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lunes, 27 de mayo de 2019

¿Quiénes eran los filisteos?


¿Quiénes eran los filisteos?
Si hiciéramos esta pregunta a la gente a nuestro alrededor posiblemente muchos nos podrían decir que era un pueblo enemigo de los israelitas. La mayoría se acordaría del filisteo más famoso de todos los tiempos, Goliat, y de su trágico final a manos de un muchachito llamado David, ejemplo insuperable del refrán aquel que dice que más vale maña que fuerza.
También le sonaría a más de uno la historia de Sansón y sus luchas contra los filisteos y de cómo termina sus días inmolándose en un templo filisteo donde derriba sus columnas y aplasta a todos los ahí presentes.

                                                  Estatua de Sansón derribando las columnas en Asdod (Israel) 

Es posible que algún otro, aficionado a la geografía o las etimologías, nos dijera que es precisamente este pueblo el que dio nombre a la región donde se asentaron: Palestina.
Seguramente con esto se acabaría toda la información que el común de los mortales nos sabría dar de este pueblo tan interesante; y es que los filisteos son, a día de hoy, todavía un pueblo misterioso del que poco sabemos, más allá de lo que nos cuenta de ellos la Biblia, donde aparecen mencionados en 223 ocasiones.

Así es, aparte de esas 223 menciones en el Antiguo Testamento, apenas se han hecho grandes hallazgos arqueológicos que aporten algo más de luz sobre este pueblo. No se sabe qué lengua hablaban; sólo nos han llegado un par de palabras y algunos nombres propios como Goliath, Pikol y Maaka, insuficientes para establecer a que familia lingüística pertenecía la lengua de los filisteos, si bien es cierto que se descarta que ésta fuera semita, es decir que estuviera emparentada con el hebreo, el fenicio, el árabe, el arameo o el babilonio.
En este artículo nos vamos a ocupar de este pueblo teniendo en cuenta dos puntos de vista:
1. Los filisteos en la Biblia
2. Datos extrabíblicos de los filisteos
Es decir, vamos a ocuparnos por una parte de todos aquellos pasajes bíblicos donde aparecen citados los filisteos, pero vamos a hacer también un sucinto resumen de todo lo que se sabe hoy en día de ellos. En esta segunda parte mencionaremos la información más importante que se tiene a día de hoy sobre los filisteos y que ha sido aportada por disciplinas como la historiografía, la arqueología, la lingüística o la antropología.
Comencemos pues con la primera parte.


1. Los filisteos en la Biblia

A. Orígenes de los filisteos
B. Abraham, Isaac y Abimelec, rey de Gerar
C. Los Jueces de Israel o los filisteos como enemigos
D. Sansón
E. Samuel: Profeta y último Juez de Israel
F. Saúl, primer rey judío lucha contra los filisteos
G. David y Goliat
H. David acaba con la hegemonía de los filisteos
I. Los filisteos van desvaneciéndose tras la muerte de David
J. Resumen

A. Orígenes de los filisteos
La primera noticia que se tiene de los filisteos es la mención que se hace de ellos en el décimo capítulo del Génesis, en la denominada tabla de las naciones, es decir una lista de patriarcas fundadores de todos los pueblos de la tierra, descendientes todos ellos de Noé.
En este décimo capítulo del Génesis se nos dice que Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
Cam a su vez tuvo cuatro hijos: Cus, Mizraim, Fut y Canaán.
Mizraim (es el nombre hebreo para denominar Egipto).
Mizraim, a su vez, engendró a Ludim, a Anamim, a Lehabim, a Naftuhim, a Patrusim, a Caftorim y a Casluhim, de donde salieron los filisteos. (Génesis 10, versículos 1-14)
Vamos a examinar más en detalle lo que se nos cuenta aquí:
Los filisteos serían pues nietos de Mizraim (por lo tanto un pueblo camita), bisnietos de Cam y tataranietos de Noé.
Al descender de Mizraim (que es la denominación hebrea tanto histórica como actual de Egipto) nos están diciendo que los filisteos venían de este país.
Si nos damos cuenta a partir del mismo Mizraim todos sus descendientes tienen un nombre acabado en -im, que no es otra cosa que el plural masculino en hebreo. Es decir nos encontramos con el nombre de tribus, de pueblos.

B. Abraham, Isaac y Abimelec, rey de Gerar
La segunda vez que la Biblia menciona a los filisteos es en el capítulo 21, cuando Abraham, una vez ha nacido Isaac, hace un pacto con Abimelec, rey filisteo de Gerar, el cual le permite a él y su familia habitar en tierra de los filisteos.
En el capítulo 26 del Génesis se vuelven a mencionar los filisteos. Esta vez en relación con Isaac, el cual viendo que se venía una hambruna en la tierra que habitaba, decide emigrar a Egipto.
JHWH se le aparece en sueños y le indica que no marche a Egipto sino que permanezca mejor en Gerar, entre los filisteos.
Aquí se nos narra un episodio que en el que el rey Abimelec se disgusta con Isaac. Algunos han apuntado que el Abimelec de este pasaje bíblico (Génesis 26, versículos 6-11) no sería realmente el mismo rey Abimelec que hizo el pacto con Abraham, sino un hijo de este rey de igual nombre.
El disgusto viene de que Isaac, temiendo que los filisteos le arrebatasen la vida para quedarse con su mujer Rebeca, que era de gran belleza, decide hacerla pasar por su hermana.
El rey los sorprende cogidos de la mano y reprende a Isaac, acusándolo de haber puesto en peligro a su pueblo ya que si alguien se hubiera acostado con Rebeca hubiera traído el pecado a su reino.
El episodio nos recuerda mucho a lo que sucediera con su padre Abraham en Egipto, donde hizo creer al faraón que su mujer Sara en realidad era su hermana.
Siguen los siguientes versículos (del 12 al 35) contándonos como Isaac prospera enormemente en tierra de los filisteos, lo que le granjea envidia entre estos, que se dedican a cegarle los pozos de agua. Para un pueblo de pastores esto no dejaba de ser una canallada.
Isaac, con paciencia, vuelve a abrir los pozos.
Abimelec lo expulsa de su tierra e Isaac marcha a Beerseba. Ahí se le aparece JHWH y le confirma que es el Dios de su padre Abraham, que está con él y que multiplicará su descendencia. Isaac le levanta un altar.

                                                     Abimelec rechaza a Abraham. Cuadro de Wenceslas Hollar

Abimelec, viendo que JHWH está con Isaac, acude en persona con su capitán Ficol (o Pikol) y cierra un pacto de buena voluntad con Isaac.

La Via Maris o Ruta de los Filisteos
Más adelante, ya en el libro del Éxodo, capítulo 13, se menciona otra vez a los filisteos. Cuando el Faraón permite al pueblo de Israel salir de Egipto guiado por Moisés, JHWH decide no llevarlos directamente bordeando la costa hacia el norte, porque el primer pueblo con el que se iban a encontrar serían los filisteos, que habitaban en la franja costera del suroeste de Canaán y por lo tanto en zona fronteriza con Egipto.
Si los israelitas llegaban exhaustos a tierras filisteas serían recibidos con hostilidad y se entablaría una guerra, lo cual llevaría a los hebreos a arrepentirse de haber abandonado Egipto y a querer regresar.
El camino que hubieran tomado los israelitas era el conocido en la antigüedad como Via Maris (Ruta del Mar) o también Ruta de los Filisteos, dado que dicha vía transcurría por la planicie de Filistea y que aparece en Mateo, capítulo 4, versículos 15-16:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció” (Reina Valera 1960)
Esta Via Maris conectaba Egipto con Mesopotamia, Asiria y la península de Anatolia.

La pentápolis filistea
El tercer libro de la Biblia que menciona a los filisteos es el libro de Josué, concretamente el capítulo trece, versículos 1-3.
De los cinco príncipes de los filisteos, el gazeo, el asdodeo, el ascaloneo, el geteo y el ecroneo; también los aveos”. Aquí aparece citada la famosa pentápolis filistea, esto es, las cinco ciudades estado filisteas, cada una gobernada por su príncipe: Asdod, Ascalón, Ecrón, Gat y Gaza. Volveremos a hablar de ellas más adelante.

                                                               Las cinco ciudades-estado filisteas (en rojo) 

C. Los Jueces de Israel o los filisteos como enemigos
Es en el cuarto libro de la Biblia que menciona a los filisteos, el libro de los Jueces, donde estos aparecen ya como enemigos declarados de Israel.
En aquellos tiempos, es decir en tiempos de los Jueces, más o menos desde 1230 a.C. hasta que Israel tiene a su primer monarca Saúl (hacia el 1050 a.C.) los israelitas están desorganizados, no tienen líderes claros y sus instituciones no están del todo definidas. Por si eso no fuera suficiente, dos pueblos vecinos quieren acabar con ellos: los cananeos y los filisteos.
Los jueces vendrían a ser realmente luchadores o libertadores de Israel, enviados por JHWH, quien, a pesar de que su pueblo se entrega una y otra vez a la adoración de ídolos cananeos (Baal y Astarot) después de la muerte de Josué (lugarteniente de Moisés), decide ayudarlos a través de los jueces, porque JHWH no abandona a su pueblo.
En este libro de los Jueces se relatan las guerras de liberación que tienen lugar entre israelitas y los cananeos en un primer lugar, para pasar a narrar la guerra entre israelitas y filisteos.
Los Jueces de Israel fueron 14:
- Otoniel
- Aod:
- Samgar:
- Débora (Y Barac)
- Gedeón:
- Abimelec
- Tola:
- Jair:
- Jefté:
- Ibzán:
- Elón:
- Abdón:
- Sansón:
- Samuel:
Del primero de estos jueces que nos relata la Biblia es del tercero: Samgar, del cual poco se sabe, salvo que era hijo de Anat y que hirió a 600 filisteos en una batalla con una aguijada de bueyes (una vara de azuzar) salvando a Israel. (Jueces, capítulo 3, versículo 31).

