación gravísima, pues según el Levítico, los hijos de las mujeres que habían caído en cautividad no eran aptos para ejercer el cargo del sumo sacerdocio.

Juan Hircano, para vengarse de la hostilidad que le manifestaban los fariseos, decide favorecer a la secta rival de estos: los saduceos, mucho más proclives a dejarse manipular por el poder y más permeables a las modas extranjeras.

Antes de morir, Juan Hircano dispone que le suceda su mujer.

Su hijo primogénito, Aristóbulo I, no está en absoluto de acuerdo con esta medida y, cuando su padre fallece, se autoproclama rey y ordena apresar a su madre y a tres de sus cuatro hermanos.

Pero Aristóbulo I sólo logra mantenerse unos meses en el poder, pues muere en el año 103 a.C. 

Se pone en libertad a sus familiares.

El poder recae en Alejandro Janneo, uno de los tres hermanos de Aristóbulo I que había sido recluido.

Alejandro Janneo gobierna del año 103 a.C. al año 76 a.C., siendo lo más destacable de su reinado la enorme animadversión que sentía hacia los fariseos, a los que persigue con saña, llegando a matar a miles de ellos.

Alejandro Janneo no sólo logra mantener los territorios que había conseguido conquistar su padre, sino que amplía más aún sus dominios.

Se apodera de Gaza y la región que le rodea, lo que desencadena un conflicto con los árabes nabateos, los cuales controlaban la Via Maris, es decir, la ruta comercial que a lo largo de la costa mediterránea llevaba hasta Egipto.

Un punto clave en dicha ruta era Gaza, y cuando esta ciudad cae en manos de los judíos, los nabateos deciden entrar en guerra para recuperarla.

El rey nabateo Obodas I se enfrenta a Alejandro Janneo, venciéndole en una ocasión en Gadara, pero perdiendo batallas otras veces.

Alejandro Janneo consigue arrebatarle a Obodas I una serie de ciudades griegas en territorio nabateo, que deben convertirse a la fuerza al judaísmo.

Una de estas ciudades helenizadas que se opone a la judaización impuesta por Alejandro Janneo es Pella, la cual será devastada como castigo a su desobediencia.

Como ya hemos dicho, Alejandro Janneo se enemistó con los fariseos y se volvió hacia los saduceos para buscar su apoyo.

Los fariseos no desaprovechaban ninguna ocasión para desacreditar a Alejandro Janneo como Sumo Sacerdote.

El incidente que originó la guerra contras los fariseos se produjo en el año 94 a.C. cuando el monarca se presentó ante el pueblo, ataviado con las vestiduras de sumo sacerdote, dispuesto a oficiar los rituales de la festividad de los Tabernaculos.

El pueblo, previamente azuzado por los fariseos, comenzó a increpar al rey y a lanzarle limones y palos.

Encolerizado, Alejandro Janneo ordena a sus soldados cargar contra la plebe que le insultaba.

Las tropas reales arremeten contra el gentío y se producer 6000 muertos.

Comienza una sañuda persecución a los fariseos, acusados de haber instigado a la muchedumbre para que se revelara contra Alejandro Janneo.

Viéndose acosados por el rey, los fariseos acuden al rey de Siria Demetrio III en busca de auxilio.

Demetrio III escucha las súplicas de los piadosos y se dirige al reino asmoneo a poner las cosas en su sitio.

Se produce un encontronazo en Samaria, concretamente en Siquem, entre las tropas sirias y las judías, resultando estas últimas derrotadas.

Pero Alejandro Janneo no se desanima, reorganiza de nuevo su ejército e incluso consigue aumentar sus efectivos.

El rey Demetrio III, viendo que ha crecido el número de hombres de su rival, decide volverse a Siria y evitar una confrontación que puede acabar muy mal para él.

Resuelto el incidente con los sirios, y viendo que todo había sido idea de los fariseos, Alejandro Janneo, decide ajustarles las cuentas y retoma la persecución contra esta secta religiosa.

El rey decreta la detención de 800 miembros de esta facción y los ejecuta en público, no sin antes haber ordenado que masacraran también a sus familiares. 

Se produce un éxodo masivo de simpatizantes fariseos a los países vecinos para escapar de la ira del monarca.

Extensión del reino asmoneo

A la muerte de Alejandro Janneo en el año 76 a.C. se hace cargo del poder su mujer Salomé Alejandra, primera y única reina en la historia de Judea.

Salomé Alejandra reconcilia la casa asmonea con la secta farisea y colma a sus miembros de todo tipo de favores y atenciones.

Pero esta mujer tan solo estará unos años en el trono, concretamente hasta el año 67 a.C.

Con su muerte comienza el verdadero declive de la dinastía asmonea, pues los dos hijos que había tenido esta reina con Alejandro Janneo se van a disputar el poder a lo largo de muchos años, sumiendo al país en una feroz y devastadora guerra civil.

Los dos bandos religiosos rivales, saduceos y fariseos, que habían compadreado con los diferentes monarcas asmoneos para aumentar su poder y disminuir el de sus adversarios, se alían ahora con uno de los candidatos al trono en busca de influencia.

Los fariseos acusan a los saduceos de estar detrás de la terrible persecución que han sufrido, y se declaran fieles a Hircano II, hijo primogénito, y por lo tanto legítimo sucesor al trono, de la reina Salomé Alejandra.

Los saduceos ven con miedo la llegada al trono de un monarca que, influido por los fariseos, decida recortar los privilegios de casta que venía gozando hasta ahora. Deciden, así pues, secundar las pretensiones al trono del segundo pretendiente, Aristóbulo II, que se veía mucho más resuelto y carismático que su apático hermano.

Al poco tiempo de fallecer la reina Salomé Alejandra las tropas de sus dos hijos se enfrentan para decidir quién ha de gobernar.

A las afueras de Jericó se produce un combate del que resulta ganador el ejército de Aristóbulo II.

Su hermano Hircano II corre a refugiarse en un lugar seguro.

Viendo que la lucha contra su ambicioso hermano Aristóbulo II va a ser larga y penosa, Hircano II decide tirar la toalla y firmar un acuerdo de paz.

Aristóbulo II podría quedarse con el trono siempre y cuando quedara garantizada una buena pensión para Hircano II, que lo que quería era vivir sin complicaciones, y se respetara su cargo de sumo sacerdote.

 

3. Orígenes de la Dinastía Herodiana

 

Antípatro el idumeo

Antípatro, gobernador de Idumea durante el reinado de Alejandro Janneo y más adelante de la reina Salomé Alejandra, se convierte, a la muerte de esta última en consejero de Hircano II.

Este Antípatro había contraído matrimonio con Cipros, una noble árabe nabatea.

A través de su mujer entabla estrechas relaciones con Aretas III, el rey de los nabateos.

Viendo que Hircano II se pensaba retirar de la vida política y le iba a dejar todo el poder a su hermano Aristóbulo II, Antígono teme perder no sólo su puesto en la corte, sino también su vida.

Decide convencer a Hircano II para que continúe su lucha por el trono y le ofrece mediar entre él y el rey Aretas III, para solicitarle a este último ayuda militar con la que aplastar a Aristóbulo II.

Así se hace y Aretas III accede a prestarles ayuda, a cambio de la devolución de aquel territorio nabateo que el rey Alejandro Janneo les arrebatara años antes.

En el año 65 a.C. las tropas nabateas (unos 50.000 hombres) se presentan en Jerusalén y la someten a sitio, pero los seguidores de Aristóbulo II no se dan por vencidos tan fácilmente, y resisten.

