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domingo, 11 de septiembre de 2022

La Biblia es única. La Biblia es el libro más resistente

1. Introducción

2. Los cuatro grandes ataques a la Biblia

      A. Persecución antes de Cristo. Los Seléucidas

      B. Persecución en tiempos romanos

      C. Persecución de la Biblia por la Iglesia católica

      D. La crítica bíblica

3. Conclusión

 

1. Introducción

En esta serie de artículos sobre la unicidad de la Biblia llegamos a un aspecto muy interesante: la Biblia ha sido, es y será el libro más resistente jamás escrito.

Ningún otra obra en toda la historia se ha venerado, amado, admirado y respetado más que las Sagradas Escrituras, pero a su vez, no se conoce libro alguno más denostado, perseguido, atacado, denigrado como la Biblia.

Veamos ahora de manera muy resumida en qué consistieron esas agresiones que sufrieron las Escrituras.

 

2. Los cuatro grandes ataques a la Biblia

Los cuatro mayores ataques que han padecido las Sagradas Escrituras han sido: la Persecución de los griegos seléucidas, las persecuciones de los emperadores romanos, la cruzada de la iglesia católica contra las traducciones de la Biblia a lenguas vulgares y la llamada crítica bíblica.

Veamos más en detalle en qué consistieron cada una de estas agresiones.

  

A. Persecución antes de Cristo. Los Seléucidas

La primera persecución en toda regla a las Sagradas Escrituras, en este caso al Tanaj (el Antiguo Testamento), con el ánimo de acabar con ellas para siempre la vemos en Israel en el siglo II a.C. con las disposiciones del rey Antíoco IV de la dinastía seléucida.

Para entender mejor quienes eran estos seléucidas y por qué detestaban tanto las leyes judías debemos remontarnos a Alejandro Magno, que como sabemos, logró conquistar un vasto territorio que se extendía desde Macedonia, en el este de Europa, hasta el valle del Indo en la India.

A la muerte de Alejandro Magno, cuatro de sus generales se reparten el imperio de su rey macedonio.

Uno de ellos es Seleuco I Nicátor, que recibe parte de Asia Menor, Israel, Siria, Mesopotamia y Persia.

Los sucesores de Seleuco I Nicátor, heredan su dilatado imperio.

Uno de estos descendientes es Antíoco IV Epífanes, el cual toma una serie de medidas hacia el año 167 a.C. que desencadenan una guerra con los judíos que ha pasado a la historia con el nombre de Revuelta de los Macabeos.

Con el fin de unificar a todos los pueblos de su enorme imperio, Antíoco IV Epífanes, decide imponer las tradiciones y costumbres griegas.

Especial importancia adquiere para este rey la eliminación de las religiones de sus súbditos.

Por primera vez en la historia un gobernante determina, mediante un edicto, acabar con las leyes y preceptos mosaicos, y destruir las Sagradas Escrituras.

Los judíos están obligados a ofrecer sacrificios a los dioses paganos, a dejar de observar la Torah y a deshacerse de los libros sagrados que estén en su posesión.

Los judíos más piadosos se rebelan contra estas disposiciones y dan lugar a una guerra que acabará con la dinastía seléucida para implantar otra dinastía, esta vez hebrea: los asmoneos.

Caída de Antíoco IV Epífanes de su carro de combate según Macabeos II. Gustav Doré

B. Persecución en tiempos romanos

Las autoridades romanas condenaron a muerte y crucificaron a Jesús, presionadas por la casta religiosa judía.

También ejecutaron a algunos apóstoles.

Nerón se ensañó con la primitiva comunidad cristiana de Roma, a la que utilizó de cabeza de turco para desviar las sospechas que sobre él se vertían de haber originado el gran incendio de la capital en julio del año 64 d.C.

Otra decena de césares romanos se propusieron acabar con los cristianos o poner límites a su expansión por el imperio.

De entre todos los emperadores romanos hostiles al Cristianismo destaca Diocleciano, cuya feroz persecución buscaba poner fin a este movimiento eliminando los Evangelios definitivamente.

Busto del emperador Diocleciano en el Palacio de Diocleciano en Split (Croacia)

Especial mención haremos a los llamados Mártires de las Sagradas Escrituras, un grupo de cristianos de Abitinia (actual Túnez) que sufrieron un despiadado martirio en el año 304 d.C. por no negarse a entregar las Sagradas Escrituras de su comunidad a las autoridades romanas que las quemaban públicamente.

Otro ejemplo de martirio a un fiel por negarse a deshacerse de las Sagradas Escrituras lo encontramos en el obispo Félix de Tibiuca, en Numidia, provincia de Africa Proconsularis (también en la actual Túnez), que murió decapitado.

También conoceremos a Timoteo (Timotheus) y Maura, una pareja de cristianos recién casados que vivían en Tebas (Egipto) y que, después de ser horriblemente torturados, fueron condenados a morir crucificados por resistirse a desvelar el paradero de las Sagradas Escrituras de su comunidad.

Con el Edicto de Tolerancia de Galerio o Edicto de Tolerancia de Nicomedia (Edictum tolerationis Galerii), promulgado el día 30 de abril del año 311 d.C., se abandona de manera oficial toda persecución a los cristianos en el Imperio Romano.

Dos años más tarde, en el año 313 d.C. se publica el Edicto de Milán (Edictum Mediolanense) mediante el cual los emperadores Constantino y Licino declaran la completa libertad de culto en todo el imperio.

A finales de ese mismo siglo IV, en el año 380 d.C., con la proclamación del Edicto de Tesalónica, también llamado Edicto de los Tres Césares o Cunctos populos (a todos los pueblos), se establece que únicamente el cristianismo puede ser la religión oficial del Imperio Romano.

 

C. Persecución de la Biblia por la Iglesia católica

Iglesia e Imperio son ahora dos caras de la misma moneda, los asuntos religiosos pasarán a ser políticos y viceversa.

La iglesia acumula cada vez más poder, más riquezas y se va alejando del mensaje bíblico para ir creando sus propios dogmas.

Las Sagradas Escrituras pierden peso en la vida cristiana en detrimento de la liturgia, los sacramentos y la veneración de santos y vírgenes.

La única versión de la Biblia autorizada por la iglesia es la Biblia Vulgata, es decir, la Biblia que Jerónimo de Estridón tradujo desde el hebreo y el griego al latín, entre los años 382 y 420 d.C.

La iglesia católica se hace con el monopolio de la Biblia e impide el libre acceso a su contenido a todos los fieles.

Sólo los clérigos pueden leerla en latín.

Queda tajantemente prohibido realizar traducciones a las diferentes lenguas vernáculas.

La razón de tan firme restricción está en la profunda convicción por parte de los papas de que la libre lectura de la Biblia ha de conducir inexorablemente una mala interpretación de su contenido y por lo tanto a todo tipo de desviaciones de su verdadero mensaje.

Para evitar que surgieran sectas heréticas no quedaba más remedio que vetar a todos los creyentes el acercamiento a los textos sagrados.

El que ose desobedecer las disposiciones eclesiásticas a este respecto, sea leyendo o traduciendo la Biblia a lenguas vulgares, se arriesga a convertirse en un hereje, es decir, en un enemigo de la iglesia, y eso se paga con todo tipo de sanciones y castigos: cárcel, persecución, destierro o la muerte.

Veremos cómo, sobre todo a partir de finales del siglo XII d.C., la iglesia católica desata una feroz persecución y una sistemática eliminación tanto de las Biblias en lenguas comunes, como de los valientes traductores que las han hecho posibles.

A pesar del ambiente opresivo y amenazante, no son pocos los cristianos que pondrán sus vidas en juego para que el pueblo pueda acceder al mensaje salvador de Cristo.

Conoceremos a Pedro Valdo (Pierre Valdès) y a Jacques Lefèvre d'Etaples en Francia, a Juan Wiclef, a Guillermo Sawtrey y a William Tyndale en Inglaterra, a Jan Hus en Chequia, a Martín Lutero en Alemania, a Jacob van Liesvelt en los Países Bajos y a Francisco de Enzinas, a Casiodoro de Reina, a Cipriano de Valera y a Fray Luis de León en España.

Monumento a  Jan Hus en Constanza 

Ante el avance de ideas reformistas y la traducción de la Vulgata a las diferentes lenguas populares, la iglesia católica reacciona convocando el Concilio Ecuménico de Trento en 1545, creando una Inquisición Romana y estableciendo el Index Librorum Prohibitorum, es decir el Índice de Libros Prohibidos.

Portada de una edición del Index Librorum Prohibitorum. Venecia 1564

Pasan los siglos, el mundo se va secularizando y la iglesia va perdiendo su poder. Ya no se puede castigar con la pena de muerte a los protestantes que osan verter las Sagradas Escrituras a las diferentes lenguas vulgares, pero los papas siguen condenando las traducciones bíblicas.

El 9 de noviembre de 1846, el Papa Pío IX publica la encíclica “Qui pluribus” en la que arremete duramente contra las Sociedades Bíblicas: “las cuales contraviniendo las normas de la iglesia, traducen la Biblia a todas las lenguas”.

El 25 de enero de 1897, publica el Papa León XIII la Constitución Apostólica Officiorum ac Munerum, en cuyos capítulos II y III recalca que todas las biblias traducidas por protestantes o aquellas que reparten las diferentes sociedades bíblicas quedan terminantemente prohibidas.

No es hasta una fecha tan tardía como el 8 de febrero de 1966, con el Concilio Vaticano II recién clausurado, que el papa Pablo VI ordena que sea abolido el Índice de Libros Prohibidos.

 

D. La crítica bíblica

Hasta aquí hemos visto la persecución física a la Sagradas Escrituras por parte del ser humano llevada a cabo durante siglos.

En esta parte del artículo veremos cómo, con la llamada Ilustración, el siglo de las luces y la deificación de la razón, la Biblia va a ser objeto de ataques de diferente índole, pero más destructivos si cabe que los anteriores.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII comienzan los primeros ataques a la veracidad de la Biblia.

Los estudiosos se acercan a las Escrituras desde el racionalismo, y partiendo de la premisa de que los milagros no existen, intentan explicar cómo han surgido los diferentes textos bíblicos.

El hecho de que la Biblia esté llena de hechos fabulosos es para aquellos críticos bíblicos un claro indicio de que nos hallamos ante un libro de carácter mitológico.

Se desecha la idea de que la Biblia se trate de un libro revelado por Dios a los hombres. Se trata más bien de un conjunto de mitos, de leyendas.

Se comienza negando los portentos que realiza Dios a través de algunos patriarcas, para continuar poniendo en duda la existencia de personajes como Abraham, Moisés, el rey David, o Salomón y se concluye incluso rechazando la idea que el propio Jesucristo fuera una persona real.