                                              El juez Samgar masacra a 600 filisteos con una aguijada de bueyes 
                                         
En el capítulo 10 del libro de los jueces nos indica el narrador (tradicionalmente se atribuye la autoría de este libro al profeta Samuel, que también fue Juez) cuál fue el pecado de los israelitas por el cual era castigado con los ataques de sus enemigos: Servir  a Baal, a Astarot, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos así como dejar a JHWH y no servirle.
JHWH entrega en castigo a su pueblo al dominio filisteo por 40 años.

D. Sansón
Probablemente el más popular de los 14 Jueces fue el decimotercer juez, Sansón, que es una de las figuras más conocidas del Antiguo Testamento.
El cine ha llevado varias veces a la pantalla la accidentada vida de este juez israelita y casi todos conocemos las aventuras de este auténtico azote de filisteos, cuya extraordinaria fuerza provenía de su melena, que no debía cortarse so pena de quedar sin  para combatir contra sus enemigos y llevar a cabo actos heroicos, inalcanzables para la gente común, como luchar sin más armas que sus propias manos contra un león, acabar con todo un ejército con solo una mandíbula de burro y hasta derribar un templo filisteo con su propia fuerza.
Sansón llegó a dirigir a los israelitas después de 40 años de cautividad bajo dominio los malvados filisteos, conduciéndolos a la victoria sobre los filisteos, en el episodio donde se inmola en un templo filisteo, al echar abajo sus columnas acabando con todos los filisteos ahí presentes, después de 20 años de haber sido juez sobre Israel.
El nacimiento de Sansón recuerda al de Isaac, puesto que nace también de una mujer estéril a la cual se le aparece un ángel del señor y le anuncia que dará a luz a un niño que acaudillará y libertará a su pueblo oprimido.
Sansón era hijo de Manoa y descendía de la tribu de Dan.
El ángel del Señor le había advertido a su madre que Sansón no debía beber ni vino ni sidra, ni debía cortarse el pelo, pues en el radicaría toda su fuerza.
Cuando Sansón creció vio en Timnat a una mujer filistea y quiso tomarla como mujer. A los padres de Sansón les desagrada la idea e incluso le preguntan si es que acaso no hay mujeres entre las israelitas para tener que ir a buscarse una entre los incircuncisos.
Cuando Sansón desciende a Timnat con sus padres a pedir la mano de la muchacha aparece un león y Sansón lo despedaza como si fuera un cabrito, con sus propias manos.

                                                                                        Sansón y el león 

A continuación se casa con la muchacha y en el banquete de boda les promete a los treinta invitados filisteos un traje de lino y otro de fiesta si aciertan una adivinanza que él mismo se inventa, sino la aciertan deberán ser ellos quién le recompensen con lo mismo.
Los filisteos amenazan a la muchacha la cual le acaba sonsacando el secreto a Sansón.
Sansón baja a Ascalón (una de las cinco ciudades filisteas) y mata a treinta filisteos despojándoles de sus vestidos para pagar a los treinta que habían adivinado su acertijo.

Las treinta zorras
Sansón, herido por la traición de su mujer, la repudia. Su suegro se la entrega a un compañero.  
Cuando Sansón se entera de esto decide vengarse. Para ello caza trescientas zorras y tomando teas junta cola con cola y les coloca una tea entre cada dos colas. Enciende las teas y suelta a las zorras entre los sembrados de los filisteos quemándoles de esta manera las mieses agavilladas en el campo, así como las vides y los olivos.
Un episodio similar tiene lugar dos mil años más tarde en la china medieval. En protagonista es en esta ocasión Gengis Khan, el cual viendo que no había manera de rendir una ciudad china amurallada que estaba asediando desde hacía meses ya, tiene una idea brillante y muy similar a la de Sansón con las vulpejas.
El Gran Khan solicita de sus enemigos mil gatos y diez mil golondrinas como pago para retirarse y dejarlos en paz. Una vez obtenido el pago les ata una tea en la cola. Los pobres animales vuelven por instinto a la ciudad donde tenían sus hogares, sus madrigueras o nidos: los gatos por tierra y las golondrinas por aire.
De esta manera en Khan consigue incendiar la ciudad y acabar con ella.

Volviendo a Sansón tenemos que decir que la quema de sus cosechas no sentó nada bien a los filisteos, los cuales, una vez supieron quien habían sido el autor y cuál había sido la causa deciden cobrar venganza con el suegro y la mujer de Sansón quemándolos vivos.
Sansón jura venganza.
Golpea a los filisteos hasta dejarlos a todos fuera de combate y se marcha al monte Etam, donde se queda a vivir en una cueva escavada en la roca.

Sansón lucha contra los filisteos
Los filisteos forman un ejército y marchan a la región de la tribu de Judá, donde levantan un campamento cerca de Lehi.
Los habitantes de la región de Judá se ponen nerviosos y se empiezan a preguntar por qué razón quieren entrar en guerra contra ellos los filisteos.
Los filisteos responden que sólo quieren prender a Sansón para ajustar cuentas.
Tres mil miembros de la tribu de Judá acuden a la cueva del monte Etam donde moraba Sansón y le increpan por haber airado a sus dominadores.
“Hemos venido a atarte y a entregarte a los filisteos" le dicen.
Sansón hace jurar a los judíos que no lo van a matar. Cuando está seguro de que sus hermanos le van a respetar la vida se entrega, se deja atar con dos cuerdas nuevas y permite que lo conduzcan al campamento que los filisteos habían instalado en Lehi.
Los filisteos irrumpen en gritos de triunfo cuando ven a Sansón sometido y es en ese momento cuando Sansón se deshace de sus ataduras con toda la facilidad del mundo.
Tomando una quijada de burro que había tirada ataca a los filisteos matando a mil de sus enemigos. Después de la carnicería arroja el hueso y el lugar pasa a llamarse Ramat-Lehi (El cerro de la Quijada).


                           Sansón acaba con la vida de 1000 filisteos con la quijada de un burro como única arma


Sansón escapa de Gaza
En una ocasión acudió Sansón a Gaza y fue a ver a una prostituta. (Llama la atención que la Biblia no oculte este detalle poco edificante en relación con uno de sus héroes)
En cuanto se corre la voz en Gaza de que su gran enemigo Sansón está en la ciudad, en los aposentos de la ramera, los filisteos deciden cercar la casa y colocan hombres también apostados en la puerta de la ciudad.
Deciden esperar a la salida del sol, para caer sobre Sansón por sorpresa y apresarle.
Sansón descansó hasta medianoche, luego se levantó y se dirigió a la puerta de la ciudad, cogió las dos hojas de la puerta y las arrancó de cuajo con sus postes, se las puso al hombro y se las llevó a la cima del monte que está en dirección a Hebrón.

                                    Sansón arranca las puertas de la muralla de Gaza de cuajo 

Sansón y Dalila
No mucho después de este episodio nuestro héroe se enamora de una mujer, Dalila, que vivía en el valle de Sorec.

                                                       Sansón y Dalila en un cuadro de Julio Romero de Torres

Cuando los príncipes filisteos se enteraron de esto acudieron a Dalila y le pidieron que le sonsacara de donde sacaba su enorme poderío. Si Dalila se prestaba a colaborar recibiría 1100 siclos (monedas de plata) de cada uno de los príncipes.
Dalila comienza a acosar a Sansón con preguntas:
Sansón le contesta que su fuerza desaparecerá si lo atan con siete mimbres frescos que todavía no se hayan secado. Cuando Sansón se queda dormido los filisteos lo atan con siete mimbres verdes y se quedan al acecho en una habitación contigua.
Dalila da la voz de alarma y cuando Sansón despierta se deshace de los mimbres sin esfuerzo.
Dalila empieza aquí a realizarla a Sansón un auténtico chantaje emocional: si Sansón no le revelaba el secreto de su fuerza eso significaba que realmente no la amaba.
Vuelve otra vez al jueguecito de tirarle de la lengua a Sansón que esta vez contesta que su prodigiosa fuerza se verá menguada si lo amarran con cuerdas completamente nuevas, que nunca antes hayan sido usadas. De nuevo la misma escena con los filisteos escondidos en el cuarto de al lado. De nuevo en vano
Más chantaje emocional: no me quieres Sansón, no confías en mí, me engañas, te burlas de mi amor, etc.
La tercera vez Sansón le responde a Dalila que se volvería un alfeñique si ella tejiera sus siete trenzas en el telar y las fijara con una estaca. Se repite la misma operación con el mismo resultado de las anteriores veces.
Vuelve Dalila a los lamentos y a las acusaciones contra Sansón. Esta vez vuelve a la carga con más tenacidad si cabe: día a día le somete a un bombardeo constante hasta que Sansón cede y le acaba confesando la verdad: su portentoso vigor radicaba en su melena, si perdía su pelo perdía su fuerza.
Esta vez Dalila se da cuenta de que le está diciendo la verdad y avisa a los príncipes filisteos, que le entregan las monedas prometidas. 
Dalila hace que Sansón se duerma en su regazo y cuando este se encuentra en un profundo sueño un filisteo se acerca y le corta sus siete trenzas, perdiendo Sansón de esta manera todas sus fuerzas.
Cuando Dalila lo despertó alertándole de que venían los filisteos, como ya había hecho en tres ocasiones anteriores, Sansón no pudo zafarse y cayó prisionero de los filisteos porque JHWH lo había abandonado.

                                                 Dalila le corta las trenzas a Sansón 

Cautiverio de Sansón
Lo primero que hicieron los filisteos cuando atraparon a Sansón fue sacarle los ojos. Ciego y maniatado lo llevan a Gaza donde lo arrojan a una mar morra donde deberá pasar resto de sus días moliendo cereal encadenado a una rueda de molino.
Pero los filisteos cometen aquí un error que tendrá trágicas consecuencias para ellos: se olvidan de que a su prisionero le va creciendo poco a poco el cabello y con ello va recobrando lentamente sus fuerzas.