 

Interviene Roma

Corría el año 67 a.C., cuando un tribuno de la plebe llamado Aulo Gabinio presento en el senado un proyecto de ley para acabar con los piratas que estaban asolando las regiones costeras de la parte oriental del imperio.

Este proyecto de ley, conocido como Ley Gabinia, pretendía que se le otorgara a un general romano (no se menciona en ningún momento a Pompeyo) un poder de mando militar en todo el Mare Nostrum (Mar Mediterraneo) y en el Pontus Euxinus (Mar negro) por un periodo de tres años.

La finalidad de esta ley era que un general eficaz, que acaba siendo Pompeyo, actuara con mano dura contra los piratas que hacían insegura la navegación en el levante mediterráneo y que aterrorizaban a las poblaciones costeras, poniendo en entredicho la autoridad romana en dicha zona del imperio.

Como ya he dicho, los plenos poderes recaen en el general Pompeyo que sabe acabar con la amenaza pirata en el este.

Para que los vencidos corsarios no vuelvan a las andadas, Pompeyo se los lleva a Grecia a Cilicia y al sur de Italia y crea colonias donde los antiguos bucaneros se ganaran la vida como honrados agricultores.

Un año más tarde Roma decide abordar el otro problema que tenía en oriente: Mitrídates VI Eupator.

Busto de Mitrídates IV

Mitrídates era un monarca del Reino del Ponto en el noreste de la península de Anatolia, que no se daba por satisfecho con los dominios que había heredado, y ansiaba ampliar sus territorios expandiéndose por la costa del Mar Negro y por la península de Anatolia. El problema era que la mayor parte de dicha península era un protectorado romano.

En morado oscuro podemos observar la extensión del reino del Ponto, en morado claro su expansión por Anatolia y el Mar Negro

Durante unos treinta años Mitrídates VI evita enfrentarse con Roma, pero más tarde se alía con el reino de Armenia y en el año 90 a.C. se lanza a una serie de guerras contra los latinos.

Pasan 27 años de combates contra Roma, en tres guerras que han pasado a la historia con el nombre de Guerras Mitridáticas, hasta que en el año 63 a.C., el general Pompeyo acaba con Mitrídates.

Roma se anexiona la parte occidental del Reino del Ponto y pasa a formar parte del imperio romano como provincia, con el nombre de Bitinia y Ponto (Bithynia et Pontus).

La parte oriental del Reino del Ponto se mantiene al margen, pero se convierte en un estado títere de Roma.

Aprovechando que estamos de reformas en Oriente, también se reorganizan algunos reinos y regiones bajo influencia seléucida, que pasan a convertirse en la provincia romana de Siria.

Una vez creada la nueva provincia romana de Siria, se pone a la cabeza de la misma como gobernador a un tribuno militar llamado Escauro (Marcus Aemilius Scaurus).

Y ya que estamos tan lejos de casa y que tenemos a un enorme contingente de tropas destacadas en regiones tan remotas, Pompeyo no desperdicia la ocasión para hacerse con algunos dominios más, y de esta manera se apodera acto seguido del reino de los Nabateos y de Judea, que en ese momento se encontraba sumida en una guerra fratricida.

 

Judea en guerra

Como ya hemos mencionado más arriba, hacia el año 64 a.C. Judea se hallaba enfrascada en una guerra civil que consumía todos sus recursos y energías.

Los hombres del rey nabateo Aretas III habían llegado a Jerusalén, llamados por Hircano II, a través de la intercesión de Antípatro, y habían sometido la ciudad a un asedio.

Como la situación se hallaba en punto muerto y no tenía visos de que avanzara de ninguna manera, los dos hermanos contendientes deciden poner su caso en manos del nuevo árbitro que acaba de hacer aparición en Oriente: Roma.

Aristóbulo II, mucho más decidido y avispado que su hermano, resuelve que la mejor manera de solucionar el embrollo es ganándose al representante de Roma en la región: el gobernador de Siria Marco Emilio Escauro.

Para ello le ofrece una fuerte suma de dinero para que se ponga de su parte, como finalmente acaba haciendo Escauro.

Marco Emilio Escauro se dirige al rey nabateo Aretas III y le conmina a poner fin al asedio.

Aretas III se marcha a su reino con sus hombres.

Aristóbulo II aprovecha la retirada de los nabateos para atacarles en campo abierto e infligirles una derrota en Papyron.

Pero dicho incidente tampoco sirve para desbloquear la situación en la que se encontraba la contienda.

En vista de que la intervención de Escauro no ha servido para resolver el conflicto en Judea, y dado que Roma tiene gran interés en mantener libre las vías comerciales que unían Siria con Egipto pasaban inevitablemente por aquella región, el general Pompeyo, que se hallaba por entonces en Damasco, decide tomar cartas en el asunto y convoca a ambos hermanos.

Nada más comenzar las negociaciones, Aristóbulo II acusa a Escauro, que era yerno de Pompeyo, de haberle exigido un soborno.

Además se muestra arrogante y no accede a esperar el veredicto de Pompeyo, el cual no tenía especial prisa por resolver el conflicto.

Así pues, Aristóbulo II, airado al ver que Pompeyo no se ponía de su parte, abandona sin dar explicaciones la reunión y marcha a Judea, donde piensa proseguir su campaña militar.

Es en este momento cuando interviene el astuto Antípatro como asesor de Hircano II y le hace ver a Pompeyo que el mejor candidato como aliado de Roma va a ser el rey Hircano II.

Pompeyo se convence y marcha a Judea a combatir a Aristóbulo II.

Aristóbulo II no se arredra ante la amenaza que suponen las legiones romanas y se presta a oponer resistencia, pero al poco tiempo cae prisionero de los romanos y es conducido a Roma junto con dos de sus belicosos hijos.

Los partidarios de Aristóbulo II, sin embargo, no quieren rendirse, se atrincheran en Jerusalén y siguen plantando oposición a Pompeyo.

El general romano tiene que someter la ciudad a un cerco.

Una noche, los seguidores de Hircano II les abren las puertas de la ciudad a las tropas romanas, las cuales perpetran una masacre entre os fieles a Aristóbulo II.

Los incondicionales de éste último se refugian en el templo, el cual al estar rodeado de robustas murallas se convierte en una ciudadela difícil de asaltar.

Comienza, ahora sí, un asedio que va a durar tres meses y que acabará cuando los romanos consiguen entrar en el recinto.

Los legionarios matan a todos los ocupantes y Pompeyo entra en el sancta sanctorum del templo, es decir en aquella sala sagrada a la que sólo podían acceder los sumos sacerdotes en los días más señalados del calendario de festividades religiosas.

La ofensa que significa la profanación del espacio más sagrado para los judíos es mayúscula.

Pompeyo no saquea el tesoro del Templo, no se lleva ni una sola moneda, pero ha cometido un sacrilegio imperdonable para los más piadosos.

Sitio y destrucción de Jerusalén. David Roberts

Concluye guerra civil entre hermanos con la derrota de Aristóbulo II. No podemos decir aquí que la brutal intervención de Roma suponga la victoria para Hircano II, pues éste no recupera el trono, ni su soberanía sobre Judea, tan solo recobra el cargo de sumo sacerdote.

A partir de ahora Judea pasa a ser un protectorado de Roma, que tiene la última palabra sobre las decisiones que se tomen en dicha región.

Jerusalén pasa a pagar tributos a Roma, Judea pierde las ciudades helenizadas de la costa y del otro lado del Jordán que pasan a formar parte de la provincia romana de Siria.

El gobernador de dicha nueva provincia romana de Siria es quien detenta a partir de ahora el poder en Judea.