Veamos aquí de manera sucinta a algunos de estos críticos bíblicos:

Baruch Spinoza (1632 - 1677), para el cual la Biblia era una obra meramente humana llena de errores y contradicciones.

Richard Simon (1638–1712) dudaba que Moisés pusiera por escrito los cinco primeros libros de la Biblia.

Jean Astruc (1684 - 1766) veía en el Pentateuco dos fuentes claramente diferentes: una que llamó Elohísta (de Elohím) y otra Yahvista (de Yahvé)

Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) que escribió que Jesús fue un líder fanático revolucionario fracasado.

Johann Salomo Semler (1725 – 1791) propuso que el contenido de los libros bíblicos fue puesto por escrito muchísimos años después de los acontecimientos, lo que explicaba que la Biblia estuviera llena de errores.

Los últimos hallazgos arqueológicos y paleográficos nos permiten ver que lo que decía Johann Salomo Semler no es cierto.

Karl Friedrich Bahrdt (1741 - 1792) proponía que Jesús fue miembro de la secta de los esenios.

Charles François Dupuis (1742 – 1809) defendía que Jesús nunca existió, fueron sus discípulos los que inventaron a Cristo a partir de una divinidad solar.

Heinrich Eberhard Gottlob Paulus (1761 - 1852) manifestaba que Jesús era un sanador ambulante, al cual los redactores de los Evangelios le atribuyeron poderes sobrenaturales.

David Friedrich Strauss (1808-1874) explicaba que todos los portentos que rodean la vida de Jesús fueron añadidos posteriormente por sus discípulos.

Joseph Ernest Renan (1823–1892) presentó a Jesucristo en su obra “Vie de Jésus” como un revolucionario anarquista contrario a toda autoridad.

Albert Schweitzer (1875-1965) escribió en su libro En búsqueda del Jesús histórico. De Reimarus a Wrede, que todos los investigadores de la vida de Jesús habían proyectado sus propios ideales ético-políticos en sus tesis, lo que significa que no eran objetivos.

El propio Albert Schweitzer describió a Jesús como una especie de iluminado que se creía el salvador de un mundo que estaba viviendo sus últimos días.

Rudolf Bultmann (1884–1976) imputaba la creación del cristianismo a los primeros discípulos de Jesús. Bultmann estaba convencido de que era imposible conocer nada con seguridad sobre Jesús de Nazaret.

Rudolf Bultmann

Analizando las diferentes tesis que defendieron estos críticos nos damos cuenta de que realmente cuesta creer seriamente que un grupo de fieles judíos del siglo I, para los cuales no cabía mayor pecado que el de la idolatría, se inventaran una figura mítica a la que venerar.

Su ídolo había sido vejado y humillado por todo tipo de chusma, tanto romanos como judíos, para acabar condenado nada menos que a morir de la manera más vergonzante en aquella época: crucificado.

Además los discípulos habían sido capaces de llevar su farsa hasta el final, no teniendo reparos en morir todos martirizados por defender una patraña que se habían inventado ellos mismos.

Algo no cuadra en las tesis de tantos sesudos estudiosos escépticos.

 

3. Conclusión

A día de hoy, bien entrado el siglo XXI, la Biblia sigue siendo el libro más venerado, leído, estudiado, vendido y traducido del mundo.

No sólo ha sabido salir ilesa de tantas persecuciones, ataques y críticas, sino que hoy más que nunca deja patente que su contenido no es obra de los hombres, sino que viene del Altísimo.

La Biblia es la Palabra de Dios, es obra del Altísimo y nada ni nadie ha podido, ni puede, ni podrá acabar con ella, pues como dijo Nuestro Señor Jesucristo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. (Mateo 24,35) RVA 2015.

Veamos en los siguientes cuatro artículos, de manera más detallada en qué consistieron todas las persecuciones, ataques y desacreditaciones que ha sufrido y sufre la Biblia a lo largo de los últimos 22 siglos.


Todas las imágenes usadas en este artículo han sido sacadas de Wikipedia


jueves, 26 de mayo de 2022

La Biblia es el libro más resistente. Persecución antes de Cristo

Persecución de las Sagradas Escrituras antes de Cristo. 

1. Introducción

2. La revuelta de los Macabeos


1. Introducción

Por la lectura del Antiguo Testamento sabemos que en varias ocasiones el pueblo hebreo ha estado a punto de desaparecer de la faz de la tierra por voluntad de diferentes reyes.

Sabemos que el faraón egipcio dio la orden de acabar con la vida de todos los bebés judíos.

Más adelante, podemos leer cómo en el año 732 a. C. el soberano asirio Sargón II invade el reino de Israel y se lleva como botín de guerra a Asiria a muchos israelitas.

También conocemos cómo en el año 587 a.C., el rey babilónico Nabucodonosor II, toma Jerusalén, capital del reino de Judá y deporta a la mayoría de los judíos a Babilonia.

Bien, no son estas las únicas calamidades a las que tiene que hacer frente el pueblo judío a lo largo de su historia, pues allí por donde pase o donde quiera que se asiente va a encontrar pueblos hostiles contra los que tendrá que luchar y defenderse.

Pero hasta el siglo II a.C. ninguno se había propuesto acabar con la esencia misma de pueblo judío: su religión.

Veremos cómo, con la llegada de los griegos a Oriente Medio, esto va a cambiar.


2. La revuelta de los Macabeos

Alejandro Magno, en su insaciable ambición de aportar tierras a su imperio macedonio, va extendiendo sus campañas militares por el este hasta llegar al valle del río Indo, en la India.

Imperio de Alejandro Magno

En el año 323 a. C. fallece el caudillo griego a escasos días de cumplir 33 años.

Se produce un conflicto entre sus generales (diádokos) para ver quién se queda con la mejor porción en el reparto.

Al final se quedan 4 generales con el imperio, siendo uno de ellos, Seleuco I Nicátor, el que se apodera de la mayor parte de los territorios: se queda con parte de Asia Menor, Israel, Siria, Mesopotamia y Persia.

Reparto del Imperio de Alejandro Magno entre los 4 generales

Este Seleuco I Nicátor crea en el año 312 a.C. un imperio con sus posesiones y funda también a una dinastía: El imperio y la dinastía seléucidas.

Un siglo y medio más tarde, uno de sus sucesores, Antíoco IV Epífanes, decide unificar todos los pueblos que conforman su extenso y heterogéneo imperio seléucida.

Posesiones del Imperio Seléucida

Para ello será necesario someterlos a todos a un proceso de helenización obligatorio, que acabe con las particularidades culturales, lingüísticas y religiosas de cada pueblo.

Y aquí nos encontramos por primera vez en la historia a un personaje que decide, por medio de un decreto, poner fin a todas las prácticas y ritos judíos, así como eliminar sus Sagradas Escrituras.

Veamos en detalle qué medidas son estas, que tanto soliviantaron a los judíos, hasta el punto de que provocar un levantamiento encabezado por los hermanos Macabeo, lo que acabó siendo la ruina del imperio seléucida.

El decreto que el rey Antíoco IV hizo publicar y anunciar en todos sus dominios exigía que todos los pueblos debían abandonar sus costumbres y adoptar las de los seléucidas, es decir las tradiciones paganas griegas.

Eso suponía por ejemplo adorar a las diferentes deidades griegas, ofreciéndoles sacrificios a las estatuas que las representaban, algo que la Ley Mosaica considera la mayor afrenta contra Dios.

A su vez debían sacrificar animales impuros, como cerdos, en las diferentes capillas y templos que se construían por doquier.

Pero no sólo se trataba de admitir nuevos ritos, sino que los judíos debían, además, renunciar a los propios, como por ejemplo: se dejaba de observar el sábado como día de descanso y no se podían celebrar las otras festividades religiosas, no se permitía realizar ningún tipo de ofrendas en el Templo de Jerusalén y no se circuncidaba a los niños al octavo día de nacer.

Todo aquel que osara desobedecer lo estipulado en el decreto del rey Antíoco IV sería condenado a muerte.

Para asegurarse de que sus órdenes eran cumplidas por todos los judíos, el soberano seléucida, creó un cuerpo de inspectores cuya misión consistía en verificar que, efectivamente, todos realizaban los sacrificios establecidos en el decreto.

El colmo de las ofensas llegó el día en que Antíoco IV ordena levantar un altar pagano justo sobre el altar de los sacrificios del Templo de Jerusalén.

Por si aquel sacrilegio no fuera suficiente, el rey emprende una campaña de persecución de las Sagradas Escrituras como no se había visto nunca hasta entonces.

Se produce una búsqueda de escritos por todo el territorio judío, destruyendo y echando al fuego todos aquellos libros del Tanaj que los secuaces del rey se iban encontrando.

Si se hallaba algún libro sagrado en casa de algún judío, se aplicaba de inmediato la pena de muerte para aquel que había osado incumplir la voluntad del rey, ocultando las Sagradas Escrituras.

Muchísimos judíos, fieles a su Ley, se negaron a transigir con las medidas impuestas y murieron por su fe.

Aquí nos encontramos con la primera persecución histórica de las Sagradas Escrituras.

Antíoco IV quiso hacer desaparecer todo escrito religioso del pueblo judío, y, realmente, consiguió destruir numerosos rollos de la Tora y otros libros del Tanaj, pero ni de lejos logro acabar con la Palabra de Dios. Más bien consiguió ofender de manera tan profunda a los judíos piadosos, que estalló un levantamiento, el cual se convirtió, a los pocos días, en una guerra abierta contra los tiranos seléucidas, que, con el pasar del tiempo llevaría a la desaparición de dicha dinastía.

Tal rebelión pasaría a la historia con el nombre de Revuelta de los Macabeos.

La Revuelta de los Macabeos. Relieve en la gran Menorá del Knesset.

El sacerdote Matatías y sus hijos asesinan a un funcionario seléucida que se encargaba de supervisar que se cumplían las disposiciones de Antíoco IV respecto al culto a los dioses griegos, así como a un judío apóstata que estaba dispuesto a dar ejemplo a sus paisanos procediendo a realizar un sacrificio pagano.

Matthatias rechaza sacrificar a los ídolos. G. Popelin 1882.

Después del atentado, cometido a plena luz del día, Matatías y sus vástagos huyen al monte. Van reclutando a un grupo de fieles con quienes llevarán a cabo todo tipo de emboscadas, atrapando a los soldados de Antíoco IV en una guerra de guerrillas que irán desgastando al ejército griego.

Los seléucidas perderán poco a poco el control sobre Judea, que va pasando a manos de Matatías y sus hijos, conocidos como los Macabeos, los cuales instaurarán una monarquía judía: la dinastía Asmonea.


Todas las imágenes usadas en este artículo han sido sacadas de Wikipedia.