                                      Sansón, prisionero de los filisteos, es castigado a girar un rueda de molino

Venganza y muerte de Sansón
Pasado un tiempo se reunieron los príncipes filisteos para festejar la captura de Sansón y para ofrecer sacrificios a su deidad Dagón.
En plena celebración se le ocurre a alguien que podían traer al causante de tantos males a la fiesta y someterlo a público escarnio. La idea tiene acogida y sacan a Sansón de las ergástulas donde estaba recluido para que les sirva a todos de diversión.
La Biblia nos cuenta como mientras someten al Juez hebreo a todo tipo de burlas, alaban y dan gracias a su dios Dagón por haber hecho posible su aprehensión.
Sansón pide permiso para apoyarse entre dos columnas del edificio, que eran precisamente los pilares que cargaban con el peso de la construcción.
El libro de los Jueces, en su capítulo 16, que es donde se nos refiere el final de Sansón, nos cuenta que la casa estaba repleta de filisteos, entre los cuales se encontraban los príncipes y demás dirigentes. Sólo en el piso de arriba había más de tres mil hombres y mujeres, los cuales, mirando hacia abajo veían como denigraban y humillaban al judío.
Sansón le dirige una última oración a JHWH pidiéndole que le dé la fuerza suficiente para poder vengarse.
Y empujando con todas sus fuerza las dos columnas principales gritó: “Muera yo y conmigo los filisteos”, justo antes de que todo el edificio se derrumbara y aplastara a todos los filisteos que se encontraban en su interior.

                                           Sansón echa abajo el recinto lleno de filisteos que se burlaban de él

Los hermanos de Sansón acompañados del resto de sus familiares recogieron su cadáver y lo enterraron junto a su padre Manoa.
Sansón había sido juez de los judíos durante 20 años.

E. Samuel: Profeta y último Juez de Israel
La pérdida de Sansón es duro golpe para los judío, pero JHWH decide no abandonar plenamente a su pueblo a pesar de que se entregaba a la adoración de falsos ídolos filisteos, cananeos y de demás pueblos vecinos.
Fiel a su promesa Dios envía a Samuel para que oriente a los israelitas.
Samuel era hijo de Elcana y de Ana.
Su madre Ana, la segunda esposa de Elcana, era estéril. Su madre oró a Dios sin desfallecer para que le diera un hijo y así sucedió.
La familia al completo tenía por costumbre acudir todos los años en peregrinaje a Silo, donde se encontraba en tabernáculo que albergaba el Arca de la Alianza. Ahí Elcana, el paterfamilias, ofrecía sacrificios a Dios. Por aquel entonces eran sacerdotes Ofni y Finees, hijos de Elí, que cometían todo tipo de sacrilegios pues no respetaban las cosas sagradas. Robaban carne de las ofrendas de los israelitas, se acostaban con las mujeres que custodiaban la entrada al tabernáculo.
Cuando su padre Elí les reprendía sus malvados hijos no le hacían caso.
El año que Ana destetó a Samuel, acudió la familia, como siempre hacía a Silo y esta vez la madre entregó al niño a Elí, el viejo sacerdote del tabernáculo de Silo, para que su hijo pasara a ser su pupilo.
Un día un profeta se acerca a Elí y le anuncia que Dios va a castigar con la muerte a sus dos hijos impíos. Dios no quiere que ni Ofni y Finees ni nadie de su descendencia sean jamás sacerdotes. Queda así vacante el puesto de sacerdote que ocupará más adelante Samuel, cuando lo vástagos de Elí perezcan en batalla contra el enemigo filisteo.
Siendo Samuel todavía muy joven y dedicándose a ser ayudante de Elí, el Señor llama a Samuel y le confirma lo que ya le había avisado a Elí a través de un profeta: sus hijos eran unos pecadores e iban a pagar por ello con su vida.
A partir de entonces Dios se va apareciendo con regularidad a Samuel en Silo, para hablar con él y darle instrucciones: Samuel se convierte en un profeta y su fama alcanza todos los rincones de Israel

Samuel y los filisteos
Nos encontramos inmersos, como ya hemos anotado anteriormente, en un periodo convulso en el que el pueblo israelí ha vencido a sus vecinos los cananeos pero todavía no se ha sacudido el yugo filisteo.
Este es el marco histórico en que nace y crece Samuel, es decir en plena guerra de liberación judía contra los filisteos.

La batalla de Eben-Ezer y la pérdida del Arca de la Alianza
Siendo Samuel un profeta conocido por todo su pueblo, deciden los filisteos atacar Israel.
Salen los judíos a defenderse y establecen su campamento en Eben-Ezer, mientras que los filisteos acampan en Afec.
Atacan los filisteos y se entabla una cruenta batalla de la que salen victoriosos los filisteos. Más de cuatro mil judíos yacen en el campo de batalla.
Los ancianos de Israel se sorprenden de que JHWH no haya ayudado a su pueblo en la contienda y deciden traer el Arca de la Alianza desde Silo hasta Eben-Ezer, para que sirva a modo de talismán y asista a los judíos en el próximo combate.
El siguiente enfrentamiento es un desastre para los hebreos:
Vencen los filisteos, perecen 30.000 judíos (entre ellos los hijos de Elí: Ofni y Finees) y, por si esto fuera poco, el Arca de la Alianza cae en manos de los filisteos.

                                Los filisteos les roban el Arca de la Alianza a los judíos tras su derrota en Eben-Ezer

En el momento en que le traen las malas noticias a Elí éste cae de espaldas y muere desnucado, después de haber sido sacerdote durante 40 años.
Los filisteos se llevan el Arca de Eben-Ezer a Asdod y la depositan en el templo de Dagón, junto a una imagen de este ídolo.
Nos cuenta el libro de Samuel que al día siguiente de haber colocado el Arca junto a Dagón, los ciudadanos de Asdod se encuentran a la estatua de Dagón postrada en tierra frente al Arca de la Alianza.
Primeramente no le dan importancia a este hecho y vuelven a colocar la estatua de pie en su sitio.
Pero al día siguiente, cuando entran en el templo y se encuentran de nuevo al ídolo boca abajo, postrado delante del Arca, su sorpresa es mayúscula. El pasmo es aún mayor al encontrarse, a la altura del umbral, la cabeza y las dos manos de la estatua separadas del tronco.

                                                Los filisteos colocan el Arca de la Alianza en el templo de Dagón 
                                               (obsérvese abajo a la izquierda la imagen de Dagón despedazada) 

Un castigo cae sobre tres ciudades filisteas
Sobre la ciudad filistea de Asdod cae un castigo divino: todos sus habitantes sufren tumores. La gente de Asdod reconoce la causa de su aflicción y deciden llavarse el arca a otra ciudad.
Así es como el arca llega a otra ciudad filistea, Gat, que corre la misma suerte. Cunde el pánico entre los pobladores de Gat que deciden trasladar el arca a Ecrón.
Los vecinos de Ecrón, ciudad filistea también, protestan enérgicamente sabedores de la pena que les espera si el Arca de la Alianza se queda entre ellos y les piden a los portadores del arca que la devuelvan a su lugar de origen.

                                                                    La peste de Asdod de Nicolás Poussin

Devolución del arca
El arca de la Alianza permaneció en poder de los filisteos siete meses, los cuales viendo las nefastas consecuencias que ello traía las ciudades por donde pasaba el Arca deciden reunir a todos los sabios, ancianos, adivinos y sacerdotes para determinar qué hacer con ella.
La respuesta de estos es que no basta con devolverla hay que compensar a JHWH por las molestias ocasionadas. Para ello deberán confeccionar, a modo de ofrenda, cinco figuras de oro con forma de tumor y cinco en forma de rata, pues cinco eran las ciudades-estado filisteas y cinco sus príncipes, que también se habían visto afectados por los tumores.
Los sabios les dan una instrucción más a los filisteos: deberán hacer una carreta nueva que deberá ser arrastrada por dos vacas que nunca hayan cargado con un yugo. En esta carreta se portará el Arca de la Alianza así como una caja contigua que contendrá la ofrenda de oro.
Una vez este cargado todo en la carreta deberán dejar que las vacas vayan a donde ellas quieran. Si se dirigen hacia Bet Semes eso quiere decir que todos los castigos venían de Dios. Si la carreta toma otra otro rumbo es que los tumores surgieron entre el pueblo filisteo por casualidad.
Las vacas marchan directamente a  Bet-Semes. Los príncipes filisteos acompañan la carreta hasta que alcanzan Bet-Semes. Una vez aquí la carreta se para frente a una gran roca que se encontraba en el campo de Josué.

                                                                 Los filisteos devuelven el Arca de la Alianza 

Los habitantes de Bet-Semes se alegran sobremanera al volver su arca y deciden hacer allí mismo una ofrenda a JHWH: sacrifican a las dos vacas y las asan con la madera de la carreta

De Bet-Semes a Quiriat-Jearim
Algunos habitantes de Bet-Semes quisieron mirar dentro del arca movidos por la curiosidad y murieron. En total fueron 70.
Se apodera el pánico del resto y deciden pedirles a los vecinos de Quiriat-Jearim que vengan a buscarla y se la lleven a su ciudad.
Así es como llega el Arca del Señor a Quiriat-Jearim, donde permaneció muchos años.
Pasa el tiempo y los judíos estaban ansiosos porque Dios no se les manifestaba de ninguna manera.
Samuel les indica que si quieren servir de verdad a Dios deben deshacerse de todas las imágenes de dioses extranjeros, olvidarse de ellos y volver su corazón a JHWH. Sólo de esta manera el Señor les librara de la opresión de los filisteos.

Samuel congrega a su pueblo en Mizpa
Los judíos le obedecen y destruyen todas las estatuas de Baal y Astarté. Hecho esto Samuel les ordena que se reúnan todos los israelitas en Mizpa, en tierra de la tribu de Benjamín, porque quiere rogar ante Dios por ellos.
Una vez congregados en Mizpa (o Mizpah) llevan a cabo una serie de ritos para congraciarse con Dios: derraman agua ante el Señor, ayunan durante un día entero y confiesan públicamente haber pecado contra el Señor.

Samuel pide ayuda a Dios para vencer a los filisteos
Es ahí en Mizpa donde Samuel se convierte en juez de los judíos.
Decir juez significa que pasa a ser el líder que los orienta y gobierna como habían hecho antes que él otra docena de jueces.
Llega a oídos de los príncipes filisteos que los judíos se han hecho fuertes en Mizpa y determinar entablar una batalla contra ellos.
Samuel le ofrece un corderito al Señor en sacrificio clamando su asistencia en la batalla que estaba a punto de tener lugar.
JHWH hace caer unos truenos portentosos sobre el ejército filisteo que queda confundido y son aplastados por los hebreos.
Todo aquel filisteo que intenta huir de Mizpa es perseguido implacablemente hasta pasada la ciudad de Bet Car y es rematado por el camino.