Tierra Santa en el año 63 a.C. 
En rojo las posesiones de Roma, en azul las de Hircano II

La situación no se puede presentar más propicia para Antípatro, el precursor de la dinastía herodiana, el cual continúa realizando sus labores administrativas y de asesor para Roma, mientras ve como la casa real asmonea pierde casi todo su poder.

Antípatro se convierte en una pieza clave para Roma en la región, sobre todo después de demostrar en varias y difíciles situaciones no sólo su lealtad inquebrantable hacia Roma sino también su eficiencia y validez.

El episodio que le valió el mayor reconocimiento por parte de los romanos fue su labor y valentía durante su misión de rescate de Julio César en Egipto.

Cuando en el año 47 a.C. Julio César se encontraba en Alejandría con 4000 hombres, las tropas del rey egipcio Ptolomeo XIII lo rodean y le declaran la guerra.

Una serie de reyezuelos orientales, a la cabeza de los cuales se encontraban Mitrídates I de Pérgamo e Hircano II, ponen en marcha una campaña para liberarlo del cerco egipcio.

En dicha empresa se destaca el valor y la fidelidad demostradas por un consejero del rey judío Hircano II, Antípatro el idumeo.

El coraje, la nobleza y la adhesión mostrada a Julio César le valen a Antípatro una serie de recompensas.

a) Se le concede la ciudadanía romana

b) Además queda exento de pagar impuestos

c) Por indicación del propio Antípatro, confirma a Hircano como sumo sacerdote y Etnarca de Judea.

d) Se nombra a Antípatro epitropos de Judea, es decir gobernador o procurador.

e) Se le permite a Hircano reconstruir las murallas de Jerusalén, que permanecían en mal estado desde que la ciudad fuera atacada por los soldados de Pompeyo.

Además Julio César dispone que todos estos honores queden consignados en el Capitolio como testimonio del enorme valor que Antípatro ha mostrado.

 

Antípatro proclama a sus hijos gobernadores

Antípatro es puesto por Roma como gobernador de Judea, y aunque tiene por encima de él la figura del rey en la persona de Hircano, pronto se hace notorio que quien de verdad administra y dirige el reino es el idumeo.

Viendo que Hircano es un monarca incompetente, despreocupado y carente de la más mínima capacidad de liderazgo, Antípatro toma la osada resolución de otorgarles a sus hijos Herodes y Fasael enormes poderes:

A Fasael lo nombra gobernador de Jerusalén

A Herodes lo hace gobernador de Galilea.

Nadie en la corte asmonea mueve un solo dedo para impedir semejante concesión de autoridad.

El abúlico monarca no protesta. Consiente en que su subordinado disponga como quiera el reparto de cargos y la concesión de mando.

Lo que no sabe Hircano es que con la designación de los hijos de Antípatro como gobernadores de Galilea y Jerusalén, están poniéndose las bases para la creación de una nueva dinastía que suplantará poco a poco a la suya propia: la de los asmoneos.

Se acaba de activar la cuenta atrás para la casa asmonea, que tiene los días contados.


4. Herodes I el Grande

 

Herodes llega al poder

Antípatro coloca a su hijo Herodes como gobernador de Galilea.

La energía y eficacia que muestra Herodes en la resolución de problemas, como por ejemplo el bandolerismo endémico que azotaba el norte de Galilea, hacen que se gane el aprecio y la admiración del pueblo.

Además Herodes, que cuenta con la protección que Roma le brinda a su padre, sabe engatusar a las autoridades romanas.

Sabedor de la importancia que supone el hecho de gozar del aprecio de los dirigentes romanos, Herodes se hace íntimo amigo del procurador de la provincia de Siria, Sexto Julio César (Sextus Iulius Caesar), el cual era pariente además de Julio César.

Este Sexto Julio César extiende su mano protectora sobre el idumeo, para que nadie en la corte de Hircano ose llevar a cabo ninguna acción contra él. Además, en una muestra de estima hacia Herodes, Sexto Julio César lo nombra general del ejército romano en Celesiria y en Samaria.

Herodes no sólo esta protegidísimo por Roma, también va adquiriendo cada vez más poder.

Sintiéndose maltratado por la corte de Hircano, Herodes llega a sopesar la idea de dar un golpe de estado y colocarse él como máxima autoridad en Judea, pero su padre Antípatro y su hermano Fasael le hacen recapacitar y acaba abandonando sus planes.

Otra ocasión donde vemos a Herodes demostrar su afán de agradar a los romanos es en la guerra civil que se produce en el Imperio cuando Cayo Julio César cae apuñalado en los idus de marzo del año 44 a.C.

Uno de los cabecillas del complot que acaba con la vida de Julio César es Cayo Casio Longino (Gaius Cassius Longinus), el cual marcha, después del magnicidio, a Siria como gobernador de dicha provincia.

Marco Antonio, posible sucesor de Julio César, depone a Casio como gobernador de Siria, y en su lugar designa a Publio Cornelio Dolabella (Publius Cornelius Dolabella).

Así pues, nos encontramos con la siguiente situación; Por un lado está Dolabella como legítimo Gobernador de Siria, y por otro, tenemos a Casio, que acaba de ser cesado, pero que cuenta con el apoyo de sus antiguas legiones en la región y que se resiste a perder su cargo.

Para poder mantenerse en el poder, Casio debe hacerse más fuerte, y para ello necesita enormes cantidades de dinero que le permitan conservar sus legiones y poder incluso aumentar sus tropas con más efectivos.

Para financiar su ejército, Casio recurre a la imposición de fuertes tributos en zonas bajo su control militar.

Judea, que está bajo dominio de la provincia de Siria, se convierte en una de las primeras regiones exprimidas por el afán recaudatorio de Casio.

Para poder recoger los impuestos en la zona, Casio recurre a Antípatro y le encomienda la desagradable tarea de conseguirle nada menos que 700 talentos.

Antípatro, de mala gana, les encarga este cometido a sus dos hijos, Herodes y Fasael, y a algunos otros conocidos.

Herodes, tan atento siempre en satisfacer a las autoridades, cumple con la mayor rapidez y eficacia su labor, ganándose la admiración y la estima de Casio, el cual, en agradecimiento por sus servicios, lo nombra epimeletés, es decir, prefecto de toda Siria.

Un importante mando en la corte de Hircano, de nombre Malico, alarmado por el enorme poder que la familia idumea estaba acaparando en la región determina acabar con la vida del patriarca y ordena envenenar a Antípatro.

 

Herodes, el hombre fuerte de Judea

A la muerte de Antípatro, el hombre que había asentado las bases para la creación de la que más tarde será la dinastía herodiana, Herodes tiene 30 años, es gobernador de Galilea y prefecto de toda Siria, está casado con Doris, una noble idumea, con la que tiene un hijo: Antípatro, su primogénito.

Su gran valedor romano en Oriente, Cayo Casio Longino, había tenido que salir huyendo de Siria.

A partir de ahora Herodes tiene que salir adelante solo, como cuando hacen acto de presencia en la región dos personajes que se alzan para rebelarse contra el poder establecido.

Uno de ellos es un tal Helix (o Helice) y el otro es un tiranuelo de nombre Marión, que gobernaba en la ciudad de Tiro y que pretendía extender sus dominios conquistando fortalezas vecinas.

Interviene Herodes con eficacia y contundencia y consigue restablecer el orden en la región.

Pero cuando ya se había logrado pacificar la zona aparece en escena Antígono, el hijo de Aristóbulo II, que vuelve a Judea a hacerse con la corona que ahora lleva su tío Hircano II.

Herodes hace frente a Antígono y sus tropas, que intentaban penetrar en Judea, y consigue que éste se retire.