 

miércoles, 27 de abril de 2022

La Biblia es el libro más resistente. Persecución en tiempos romanos

1. Introducción

2. Las persecuciones

      A. Las once persecuciones

            1. Claudio (41–54)

            2. Nerón (54–68)

            3. Domiciano (81–96)

            4. Trajano (98–117)

            5. Adriano (117-138)

            6. Marco Aurelio (161-180)

            7. Septimio Severo (193-211)

            8. Caracalla (211 - 217)

            9. Maximino el Tracio (235–238)

            10. Decio (249–251)

            11. Valeriano (253–260)

      B. La persecución de Diocleciano y Galerio

3. Mártires

      A. Los Mártires de las Sagradas Escrituras

      B. El obispo Félix de Tibiuca

      C. El martirio de Timoteo y Maura

4. Los tres edictos

 

1. Introducción

Ya hemos mencionado en anteriores artículos que ningún otro libro en toda la historia ha sido tan minuciosamente leído, estudiado y diseccionado como la Biblia.

También hemos señalado que ningún otro libro ha recibido tanta veneración como la Biblia.

Pero, al mismo tiempo, no ha habido sobre la Tierra otro libro que haya sido más atacado, ridiculizado, criticado, que haya sido blanco de más burlas, agresiones y persecuciones que la Biblia.

Numerosos pueblos y gobernantes se esforzaron en acabar con las Sagradas Escrituras.

Dos siglos antes de que naciera Nuestro Señor Jesucristo, lo intentaron los griegos seléucidas, bajo el reinado de Antíoco IV Epífanes.

Más tarde, en los primeros cuatro siglos de nuestra era, hubo una docena de emperadores romanos quisieron exterminar la primitiva comunidad cristiana, y uno de ellos, Diocleciano, orquestó la primera persecución sistemática de las Sagradas Escrituras con la intención de borrarlas de la faz de la Tierra.

A comienzos del siglo IV el Cristianismo pasa a convertirse en una religión tolerada en el Imperio Romano.

A las pocas décadas cambia el estatus del Cristianismo, que pasa de ser una creencia consentida a convertirse en la religión oficial.

Terminan por fin las persecuciones a los fieles y se deja de quemar las Escrituras, pero lejos de llegar la paz y la libertad para los creyentes, estos ven como poco a poco la Iglesia les arrebata la Biblia para apropiarse de ella y no permitir su lectura. 

Sólo los hombres de iglesia van a poder usarla.

Se condena y castiga todos aquellos intentos de traducir la Biblia a las diferentes lenguas europeas para hacerla comprensible al pueblo llano, que no entendía ni el hebreo, ni el griego, ni el latín.

Se arroja al fuego toda copia de la Biblia traducida a lenguas vulgares, y en muchos casos también al traductor.

Con la llegada de la Reforma, a comienzos del siglo XVI, esta situación cambia en los países protestantes, pero no en los católicos, donde se recrudece la persecución a las traductores.

En siglo XVIII, con la aparición de la Ilustración, las agresiones que va a recibir la Biblia serán de diferente índole.

Los intelectuales se cebarán ahora con la Biblia, a la que tratan como un conjunto de fábulas.

En el siglo XX la Biblia se convierte en un libro incompatible con el marxismo, por lo que su edición, venta, lectura, estudio o posesión estará completamente prohibida en los países sometidos a la dictadura comunista.

En los varios países musulmanes también estará vedada el uso de la Biblia, llegándose a castigar incluso con la pena de muerte a todo aquel que se le ocurra distribuir ejemplares de la misma.

Y he aquí que nos encontramos en el siglo XXI y la Biblia continua siendo el libro más vendido, publicado y estudiado del mundo. Algo impensable si este libro sólo fuera obra de seres humanos.

La Biblia es la Palabra de Dios, es obra del Altísimo y nada ni nadie ha podido, ni puede, ni podrá acabar con ella.

Veamos a continuación las persecuciones que sufrió la Biblia en los tres primeros siglos de Cristianismo.

 

2. Las persecuciones

Muchas veces, cuando pensamos en las famosas persecuciones que sufrieron los cristianos durante el imperio romano, nos vienen a la cabeza imágenes como la famosa de Nerón tocando la lira mientras contemplaba las llamas que devoraban Roma, o también aquellas que todos hemos visto en cuadros o en películas, donde un grupo de desdichados son arrojados a las fieras en el Coliseo.

También nos imaginamos a los primeros cristianos orando, o bien celebrando oficios divinos clandestinos en las catacumbas de Roma.

Casi siempre perdemos de vista que la persecución a los cristianos ya se daba en vida del propio Jesucristo.

Tan Nuestro Señor como sus discípulos fueron perseguidos, hostigados, detenidos, maltratados, juzgados, condenados y murieron bajo terribles suplicios.

Martirio de San Andrés. Juan Correa de Vivar. 1540-1545

Pero ni las autoridades religiosas judías, ni las romanas pudieron sofocar aquel movimiento, que poco a poco se fue extendiendo por todo el Mediterráneo.

Para unos, los cristianos eran unos herejes blasfemos, para los otros un peligro para la estabilidad y seguridad del Imperio Romano.

Muchas veces resulta comprensible que el celo religioso llevara a los judíos a intentar acabar con una secta de sacrílegos, pero lo que no queda tan claro es por qué ciertos emperadores romanos acosaran a los miembros de un movimiento tan pacífico que predicaban incluso el amor al enemigo.

La respuesta es sencilla, en Roma uno podía adorar a quien quisiera, mientras no se descuidaran los sacrificios al emperador y a las deidades romanas.

Los cristianos se negaban en redondo a adorar a nadie más que a Jesús, lo que suponía por un lado una provocación: la resistencia a reverenciar al emperador de Roma se entendía como un rechazo al César, una infracción intolerable.

Pero además, por otro lado, oponerse a alabar a los dioses romanos y a ofrecerles sacrificios podía acarrear la cólera de los dioses contra todo el Imperio Romano.

No se debía consentir que la imprudencia de unos pocos pusiera en riesgo la seguridad de todo un imperio.

Esta pertinaz resistencia a la veneración de los dioses romanos provoca la profunda animadversión de una docena de emperadores que desencadenarán una serie de persecuciones contra los cristianos, con la intención de incorporar a la fuerza en comunidad romana.

La última oración de los mártires cristianos de Jean Léon Gérôme

Veamos ahora de qué persecuciones se trata:

 

A. Las once persecuciones

 

1. Claudio (41–54)

Cayo Suetonio relata en “Vidas de los doce césares” la vida del emperador Claudio, y entre muchas cosas, nos refiere que  “expulsó de Roma a los judíos que continuamente causaban tumultos a causa del agitador Chrestus”.

El emperador Claudio, que estaba harto de los altercados que se producían en Roma entre judíos y cristianos, promulga alrededor del año 49 d.C., un edicto en el que expulsaba de Roma a todos los judíos y por ende a los cristianos, pues ambos grupos eran para los romanos prácticamente lo mismo.

 

2. Nerón (54–68)

En la noche del 18 al 19 de julio del año 64 d.C. se produce un incendio que asola gran parte de Roma.

Nerón culpabiliza a los cristianos y los somete a una durísima represión: los cristianos son arrojados a las fieras en los anfiteatros, son crucificados, o bien quemados como antorchas humanas.

Dos de los mártires más importantes de esta persecución fueron los apóstoles Pedro y Pablo.

Cartel de la película muda Quo Vadis del año 1913

3. Domiciano (81–96)

El profundo antisemitismo que imperaba en Roma como consecuencia de la guerra romano-judía hace que los cristianos se conviertan también en víctimas del odio, pues en aquel entonces no se distinguía entre judíos y cristianos, que a ojos de un romano de a pie, no eran otra cosa que un grupo especial de judíos.

  

4. Trajano (98–117)

El emperador hispano Trajano no impulso ninguna cacería explícita de cristianos, ahora bien, siguiendo las leyes romanas, conminaba a sus gobernadores a que castigaran a aquellos que, habiendo sido denunciados por sus vecinos, se negaran a retractarse públicamente de su fe.

 

5. Adriano (117-138)

El también hispano Adriano siguió la línea de su predecesor en cuanto a las sanciones a los cristianos.

 

6. Marco Aurelio (161-180)

Marco Aurelio pasó a la historia como el emperador filósofo pues se le consideró un gobernador intelectual.

Marco Aurelio detestaba a los cristianos, a los cuales dejaba en la más absoluta desprotección, cuando turbas de indeseables los sometían a todo tipo de malos tratos, acusados de ser los responsables de causar todas las contrariedades que recaían sobre el pueblo, como fueron la guerra, la peste y la crisis económica.

Estatua ecuestre de Marco Aurelio en el Capitolio de Roma

7. Septimio Severo (193-211)

Septimio Severo quiso frenar a toda costa la expansión del cristianismo en el Imperio Romano.

Para ello proclama un decreto en el año 202 d.C. mediante el cual quedan prohibidas tanto la conversión como la propagación de dicha fe.

 

8. Caracalla (211 - 217)

Caracalla mantuvo las prohibiciones establecidas por su precursor y además incrementó el acoso hacia la comunidad cristiana, principalmente porque veía que el resto de sus súbditos veían con buenos ojos sus medidas hostiles a dicho movimiento.

 

9. Maximino el Tracio (235–238)

Maximino el Tracio decidió atajar el rápido crecimiento de la comunidad de creyentes en Roma yendo directamente contra sus dirigentes.

 

10. Decio (249–251)

Decio obliga por decreto a todos sus súbditos a presentar ofrendas ante las imágenes de los diferentes ídolos romanos.

Todos los ciudadanos sin excepción se veían forzados a comer de la carne de los sacrificios además de rezar por el bienestar del emperador Decio.

A todo aquel que cumplía con estas obligaciones se le extendía un certificado oficial llamado libellus.

Pero al que desobedecía le esperaban duras sanciones e incluso la pena capital.

 

11. Valeriano (253–260)

Valeriano se hace con el poder en un momento crítico para Roma, pues el Imperio está sometido a todo tipo de desastres.

Para ganarse la piedad de los dioses, el emperador Valeriano, aprueba en el año 257 una ley en la cual se apremia a los cristianos a que renuncien de su fe y vuelvan a practicar la religión de sus antepasados.

Un año más tarde, el emperador Valerio vuelve a la carga, proclamando un segundo edicto en el que se condena a muerte a todos los hombres de iglesia que no apostaten y se nieguen a adorar a los dioses romanos.

Quedan terminantemente prohibidas las reuniones de cristianos.

 

B. La persecución de Diocleciano y Galerio

Diocleciano llega al poder a finales del año 284 d.C.