                                        Dios envía un portentoso rayo contra los ejércitos filisteos que los aturde

Así es como los israelitas se liberaron de la soberanía de los filisteos. La mano de JHWH protegió a los judíos mientras vivió Samuel.
Y así es también como los judíos fueron reconquistando todas las ciudades que a lo largo del largo dominio filisteo habían ido cayendo en manos de los incircuncisos, desde la pentápolis filistea (Asdod, Ascalón, Ecrón, Gat y Gaza), hasta todas las tierras que rodeaban la pentápolis filistea.
Samuel se retiró a Ramá, donde permaneció como juez de Israel.

Los israelitas quieren tener un rey
Samuel envejece y pone a sus dos hijos, Joel y Abías, como jueces de Israel, pero no eran precisamente adecuados para esta difícil tarea, pues eran codiciosos y se dejaban corromper.
Los ancianos de Israel deciden hablar con Samuel en Ramá y pedirle que les dé un rey, como todos los pueblos gentiles tienen.
Esta petición no sólo disgusta a Samuel, también disgusta a JHWH.
Samuel les concede lo que pide, eso sí, avisándoles de antemano de los inconvenientes que supone estar sujeto al poder de un monarca que va a pasar a disponer plenamente de las vidas de sus súbditos.
Es así como Dios le envía un día a Samuel a un joven apuesto de la tribu de Benjamín, Saúl, que deberá liberar a su pueblo de los filisteos. Samuel lo unge como rey de Israel.

F. Saúl, primer rey judío lucha contra los filisteos
Cuando Saúl contaba con 30 años de edad empezó a gobernar Israel.
Una de las primeras medidas que toma como rey, dado que los judíos estaban rodeados de enemigos, es formar un ejército tomando como soldados a jóvenes israelitas.
Un día de su segundo año de reinado, su hijo primogénito, Jonathan, que tenía a su mando a 1000 hombres decide atacar a la guarnición de filisteos que se encontraba a la sazón acantonada   en Guibeá.
Llegan las noticias a los filisteos de la derrota que ha sufrido su guarnición de soldados por parte de Jonathan y se apresuran a preparar un poderoso ejército para contraatacar a los judíos.
La Biblia nos habla de 3000 carros de guerra, 6000 jinetes y tantos soldados como arena había en la orilla del mar.
Con semejante ejército acampado en las cercanías de  Micmas, los judíos son presas del pánico y corren a esconderse en cuevas, en fosos, entre matojos, entre peñascos y rocas, e incluso en pozo, zanjas y cisternas.

El monopolio de las armas en manos de los filisteos
Los filisteos dividen su ejército en tres tropas y mandan cada una de ellas por caminos diferentes a atacar a los judíos, que estaban acantonados en Gabaa de Benjamín.
El primer libro de Samuel, en su capítulo 14 (versículos 19-22) no da una noticia histórica valiosísima: los filisteos controlaban la producción de hierro y no permitían a sus enemigos tener acceso a ningún tipo de arma.
- En todo Israel no había ni un solo herrero.
- Había una prohibición de que los judíos poseyeran ningún tipo de arma.
- Los únicos utensilios que les permitían tener a los israelitas eran herramientas agrícolas como hoces, arados, azadas, aguijadas o hachas.
- Cuando los judíos necesitaban afilar dichos instrumentos debían acudir a los herreros filisteos que les cobraban unos precios abusivos.
Tan escasas eran las armas entre los hebreos que cuando los judíos iban a defenderse de los filisteos en la batalla de Micmas. Nadie en todo el pueblo judío, tampoco entre sus soldados, tenía ni lanza ni espada, excepto su rey Saúl y su primogénito y lugarteniente Jonathan.
 En esta estábamos cuando se llegar un destacamento de filisteos al campamento de los judíos, en Micmas.

La astucia y valor de Jonathan
Un día Jonathan decide ir a echar un vistazo a las tropas enemigas acompañado solamente de un escudero.
Nadie en el campamento judío se entera de la incursión secreta de Jonathan entre los soldados filisteos.
Para llegar a donde estaban los filisteos Jonathan y su escudero tenían que pasar por un estrecho desfiladero entre dos rocas. Jonathan le comunica a su fiel escudero que confía en la ayuda del Señor para llevar a buen puerto su empresa.
La idea es la siguiente: se van a dejar ver por los vigilantes del campamento filisteo. Si les dicen que se queden ahí quietos obedecerán pero si les piden que se acerquen hasta donde están apostados ellos esa será la señal de que Dios está con ellos y les va a ayudar en su loca empresa.
Los filisteos, al divisar las figuras de sólo dos israelitas, piensan que estos están saliendo poco a poco de sus escondrijos entre la maleza, los peñascos y otros accidentes del terreno.
Los soldados filisteos les ordenan que se dirijan a donde se encuentran ellos, pues tienen algo que decirles.
Ya en ese momento sabe Jonathan que el Señor le ha concedido la victoria a Israel.  Jonatán trepa con dificultas por la pared del desfiladero con su escudero siguiéndole. Jonathan va derribando uno a uno a los soldados filisteos y su escudero, que se encontraba detrás, los va rematando. 
En este choque entre judíos y filisteos, Jonathan y su ayudante matan a unos veinte enemigos.

La victoria israelita
Los filisteos son entonces presas del pánico y se produce una desbandada en sus filas.
El rey Saúl, comandante del ejército israelí congrega a sus tropas y, aprovechando el caos producido entre los enemigos se lanza a un ataque.
Al parecer era tan grande el pánico y la confusión que se había extendido en el campamento filisteo que éstos se llegaban a matar unos a otros.
Por si esto fuera poco, los hebreos tránsfugas que tiempo atrás se habían pasado a las filas de los filisteos, y que en ese momento se encontraban con ellos en el campamento, los abandonan se pasan al bando judío.
Además todos aquellos judíos que se hallaban agazapados en todos los recovecos de los montes de Efraín, escondidos por temor al enorme poderío desplegado por el ejército enemigo, al ver la espantada de sus rivales se envalentonaron, salieron de sus escondites y se pusieron a perseguir a todos los filisteos que huían y dándoles alcance los mataban.

El juramento de Saúl
Saúl había jurado que nadie en su ejército probaría bocado hasta que se vengaran de los filisteos. Su hijo Jonathan violó ese juramento al probar un poco de miel con la punta de su vara.
También pecaron los judíos, puesto que cuando los filisteos huyeron de su campamento dejando atrás todos sus víveres, los israelitas cayeron, desfallecidos de hambre como estaban, sobre el ganado y sacrificándolo ahí mismo se comieron la carne sin haberla desangrado, como indica el Levítico.
 Saúl levanta un altar a Dios, y, por indicación de un sacerdote, se dirige a Él para preguntarle si debe o no perseguir esa misma noche a los filisteos, caer sobre ellos, aniquilarlos y quedarse con todo el botín.
Dios no quiere contestar por los pecados de su pueblo. Es así como dejan escapar al ejército filisteo, sin salir en su persecución.

G. David y Goliat
Los filisteos congregan sus ejércitos para la guerra y acampan en Efes-Damim, entre Soco y Azeca, dos pueblos de Judá.
Saúl reúne a su ejército también y se instalan en el valle de Elá.
Los filisteos se habían apostado en un monte y los judíos en otro monte enfrente, en medio de ambas colinas pasaba un río.
Todo parecía indicar que se trataba de otra batalla más de entre tantas que habían llevado a cabo ambos pueblos, pero esta vez iba a ser diferente: los filisteos traía un arma secreta. Se trataba de un coloso de la ciudad filistea de Gat, que tenía una impresionante altura de seis codos y un palmo (unos tres metros), es decir un auténtico gigante.
Goliat iba pertrechado con un casco y una cota de malla, ambos de bronce. La cota pesaba cinco mil siclos de bronce (unos cincuenta y cinco kilos)
Las espinillas las protegían unas grebas de bronce, y como armas portaba una jabalina de bronce en sus hombros, cuya punta pesaba seiscientos siclos de hierro (unos siete kilos) y una formidable espada.
El primer día que Goliat salió de su campamento para desafiar en singular combate a los soldados israelitas, éstos viendo su estatura y fuerza se asustaron enormemente.
Goliat les ofrecía a los judíos que eligieran a uno de sus guerreros, el cual debía luchar contra él. Si vencía el titán filisteo los judíos serían esclavos de los filisteos. Pero si alguien de entre las filas del ejército judío era capaz de vencerle y acabar con él, en ese caso serían los filisteos los que servirían a los israelitas.

David, el pequeño pastor de Belén
Había un pastor de la tribu de Efraím que vivía en Belén. Este pastor se llamaba Isaí y tenía 8 hijos. Sus tres hijos mayores estaban combatiendo a las órdenes de Saúl (eran Eliab, Abinadab
David, el benjamín de la familia, pastoreaba el rebaño de ovejas de la familia por los alrededores de Belén, pues no tenía edad todavía para combatir.
Un día, su padre Isaí le encomienda que les lleve a sus hermanos que se encontraban en el frente, unos víveres: trigo tostado y diez panes. También debía llevar diez quesos para el jefe a cargo de mil soldados.
Isaí le encarga también a David no sólo que se entere de cómo están sus tres hermanos mayores sino también que le traiga una prueba de que están bien.
David marcha al valle de Elá, al campamento judío, con las provisiones. Saluda y abraza a sus hermanos y se interesa por su estado.
Goliat solía todas las mañanas y tardes a desafiar a los judíos y así estuvo insistiendo con sus bravuconadas cuarenta días seguidos.
David, que esa mañana estaba ahí presente para oír al gigante proponiendo el duelo, enfurece ante el atrevimiento del filisteo, ¿Cómo puede tener la osadía de desafiar al ejército de JHWH?