De cara a ganar prestigio Herodes contrae matrimonio con una nieta del rey Hircano II, Mariamne.

 

Herodes Tetrarca de Judea

Un hecho que se repite a lo largo de la vida de Herodes es que, cuando más negra se le presenta la situación, cuando parece que lo tiene todo perdido, la fortuna le sonríe y los dirigentes romanos lo premian inesperadamente con títulos y cargos que Herodes jamás soñaba alcanzar.

Esto sucede en el año 42 d.C., cuando su amigo y valedor Cayo Casio Longino se quita la vida, tras ser derrotado en la famosa batalla de Filipo, donde conbatían las tropas de Cayo Casio Longino contra las de los integrantes del llamado segundo triunvirato: Octaviano (más tarde el emperador Augusto), Marco Emilio Lépido y Marco Antonio.

Después de la batalla, Marco Antonio se dirige a la región de Bitinia, en el norte de la península anatólica, adonde acude también un grupo de nobles para poner en conocimiento de Marco Antonio que Herodes y su hermano Fasael se han hecho con el poder en Judea de manera ilegítima, ya que éste debería detentarlo su rey Hircano II, y no esos dos arribistas.

Pero Herodes, más astuto que nadie, se adelanta a la delegación de acusadores y soborna a Marco Antonio, el cual hace oídos sordos a las denuncias de los judíos.

Estos no se rinden y más tarde se vuelven a presentar ante el romano en Egipto, con intención de continuar culpando a Herodes de usurpador.

Esta vez es el propio monarca Hircano II el que sale en defensa de su subordinado Herodes.

Marco Antonio le pregunta a Hircano quién es la persona más adecuada para gobernar Judea, a lo que Hircano responde que es Herodes.

Marco Antonio confirma a Herodes y a su hermano Fasael como tetrarcas de Judea.

Se pone así la primera piedra en la construcción de la dinastía herodiana.

 

Antígono y los partos

En el año 40 a.C., Antígono vuelve a la carga, esta vez aliado con los partos, los cuales aparecen por oriente y comienzan a invadir la provincia de Siria.

Los partos eran un pueblo de origen indoeuropeo, emparentados con los persas y habitaban una región que se encontraba situada en lo que es el actual Irán.

Las tropas partas eran dirigidas por Pacoro, el hijo del rey y por el general Barzafranes.

Los partos contaban con verse recompensados con mil talentos y quinientas mujeres si deponían del trono a Hircano II y colocaban en su lugar a Antígono.

Conforme van avanzando los ejércitos partos hacia Jerusalén se les van sumando judíos dispuestos a luchar por Antígono, un auténtico asmoneo, y acabar con el poder Herodes, un advenedizo extranjero.

Finalmente arriban los partos a Jerusalén y da comienzo una batalla entre los hombres de Herodes y Fasael por un lado, y los partos por otro.

Vencen los primeros y los partos acuden a refugiarse en el Templo, donde se atrincheran.

Herodes los somete a un férreo cerco.

Pero la mayoría de judíos están completamente indignados por el hecho de que los romanos hayan nombrado tetrarcas de Judea a dos idumeos, es decir, a dos extranjeros que no eran del todo judíos.

Es por eso que muchos se suman a las filas de Antígono, que no sólo era judío sino que además pertenecía a la casa asmonea.

Cuando los ciudadanos de Jerusalén ven llegan las huestes partas, acompañadas por Antígono y numerosos voluntarios judíos de diferentes regiones que se les habían sumado, deciden tomar partido por el pretendiente legítimo y combatir al ambicioso intruso idumeo.

Se forman dos bandos que se combaten ahí donde se encuentran.

La facción de Herodes y Fasael se retiran al palacio real, que convierten en su plaza fuerte.

Los seguidores de Antígono pretenden prolongar la contienda hasta la festividad de Pentecostés, momento en el cual la ciudad se verá atestada de peregrinos judíos venidos de todas las regiones, y con los que cuentan poder engrosar sus filas.

Pero la llegada masiva de judíos, ni los ataques constantes de los partos podían someter la defensa de los herodianos en el palacio real.

Se hace necesario recurrir a otros medios para poder vencer a los hermanos idumeos, y es así como los partos urden una estratagema para sacarlos de su refugio y poder capturarlos.

El príncipe Pacoro se presenta ante ambos hermanos y les promete acabar con la situación.

Para ello era necesario que Fasael le acompañara a Galilea, donde debían entrevistarse con Barzafarnes, el general de los ejércitos partos.

Como garantía de que a Fasael no le sucedería nada malo le acompañaría en el viaje el rey Hircano II.

Herodes decide permanecer en el palacio real.

Así pues marchan Fasael e Hircano II al norte, pero cuando llegan a Galilea son hechos prisioneros y encadenados.

Cuando le llegan noticias a Herodes de la emboscada que le han tendido a su hermano, abandona Jerusalén a escondidas junto con su familia y sus hombres más fieles y marcha a buscar refugio a Idumea.

Por el camino enferma Cipros, su madre, y se ven obligados a buscar cobijo en la fortaleza de Masada, donde resistirán los ataques de los partos.

Por su parte, Antígono es ahora dueño de la situación; tiene en sus manos nada menos que al monarca legítimo y a uno de los dos tetrarcas de Judea.

Para que Hircano II no pueda disputarle nunca más el cargo de sumo sacerdote le arranca las dos orejas, pues desfigurado de esta guisa ya no podrá ejercer como tal, ya que ningún mutilado puede hacer desempeñar la función de sumo sacerdote, como establece el Levítico.

Fasael, avergonzado por su enorme necedad al haber caído en una trampa tan burda, no puede soportar más la situación y decide quitarse la vida arrojándose de cabeza contra unas rocas.

Junto con su hermano José, Herodes decide acudir en busca de ayuda al reino nabateo, pero su monarca Malik, viendo que Herodes lo tiene todo perdido, decide apostar por el caballo ganador y le niega todo socorro al idumeo.

De ahí se dirige Herodes a Egipto a solicitar apoyo a la reina Cleopatra que no tenía el más mínimo interés en amparar al tetrarca.

Desesperado, Herodes recurre a Marco Antonio para que le auxilie. Embarca en Egipto hacia Roma y ahí, sin muchas esperanzas de éxito se entrevista con el general romano.

 

Herodes se convierte en rey de Judea

De nuevo nos encontramos con otra de esas ocasiones en las que todo parece estar perdido para Herodes pero, por un giro de la fortuna, el idumeo pasa de tenerlo todo en su contra a obtener inesperadamente un premio sin igual.

En este caso un abatido Herodes se postra ante Marco Antonio y le informa de que la situación está en manos de su rival Antígono y sus aliados, los partos, que por cierto eran enemigos de Roma.

Herodes confiesa humildemente que sólo la acción de Marco Antonio puede cambiar las circunstancias.

Marco Antonio delibera sobre el asunto y toma una determinación que Herodes, ni en el mejor de sus sueños se hubiera atrevido a imaginar: lo nombra rey de Judea.

Además lo lleva ante el senado, donde es presentado como un fiel socio de Roma que se encuentra combatiendo solo a los partos en Oriente.

Marco Antonio apela a los senadores para que consientan en nombrar a Herodes rey de Judea, y de esta manera tener un monarca leal a Roma en una región clave para el imperio.

Es senado acepta y de esta manera se aprueba la propuesta por decreto.

Herodes es proclamado oficialmente Rex socius et amicus populi Romani.