El Imperio Romano está pasando por profunda crisis y Diocleciano está convencido que solo se podrá salir de ella con la ayuda de los dioses y con la figura de un poderoso emperador.  

Los cristianos son vistos como un cuerpo extraño, ajeno a las costumbres romanas, el cual lejos de ayudar a crear un imperio fuerte, están actuando como un elemento disgregador, que rechazaba de lleno el cumplimiento de las principales tradiciones, entre las que se encontraba la adoración de los dioses del Panteón Romano.

Diocleciano dispone a través de varios edictos que se purguen todos los cargos públicos de cristianos, especialmente el ejército.

Se prohíbe toda reunión o asamblea de fieles, los lugares de culto sin cerrado o destruidos.

Todos los cristianos deben desdecirse de su fe, aquel que porfíe será torturado y posteriormente ejecutado.

Todo cristiano tiene el deber de deshacerse de las Sagradas Escrituras poniéndolas en manos de las autoridades que proceden a eliminarlas.

Queda terminantemente prohibida la posesión de Evangelios u otros libros sagrados, castigándose con la muerte la desobediencia.

Tenemos en estos momentos la mayor persecución a la Biblia en toda su historia, que va a tener como consecuencia el martirio de miles de fieles cristianos que se niegan a abandonar su fe y a entregar las Sagradas Escrituras.

Pero la persecución es implacable y la mayoría de los textos sagrados desaparecen.

Aun así, muchos valientes harán todo lo que esté en sus manos para evitar la incautación de su bien más precioso: la Biblia, poniendo en riesgo sus vidas.

Pasarán a la historia como los Mártires de las Sagradas Escrituras, también conocidos como los Protectores de las Sagradas Escrituras o Mártires de Abitinia.

 

3. Mártires

 

A. Los Mártires de las Sagradas Escrituras

Los conocidos como Mártires de las Sagradas Escrituras (o Protectores de las Sagradas Escrituras) fueron los fieles de la comunidad cristiana de Abitinia, en la actual Túnez, que murieron de la manera más cruel, en el año 304 d.C. por negarse a entregar las Sagradas Escrituras a las autoridades romanas.

En dicha ciudad de Abitinia, en la región de Numidia, en la provincia romana de Africa Proconsularis (actual Túnez), había una activa comunidad cristiana dirigida por el presbítero Saturnino.

Un miembro muy importante de cada una de las diferentes comunidades cristianas que existían en la época era la figura del lector, que era la persona responsable de custodiar los libros sagrados y de leerlos en voz alta durante los servicios divinos.

Bajo el gobierno de Diocleciano van a ser muchos los lectores que sufrirán martirio por negarse a entregar las Sagradas Escrituras.

En Abitinia, el presbítero Saturnino decide desobedecer el Edicto de Diocleciano y continuar celebrando reuniones con los fieles de forma clandestina.

El domingo día 6 de febrero del año 304 d.C., los cristianos se encontraban celebrando la eucaristía en la casa de Octavio Félix, cuando son interrumpidos por un grupo de soldados romanos que los detiene a todos y los traslada a Cartago, capital de la provincia, donde son interrogados por el Proconsul Anulino.

Ahí, uno por uno, son sometidos a salvajes padecimientos para que revelen toda la información que puedan sobre la comunidad y sobre todo sobre el paradero de los libros sagrados.

Algunos, cuando se les recrimina su oposición a obedecer al César contestan: “Dios es más grande que el emperador”.

A la pregunta concreta de dónde esconden la Biblia, varios fieles, entre ellos Ampelio, el lector de la comunidad de Abitinia, responden que la guarda en su corazón.

Van pasando uno a uno por el potro de torturas, también mujeres y niños, y todos reaccionan de igual manera.

Nadie apostata de su fe y nadie revela el paradero de las Sagradas Escrituras.

Los 49 reos son ejecutados después de padecer terribles torturas.

 

B. El obispo Félix de Tibiuca

Otro caso similar de persecución a las Sagradas Escrituras, en el mismo contexto histórico y en la misma región romana, Numidia, provincia de Africa Proconsularis, lo podemos ver en lo que le sucedió al obispo Félix de Tibiuca.

Tibiuca era un pueblo cercano a Cartago, la capital de la provincia, donde había una comunidad de cristianos dirigidos por el Obispo Félix.

Un día de verano del año 303 d.C., Magniliano, primer magistrado de dicha localidad, conmina al Obispo Félix a que le dé las Sagradas Escrituras para poder destruirlas, tal y como disponía el edicto de Diocleciano.

Félix reconoce estar en posesión de las Escrituras de su comunidad, pero le avanza a Magniliano que no cuente con su colaboración pues antes prefiere ser quemado vivo a ver cómo arde la Biblia, porque hay que obedecer a Dios por delante de los emperadores de este mundo.

Magniliano encarcela a Félix para quebrar su voluntad, pero pasan los días y el obispo se mantiene tan firme como al principio.

Tras dieciséis días de cautiverio en la más inmunda de las mazmorras, Félix no da su brazo a torcer y Magniliano, aborrecido, decide mandarlo al prefecto y que decida él.

El prefecto lo envía a Apulia (Italia), y le promete perdonarle la vida si confiesa dónde oculta las Escrituras.

Ante la negativa de Félix, el prefecto ordena la decapitación del prisionero el día 30 de agosto de 303 d.C.

 

C. El martirio de Timoteo y Maura.

Oteo ejemplo de la persecución de Diocleciano a las Sagradas Escrituras la podemos ver en el martirio de Timoteo y su esposa Maura, que se produjo en Tebas (Egipto) dos décadas antes de la matanza de Abitina que hemos mencionado más arriba.

Timoteo y Maura eran dos jóvenes cristianos que acababan de contraer matrimonio.

Timoteo era diácono y lector en la comunidad de Tebas, por lo que era el encargado de la custodia y lectura de las Sagradas Escrituras.

En el año 286 d.C. Timoteo y Maura son hechos prisioneros y se les somete a tortura para que le revelen al prefecto romano dónde esconden las Escrituras y además apostaten de su fe.

Timoteo les dice que antes entregaría a sus propios hijos, si los tuviera, que las Sagradas Escrituras.

Le sacan los ojos a Timoteo y el prefecto romano le espeta: “Ahora ya no te servirán de nada tus Escrituras”.

El prefecto de Egipto continúa sometiendo a la pareja a cruentos tormento para que cedan a sus pretensiones, pero no logra nada.

Cansado de esperar sin obtener ningún tipo de resultado, el prefecto ordena la crucifixión de ambos.

 

4. Los tres edictos

En el año 305 d.C. Diocleciano se retira del poder y lo releva Galerio, que mucho más creyente en los dioses romanos que Diocleciano antecesor y odiaba profundamente a los cristianos.

Se endurecen los ataques a las comunidades cristianas.

En el año 311 d.C. Galerio enferma gravemente y dicta que se suspenda todo acoso a los cristianos.

Galerio teme a la muerte y quiere que los cristianos recen por él.

Para congraciarse con sus víctimas, Galerio publica el 30 de abril del año 311 d.C. el Edicto de Tolerancia de Galerio, también conocido como Edicto de Tolerancia de Nicomedia (Edictum tolerationis Galerii), mediante el cual se pone fin de manera oficial a la persecución cristiana.

El cristianismo se convierte de repente en religio licita, es decir en religión permitida en el Imperio Romano.

Más tarde, en el año 313 d.C. los emperadores Constantino y Licino promulgarán el Edicto de Milán (Edictum Mediolanense) que concede la libertad de culto en todo el imperio.

En el Concilio de Nicea del año 325 d.C. el emperador Constantino declara la autoridad infalible de las Sagradas Escrituras y le encomienda al obispo Eusebio de Cesarea la creación de 50 copias de la Biblia.

Con la promulgación del Edicto de Tesalónica, también llamado Edicto de los Tres Césares o Cunctos Populos (A todos los pueblos), el día 28 de febrero del año 380 d.C., la iglesia da el tercer y último gran paso, pues el cristianismo se convierte en única religión oficial del Imperio Romano.


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domingo, 20 de marzo de 2022

La Biblia es el libro más resistente. La iglesia católica secuestra la Biblia

1. Introducción

2. La iglesia católica persigue las traducciones de la Biblia

3. Miedo a las herejías

4. Los cátaros y los valdenses

5. Mártires traductores de las Sagradas Escrituras

      A. Juan Wiclef

      B. Jan Hus

      C. Martín Lutero

      D. Los hugonotes

      E. William Tyndale 

      F. Jacob van Liesvelt

5. España

      A. Francisco de Enzinas

      B. Casiodoro de Reina

      C. Cipriano de Valera

      D. Fray Luis de León

6. Contrarreforma, Concilio de Trento e Índice de Libros Prohibidos

      A. Contrarreforma

      B. Concilio de Trento

      C. Inquisición Romana

      D. Índice de Libros Prohibidos


1. Introducción

No ha habido en toda la historia un libro que se haya estudiado y analizado más a fondo que la Biblia. Ningún otro libro ha sido tan querido y venerado como la Biblia.

Pero tampoco ha habido sobre la Tierra un libro que haya sido más atacado, ridiculizado, criticado, que haya sido blanco de más burlas, agresiones y persecuciones que la Biblia.

Intentaron acabar con las Sagradas Escrituras los griegos seléucidas, dos siglos antes de que naciera Nuestro Señor Jesucristo.

Una docena de emperadores romanos quisieron aplastar la primitiva comunidad cristiana, y uno de ellos, Diocleciano, hizo todo lo posible por borrar los Evangelios de la faz de la Tierra.

Una vez que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio romano a comienzos del siglo IV, las Escrituras pasaron de estar perseguidas por los césares a pasar a estar secuestradas por la propia iglesia católica, que no dejaba que ningún creyente se acercara a la Biblia.

Sólo los sacerdotes tenían derecho a leerla.

Todos los intentos que se hicieron por traducir la Biblia a las diferentes lenguas europeas y hacerla, de esta manera, comprensible al pueblo llano, que no entendía ni el griego ni el latín, fueron severamente condenados y castigados por la iglesia.

Las diferentes biblias traducidas a lenguas vulgares acababan siendo pasto de las llamas, como también el caso de los osados traductores que se habían atrevido a desafiar la autoridad de la iglesia.

Esta era la situación hasta la llegada de la Reforma Protestante, a principios del siglo XVI.

Con la Reforma, se traducen las Escrituras a las principales lenguas europeas, si bien es cierto que su lectura, e incluso su posesión, seguían estando prohibidas en los países católicos.

Con la llegada de la Ilustración, en siglo XVIII, las agresiones que va a recibir la Biblia serán de diferente índole.

Filósofos ilustrados, pero también teólogos liberales, e intelectuales de todo tipo atacarán con saña la Biblia, a la tratarán de despojar de toda credibilidad.