David acaba con Goliat
David le pide al rey Saúl que le deje salir a combatir con aquel fanfarrón irrespetuoso. Evidentemente esto causa extrañeza e hilaridad entre los ahí presentes, ¿cómo iba a vencer un pastorcillo a un gigante que además era un veterano guerrero?
David logra convencer al monarca con dos argumentos:
a) Él ya ha podido acabar con peligrosas alimañas como osos y leones cuando acechaban los rebaños de su padre.
b) Dios estaba con él en aquellas peligrosas situaciones en las que tenía que batirse con las fieras y le amparaba. De igual manera ahora también le iba a asistir el Dios vivo, con mayor motivo pues el coloso estaba desafiando al ejército del Señor.
Preparan al chico para el desigual duelo con un uniforme, casco y coraza, e incluso le entregan una espada; pero David no está acostumbrado a semejante impedimenta y no puede dar ni un paso. Se desembaraza de todas las protecciones y se marcha al rio a buscar piedras planas, las más adecuadas para utilizar como proyectiles con su honda.
Pertrechado de esta guisa se dirige a Goliat el cual se ríe de él, lo desprecia y lo amenaza con echar sus despojos de carnaza a las aves rapaces y a las alimañas del campo.
David, con toda la calma del mundo le responde que puede ser que Goliat vaya armado con lanza, jabalina y espada, pero él viene en nombre del Señor Todopoderoso, el Señor de los ejércitos de Israel, al cual ha faltado al respeto. Añade que no será el cuerpo de David el que sirva de carroña a las bestias del campo sino el de todo el ejército filisteo, pues Dios los entregará a los judíos.
Y diciendo esto, con la rapidez de un rayo, el pastor sacó una piedra la colocó en su honda para ir a incrustársela en la frente. Se precipita a donde está Goliat, le arrebata la espada y con ella le corta la cabeza.

   
                                               David abate con su honda al gigante Goliat cuadro de Osmar Schinder

El ejército judío, eufórico ante semejante proeza se arma de valor y se arroja sobre los filisteos, causando una gran mortandad entre sus filas. Desde Saaraim hasta Gat y Ecrón, todo el camino quedó lleno de cuerpos sin vida de los filisteos. Acabada la masacre, los israelitas vuelven a rapiñar el campamento filisteo. David se lleva la cabeza de Goliat a Jerusalén, como trofeo.

H. David acaba con la hegemonía de los filisteos

La dote de David
Saúl pasa de un sincero aprecio por el muchacho, que tan gran favor ha hecho a su pueblo al librarlos del gigante Goliat, a sentir cada vez más envidia, pues el pueblo lo aclamaba más que a él.
Al ver la admiración que despertaba David entre los judíos empieza a temer que éste llegue un día a usurpar su trono.
Llevado por sentimientos encontrados Saúl decide casarlo con su hija más joven: Mical, que se había encaprichado de él.
Saúl trama un plan malintencionado con el que matar dos pájaros de un tiro: El rey le propone a David que le entregue, como pago de la dote por la mano de su hija pequeña dote, cien prepucios de filisteos.
De esta manera Saúl quiere por un lado que David mate a un centenar de enemigos, pero por otro lado esperaba que David pereciera en tan descabellada empresa y así se quitaba un posible rival, ya que veía que David, con su creciente popularidad, empezaba a hacerle sombra.
Pues bien, parece ser que le salió el tiro por la culata, pues David no le trajo cien sino doscientos prepucios de filisteos abatidos. Saúl no tiene más remedio que entregar a su hija Mical por esposa.
Saúl da cuenta de que JHWH está con David y no sólo siente un gran temor por su yerno, sino también una gran inquina.
Para acabar de hacer más grande la envidia del Rey Saúl, cada vez que había una campaña contra los filisteos, David tenía más éxito en el campo de batalla que todos los oficiales de Saúl juntos. David se convierte en un héroe admirado por todo su pueblo.

Saúl decide matar a David y este huye a Gad.
Saúl, llevado por la envidia, decide acabar con David, que tiene que huir.

David en Gat
En su temor, completamente canfuso, David acude a Aquis, rey de la ciudad estado filistea de Gat.
Los oficiales del rey Aquis reconocen al héroe judío tan alabado por su pueblo. Pero cuando quieren atraparlo David se finge estar loco pintarrajeando los dinteles de las puertas y echando saliva por la boca. El rey se enoja con sus súbditos por traerle a su presencia a un orate y lo echan de la ciudad.
Continúa la persecución de Saúl y David tiene que seguir huyendo, refugiándose en la cueva de Adulam y en Mizpa de Moab.
Después de una matanza de sacerdotes judíos, perpetrada por Saúl y sus hombres, por haber dado cobijo y viandas a David.
David se siente culpable del terrible fin que han sufrido los sacerdotes que le ayudaron.

Los filisteos atacan Keila y David la defiende
Un día los filisteos asaltan la ciudad de Keila y desvalijan las eras y los graneros.
Cuando David se entera del ataque filisteo le consulta al Señor si debe o no acudir a combatir contra los filisteos. La respuesta es afirmativa: David debe dirigirse a Keila, presentar batalla y liberarla de las manos de los filisteos.
 Los soldados de David tienen miedo y no quieren ir a luchar. David vuelve a preguntar al Señor, que le responde, que no dude en socorrer a los habitantes de Keila, pues Él le va a poner en sus manos a los filisteos.
David y sus tropas se presentan en Keila, combaten contra los filisteos y los vencen clamorosamente, recuperando el botín que habían robado los filisteos y liberando la ciudad.

Saúl por su parte también combate a los filisteos que estaban saqueando Israel. Sus obligaciones como monarca de los judíos le obligaban a poner en primer lugar de sus prioridades defender su reino del ataque filisteo, si bien es cierto que su obsesión en aquellos días era dar con David para acabar con su vida. Por eso la Biblia nos informa de cómo, en alguna ocasión en que el Rey está a punto de acorralar a David, tiene que interrumpir su empresa para ir a batirse contra los filisteos que se encontraban en algún punto del territorio judío asolándolo. (1 Samuel, capítulo 23, versículo 27)
De hecho, tan pronto como Saúl vuelve de luchar contra los filisteos, se dedica con ardor a perseguir a David, al cual acosa sin tregua.

David entre los filisteos
David no puede vivir en paz. La persecución a la que le somete Saúl es implacable.
En dos ocasiones David tiene la ocasión de acabar con Saúl: en el desierto de En-Gadi y en el desierto de Zif, pero no lo hace por respeto a su persona, ya que Saúl no deja de ser el ungido por Dios.
Por mucho que Saúl, viendo las muestras de afecto de David, se arrepienta y le prometa respetar su vida, David sabe que no puede vivir seguro en ningún lugar de Israel, pues tarde o temprano volverá Saúl a hostigarle.
Decide, pues, irse a vivir a territorio filisteo y escoge para ello la ciudad de Gat, de donde era oriundo Goliat. Marcha con sus seiscientos hombres a Gat y se pone bajo la protección del monarca de esa ciudad-estado: Aquis, al cual le pide un pueblo para poder establecerse.
Aquis le concede Siclag, donde se queda a vivir David un año y cuatro meses.
Saúl, efectivamente deja de perseguirlo.
David se dedica a atacar a gesuritas, los gezritas y los amalecitas a los cuales les arrebataba el ganado e incluso la ropa que vestían.

Saúl y la adivina de Endor
Por aquel entonces los filisteos deciden reunir sus fuerzas y atacar a Saúl. Aquis, el rey de Gat, le pide a su protegido David que le acompañe junto a su séquito de 600 hombres a la guerra.
Los filisteos acampan en Sunem y Saúl levanta su campamento en Gilboa. Viendo Saúl el ejército filisteo, empalidece y se desanima. Decide consultar al Señor, pero Dios no le responde de ninguna manera, pues Saúl había sido desobediente.
Recurre a una médium de Endor a la que le pide que invoque al profeta Samuel, que había muerto y había sido enterrado en Ramá.
Se aparece Samuel y le anuncia dos cosas: 
a) Que Dios le ha quitado a Saúl su reino y se lo va a entregar a David. 
b) Que Saúl e Israel caerán en manos de los filisteos.

David en las filas de los filisteos
Los ejércitos filisteos se congregan en Afec, mientras que los israelitas acampan en Jezrel.
Cuando los caudillos filisteos van alineando sus tropas se fijas en que, entre ellas, hay un grupo de hebreos. Sorprendidos le preguntan a Aquis con qué fin están allí esos israelitas. Reconocen, entre las tropas extranjeras, a David, su gran enemigo y recelan de él. Tienen miedo de que en medio de la refriega los judíos cambien de bando y les ataquen a ellos.
Presionan a Aquis para que devuelva a David a su casa y eso es lo que sucede; a la mañana siguiente David y su sequito deben volver al país filisteo.

Los filisteos dan muerte a Saúl y a sus tres hijos
Una vez se ha marchado David a Siclag, donde le espera una desagradable sorpresa, pues la han saqueado os amalecitas, los filisteos se arrojan contra los israelitas y éstos huyen.
Ese día perecen muchísimos judíos, entre ellos los tres hijos de Saúl: Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa.  Saúl queda malherido por las flechas enemigas y viendo que no puede escapar y que sus enemigos seguramente le van a dar tormento, se arroja contra su misma espada y muere.
Los judíos que vivían en las ciudades y aldeas cercanas al campo de batalla huyen despavoridos, dejándolas a merced de los filisteos que las ocupan y hacen suyas.
Al día siguiente de la derrota acuden los filisteos al campo de batalla a rapiñar armas y otros objetos como botín de guerra. Ahí se encuentran el cadáver de Saúl ensartado en su propia espada y le cortan la cabeza para llevársela como trofeo.
Los mensajeros filisteos anuncian por todo Filistea la noticia de la muerte de Saúl en los templos de sus ídolos.
Cuelgan los cuerpos de Saúl y sus hijos del muro de Bet-San.
Los judíos de Jabes de Galaad acuden a Bet-San, descuelgan los cadáveres expuestos de Saúl y sus hijos y les dan sepultura.

David es ungido rey de Israel y conquista Jerusalén
Acuden todas las tribus israelitas y sus ancianos a Hebrón y ungen a David rey de todo Israel.
David tenía treinta años cuando empezó su reinado y gobernó en Israel durante cuarenta años.
Siendo ya David rey de Israel, reúne a sus soldados y cae sobre Jerusalén para arrebatársela a los jebuseos, que eran sus habitantes originales.