Nos encontramos en el año 40 a.C., Herodes acaba de ser designado monarca de Judea por el senado romano, pero ahora tendrá que vencer a su adversario Antígono, que se ha autoinvestido rey de los judíos con el apoyo militar de los partos, y recuperar aldea por aldea su reino.

 

Guerra de reconquista

Herodes vuelve de Roma dispuesto a combatir a Antígono, desembarca en Ptolemáis (Ptolemaida) y empieza a reclutar hombres para su ejército.

Dispone, además, de la ayuda romana de Silo y Ventidio.

Las tropas de Herodes avanzan a través de Galilea, ganando a cada paso adeptos que se les suman incrementando sus fuerzas.

Una a una consigue apoderarse de todas las fortalezas distribuidas por la región, y que se encontraban en manos de los hombres de Antígono.

Cuando ya tiene la capacidad suficiente para hacer frente a sus oponentes, acude a liberar a sus familiares y amigos que se encontraban recluidos en la fortaleza de Masada.

La muerte del príncipe parto Pacoro y la llegada de Marco Antonio a Siria a combatir contra los partos parece suponer el inicio del fin de la guerra, pero a Herodes aún le quedan numerosas batallas que ganar.

Junto con el gobernador de Siria, Publio Ventidio Baso, Marco Antonio logra acabar con la presencia de los partos en Siria.

Lo que suceda en el reino del sur, Judea, con Antígono y sus aliados, es asunto únicamente de Herodes.

A Roma no le interesa malgastar ahí sus fuerzas, si bien es cierto que el nuevo gobernador de Siria, Cayo Sosio (Gaius Sosius), tiene ordenado socorrer a Herodes siempre que éste lo solicite.

Por último, Herodes se dirige a Jerusalén, donde se ha refugiado Antígono, e instala su campamento.

Nos encontramos en el tercer año de reinado de Herodes, y también en el tercer año de guerra de reconquista.

Vencidos los partos, principal baza de Antígono, ahora se trata de conseguir que éste se rinda cuanto antes.

Herodes se afana por poner fin a una contienda que ya se está haciendo muy larga; Manda levantar tres terraplenes y un gran número de torres para asediar Jerusalén hasta que Antígono se entregue.

Además, Cayo Sosio, gobernador de Siria, se presenta en Jerusalén con refuerzos para apoyar a Herodes.

Cinco duros meses consiguen resistir los hombres de Antígono, hasta que una brigada compuesta por los soldados más hábiles de Herodes logra escalar la muralla e internarse en la ciudad.

Se produce una terrible matanza, ya que los enfurecidos legionarios romanos asesinan a todo ciudadano que se encuentran por las calles de Jerusalén.

Antígono, viendo las terribles escenas que tienen lugar en las calles de la ciudad, baja de la torre de Baris (que poco después pasará a llamarse Antonia, en honor a Marco Antonio) donde se refugiaba, y se entrega a los pies del gobernador de Siria, Cayo Sosio.

Jerusalén es ahora de Herodes, pero de momento está abarrotada de legionarios romanos sedientos de sangre y botín de guerra.

Consciente de que los soldados de Cayo Sosio puede entrar en cualquier momento en el templo y robar sus enormes tesoros, Herodes se apresura a evitar que lo profanen.

Para ello les da, de su bolsillo, una generosa paga a todos y cada uno de los legionarios y les pide que levanten cuanto antes su campamento y vuelvan a Siria con su general.

Se pone de esta manera punto y final a los saqueos y tropelías de los romanos, que regresan a sus cuarteles, llevándose prisionero a Antígono.

Marco Antonio, sobornado por Herodes, ordena la ejecución de Antígono.

Herodes se ha quitado de encima a su mayor rival, nada menos que a un príncipe judío asmoneo, que se ha atrevido a arrebatarle el trono, y que, a ojos de su pueblo, tenía muchísima más legitimidad que Herodes a la hora de ocupar el trono de Judea.

Con la eliminación de Antígono se pone fin no sólo a la guerra de tres años por la corona, sino también a la dinastía asmonea que había regido la región durante ciento treinta años.

Comienza entonces Herodes una implacable purga de colaboradores y seguidores de Antígono, que van cayendo uno a uno.

Libre el reino de desafectos y antiguos enemigos se propone Herodes acabar ahora con la única amenaza que le quita el sueño: el rey Hircano II.

Hircano II, recordemos, había caído prisionero de los partos y había sido trasladado a Babilonia, donde Fraates, hermano de Pacoro, que ocupaba ahora el trono, lo hospedaba.

Herodes le escribe una carta en la que le ruega al anciano rey Hircano II que vuelva a Judea donde será tratado con todos los honores que se merece.

Concluida la guerra y desaparecido ya el peligro de Antígono, el ingenuo monarca cree que Herodes lo colocará a él en el trono.

Pero Herodes no ha llevado a cabo una despiadada guerra contra Antígono, en la que pierden la vida dos de sus hermanos (Fasael y José) para volver a instaurar a Hircano II en el trono.

Las intenciones de Herodes son mucho más abyectas, pues lo que realmente pretende el idumeo es deshacerse de la única persona que podría suponer una amenaza para su reinado.

Así pues, Hircano regresa cándidamente a Judea, donde es honrado y respetado al principio.

Sin embargo, Herodes no tarda en inventarse un complot, en el que supuestamente estaba involucrado el anciano rey.

Acusado de traición, Hircano es condenado a muerte y ejecutado.

Pero no acaba ahí la paranoia de Herodes. Todavía quedan tres importantes miembros de la dinastía asmonea con vida, que quizá a largo plazo le puedan disputar la corona.

Mediante diferentes artimañas Herodes se va deshaciendo de ellos uno a uno.

El primero en ser víctima de la manía persecutoria de Herodes es su cuñado Aristóbulo, un joven apuesto de 17 años, al que había nombrado sumo sacerdote.

Cuando Herodes ve la admiración que causa el joven entre la población debido a su porte, ordena a unos sicarios que lo asesinen y que parezca un accidente.

Más tarde ordena la ejecución de su esposa Mariamne, nieta del rey Hircano II, acusada de adulterio y conspiración.

Por último ordena ejecutar también a su suegra Alejandra, hija de Hircano II, por planear derrocar al rey.

No acabará ahí la vesania del monarca que, como ya veremos más adelante, acabará también con la vida de más familiares suyos, entre los cuales se encuentran tres de sus hijos.

 

Política exterior de Herodes

Dos van a ser las amenazas externas que pongan en peligro la permanencia de Herodes en el trono que tantos esfuerzos y sacrificios le ha costado obtener:

a) La primera es la codiciosa reina de Egipto, Cleopatra

b) La segunda son los belicosos vecinos nabateos.

 

Cleopatra

Esta caprichosa reina de la dinastía ptolemaica era la amante de Marco Antonio, es decir, del hombre más poderoso del planeta.

Un deseo que tenía Cleopatra era ampliar sus dominios a costa de engullir los reinos vecinos, y eso mismo fue lo que le pidió a Marco Antonio.

El general romano, que por lo común se desvivía por satisfacer las veleidades de la egipcia, es consciente de que en esta ocasión no va a poder complacer del todo a su amiga.

El Senado no va a permitir de ninguna manera que Marco Antonio les arrebate sus posesiones a unos reyes orientales, que siempre se han mostrado leales y solícitos a apoyar a Roma, para entregárselos a una antojadiza reina.

Cleopatra quería especialmente apoderarse de partes de Celesiria, del reino de Herodes y del reino árabe de los nabateos.

Para satisfacer a su voluble amante por un lado, pero no  apropiarse, en un claro abuso de poder, de dos reinos amigos de Roma , por otro lado, Marco Antonio llega a la conclusión de que va a ser necesario alcanzar un punto medio: le regalará a Cleopatra unas regiones de cada uno de los reinos apetecidos.