A partir de ese momento en las universidades se enseñará a leer la Biblia como un conjunto de divertidas fábulas, bien escritas, pero inventadas, así como históricamente inexactas.

Durante la Revolución Francesa la Biblia será incluso quemada públicamente para escenificar de esta manera que se acaba con una época oscura y supersticiosa y se da paso a otra nueva era marcada por el uso de la razón.

En el siglo XX, el comunismo dejará patente que la Biblia y la ideología marxista son incompatibles, y comenzará una persecución a los cristianos como no se veía desde tiempos romanos. Innumerables Biblias son confiscadas y destruidas.

En los países musulmanes tampoco será bienvenida la Palabra de Dios impresa, y se prohibirá la introducción de Biblias, su impresión, publicación, distribución, reparto, venta, uso, posesión o lectura, tanto en público como en privado.

Y sin embargo, bien entrados en el siglo XXI, la Biblia continua siendo el libro más vendido, publicado y estudiado del mundo. Algo incomprensible si este libro sólo fuera obra de seres humanos.

La Biblia es la Palabra de Dios, es obra del Altísimo y nada ni nadie ha podido, ni puede, ni podrá acabar con ella.

Veamos a continuación más detalladamente en que consistió la persecución que sufrieron las diferentes traducciones de la Biblia a lo largo de toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna por parte de la iglesia católica.

 

2. La iglesia católica secuestra la Biblia

Tras tres largos siglos de persecuciones por parte de las autoridades romanas, los cristianos consiguen a finales del siglo IV lo que nadie hubiera imaginado nunca.

Con el edicto de Tesalónica del año 380 d.C., el cristianismo pasa a ser la religión oficial del Imperio Romano.

Cesan los ataques y las persecuciones a las comunidades cristianas.

No sólo eso, a partir de este momento la Iglesia y el emperador están tan estrechamente vinculados que los problemas religiosos se convertirán en problemas políticos, y las cuestiones políticas en cuestiones religiosas.

Y así, el papá se inmiscuirá en asuntos mundanos y el emperador, y más tarde los reyes, meterán sus narices en temas de la iglesia.

Papas y reyes buscarán en muchísimas ocasiones más su propio beneficio que el de la iglesia o la fe.

La iglesia va organizando concilios, va acumulando dogmas y se aparta cada vez más de la Biblia.

Los altos cargos de la iglesia se compran y venden, se empieza a venerar reliquias de mártires, y más adelante, en nombre de Cristo se bendecirán guerras, cruzadas y Tribunales de la santa Inquisición.

La lectura de las Sagradas Escrituras pierde poco a poco importancia y la vida cristiana se va centrando cada vez más en la liturgia y la celebración de los sacramentos.

Desde comienzos del siglo V hasta la llegada de la Reforma once siglos más tarde, la única versión permitida de la Biblia es la denominada Vulgata, es decir, la Biblia que Jerónimo de Estridón tradujo desde el hebreo y el griego al latín, entre los años 382 y 420 d.C.

Alberto Durero. San Jerónimo en su gabinete. 1514

Con la llegada de la Edad Media en el año 476 d.C. podemos ver cómo la iglesia se apropia de la Biblia y se la hurta al pueblo, el cual no tiene acceso a ella.

Pasan los siglos, y generaciones de cristianos acatan fielmente los dictámenes de la Iglesia si haber leído en toda su vida una sola línea de la Biblia.

Se delega su lectura e interpretación a los clérigos, que son los únicos que pueden poseer y hacer uso de las Sagradas Escrituras.

Martín Lutero escribió en una ocasión que él ya era adulto cuando pudo ver por primera vez una Biblia. Y en su caso únicamente fue posible toparse con un ejemplar de las Escrituras porque se hizo monje agustino y estudió teología, si no, se hubiera ido a la tumba sin haber visto ni una solo página de las Sagradas Escrituras, como lamentablemente fue el caso de la enorme mayoría de cristianos durante más de un milenio.

La Iglesia tenía tanto miedo a que una mala interpretación de las citas bíblicas diera pie a la creación de movimientos heréticos que no permitió su lectura a los laicos.

Y tenía tanto miedo también a que una falsa traducción del latín de la vulgata diera lugar a equívocos y falsos conceptos, que se prohibieron todas las traducciones a lenguas vulgares o vernáculas.

Sólo la Iglesia tenía la competencia necesaria para interpretar el contenido de las Sagradas Escrituras, y sólo la versión de la Vulgata era la correcta.

Todo aquel que leyera por su cuenta la Biblia, no digamos ya todo aquel que osara traducir toda, o partes de la misma, a lenguas vernáculas, se convertía automáticamente en un hereje.

Comienza una persecución y eliminación sistemática de todos los ejemplares no autorizados por la Iglesia, que van a ser todos aquellos traducidos a cualquier lengua. 

La misma institución que durante tres siglos había padecido persecución por parte de las autoridades romanas y que había visto perecer a miles de fieles por querer preservar la Sagradas Escrituras de su destrucción, va a ser ahora la principal instigadora de quema y destrucción de Biblias traducidas.

El castigo mínimo que le espera a todo el que lea, posea, preste, venda, compre, y, sobre todo, traduzca la Biblia, es la excomunión.

Todos los ejemplares de Biblias traducidas que decomisan las autoridades son quemados públicamente, en muchas ocasiones acompañados de su dueño o traductor.

Esta situación no cambiará hasta la llegada de la Reforma Protestante en el siglo XVI.

Hasta entonces, el clero tendrá el monopolio de la educación, la enseñanza, las universidades y las Sagradas Escrituras.

La Biblia, sustraída al pueblo, se convierte en un libro desconocido.

Sin embargo, son muchos los cristianos que desean leer la Biblia y conocer a Jesús, o bien que anhelan que el pueblo llano tenga acceso al mensaje salvador de Cristo.

Para ello se hace necesario ignorar los diferentes dictámenes de la iglesia católica y traducir las Escrituras, con el enorme peligro que ello conlleva.

 

3. Miedo a las herejías

Desde que se crean las primeras comunidades cristianas, los dirigentes de la iglesia se van a encontrar a lo largo de los siglos a una serie de personajes que van a defender un conjunto de tesis que van a estar, en menor o mayor medida, en contradicción con las enseñanzas de Cristo.

Nos referimos aquí, evidentemente, a las herejías.

Ya en el siglo I tenemos desviaciones del mensaje de Jesús como son las doctrinas conocidas como docetismo y simonianismo.

En el siglo II serán las corrientes gnósticas las que más preocupaciones ocasionen a los defensores del cristianismo.

En el siglo IV, cuando ya la iglesia consigue, después de mucho esfuerzo y penalidades, salir de la clandestinidad, será el arrianismo, la doctrina a combatir por los apologetas o defensores de la fe.

Más tarde vendrán otros extravíos como el nestorianismo, el pelagianismo, o los llamados iconoclastas.

Para el siglo XI, la iglesia cristiana ya está curtida en combatir todo tipo de herejías y corrupciones de la doctrina.

Es entonces cuando surgen varias corrientes que amenazan con extenderse por toda la cristiandad y acabar con la iglesia tal y como se conocía hasta entonces.

Estamos hablando de sectas como los bogomilos, en el este de Europa, o los cátaros (o albigenses, que es lo mismo) y valdenses en la parte occidental de Europa.

Todos estos movimientos pretendían volver a los orígenes del cristianismo, renunciaban a las riquezas, rechazaban la autoridad del papa y querían traducir la Biblia del latín a las diferentes lenguas populares, para hacer accesible su contenido a todo el mundo.

Y es que hay que entender que, por aquel entonces, cada vez había menos gente que entendiera el latín, y mucho menos el griego clásico o el hebreo.

En una sociedad feudal y rural, en la que la mayoría de la gente eran campesinos analfabetos, se hacía necesario traducir la Biblia a las lenguas vernáculas si se quería que el mensaje de Dios llegara a todos.

Y es en este contexto convulso de creación de diferentes tipos de movimientos llamados heréticos, cuando empiezan a surgir las primeras traducciones de las Sagradas Escrituras a las diferentes lenguas locales.

Pero no todos los intentos de acercamiento de la Biblia al pueblo se producen por parte de aquellas corrientes consideradas desviadas de la doctrina de la iglesia católica.

A finales del siglo IX, hacia el año 885 d.C., los hermanos Cirilo y Metodio, conocidos más tarde como los Apóstoles de los eslavos, dos misioneros de Tesalónica, acaban de traducir la Biblia al antiguo eslavo.

Cirilo y Metodio en una miniatura del siglo XV (La Crónica de Radzivill)

Con el uso de esta lengua, tanto en la liturgia como a la hora de leer las Escrituras, ambos hermanos buscan que el pueblo llano de la región morava (actual republica checa) donde ejercen de sacerdotes, puedan entender la palabra de Dios.

El problema aquí es que los sacerdotes alemanes de la vecina región de Baviera se oponen con ahínco a que se use otra lengua en los oficios divinos que no sea el latín.

El papa iba cambiando de opinión, primero no les permite el uso de la lengua vernácula, más tarde, en el año 880 d.C. concede que la liturgia se imparta en lengua eslava, pero insiste en que el Evangelio ha de ser leído primero en latín y luego en eslavo.

Ya vemos como en fechas tan tempranas como el siglo IX, la iglesia ofrece una gran resistencia a que se empleen lenguas diferentes al latín (o el griego en el área de influencia de Bizancio), y es que para la iglesia católica el latín es prácticamente una lengua santa, junto con el griego y el hebreo, las dos lenguas en que se habían redactado las Sagradas Escrituras.

Varios siglos antes, el obispo Isidoro de Sevilla (560—636) había dejado escrito lo siguiente al respecto: “Hay, así pues, tres lenguas sagradas: hebreo, griego y latín, que son las que más destacan en todo el orbe. Pues no en vano fueron escritas las acusaciones de Pilato sobre la cruz de nuestro Señor en estas tres lenguas

Pasados dos siglos desde que los hermanos Cirilo y Metodio implantaran el uso del antiguo eslavo en los oficios divinos, nos encontramos con un incidente similar en la vecina región de Bohemia (también en la actual Chequia).  

El duque Wratislaw II de Bohemia solicita el 2 de enero de 1080 permiso al papa Gregorio VII para que los servicios religiosos se puedan oficiar en lengua eslava.

El Papa le contesta al noble que a Dios, no sin razón, le ha parecido bien mantener ocultas las Sagradas Escrituras para evitar que el pueblo, si tuviera fácil acceso a ellas, llegara a menospreciarlas o incluso a malinterpretarlas y a perseverar en el error.

 

Los cátaros y los valdenses

Dos sectas se extienden con fuerza por Italia y Francia en el siglo XII: los cataros y los valdenses.