David derrota a los filisteos
Cuando llega a oídos de los filisteos que David ha sido ungido rey de Israel, determinan atacarle y desplazan sus tropas hasta el valle de Refaim.
David pregunta a Dios si debe o no acometer a los filisteos, pues quiere saber si el Señor estará con él y le concederá la victoria. El Señor le responde que le entregara los filisteos a sus manos. David se dirige a Baal-Perazim y derrota al ejército filisteo.
Los filisteos dejan allí olvidados sus ídolos, y David y sus soldados los entregan a las llamas.

                                              David derrota a los filisteos en Baal-Perazim y destruye sus ídolos

Los filisteos vuelven a la carga y arremeten contra David, desplegando sus tropas por el valle de Refaim.
David consulta de nuevo al Señor, que le recomienda que se espere y no ataque de inmediato. Debe rodearlos y atacar por detrás.
En cuanto David escuche un ruido similar al de pasos en una marcha sobre las copas de los árboles debe atacar, dado que esa es la señal de que el Señor va por delante para vencer a los filisteos. Eso hizo David y aplastó a los filisteos.
Según el libro de Crónicas (capítulo 14) después de esta derrota sobre los filisteos la fama de David como guerrero invencible se propago por todas las regiones y el Dios hizo que todos los pueblos le temiesen y respetasen.

A lo largo de su largo reinado, David combatió en numerosas ocasiones más contra los filisteos y finalmente logro someterlos. El segundo libro de Samuel, capítulo 8, nos relata como David, después de la aplastante derrota que les infringió a los filisteos, volvió a combatir de nuevo no sólo contra ellos, arrebatándoles el control de Méteg Amá, sino que también subyugó a los moabitas, que se convirtieron en sus vasallos. Igualmente venció a otros reyes vecinos y a los sirios cuando acudieron a socorrer a sus aliados.

El Rey David se arriesga a morir
Una vez el Rey David, combatiendo contra los filisteos, estuvo muy cerca de perecer.
Esto ocurrió, tal y como aparece mencionado en el segundo libro de Samuel (capítulo 21), un día que salió David con sus oficiales a combatir a los filisteos.
En un momento dado, David se queda sin fuerzas y un gigante filisteo de nombre Isbibenob intenta aabar con él.
Por suerte un oficial judío, Abisay, acude en su ayuda abate al coloso filisteo.
Viendo los oficiales lo cerca que ha estado sus rey de morir en el campo de batalla deciden hacer prometer a David que nunca más pondrá su vida en riesgo saliendo a batallar junto a ellos. La pérdida de David sería enorme para su pueblo, ya que los dejaría sin su luz y guía.

En el mismo capítulo de este segundo libro de Samuel se nos relatan tres batallas más de los istaelitas contra los filisteos.
En la primera un tal Sibecay, que era jusatita (es decir de la ciudad de Jusá -junto a Belén) acabó con la vida del gigante Saf. En otra batalla librada también en Gob, un tal Eljanán, natural de Belén, abatió a un filisteo de nombre Goliat y que al igual que el famoso gigante que se enfrentara con el rey David, era oriundo de la ciudad filistea de Gat y cuya lanza era como el rodillo de un telar.
En la tercera batalla que se nos narra y que se desarrolló en Gat, el protagonista es, de nuevo otro gigante, un hombre que tenía veinticuatro dedos, seis en cada mano y seis en cada pie y que no cesaba de provocar a los israelitas. En este caso es Jonatán, un hermano de David, el que acaba con la vida del gigante.

Los tres valientes en Adulam
En el capítulo 23 del segundo libro de Samuel, justo después de un himno que se llama de las últimas palabras de David, se nos narra que entre todos los valerosos oficiales del ejército israelita hay tres que destacan por su fuerza, valor y por las bajas que lograron causar a los filisteos. Estos son:
a) Joseb-basebet el tacmonita, que era el más importante de entre los tres oficiales más famosos, consiguió acabar con su lanza a ochocientos hombres en una contienda.
b) En segundo lugar esta Eleazar hijo de Dodó el ajojita.
De este arrojado oficial nos cuenta la Biblia que se encontraba con David en una ocasión, cuando las tropas israelitas desafiaron a los filisteos, los cuales se habían reunido en Pasdamín para presentar batalla. En un determinado momento los israelitas se retiran de la lid. Eleazar sin embargo se queda en el campo de batalla y llega a derribar tantos filisteos que, a causa del cansancio, la mano se le queda pegada a la espada. Una vez vencidos los filisteos regresan los israelitas con Eleazar, aunque esta vez sólo por rapiñar el botín de guerra que habían dejado los caído en el combate.
c)  El tercer valiente es Sama hijo de Agué el ararita. Del cual se nos cuenta, que cierto día que el ejército israelita puso pies en polvorosa frente al enemigo filisteo en un campo de lentejas, Sama resistió y consiguió vencer a los filisteos.

Pues bien, en otra ocasión, estos tres valientes acuden a la cueva de Adulam, donde se encontraba su rey David.
Una tropa del ejército filisteo se hallaba acampada en el valle de Refaim. Por aquel entonces había también una guarnición filistea en la ciudad de Belén.
David tenía mucha sed y en momento dado deja caer que le encantaría poder beber agua del pozo que está en la entrada de Belén. Los tres valientes, de los que hemos hablado anteriormente, ni cortos ni perezosos se deslizan en el campamento filisteo, extraen agua del pozo de Belén y se la llevan a su rey, el cual se niega a beberla.
Tomando el agua que, con gran riesgo para sus vidas le habían traído sus fieles y abnegados ayudantes, la derrama en honor a JHWH, pues declara que beber esa agua, que tan cara les hubiera podido costar a sus tres hombres, sería como beber de su sangre.

I. Los filisteos van desvaneciéndose tras la muerte de David

Los filisteos bajo el reinado de Salomón
Tras cuarenta años de reinado en Israel David muere y le remplaza en el trono su hijo Salomón.
Durante los años de reinado de Salomón no se menciona en la Biblia que se llevaran a cabo guerras contra los filisteos. Salomón, el sabio, tercer monarca de Israel, al contrario que sus predecesores Saúl y David que combatieron con ardor al filisteo (y no sólo a este pueblo, también a otros) pudo disfrutar de un reinado pacífico tan largo como el de su padre (de 1037 a. C. hasta 998 a.C.).

Roboán y la división del reino de Israel
Las cosas empiezan a cambiar para el pueblo judío cuando a la muerte de Salomón se sucede en el trono su hijo Roboán.
Salomón había mandado construir el Templo de Jerusalén. Para financiar las costosas obras había cargado de impuestos a su pueblo, lo cual creó un enorme malestar entre sus súbditos.
Por aquel entonces vivía Jeroboán, un funcionario de Salomón que no estaba de acuerdo con los excesivos impuestos de su rey. El profeta Ahías le anticipa a Jeroboán que será el monarca de un reino al norte de Judá, donde estarán reunidas 10 tribus de las 12.
Se produce así la división del reino en dos partes:
a) al norte Jeroboán con sus diez tribus establece la capital de su reino Israel en Siquem.
b) al sur Roboán con las tribus de Benjamín y Judá con capital de su reino Judá en Jerusalén.  


                                                                Reino de Israel al norte y reino de Judá al sur

Reino de Israel
Jeroboam, rey de Israel, muere hacia los años 910 a 909 a. C.
Le sigue su hijo Nadab que combatió a los filisteos en Gibetón.
Nadab, segundo rey del reino de Israel, intenta conquistar la ciudad de Gibetón, que estaba ocupada por los filisteos, y la somete a un cerco, pero uno de sus lugartenientes, Baasa, lo asesina para usurpar su trono, se extingue así esta corta dinastía.
25 años más tarde el ejército israelita vuelve a someter a sitio la ciudad de Gibetón para poder conseguirla esta vez, pero de nuevo las intrigas y traiciones hacen que los soldados del reino del norte estén más ocupados con sus guerras internas que interesados en combatir a su ancestral enemigo filisteo.
En esta ocasión reinaba Elá en Israel. Elá era el hijo de Baasa, el usurpador, y por tanto, cuarto rey de este reino.
Un oficial de caballería de su ejército, Zimri, que tenía mucho poder, pues tenía a su disposición la mitad de los carros de combate, andaba conspirando contra Elá y en una ocasión en que este monarca estaba borracho, Zimri, aprovechó para asesinarlo a él y a toda su familia, con lo que, de nuevo, se pone fin a otra corta dinastía.
Zimri, a su vez, pudó gobernar tan sólo 7 días, pues cuando el ejército, que como ya hemos mencionado más arriba, se encontraba sitiando Gibetón, se enteró del magnicidio decidió abandonar el cerco a la ciudad filistea y acudir a vengar a su rey.
Nombran rey a un general del ejército, Omrí, el cual dirige sus tropas contra Tirsa, la ciudad donde se había refugiado Zimri, y rodeando el palacete donde se encontraba el magnicida le prenden fuego. Así perece Zimri.