Del reino de Herodes le va a otorgar la región más rica de Judea: Jericó, con sus palmeras y sus arbustos resinosos que producían un preciado bálsamo.

Como el rey Herodes ve venir que la reina Cleopatra no tiene el más mínimo interés en atender sus cuidados cultivos de Jericó, le propone que se los arrende, para poder así seguir aprovechando sus queridas explotaciones. 

La reina accede y le exige a Herodes el pago de un tributo para poder hacer usufructo de unas tierras que hasta hace nada eran suyas.

 

Los nabateos

Los nabateos también deben pagar un tributo a Cleopatra.

Malico (también llamado Malicos, Malic, Malik o Maleo), monarca de los árabes nabateos deja de cumplir con sus obligaciones y Herodes se ve obligado a declararle la guerra, pues el comportamiento de Malico, puede ser usado como escura por la reina egipcia para castigar a ambos contribuyentes.

Cleopatra está entusiasmada con el conflicto entre nabateos y judíos, ya que lo que buscaba era que se debilitaran enormemente, con la intención de apoderarse algún día de ambos reinos, y de esta manera hace todo lo que se le ocurre para echar más leña al fuego.

En un enfrentamiento que tuvo lugar en Cana, Siria, los soldados de Herodes consiguen la victoria sobre sus adversarios.

Cuando la cosa no podía pintar peor para los árabes, que estaban a punto de ser aniquilados, los judíos son víctimas de un cobarde ataque inesperado por la espalda.

Atenión, un gobernante sirio a las órdenes de Cleopatra, recibe la orden de la reina de atacar a Herodes e infligirle el mayor daño que pueda.

Y así fue, pues Atenión sorprende a las tropas judías descansando y causa una auténtica matanza entre ellas.

Los árabes, al ver la masacre que Atenión provoca entre los agotados judíos, ven la oportunidad de acabar de destrozar al enemigo, y vuelven al combate.

Pero esta contrariedad no desanima a Herodes, que se niega a dar tregua a los nabateos, a los cuales hostiga ahora con técnicas de guerrilla.

 

Problemas internos

En política interior varios van a ser los problemas con los que Herodes tendrá que enfrentarse.

Dos son los quebraderos de cabeza que amargarán la existencia a Herodes:

a) Uno es la oposición recalcitrante que despiertan en los sectores más religiosos las costumbres paganas que introduce Herodes.

b) Pero los mayores sinsabores, sin duda, se los causan sus propios familiares, especialmente sus hijos, que están permanentemente implicados en intrigas y complots contra su padre, el rey.

Entre otras adversidades con las que tendrá que lidiar el monarca está una terrible sequía que asoló la región causando una tremenda hambruna.

El astuto rey aprovecha la desesperada situación de su pueblo para presentarse como un monarca protector que cuida y se preocupa de sus súbditos.

Haciendo uso de su amistad con el gobernador romano de Egipto, paga de su bolsillo el grano suficiente para dar de comer a todos.

Con esta acción se gana el afecto de los judíos.

Otro percance que parece suponer la ruina definitiva para Herodes es la muerte de su amigo y protector Marco Antonio, el cual comete suicidio tras la derrota sufrida en la batalla de Accio.

Con la llegada al poder de Octavio, Herodes ve que está a punto de perder absolutamente todo lo que ha conseguido en la vida, todos sus logros, su trono, bienes y posesiones.

Desesperado, se embarca para presentarse ante el nuevo señor del mundo, y ofrecerle su lealtad.  

Herodes decide jugar la baza de la total sinceridad y franqueza.

Reconoce sin ambages ni excusas haber sido gran amigo de Marco Antonio.

Augusto sabe apreciar su sinceridad y su lealtad.

De nuevo nos encontramos con otra de esas ocasiones en las que todo parece estar perdido para Herodes.

Pero otra vez vemos que Herodes no sólo sale intacto de la situación, sino respaldado por las máximas autoridades.

El César le devuelve a Herodes aquellas partes de su reino que le había arrebatado Marco Antonio para obsequiar a Cleopatra, y le hace entrega, además, de la región de Samaria y varias ciudades como Gadara, Gaza o Jope, que ahora pasan a aumentar los dominios del idumeo.

Meses más tarde, el emperador le concede también las regiones de Traconítide, Batanea y Auranítide, para que las añada a sus dominios.

También designa a Herodes asesor de los procuradores romanos en Siria, los cuales deberán, a partir de ahora, tener en cuenta los consejos de monarca a la hora de tomar una decisión.

Hemos señalado más arriba que la introducción de costumbres paganizantes en Judea le acarrea a Herodes la enemista y repulsa de los sectores más tradicionalistas y apegados a la Ley de entre los judíos.

Efectivamente, Herodes pretendía mostrarse como un rey respetuoso con la Torah por un lado, pero atento a las modas y usos grecorromanos por otros.

En su afán por modernizar y occidentalizar su reino, Herodes comienza a reformar ciudades y a construir todo tipo de edificios para celebrar espectáculos como luchas de gladiadores, carreras de caballos, competiciones deportivas, obras de teatro, etc.

Herodes organiza también unos certámenes para honrar al césar que se celebraban cada cuatro años, y financia los juegos olímpicos griegos, que por aquella época estaban de capa caída.

También se dedica a sufragar obras públicas en el extranjero, donde se gana la amistad de numerosos pueblos, lo que ocasiona por otra parte el descontento de sus propios súbditos, que ven como el dinero que les sacan de sus bolsillos con los impuestos van a parar a pagar la construcción de suntuosos edificios fuera de sus fronteras.

Para mayor escarnio muchos de los edificios construidos en Judea se ofrendan al emperador de Roma y son decorados con numerosas estatuas del César, algo que la Torah prohíbe expresamente.

Por si fuera poco, también se levantan templos a deidades paganas e incluso a la figura del emperador, el cual es idolatrado como si fuera una deidad. 

El furor y la indignación de los judíos más piadosos es tal, que un grupo de ellos planean un atentado para acabar con Herodes.

Esta vez se salva el monarca porque uno de sus sirvientes se entera de la conjura y lo pone en aviso.

Los cabecillas de la trama son ajusticiados y se somete a un férreo control a toda la población para evitar que se repitan este tipo de incidentes.

Pero, como también hemos apuntado algo más arriba, los mayores disgustos que le va a dar la vida a Herodes, le vienen de parte de sus hijos.

Herodes se casa en diez ocasiones, que se tenga constancia.

Fruto de estos matrimonios son 14 hijos, quizá más.

Los tres que más problemas le van a dar son los tres mayores.

Dos de los tres vástagos problemáticos eran Aristóbulo y Alejandro, ambos hijos de Mariamne I, la segunda esposa de Herodes.

Mariamne I, nieta del rey Hircano II, había sido una de las primeras víctimas de la manía persecutoria que padecía su marido.

Acusada una y otra vez por la hermana de Herodes de infiel y de conspiradora, acaba finalmente perdiendo la vida por orden del rey.

Sus dos hijos, Aristóbulo y Alejandro, no le perdonarán nunca a su padre el asesinato de su madre, y en una falta imperdonable de prudencia y sensatez, se quejan públicamente con amargura del crimen cometido por Herodes, lo que les acabará costando la vida.

El primogénito de Herodes, Antípatro, veía a sus dos hermanos Aristóbulo y Alejandro como la mayor amenaza a su derecho a heredar el trono.

Alejandro y Aristóbulo eran hijos de la segunda esposa de Herodes, Mariamne I.