La iglesia católica, con el papa Inocencio III a la cabeza, se lanzan a combatir las doctrinas que propagan por Francia dichos cátaros y valdenses.

Ambos grupos daban una tremenda importancia al papel de la Biblia en la vida de todo cristiano, por lo que contaban con ejemplares de las escrituras traducidas a diferentes lenguas vulgares.

En la antigua región francesa del Delfinado (Dauphiné), Pedro Valdo (Pierre Valdès) les encarga a dos clérigos, Etienne d'Anse y Bernard Ydros, que traduzcan la Biblia del latín al occitano, la lengua del sur de Francia.

Con la Biblia traducida en la mano Pedro Valdo (Pierre Valdès) comienza a predicar la Buena Nueva al pueblo, pobre e iletrado.  

La vida de aquellos que oyen el mensaje de los Evangelios cambia radicalmente. Muchos comienzan a seguir a Pedro Valdo y se crea una comunidad cuya vida religiosa gira en torno a las enseñanzas bíblicas.

Aquella congragación comienza a ser llamada valdense, por el apellido de su cabecilla. Se destacan del resto de sus vecinos por su modélica forma de vivir, alejada de todo vicio y pecado.

Renuncian a sus riquezas e ignoran los dogmas de la iglesia católica, a la cual consideran corrompida por sus dirigentes.

Los cátaros, por su parte, habían traducido el Nuevo Testamento al provenzal, una variedad del occitano hablada en la región de la Provenza en el sur de Francia.

El Antiguo Testamento no lo usaban los cátaros para nada, pues estaban en contra de su contenido.

Los jerarcas de la iglesia católica creían firmemente que el origen de las ideas erróneas que habían llevado a los herejes a descarriarse, venía precisamente de la mala interpretación que hacían de la Palabra de Dios, pues la leían de traducciones en lengua vulgar que necesariamente corrompían el contenido de las Escrituras.

Los papas comienzan a publicar una serie de decretos en los que se prohíbe la posesión y lectura de la Biblia traducida a lenguas vulgares.

Comienza una campaña de persecución y destrucción de las Escrituras traducidas a las lenguas vernáculas, con redadas en diferentes comunidades de creyentes, detenciones, torturas y ejecuciones de sus miembros así como la quema pública de sus Biblias.

En opinión de la iglesia, leer la Biblia en una versión traducida sólo podía conducir a entenderla mal y por consiguiente a sacar conclusiones equivocadas.

Para evitar que un incorrecto razonamiento llevara a la herejía, el papa Inocencio III prohíbe, en un decreto que le envía al obispo de Metz en 1199 y que ha pasado a la historia con el nombre de Cum ex injuncto, que se lea la Biblia en encuentros privados, o como él mismo define en “reuniones clandestinas” (occultis conventiculis)

En dicha misiva, el Papa Inocencio III condena a los herejes que han osado traducir la Biblia al francés (in Gallico sermone transferri) y llega a utilizar las mismas palabras que usó Jesucristo, y que recoge Mateo para criticar sus acciones: “No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos” (Mateo 7, 6).

Un año más tarde el papa envía un grupo de abades a dicha ciudad de Metz con la orden de quemar todas las traducciones de la Biblia al francés que se encuentren.

Al parecer en esta ciudad francesa de la Lorena había un grupo de valdenses que, en su afán por extender el mensaje de Jesús por el mundo, reunía a los vecinos en secreto para leer y comentar las Escrituras, que previamente habían traducido al francés medieval.

El escándalo para el pontífice es mayúsculo, pues hasta las mujeres conocían capítulos enteros de la Biblia y se atrevían, en su analfabetismo, a comentarlas como si fueran doctos teólogos de la iglesia.

El papa Inocencio III resume su postura en una sola frase: Al hombre sencillo no le corresponde ocuparse de las Sagradas Escrituras ni predicarlas, pues para eso están los doctores de la Iglesia.

Hay quien en este punto sospecha que, debido a que la jerarquía católica era consciente de que muchos de sus dogmas no se basaban en absoluto en las Escrituras sino en la tradición, no era entonces recomendable permitirles a los fieles el acercamiento a la Biblia, pues estos acabarían descubriendo las incongruencias y contradicciones entre lo que enseñan unas y otros.

Sea como fuere, tres años más tarde, en 1202, el papa manda a un legado, el obispo Guido de Palestrina, para que realice una inspección en la ciudad de Lovaina, en Flandes, y para que se incaute de todo escrito que se encuentre, tanto en lenguas romances como germánicas, que tenga que ver con las Sagradas Escrituras.

Varios años más tarde, una vez clausurado el concilio de París de 1210, Petrus de Corbolio, Arzobispo de Sens (Francia), publica un decreto, según el cual todos los escritos teológicos redactados en lenguas romances deben ser entregados a las autoridades eclesiásticas.

Uno puede llegar a pensar que la iglesia estaba sufriendo por aquel entonces una especie de paranoia y creía ver herejes por todas partes, y la verdad es que algo similar estaba ocurriendo.

Tengamos en cuenta que entre finales de siglo XII y comienzos de siglo XIII es cuando las sectas arriba mencionadas, cátaros y valdenses, se estaban expandiendo con más energía por Europa del Sur y consiguiendo más adeptos.

El papa Lucio III había fundado a finales del siglo XII una institución, creada ex profeso para combatir las herejías y desviaciones de la ortodoxia católica y que con el pasar de los años se haría tristemente célebre: la Inquisición.

La Inquisición hizo su primer acto de presencia en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros, también llamados albigenses.

En el año 1209, el papa Inocencio III hace un llamamiento para acabar con los cátaros de una vez por todas.

Se lleva a cabo una despiadada cruzada contra esta secta, que durará 35 años y pasará a la historia como la Cruzada albigense o la Cruzada contra los cátaros.

En el año 1229, en medio de dicha campaña, el obispo de Toulouse, Fulco de Marsella, convoca, con permiso del papa Gregorio IX, un sínodo en la ciudad occitana de Toulouse (Concilium Tolosanum).

En este concilio se prohíbe terminantemente el uso y la lectura de la Biblia traducida.

Prohibemus etiam, ne libros veteris testamenti aut novi laici permittantur habere; nisi forte psalterium vel breviarium pro divinis officiis aut horas beatae Mariae aliquis ex devotione habere velit. Sed ne praemissos libros habeant in vulgari translatos, archissime inhibemus.” (También les prohibimos a los laicos la posesión de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, excepto quien, por devoción, quisiera tener un Salterio o un Breviario para los oficios divinos o la Liturgia de las horas de Santa María; pero prohibimos rigurosamente que nadie posea libros traducidos a lenguas vernáculas).

La razón de la celebración de este cónclave era la de combatir implacablemente a los cátaros que se estaban extendiendo por la región de Occitania.

Se da la orden de detenerlos, derribar sus casas y destruir todas las traducciones de la Biblia a las diferentes lenguas vulgares.

Dos años más tarde de este sínodo, en el año 1231, el papa Gregorio IX requiere que todo aquel que tenga tratados de contenido teológico escritos en lenguas vulgares, los entregue inmediatamente al obispo de su diócesis.

Ese mismo año se celebra el Sínodo Diocesano de Treveris (Synodus Dioecesana Trevirensis).

El Arzobispo Teodorico II de Wied, arzobispo y príncipe elector de Tréveris, hace una mención especial a un hecho que le parece escandaloso: un grupo de herejes tiene Biblias traducidas al alemán: “Et plures erant corum sectae, et multi eorum instructi erant scripturis sanctis, quas hebebant in Theutonicum translatas.” (Y había muchos de ellos en la secta, y muchos de ellos habían sido instruidos en las Sagradas Escrituras, que tenían traducidas al alemán)

Tres años más tarde, en 1234, se celebra lo que podríamos denominar la segunda parte del Concilio de Toulouse: el sínodo de Tarragona (Conventus Tarraconensis)

Los obispos españoles respaldan el decreto de Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, Valencia y Mallorca, así como conde de Barcelona, mediante el cual de queda prohibido poseer traducciones de las Sagradas Escrituras, las cuales deberán ser estregadas a las autoridades eclesiásticas en un plazo de ocho días para proceder a su quema, en caso contrario se considerará hereje a todo aquel que siga en su posesión1.

Los valdenses y cátaros son masacrados por centenares y sus Biblias arrojadas al fuego. 

En el Sínodo de Béziers (Concilium Biterrense) del año 1246 se determina que los clérigos no deben poseer libros de teología en leguas vulgares y los laicos de ningún tipo, tampoco en latín2.

Un largo siglo después de la celebración de los sínodos arriba mencionados, en el año 1369, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos IV, publica un edicto a petición del Papa Urbano V, en el que se prohíbe escribir interpretaciones de las Sagradas Escrituras en alemán, para que los laicos no caigan en el error y la herejía.

En el año 1376, el Papa Gregorio XI ratifica el edicto de su predecesor. Sólo hay una versión de la Biblia permitida por la iglesia: la Biblia Vulgata. Además, toda la literatura sobre las Sagradas Escrituras habrá de someterse a un obligado escrutinio por parte de las autoridades eclesiásticas antes de poder ser publicadas.

Y esa va a ser la tónica general de la iglesia católica a lo largo de los siguientes seis siglos: oponerse frontal y radicalmente a la traducción y comentario de la Biblia.

No se puede tolerar el uso de biblias traducidas en ninguna parte de la cristiandad, ni por clérigos ni por laicos, ni para su estudio ni para la evangelización.

El empleo, es más, la mera existencia de traducciones de las Sagradas Escrituras, o de partes sueltas de las mismas es algo que está completamente prohibido, pues es una herejía en sí mismo.

Pronto empezarán a surgir los primeros valientes que se opongan a esta visión de la iglesia y se arriesguen a realizar traducciones de la Biblia a sus respectivas lenguas maternas.

Muchos serán castigados por ello y acabarán perdiendo la vida por desobedecer al papa.

Aparecen así los primeros mártires traductores de las Sagradas Escrituras como Juan Wiclef, Jan Hus, William Tyndale o Jacob van Liesvelt, cuyas proyectos y vicisitudes pasamos a narrar con más detalle a continuación.

 

5. Mártires traductores de las Sagradas Escrituras

Muchos intelectuales de finales de la Edad Media, sacerdotes la mayoría, y conocedores de las Escrituras, irán dándose cuenta de la importancia que tiene la Biblia para la vida de todo cristiano y en su afán por darla a conocer a sus paisanos en su lengua materna se aventuraran en una empresa que en el mejor de los casos les costará penas de prisión y otros sinsabores, pero que, en el peor de los casos, les costará la vida.

Veamos aquí algunos de los más importantes.

 

A. Juan Wiclef

Juan Wiclef nace en de Hipswell, Yorkshire, entre los años 1320 y 1330 d.C.