Reino de Judá
Bajo el reinado de Josafat, cuarto rey de Judá, se nos cuenta en el segundo libro de Crónicas (capítulo 8) que los filisteos le traían a este monarca tributos de plata y otros regalos, por lo que podemos deducir que estaban sometidos a Judá y obligados a pagar tributo.
Más adelante (en 2 Crónicas 21) leemos como JHWH castiga al hijo de Josafat, Joram, por abandonarse a Dios y entregarse al culto de ídolos. Los filisteos se sacuden el yugo judío y aliándose con tribus árabes se dirigen a Judá y la invaden. Se apoderan de todos los tesoros del palacio real así como de los hijos y mujeres de Joram. Sólo queda su hijo Ocozías, el menor.
Tienen que pasar muchos años desde este episodio para que se vuelva a mencionar a los filisteos en la Biblia. En esta ocasión está en el trono Uzías, décimo rey de Judá, él cual hacía lo recto ante los ojos de Dios.
Eran aquellos los días del profeta Zacarías, al cual hacía caso este monarca.
Uzías no sólo combatió con éxito contra los filisteos, sino que consiguió arrebatarles las ciudades de Gat, Yabne y Asdod. Hizo levantar poblaciones judías en la región de Asdod y entre los filisteos.
El nieto de Uzías y duodécimo rey de Judá, Acaz, fue un monarca perverso e idólatra. Dios le castiga con un ataque de los filisteos que le arrebatan a Judá las ciudades de Bet-semes, Ajalón, Gederot, Soco, Timna y Gimzo. Los filisteos se instalan en esas villas.
La siguiente mención que tenemos de los filisteos en la Biblia es en el segundo libro de los reyes, en el capítulo 18, donde se nos narra la vida del decimotercer rey de Judá, Ezequías, hijo de Uzías.
De Ezequías se nos dice que venció a los filisteos hasta Gaza y sus territorios.
Desde la muerte de David hasta el reinado de Ezequías han pasado tres siglos en los que la Biblia apenas menciona a los filisteos, lo cual es indicador de que los golpes que David les había asestado habían sido demoledores para este pueblo pagano. Su poder hallaba ya en decadencia y ya no suponían una gran amenaza para el pueblo judío, si bien es cierto que de vez en cuando realizaban alguna incursión en territorio judío y tomaban algo de botín o alguna ciudad.
Después de este monarca los filisteos sólo aparecen mencionados en dos ocasiones en los salmos 56 y 83 y en los profetas Isaías (3 veces), Jeremías (3 veces), Ezequiel (4 veces), Amos (3 veces), Abdias, Sofonías y Zacarías.
Con el versículo 6, del capítulo 9 de Zacarías (En Asdod se sentará un bastardo y destruiré la soberbia de los filisteos - Reina Valera 1960) se mencionan por última vez los filisteos en la Biblia.
Con las invasiones asiria y babilonia en Israel y Judá desaparece del todo el poder de los filisteos que pasan a asimilarse a los pueblos semitas que les rodean y se desvanecen de esta manera de la historia de Israel y de Oriente Próximo no sin dejar una última impronta en la región, nada más y nada menos que su nombre: Palestina derivada del hebreo PӘlesheth (Filistea).

J. Fin de los filisteos
El profeta Amós, que vivió hasta el año 738 a. C., predijo lo siguiente:  Y destruiré a los moradores de Asdod, y a los gobernadores de Ascalón; y volveré mi mano contra Ecrón, y el resto de los filisteos perecerá, ha dicho Jehová el Señor” (Amós, capítulo 1, versículo 8. Reina Valera 1960)
Curiosamente, seis años más tarde de su desaparición, en el año 732 a. C. el rey asirio Tiglat-Pileser III sometió no sólo Judá sino también la pentápolis filistea, que pasan a ser vasallos de Asiria y a pagarle tributos. Se considera generalmente, que hacia el siglo V a.C. los filisteos ya habían sido asimilados por sus vecinos semitas y de esta manera desaparecen como pueblo de la historia.

K. Resumen
Como ya dijimos más arriba, la primera vez que se menciona a los filisteos es en el capítulo 10 del Génesis, en la llamada Tabla de las Naciones, donde los filisteos aparecen llamados Caftorim (es decir cretenses), como hijos de Mizraim (Mizraim en hebreo significa Egipto), nietos de Cam y por lo tanto biznietos de Noé.
Ya en la época de Abraham vivían algunos filisteos en Canaán y si bien es cierto que no se portaron mal con este patriarca y con su hijo Isaac, sí que es verdad que en tiempos de este último comienzan ya los primeros piques y roces por envidia de los filisteos hacia los judíos.
Más adelante cuando Moisés saco a su pueblo de Egipto tuvieron que dar un rodeo para no pisar tierras filisteas, pues sabían que los filisteos los recibirían con mucha hostilidad.
Hacía el año 1250 a.C. Israel todavía no está organizada ni política ni institucionalmente. No tienen ningún gran líder como Abraham, Jacob o Moisés, tampoco tienen todavía monarcas ni nada parecido. Es en esa época de caos institucional cuando aparece por primera vez la figura de los filisteos como el archienemigo del pueblo judío, al que tiene sometido.
Los judíos no pueden ver cumplido su sueño de ser soberanos de su tierra prometida. Es en estos tiempos oscuros de desesperación, cuando los hebreos, reciben ayuda de Dios en forma de los Jueces.
Estos jueces combaten contra los filisteos, que son un pueblo de impíos idolatras a los que llaman despectivamente “incircuncisos”.
Sus dos jueces más importantes son Sansón y Samuel, que además era profeta.
Con la muerte de Samuel se acaba el tiempo de los jueces. Los judíos deciden ellos mismos constituirse en monarquía y eligen como primer soberano a Saúl, el cual combate con furor a los filisteos. A Saúl, muerto a manos de los filisteos, no le sigue ningún hijo suyo, ni nadie de su familia, sino que JHWH prefiere que tome las riendas de su pueblo un pequeño pastorcillo de Belén, obediente y lleno de valor que se llama David.
David combate con ahínco a los filisteos, ya desde su adolescencia, cuando llega a acabar en sólo y con su honda como única arma contra el temible coloso filisteo Goliat, que sumía en mayor de los pavores al soldado judío más plantado.
Una vez hecho rey, David combate a los filisteos sin descanso y llega a causarles unas bajas considerables, ya que a partir de la figura del Rey David, los filisteos, que tan numerosas ocasiones habían aparecido en la Biblia como el mayor quebradero de cabeza del pueblo israelita, pasan ser mencionados sólo en unas pocas ocasiones más.
Con la llegada de los asirios y babilonios y el cautiverio de Judá e Israel, los filisteos se desvanecen en la historia.

2. Datos extrabíblicos de los filisteos

Origen
Los filisteos eran un pueblo que formaba parte de los denominados pueblos del mar.
El nombre que les dieron los hebreos era pelishtim, que a su vez se derivaba del acadio (es decir la lengua de los babilonios) palastu. Los griegos, a partir de la denominación hebrea, los llamaron palaistinei, y de allí se pasara a denominar, ya en la antigüedad, esta región como Palestina.
Pudieron llegar de la isla de Creta, de ahí alcanzar Egipto para más tarde acabar asentándose en el sureste de Canaán.
La primera mención, fuera de los escritos bíblicos, que tenemos de los filisteos la encontramos en el templo de Medinet Habu, que fue mandado construir por el faraón egipcio Ramsés III (1186 a 1156 a. C.) de la XX Dinastía. En este templo se encuentra una inscripción en la que los egipcios festejan una victoria sobre los llamados «pueblos del mar», entre los que se encontraban, entre otros 4 pueblos aliados, los peleset (prst en el original; la vocalización moderna más aceptada es parusata)

                      Los palestinos con su penacho en cresta sobre la cabeza luchando contra los egipcios

Parece ser que el faraón Ramsés III, viendo que los derrotados filisteos ya no suponían una amenaza, les concedió permiso para asentarse en el litoral del sur de Canaán y les exigió tributos.
Los filisteos se asientan en su nueva región y establecen una pentarquía, es decir una confederación de cinco ciudades-estado.
Al parecer tres de las cinco ciudades que luego formarían la famosa pentápolis filistea (Asdod, Ascalón y Gaza) eran hacia finales del siglo 12. a. C. todavía centros egipcios.

Hipótesis sobre el origen del pueblo filisteo
Existen varias hipótesis que intentan desentrañar el misterio que envuelve el origen de este pueblo.
Una de ellas es la “hipótesis egea“, según la cual los filisteos son naturales de las islas del mar Egeo y también de la península griega y, a su vez, se podrían identificar con los pelasgos (es decir los primitivos moradores de Grecia antes de que llegaran los griegos indoeuropeos).
Otra de estas hipótesis es aquella que sitúa el origen de los filisteos en Creta. La pista de este origen la han querido ver algunos estudiosos en un pictograma cincelado en el conocido como Disco de Festo, encontrado en el palacio minoico de Festos.
Al parecer en dicho pictograma, que se repite a lo largo de una espiral dividida en secuencias por todo el disco, se aprecia una cabeza tocada con un casco adornado con un penacho en forma de cresta, que recuerda a un guerrero hoplita griego pero también recuerda mucho al adorno que llevan en el casco de los plst o peleset (es decir los filisteos) capturados que aparecen esculpidos en los relieves del muro del templo funerario de Medinet Habu, en Tebas (Egipto) y que fue mandado cincelar por el faraón Ramsés III, tras conseguir una derrota sobre los filisteos y otros pueblos más que se habían aliado para formar lo que pasó a conocerse como “pueblos del mar”.
Una tercera hipotesis es la denominada  “hipótesis anatólica“. Según esta tesis la península anatólica, y concrétamente la costa suroeste, sería el lugar de origen del pueblo filisteo.
Al parecer, un pueblo que sí es originario de esa región, los carios llevaban también un penacho en forma de cresta sobre sus cascos a modo de adorno, lo que se ha querido interpretar como una prueba de los carios y los filisteos estarían emparentados.
Otra posibilidad es que la población indígena de la costa palestina se vieran sometidos a una enorme influencia cultural por parte de marineros y comerciantes chipriotas y que mezcla de ambas culturas dieran origen al pueblo filisteo, esto es lo que se conoce como etnogénesis.

La pentápolis filistea
- En algún momento del siglo XIII a.C., Los filisteos fundaron o bien ocuparos cinco ciudades: Asdod, Ascalón, Ecrón, Gat y Gaza, es decir, la famosa pentápolis filistea. 
Asdod y Ascalón son ciudades que a día de hoy todavía existen y se encuentran en la actual Israel, son pues, ciudades israelíes.
Ecrón (hoy Akir) y Gat, son ambas ciudades desaparecidas y que hoy en día han sido identificadas por la mayoría de los arqueólogos con las ruinas de Akir (Ecrón) y Tell es-Safi (Gat)
Gaza (hoy en día Ghazza, en árabe), es la mayor ciudad en la franja del mismo nombre y pertenece al estado de Palestina.
Estas ciudades-estado estaban gobernadas individualmente por un rey, la Biblia nos habla de un seren, una de las pocas palabras de origen filisteo que se han conservado y que algún estudioso ha querido emparentar con la palabra griega týrannos, lo cual ha sido visto como una prueba del origen indoeuropeo de los filisteos, puesto que esta palabra sería un préstamo de alguna lengua anatolia al griego.
Cuando decimos lengua anatolia no nos referimos al turco, ni mucho menos, ya que los turcos llegaron muchos siglos después a la península Anatolia. Las lenguas anatolias son un conjunto de antiguas lenguas indoeuropeas que se hablaron entre el segundo y el primer milenio a. C. en Asia Menor y que se encuentran ya extinguidas hace más de dos milenios.
Sea como fuere, los filisteos se convirtieron en los amos de esa fértil región filistea cuando los egipcios dejaron de ser una potencia y sometieron a los judíos hasta que las derrotas infligidas por el rey David los hicieron que este pueblo dejara de ser una amenaza para los israelitas.