En principio podía parecer, que él, Antípatro, como primogénito que era, iba a recibir el reino de su padre, cuando éste falleciera.

Pero Alejandro y Aristóbulo eran de sangre asmonea, pues su madre era la nieta de Hircano II, y por lo tanto estaban más legitimados a sentarse en el trono que su medio hermano Antípatro.

Ciego de envidia y odio hacia sus dos medio hermanos, Antípatro se dedica a orquestar una despiadada campaña de desprestigio contra ellos.

Conchabado con los dos hermanos vivos del rey: Salomé y Feroras, Antípatro pone en circulación una serie de maliciosos rumores sobre sus hermanos.

Los hermanos del rey, a su vez, acuden a él con todo tipo de acusaciones sobre los dos hermanos; acusaciones muy graves, que en un entorno de intrigas y sospechas como era la corte real y con un rey paranoico como era Herodes van a acabar con la vida de ambos jóvenes en el año 7 a.C.

Antípatro obtiene lo que tanto ansiaba: su padre lo nombra principal heredero al trono en su testamento.

Pero el ambicioso Antípatro, frio, calculador y despiadado como es, comete un error que también le va a costar la vida: se vuelve impaciente.

Desesperado al ver que pasan los días pero su padre no muere y le pasa a él la corona, decide acelerar los acontecimientos y heredar de esta manera el trono.

Prepara un plan para envenenar a su padre y se marcha a Roma, lejos de la corte y por lo tanto fuera de toda sospecha.

Pero el plan se tuerce y acaba muriendo envenenado Feroras, el hermano del rey.

Herodes todavía no sospecha nada, pero un día se presentan dos siervos de su recién fallecido hermano y solicitan del monarca que haga justicia, pues la muerte de Feroras no ha sido natural.

Herodes ordena detener e interrogar a toda la corte de Feroras en Perea, que era la tetrarquía que el rey le había regalado a su hermano, y donde este residía después de que ambos hubieran roto sus relaciones.

Bajo tortura comienzan a salir detalles de un complot para envenenar a Herodes, en el cual están involucrados principalmente su hijo Antípatro, la madre de éste -y primera mujer de Herodes-: Doris, su hermano Feroras y la mujer de éste.    

Herodes escribe a su hijo Antípatro para pedirle que vuelva de Roma.

Sin sospechar nada, Antípatro accede y desembarca en Cesarea Marítima, donde es inmediatamente detenido y encarcelado acusado de querer acabar con la vida del rey.

Estamos en el año 4 a.C. Herodes tiene unos 70 años y se halla postrado en la cama, gravemente enfermo.

Poco antes de morir cambia su testamento y ordena ejecutar a su hijo primogénito, Antípatro, el cual es ajusticiado tan sólo días antes de que muera su padre.

Fallece Herodes 37 años después de haber sido nombrado rey por los romanos (en el año 40 a.C.) y 34 años después de la muerte de su gran enemigo Antígono (en el año 37 a.C.), que es cuando realmente se hace con el poder y comienza a ejercer como monarca.

Pasará a la historia como un rey cruel, pero que llevó a cabo una serie de construcciones que aún perduran, como la reconstrucción del Templo de Jerusalén, o de antiguos palacios-fortaleza asmoneos como Masada, Hircania, Maqueronte y Alexandrion.

También por haber fundado Cesarea Marítima o por haber levantado el Herodión.

Las atrocidades e impiedades por este monarca nos han llegado hasta hoy a través de las dos obras del historiador judío Flavio Josefo (La guerra de los judíos y Antigüedades de los judíos) y principalmente por el Evangelio de Mateo (Mateo 2, 1-23) donde se nos relata la famosa Matanza de los Inocentes que tuvo lugar en Belén y en su comarca.

A la muerte de este monarca se trocea su reino entre sus tres hijos, que continúan manteniendo viva la dinastía que creo su padre.

Hablamos aquí de la segunda generación de la dinastía herodiana.

 

5. La segunda generación

Muerto Herodes el Grande, se procede a dividir su reino entre sus tres hijos, tal y como había consignado en su testamento:

a) Herodes Arquelao se convierte en etnarca de Judea, Samaria e Idumea.

b) Herodes Antipas será tetrarca de Galilea y de Perea.

c) Herodes Filipo es nombrado tetrarca de Batanea, Gaulanítide, Traconítide y Auranítide.

Además de estos tres hijos de Herodes, hablaremos también en este apartado de Herodes Filipo II, de Herodías y de Salomé, pues los seis son personajes de la familia herodiana que aparecen mencionados en la Biblia.

 

1. Herodes Arquelao

Herodes Arquelao, era hijo de Herodes y de la samaritana Maltace, su cuarta esposa.

En orden cronológico Herodes Arquelao era el quinto hijo varón del rey, pero los cuatro hermanos que tenía por delante en la línea sucesoria cayeron en desgracia, y al final fue él el que acaba llevándose la mejor parte en el reparto que tiene lugar tras la muerte del rey Herodes I, pues hereda la mitad del reino de su padre: Judea, Idumea y Samaria.

Pero este Herodes Arquelao no podrá disfrutar por mucho tiempo de su etnarquía, pues las continuas denuncias que los judíos presentan ante el emperador, hacen que éste, hastiado del malestar continuo que se vive en Judea, lo deponga y lo envíe, en el año 6 d.C.  al exilio en la Galia.

Los judíos más piadosos querían vengarse en la figura de Arquelao del cruel castigo que impuso Herodes, unos pocos días antes de morir, a un grupito de estudiantes de la Ley que a plena luz del día habían osado destrozar un símbolo de Roma.

Tal símbolo era la estatua de un águila y se encontraba en la entrada al Templo de Jerusalén, el lugar más sagrado para un judío.

Ningún buen judío podía consentir que un ídolo mancillara el sagrado recinto, y un buen día lo destruyeron a hachazos.

Herodes, desde su lecho de muerte, ordena que quemen vivos a los autores.

A los pocos días de dicho suceso, muere el rey y le sucede su hijo Herodes Arquelao. Los más fanáticos le piden que pague por la atrocidad que cometió su padre y comienzan a alborotar al pueblo.

Nos encontramos a pocos días de la celebración de la festividad de la Pascua. A Jerusalén van a acudir miles de judíos de todo Oriente.

Los rebeldes comienzan a agitar a los peregrinos y, finalmente, consiguen provocar serios desórdenes.

Los soldados de Arquelao cargan contra los alborotadores, que estaban reunidos en el Templo y causan la muerte de 3.000 personas.

Arquelao expulsa a todos los peregrinos de Jerusalén y cancela la celebración de la Pascua ese año.

 

2. Herodes Antipas

Herodes Antipas, era el otro hijo varón que tuvieron Maltace y Herodes.

A Herodes Antipas le toca en herencia la tetrarquía de Galilea y Perea, que gobernará hasta el año 39 d.C., cuando es castigado con el exilio a la Galia por el emperador, acusado por su propio cuñado Herodes Agripa I, por conspirar contra Roma.

Herodes Antipas es el tetrarca de Galilea que aparece mencionado en los Evangelios tanto en el episodio de la decapitación de Juan Bautista como en el juicio de Jesús descrito en el relato de la Pasión.

 

3. Herodes Filipo II

Herodes Filipo II era el hijo que tuvo Herodes con su quinta mujer, Cleopatra de Jerusalén.

Este Herodes Filipo II hereda las regiones más septentrionales del reino de su padre: la Batanea, el Golán, la Traconítide y la Auranítide, que gobierna hasta su muerte, acaecida en el 34.

Casado con Salomé, la famosa muchachita que baila ante Herodes Antipas y solicitara la cabeza de Juan Bautista, muere sin descendencia.