Estudia teología en la Universidad de Oxford.

Escribe varias obras importantes como:

De Dominio Divino (Sobre el dominio divino) (1373), en la que Wiclef cuestiona la autoridad papal.

De Civili Dominio (Sobre el dominio civil) (1377), en la que tilda a la iglesia de Roma de corrupta y codiciosa.

De veritate sacrae scripturae (Sobre la verdad de las Sagradas Escrituras) (1378), donde esta obra defiende la autoridad de la Biblia por delante del papa.

En 1378 Wiclef comienza a traducir la Biblia al inglés.

Con un grupo de amigos, entre los que destacan Juan Purvey (John Purvey) y Nicolás Hereford (Nicholas Hereford) acaba de traducir la Biblia, y realiza copias de la misma.

La Biblia de Wycliffe, como se la conocerá a partir de ahora, sale a la luz en 1384.

Ahora se trata poner su mensaje en conocimiento del pueblo, que en aquella época era mayoritariamente iletrado.

Juan Wiclef trabajando

Para evangelizar a tanta gente se crea un grupo de misioneros, los lolardos que iban de aldea en aldea leyendo las Escrituras en voz alta y explicando su contenido.

El 30 de diciembre de 1384 muere Juan Wiclef.

En el Concilio de Constanza, celebrado entre los años 1414 y 1418, se declara hereje a Juan Wiclef hereje y se ordena exhumar su cuerpo, quemar sus restos, así como sus obras y echar las cenizas al río.

 

B. Jan Hus

Jan Hus fue un teólogo checo nacido en Hussenitz (Actual República Checa) aproximadamente hacia 1370 y que es considerado actualmente un precursor de la Reforma Protestante.

Jan Hus estudió teología en la Universidad Carolina de Praga.

Es en esta institución donde comienza a leer las obras del reformador inglés Juan Wiclef.

Dos años más tarde, en 1400 es ordenado sacerdote.

Jan Hus es un innovador, pues oficia las misas íntegramente en idioma checo. Canta y predica en checo también.

Jan Hus. Retrato de Johann Agricola 1562

Jan Hus es un orador muy severo. Critica la vanidad de las modas y propone una vida virtuosa y sencilla. Ataca la pompa de la Iglesia, sus enormes riquezas y la vida disoluta de muchos de sus ministros.

Además defiende que la autoridad de la Biblia está por encima de la del papa de Roma.  

Jan Hus es suspendido de su puesto como sacerdote, y aunque se le prohíbe terminantemente predicar, él sigue dando sus revolucionarios sermones.

Se le excomulga y expulsa de Praga.

Pero él no cesa en sus ataques a aquellos dogmas que no se fundamentan en las Escrituras.

En su exilio en el campo se dedica a revisar una primera versión de la Biblia en checo que ya había aparecido en el año 1360, y modifica aquellas partes de la traducción que no le parecen claras. En el año 1488 se publicará en esta Biblia revisada en Praga, por lo que recibe el nombre de Biblia de Praga.

En el famoso Concilio de Constanza, al que se invita a acudir a Jan Hus para exponer sus ideas, es arrestado, encarcelado y condenado a morir en la hoguera el 6 de julio de 1415 por hereje.

 

C. Martín Lutero

En este artículo no vamos a extendernos sobre la vida de este reformador.

Vamos a limitarnos aquí a ocuparnos de su tarea de traductor de las Sagradas Escrituras al alemán.

Martín Lutero (Martin Luther en alemán) fue un filósofo, teólogo, fraile agustino y docente nacido el 10 de noviembre de 1483 en Eisleben (en el actual estado federal de Sachsen-Anhalt).

En otoño del año 1505 ingresa en la orden de los agustinos.

Desde un primer momento se obsesiona con la idea de la salvación.

Dos años más tarde, Lutero es ordenado sacerdote, y unos meses más tarde ya da clases de Teología en la Universidad de Wittenberg.

Aprende griego clásico y hebreo para poder leer las Sagradas Escrituras en su versión original y va dándose cuenta de las diferencias que hay entre lo que enseña la Biblia y lo defiende la iglesia católica.

En 1515, estudiando la Epístola de Pablo a los Romanos, Lutero se da cuenta de que el hombre no se salva por sus obras, sino sólo por la gracia de Dios.

Este hecho va a impulsar todas las acciones de Martín Lutero en lo sucesivo.

Para Martín la iglesia católica se ha ido alejado del mensaje verdadero de Cristo, para centrarse en temas que no sólo distraen del punto central sino que directamente nos apartan de él.

La salvación es un regalo que Dios nos hace a través del sacrificio de su hijo Jesús y en nuestras manos está aceptarla o rechazarla. 

Lutero ha entendido de golpe el enorme regalo que Dios nos ha hecho a los hombres.

Tanto nos ama el Altísimo que ha entregado a su hijo para que con su preciosa sangre derramada en la cruz compre nuestra salvación.

Por eso se indigna tanto Lutero cuando ve cómo los clérigos van de pueblo en pueblo vendiendo indulgencias: toda una ofensa para Dios.

El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero publica sus 95 tesis atacando la venta de bulas.

Poco a poco Lutero se convierte en un personaje cada vez más popular en la gente y más molesto para la iglesia, que se niega a debatir con él y le exige que se retracte.

El papa León X acaba declarando hereje y excomulgándolo.

En abril del año 1516, el emperador Carlos V preside una Dieta imperial en la ciudad alemana de Worms, a la que acude Lutero el día 16 de abril para exponer su doctrina.

Cuando le piden que rechace sus ideas, Lutero se niega, aduciendo que sólo lo hará si le presentan argumentos basados en las Sagradas Escrituras.

Con ese gesto Martín Lutero ha firmado su sentencia de muerte, pues automáticamente se convierte en un proscrito y cualquiera puede, e incluso debe, acabar con su vida ahí donde se encuentre.

Busto de Martín Lutero como monje agustino. Lucas Cranach el Viejo. 1520

Volviendo Lutero a su casa en Wittenberg, es secuestrado por unos encapuchados que lo retienen en la fortaleza de Wartburg.

Todo ha sido una maniobra de su benefactor, el rey Federico III de Sajonia, que de esta manera ha salvado a Lutero de una muerte segura.

En invierno de 1521 Lutero comienza en dicha fortaleza de Wartburg la traducción del Nuevo Testamento.

Tras nueve meses de arduo trabajo, el 21 septiembre de 1522 se imprime una primera edición del Nuevo Testamento Alemán, que sale a la venta al día siguiente, el 22 de septiembre de 1522.

Lutero ha usado el Nuevo Testamento en griego de Erasmo de Rotterdam para realizar su traducción.

Un sacerdote católico llamado Juan Cochleus (Johann Cochleus, también conocido como Johann Dobneck) que era contrario a las ideas reformistas de Lutero, se lamenta de que la Palabra de Dios estaba ya al alcance de todo el mundo, tanto hombres como mujeres, ricos y pobres, todo el mundo leía y estudiaba el Nuevo Testamento con entusiasmo.

El Nuevo Testamento de Martín Lutero es un superventas. En pocas semanas se agotan todos los ejemplares de la primera edición y se hace necesario realizar una segunda en diciembre de 1522.

En 10 años se realizan 58 ediciones del Nuevo Testamento de Martín Lutero.

Al ver el éxito que ha tenido su versión del Nuevo Testamento al alemán, Martín Lutero se vuelca ahora en traducir el Antiguo Testamento.

Dado que el Antiguo Testamento fue escrito originariamente en hebreo y arameo, y éstas son lenguas que Martín Lutero no domina, debe recurrir a la ayuda de expertos como Mateo Aurogallus, Juan Bugenhagen, Juan Forster, Justo Jonas o Felipe Melanchton y otros egregios teólogos y lingüistas, que se sirven del texto masorético en hebreo y arameo recogido en la biblia rabínica conocida como Mikraot Gedolot.

Para los libros proféticos echan mano de la traducción que ya han llevado a cabo Luis Hätzer y Juan Denk.

En el año 1534 se termina la traducción del Antiguo Testamento, que contiente 117 ilustraciones del famoso pintor Lucas Cranach el Viejo, amigo de Martín Lutero, y se imprime en seis tomos, también en Wittenberg

Esta Biblia también es un éxito de ventas y a los pocos meses de su primera edición se hace necesaria la publicación de una segunda.

En 1546 fallece Martín Lutero.

La Biblia de Lutero es de enorme importancia para la propagación de la Palabra de Dios entre los hablantes de alemán.

Por fin tienen una versión que todo el mundo puede entender.

La traducción de la Biblia realizada por Lutero estará completamente prohibida en los reinos, principados y condados católicos alemanes como también en el resto de los países europeos sujetos a la obediencia de Roma.

En estas regiones del sur del Sacro Imperio Romano Germánico, como Baviera o Austria, que se mantienen firmemente leales a la doctrina católica, comienza una persecución contra la Biblia de Lutero.

Se confiscan todas las copias que se encuentran y muchos ejemplares acaban siendo pasto de las llamas públicamente.

Pero por muchos esfuerzos que se realizaran desde Roma para poner freno a la circulación de la Biblia, no había nada que hacer.

La Reforma era ya imparable.

Tras un largo secuestro de muchos siglos, la Palabra de Dios había salido por fin de las iglesias, monasterios, conventos y abadías para entrar en los hogares de los ciudadanos sencillos.

Lutero se casó, tuvo seis hijos y siguió escribiendo obras de carácter teológico, la mayor de las veces, y ocasionalmente algún librillo de contenido político.

El Sacro Imperio Romano Germánico quedó dividido en católicos al sur y protestantes al norte.

 

D. Los hugonotes

Igualmente sucedió en el resto de Europa, donde los países meridionales se mantuvieron fieles a Roma y los septentrionales se liberan del yugo católico y abrazan la nueva fe, fundamentada en la autoridad de las Sagradas Escrituras.

Ya en el año 1523, apenas varios meses después de que el Nuevo Testamento de Lutero viera la luz por primera vez, se publica en la imprenta de Simón de Colinea de París, una traducción anónima al francés del Nuevo Testamento.

En 1528 aparece la traducción del Antiguo Testamento, esta vez en Amberes (Bélgica), ya que en Francia los clérigos habían tratado de acabar con el libro.

El autor de ambas traducciones era el francés Jacques Lefèvre d'Etaples (Jacobus Faber Stapulensis) pionero del movimiento reformista en Francia.

A estos primeros protestantes franceses se les conoce con el nombre de hugonotes.

La iglesia francesa emprende una campaña de persecución a la Biblia en francés y a Jacques Lefèvre d'Etaples, que tiene que huir y ocultarse.