Enemigos de Israel
Como ya hemos mencionado al comienzo del artículo mucha gente ha oído hablar de los filisteos como pueblo enemigo de los israelitas, y quien más quien menos conoce la historia de Sansón y la de David y el gigante filisteo Goliat.
Menos conocido es, sin embargo, que en un principio existieron relaciones cordiales entre filisteos e israelitas, como nos lo demuestran pasajes bíblicos, también mencionados más arriba, del libro del Génesis donde Abraham y más tarde su hijo Isaac vivieron en tierra de los filisteos, compartiendo tierras, pastos y pozos, unas veces en armonía y otras no.
Si Abraham e Isaac que vivieron alrededor del siglo XIX a.C., tuvieron relaciones con los filisteos (que se supone que se instalaron en Canaán en el siglo XIII) es posible, dado que se ha entendido que en la época de los patriarcas pudo haber ya pequeños grupos de filisteos instalados en Canaán.
A la vuelta de los judíos del cautiverio egipcio, los filisteos pasan a ser vistos como un pueblo usurpador, explotador, idólatra, incircunciso y se convierten en enemigos acérrimos de Israel.

Poder militar de los filisteos
Algunos estudiosos han querido ver en la descripción que nos hace la Biblia de Goliat a un hoplita griego, lo que reforzaría la hipótesis del origen griego (egeo) de los filisteos.
a) Como armas ofensivas la Biblia menciona:
- una lanza con la punta de hierro.
- Espada con la hoja de hierro.
b) como armas defensivas tenemos:
- Casco, adornado algunas veces con un penacho en forma de cresta.
- Espinilleras de bronce o cuero endurecido.
- Coraza, igualmente de bronce o cuero endurecido.
La Biblia menciona dos cosas sobre los filisteos que venían a ser la razón por la cual éstos eran superiores a los judíos militarmente:
a) Los filisteos controlaban la producción de objetos de hierro. Sólo ellos tenían derecho a poseer herreros y a forjar armas. Tenían el monopolio absoluto de la producción de utensilios, armas y herramientas de hierro.
b) Contaban con carros de combate.
Además de estos dos importantes aspectos hay que mencionar que los judíos estaban organizados en tribus mientras que los filisteos tenían reyes.
Por si fuera poco, los filisteos también solían emplazar guarniciones de soldados en puntos altos y estratégicos de la geografía de Israel.
Toda esta hegemonía se les acabó a los filisteos con la llegada del Rey David, que fue el que realmente contribuyó a asestarles un golpe mortal como potencia militar.

Fuentes escritas que mencionan a los filisteos

1. En el antiguo Egipto:
a) Sabemos que Ramsés III (1187 a.C. – 1156 a.C.) combatió a los pueblos del mar entre los que se encontraba un pueblo llamado plst (Peleset, Palaistu) y que los expertos han identificado como los filisteos. Esto sucedió en su octavo año de reinado y, como era usual entre los faraones, quiso dejar patente esta derrota mandando cincelar un enorme mural conmemorativo en una de las paredes de su templo funerario de Medinet Habu.

                                                Templo funerario de Medinet Habu

                  Mural cincelado en Medinet Habu conmemorando la batalla contra los pueblos del mar

                                            Detalle de los plst o peleset (filisteos) en combate contra los egipcios
                                                  (nótese el penacho en cresta sobre la cabeza de los soldados)

b) También aparece este pueblo mencionado en el conocido como Papiro Harris I o Gran Papiro Harris (por haber sido comprado por Anthony Charles Harris) y que fue encontrado en 1855, en las cercanías del templo funerario de Medinet Habu antes mencionado.
Este papiro fue redactado muy poco tiempo después de la muerte del faraón Ramsés III, a comienzos del reinado de su sucesor Ramsés IV.
Este papiro nos relata hechos y hazañas de tres décadas del reinado Ramsés III (desde 1194 a.C. hasta 1163 a.C.)
Este papiro menciona combates contra los “pueblos del mar“, así como los intentos que estos pueblos hicieron por penetrar en Egipto.
Si bien es cierto que Ramsés pudo aplacarlos tuvo que ceder terrenos al este de su imperio, es decir en el sur de Canaán, para que se asentaran ahí dos de esos pueblos del mar, que habían constituido una federación para atacar Egipto. Estamos hablando de los plst (Peleset, o sea los filisteos) y los Tjeker.

2.  En Asiria y Babilonia:
Según inscripciones asirias, en el siglo VIII a. C., se denominaba, tanto en Asiria como Babilonia, a la región en la que habitaban los filisteos Palastu (o sea Filistea)

3. Persia:
El rey persa Dario I. Denominaba a los habitantes de esa misma región palastai o palasti (o sea filisteos).

4. Biblia:
En la Biblia aparece este pueblo mencionado 223 veces, comenzando por la famosa Tabla de las Naciones (Génesis, capítulo 10, vesiculos 14 y posteriores) donde se les denomina Caftorim (o sea cretenses) y terminando con la profecía de Zacarías (Zacarías, capítulo 9, versículo 6) donde se vaticina la destrucción del orgullo de los filisteos.
Casi la mitad de las menciones bíblicas a este pueblo las encontramos en el libro de Samuel: 101 veces.

Reminiscencias escritas de los propios filisteos
Como ya hemos apuntado más arriba, nada se sabe de la lengua de los filisteos pues estos apenas dejaron nada escrito, o por lo menos nada en lengua filistea.
En primer texto encontrado que se ha podido atribuir a los filisteos es la llamada “inscripción de Ecrón” que está redactada en un dialecto cananeo parecido al fenicio y al hebreo.


                                                                                   La inscripción de Ecrón

En el año 2007 Frank Moore Cross y Lawrence E. Stager encontraron en la moderna ciudad israelí de Ascalón (hebreo Ashkelon), antigua ciudad perteneciente a la famosa pentápolis filistea, unas tablillas con inscripciones en un tipo de escritura que se ha dado en denominar chipro-minoica lo que reforzaría la tesis, más arriba mencionada, del origen egeo de los filisteos.

Cerámica
La cerámica de los siglos XII y XI a.C. que los arqueólogos han podido encontrar en yacimientos y otras ruinas filisteas presenta las siguientes características:
- Es policroma, es decir presenta varios colores, en concreto rojo y negro.
- Está hecha con arcilla muy fina y bien cocida.
- Está adornada con formas geométricas que representan animales, normalmente pájaros y peces.
- Se han encontrado numerosas jarras para beber cerveza, vino y otras bebidas fermentadas, es decir alcohólicas.
- Se han encontrado algunos sellos que revelan una influencia egea. Por otra parte otro número de sellos llevaba signos que se asemejan a la anteriormente citada escrituro chipro-minoica
 - A partir del siglo XI a. C. los filisteos usan cerámica de origen semita, que al parecer era de mayor calidad.


Religión
Los filisteos adoraban, para mayor aborrecimiento de sus vecinos israelitas, a varias deidades como Dagón, Derqueto, Astarté o Ba’al Zebul (hijo de Dagón)
Todos estos ídolos formaban parte de la mitología cananea y fueron adoptados por los filisteos, que les rendían culto, eso sí, a su propia manera.
Cada uno de estas deidades tenía santuarios en varias ciudades filisteas.
Los templos de su ídolo más importante, Dagón, eran naves grandes con columnas que cargaban techos a menudo abiertos.
La descripción que la Biblia nos hace del recinto donde Sansón derriba las columnas aplastando a más de tres mil filisteos se ajusta mucho al aspecto que tenían los templos dedicados a Dagón.
En estos templos había zonas reservadas para quemar los sacrificios ofrecidos, altares desplazables y plataformas para la oración.

La arqueología ha confirmado que los filisteos solían llevar a la guerra imágenes de sus divinidades a modo de talismán, algo que ya sabíamos por la Biblia cuando se nos informa de cómo el rey David, después de una batalla contra los filisteos en la que resultó victorioso, lo primero que hizo fue la de entregar al fuego todos los ídolos filisteos.
Los filisteos eran también supersticiosos, pues respetaron el Arca de la Alianza y cuando se encontraban en posesión de ésta y ello sólo les reportaba calamidades y castigos divinos, decidieron devolvérsela a los judíos juntos con una ofrenda compensatoria consistente en diez figurillas de oro.

Economía
Los filisteos eran un pueblo mediterráneo más y como tal no podían sustraerse al cultivo del aceite, la vid y el trigo. En la Biblia se nos mencionan campos de trigo, viñedos y hasta campos de lentejas.
Practicaban también la ganadería y así pues se dedicaron a la cría del ganado bovino, ovino y caprino. En la Biblia se nos menciona animales como vacas (las que transportaron el Arca de la Alianza de vuelta a los judíos), ovejas y cabras que sacrificaban a sus dioses y servían también de alimento en sus pantagruélicos banquetes, donde no faltaba el vino, a cerveza, la sidra y otras bebidas fermentadas, de las que, al parecer, eran tan amigos.
Sabemos, y sí lo hemos mencionado anteriormente, que tenían el monopolio del hierro y les prestaban los servicios de sus herreros a los judíos sólo para reparar y afilar sus aperos de labranza (pues las armas quedaban exclusivamente en manos de los filisteos) por un precio altísimo.
Practicaban el comercio, como lo hacían sus vecinos fenicios del norte, con numerosos pueblos del ámbito mediterráneo.