 

4. Herodes Filipo I

No confundir con su medio hermano Herodes Filipo II, del que acabamos de hablar.

Herodes Filipo I fue el único hijo varón que Herodes I tuvo con Mariamna II, su tercera esposa.

Era el cuarto hijo varón de Herodes, y le hubieran tocado en herencia todos los títulos y territorios que fueron a parar a su medio hermano Herodes Arquelao (es decir la etnarquía de Judea, Samaria e Idumea), sino fuera porque se descubre que su madre Mariamna II conocía la existencia de una conjura, dirigida por Antípatro, para acabar con la vida del rey y ella, en lugar de avisar, prefirió guardar silencio.

Como castigo, Herodes la destierra del palacio real y deshereda a su único hijo: Herodes Filipo I.

 

6. Tercera generación

A esta tercera generación de herodianos a la que dedicamos este artículo, pertenecen Herodías y su hermano Herodes Agripa I.

Ambos eran hijos del príncipe Aristóbulo y su mujer Berenice, y por lo tanto nietos de Herodes I.

Su padre Aristóbulo fue ejecutado junto con su hermano Alejandro por orden de Herodes I, que sospechaba de que ambos pretendían acabar con su vida y huir más tarde a Roma.

 

1. Herodías

Herodías fue casada primeramente con Herodes Filipo I, el cual había sido desheredado por su padre y no poseía gran cosa.

Más tarde abandona a su primer marido para irse a vivir con Herodes Antipas, algo que el profeta Juan el Bautista critica abiertamente y le acaba costando la vida.

Herodías pedía insistentemente a Herodes Antipas, que tan sólo era tetrarca de Galilea y Perea, que se presentara en Roma para obtener del César, mediante ruegos y algún soborno, el título de rey.

Cuando ambos, Antipas y Herodías, obtienen una audiencia con el emperador Calígula, éste les lee una misiva que acaba de recibir de Herodes Agripa I (hermano de Herodías) en la que se acusa a Herodes Antipas de haberse aliado con Artabanos, rey de los partos, y por lo tanto enemigo de Roma, para conspirar contra el mismo emperador.

Antipas y Herodías pierden todos sus bienes y han de marchar exiliados a las Galias.

 

2. Herodes Agripa I

Herodes Agripa I, habilidoso manipulador, había obtenido gracias a su amistad con el emperador Calígula, no sólo el título de rey, sino también el gobierno de los siguientes territorios:

a) la tetrarquía de Herodes Filipo II, a la muerte de éste en 34

b) en 39 recibió todos los dominios de Herodes Antipas.

c) en el año 41, el emperador Claudio añade a sus posesiones la provincia de Judea, que anteriormente había pertenecido a Herodes Arquelao.

Agripa murió en 44.

 

7. Cuarta generación

A esta cuarte generación de herodianos, todos bisnietos de Herodes pertenecen Salomé, Herodes Agripa II, Berenice y Drusilla

 

1. Salomé

¿Quién no ha oído en alguna ocasión aquella historia en la que una joven baila magníficamente delante de Herodes Antipas en su fiesta de cumpleaños y recibe a cambio la posibilidad de pedir aquello que más desee?

Aquella muchacha que con su danza supo deleitar no sólo a Antipas sino también a todos sus nobles invitados era Salomé, la hija de Herodías con su primer marido, Herodes Filipo I.

Cuando Herodes Antipas, muy ufano delante de toda su audiencia, le promete dar aquello que ella le pidiera, la chiquilla no sabe que responder y acude a su madre en busca de consejo.

Herodías ve llegada la oportunidad de deshacerse de Juan el Bautista que no dejaba de importunarla, denunciando en público que la relación que ella mantenía con Antipas era completamente inmoral.

Así pues le pide a su hija la cabeza de Juan en una bandeja.

Juan el Bautista muere decapitado, muy a pesar del rey, que no deseaba matar a un hombre considerado justo por su pueblo.

Salomé se casa con Herodes Filipos II, Tetrarca de Iturea, Golán y Traconítida.

Cuando muere éste en el año 34 d. C., sin haber dejado descendencia, su tetrarquía se la apodera Tiberio, para integrarla en la provincia romana de Siria.

Más tarde se casa con un primo suyo, Aristóbulo.

En el año 54 d.C., el emperador Nerón designa a Aristóbulo rey de la Armenia Inferior. De la noche a la mañana Salomé se convierte en la reina de la Armenia Inferior.

 

2. Agripa II

Herodes Agripa II era hijo de Herodes Agripa I y Cypros III.

Gobierna desde el año 50 d.C. hasta su muerte en el año 92 (o 93 d.C.) los siguientes territorios:

La antigua tetrarquía de Filipo, o sea:

a) la Batanaea

b) la Traconítide

c) la Auranítide

d) El Golán

e) Iturea

En el año 54 d. C., el emperador Nerón le concede las siguientes regiones:

a)  Tiberíades y Tariquea (también conocida como Magdala) en Galilea.

b) Julias en Perea, junto con catorce poblaciones ensus alrededores.

Su reinado va a estar marcado por las continuas revueltas de sus súbditos judíos, que son un preludio de la gran revuelta judía que se produce en el año 66 d.C. y que origina la Primera Guerra Judeo-Romana.

Fiel siempre a Roma, se gana el desprecio y el odio del pueblo judío, que en un momento determinado llegará incluso a prender fuego a su palacio en Jerusalén.

Después de la toma de Jerusalén por las tropas del general Tito en el año 70 d.C. su figura no es más que un mero ornamento pues apenas tiene un ápice de autoridad en la región.

 

3. Berenice

Berenice era hermana de Herodes Agripa II, y por lo tanto hija de Herodes Agripa I y Cypros III.

Después de enviudar un par de veces y de mantener un largo romance con el general romano Tito, decide retirarse a vivir con su hermano Herodes Agripa II a su palacio, lo que suscitará los comentarios maliciosos de que ambos hermanos tienen relaciones incestuosas.

Cuenta Flavio Josefo como, en varias ocasiones, Berenice muestra su valor y su compromiso con el pueblo judío, interviniendo ante el procurador de Judea, Gesio Floro, un sádico oficial romano, auténtico desencadenante de la guerra con los judíos por sus continuas provocaciones y malos tratos, para que pusiese fin a sus abusos.

Gesio Floro la humilla y la expulsa de sus dependencias.

Berenice le escribe entonces al gobernador de Siria, Cayo Cestio Galo, para solicitarle que tomara cartas en el asunto, pues el comportamiento de subordinado Gesio Floro, estaba causando un hondo malestar entre los judíos y aquello podía desencadenar un levantamiento.

Berenice aparece citada también en los Hechos de los Apóstoles, cuando se presenta en el juicio al que someten al apóstol Pablo, acompañando a su hermano, el rey Herodes Agripa II.

 

4. Drusilla

Drusilla era hermana de Berenice y de Herodes Agripa II.

Se casó con Marco Antonio Félix, gobernador romano de la provincia de Judea.

Estuvo presente en el juicio que se le hizo al apóstol Pablo ante su marido Marco Antonio Félix, como se nos relata en el capítulo 24 del libro de los Hechos de los Apóstoles, pero ignoramos cómo reacciona esta princesa a las palabras del evangelizador de Tarso.

 

8. Fin de la dinastía herodiana

Con la muerte de Herodes Agripa II, acaecida hacia el año 92 d.C., se pone punto y final a la dinastía herodiana, pues no deja ningún descendiente y todos sus dominios pasan a manos de Roma, que los incorporan a la provincia romana de Judea.