La Sainte Bible de Jaques Lefèvre d'Étaples 1530

Aquellas Biblias confiscadas por el clero son quemadas públicamente.

Varios meses después de que la Biblia completa de Lutero saliera al público, se imprime en 1535 en Neuchâtel (Suiza) la Biblia de Olivétan, también conocida como Biblia Olivetana o “Biblia de los Mártires”, por las crueles persecuciones que padecieron en Francia e Italia los promotores de estas escrituras: los hugonotes.

Con esta Biblia Olivetana tenemos ya dos traducciones de la Biblia a una lengua tan importante como el francés.

Veamos ahora que sucede en otras partes de Europa.

 

E. William Tyndale

William Tyndale fue un teólogo, sacerdote, escritor, erudito y traductor de la Biblia a la lengua inglesa, nacido probablemente en 1494 (entre los años 1484 y 1496) en una pequeña aldea del condado de Gloucestershire.

Tyndale estudió teología en las universidades de Oxford y Cambridge, donde aprendió griego clásico, hebreo y latín, que le fueron de gran ayuda posteriormente, cuando se dedicó a traducir la Biblia al inglés.

La lectura del Nuevo Testamento en griego le cambió la vida por completo. Tyndale se vuelve un apasionado de las Sagradas Escrituras y comienza a leer escritos de pensadores reformistas.

En seguida ve que se hace muy necesario que el pueblo llano conozca las Escrituras de primera mano, lo cual sólo es posible a través de una buena traducción al inglés.

Pero la iglesia no estaba por la labor.

En el 1521, tras el escándalo que ha provocado Martín Lutero con sus ideas y su negación a retractarse de ellas nada menos que ante el mismísimo emperador Carlos V, la iglesia católica está soliviantada.  

Todo aquel que se atreva a poner en duda el más mínimo dictado proveniente de Roma es sospechoso de herejía.

En ese contexto histórico se encontraba Tyndale cuando se le ocurre acudir al obispo de Londres, Cuthbert Tonstal, para que le ayude a traducir las escrituras.

El prelado no solo rechaza colaborar con William Tyndale, sino que le conmina a que no realice tal cosa, pues tal empresa va completamente en contra de los dictámenes de la iglesia católica.

Willian Tyndale se da de bruces con la realidad: en Inglaterra no va a ser posible traducir la Biblia, es por ello que marcha al extranjero.

En 1523 sale de su país para exiliarse en el Imperio Alemán.

Con el patrocinio de Sir Humphrey Monmouth, William Tyndale comienza a trabajar en la traducción de la Biblia al inglés.

Para el año 1525 ya ha completado su labor.

En la ciudad de Colonia encuentra una imprenta dispuesta a realizar una primera tirada clandestina de 3000 ejemplares.

Biblia de Tyndale. Evangelio de Juan

Pero aquí interviene un sacerdote católico que ya hemos mencionado antes (en el apartado dedicado a Martín Lutero), Johann Cochlaeus, archienemigo de Martín Lutero y de las ideas reformistas, que sabía de las intenciones de William Tyndale, y adelantándosele, organiza una redada en la imprenta y requisa partes de la Biblia ya impresas así como las plantillas usadas para la edición.

Tyndale consigue reunir, tan sólo unos momentos antes de la aparición de los esbirros de Johann Cochlaeus unas cuantas láminas no decomisadas y marcha con su colaborador William Roye a la ciudad alemana de Worms, donde al año siguiente, en 1526 consigue que una imprenta le publique 6000 copias del Nuevo Testamento en lengua inglesa.

Se comienza ahora a enviar las biblias de contrabando a Inglaterra camufladas en equipajes, sacas, cajas, toneles, etc.

A su llegada a Inglaterra, las Escrituras son repartidas por toda la isla.

Pero de nuevo, el sacerdote Johann Cochlaeus hará todo lo posible para desbaratar los planes de William Tyndale.

El clero británico ha sido avisado y reacciona aumentando la vigilancia en los puertos de todo Gran Bretaña para interceptar todo cargamento de Biblias antes de alcanzar suelo inglés.

Todos los ejemplares que son encontrados se queman públicamente.

William Tyndale y la iglesia católica van a estar durante una década jugado al gato y al ratón.

Pero en el año 1535, Henry Phillips, un supuesto amigo de Tyndale, lo delata a las autoridades del Sacro Imperio Romano Germánico.

William Tyndale es arrestado, permaneciendo casi año y medio prisionero para morir ejecutado por hereje el día 6 de octubre de 1536.

Parece ser que las últimas palabras del reo fueron: “Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra”.

La llamada Biblia de Tyndale, que fue la primera Biblia impresa en inglés, desempeño un importantísimo papel en el mundo anglófono pues con la creación del Imperio Británico permitió la comprensión de la Palabra de Dios a millones de personas.

 

E. Jacob van Liesvelt

Jacob van Liesvelt fue un impresor holandés, natural de Amberes, donde nació hacia el año 1490, que tradujo la Biblia al holandés y la publicó en el año 1526, con el título “Dat oude ende dat nieuwe testament” (el Antiguo y el Nuevo Testamento)

En septiembre de 1522 aparece el Nuevo Testamento en alemán, obra del monje agustino Martín Lutero.

Jacob van Liesvelt lo tradujo del alemán al holandés.

Inmediatamente es acusado de hereje, pues no sólo ha traducido la Biblia a una lengua vulgar, algo prohibido, sino que además se ha servido para ello de la Biblia del rebelde Martín Lutero.

En 1534 aparece la Biblia completa en alemán, traducida por Martín Lutero y un año más tarde Jacob van Liesvelt realiza una revisión de su Biblia holandesa para imprimirla basándose ahora íntegramente en la Biblia de Lutero.

Las autoridades de Amberes lo detienen, acusado de herejía, y es condenado a morir decapitado el 28 de noviembre de 1545 en Amberes.

 

6. En España

Ya habíamos visto cómo el rey Jaime I de Aragón había prohibido la traducción de biblias a las lenguas vernáculas y el uso de dichas biblias.

Los reyes católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla (1474–1516) siguen en la misma línea.

En 1492 se expulsa de la Península Ibérica a todos aquellos judíos que no se convierten al catolicismo y se bautizan.

En 1497 la Inquisición Española emprende una feroz campaña de destrucción de escritos en hebreo y de Biblias en lenguas romances, con el argumento de que es imposible traducir las Sagradas Escrituras a las diferentes lenguas vulgares sin incurrir en errores que pueden inducir a los ignorantes, y especialmente a los conversos, a dudar de la verdadera fe.

XVI trae consigo la llegada de ideas reformistas.

Estas ideas no son del todo nuevas, ya coleaban en la segunda mitad del siglo XIV y a lo largo de todo el siglo XV, pero va a ser en este siglo XVI cuando diversos gobernadores, reyes, príncipes apoyen a los teólogos que predican la necesidad de una reforma profunda.

Si a esto sumamos que la técnica de impresión de libros con letras móviles ha evolucionado enormemente y que han surgido innumerables imprentas por toda Europa que reproducen escritos a enorme velocidad, abaratando los costes de producción de un libro como nunca antes se había visto, tenemos que las nuevas ideas se van a expandir rápidamente por toda la Cristiandad.

Numerosos españoles van a entrar en contacto con los escritos reformistas, unos lo harán en el extranjero y otros aquí en España.

Todos correrán un enorme peligro, pues la Inquisición va a ser implacable. Algunos conseguirán escapar de las garras de los dominicos, otros perecerán en las llamas de los denominados Autos de Fe.

Veamos la suerte que corren cuatro teólogos españoles que, por diversos motivos, traducirán las Sagradas Escrituras o de parte de ellas al español y sufrirán las consecuencias.


A. Francisco de Enzinas

Francisco de Enzinas fue un reformista español nacido en Burgos el 1 de noviembre de 1518, que tradujo por primera vez el Nuevo Testamento del griego clásico al español.

Su hermano Jaime de Enzinas (también conocido como Diego de Enzinas) que también fue un humanista reformista, murió en la hoguera en Roma en al año 1547, acusado de ser protestante.

Francisco de encinas estudió en la Universidad Católica de Lovaina donde entra en contacto con  las obras del reformista alemán Felipe Melanchthon (Philipp Melanchthon).

De Lovaina, en Flandes, Francisco de Enzinas se traslada en 1541 a Wittember (Alemania), cuna y bastión de la Reforma, en cuya universidad enseñaba Martín Lutero y Felipe Melanchthon.

Felipe Melanchthon. Retrato de Lucas Cranach el Viejo. 1532

Bajo la tutela de éste último humanista estudia griego clásico.

Franzisco de Enzinas ya había comenzado en Lovaina un ambicioso proyecto de traducción del Nuevo Testamento del griego al español.

En Wittemberg sigue su tarea la ayuda de Felipe Melanchthon, uno de los mayores eruditos y conocedores de esta lengua del mundo, que no sólo le ofrecerá consejo sino también alojamiento en su casa.

Tras un año de arduo trabajo, para finales del año 1542 ya tiene lista la traducción.

Ahora se trata de encontrar una imprenta donde deseen realizar copias del primer Nuevo Testamento en lengua española de la historia.

Francisco de Encinas decide llevar su manuscrito a Amberes y editarlo ahí.

Recordemos que la provincia de Flandes pertenecía a la corona española. Desde dicha región se hacía más fácil el transporte de Biblias hacia España, aunque también más peligroso, pues había inquisidores españoles en dicha zona.

En octubre del año siguiente, 1543, ve la luz “El Nuevo Testamento De nuestro Redemptor y Salvador Iesu Christo, traduzido de Griego en lengua castellana, por Françisco de Enzinas, dedicado a la Cesarea Magestad”.

Un mes más tarde le hace entrega personalmente de un ejemplar al emperador Carlos V en la ciudad de Bruselas.

En pasa ni un mes desde la ingenua acción de Francisco de Enzinas, cuando el día 13 de diciembre de 1543, es detenido y encarcelado en Bruselas.

La iglesia ordena que se decomisen absolutamente todos los ejemplares del Nuevo Testamento que se encontraban en Flandes para que fueran quemados.

Parece ser que algunos ejemplares pudieron escapar del fuego.

Detrás de este arresto está un sacerdote dominico llamado Pedro de Soto, confesor del mismo emperador Carlos V, que no puede dejar que quede sin castigo un acto de desobediencia tan grave contra la iglesia católica como es la traducción a una lengua popular de las Sagradas Escrituras.

Franzisco de Enzinas permanece prisionero casi un año y medio, hasta que un día puede fugarse de la prisión y huir a Wittemberg, donde se hospeda de nuevo en casa de Felipe Melanchthon.

Podríamos pensar que una vez libre y fuera de peligro, Francisco de Encinas puede vivir tranquilamente. Nada más lejos de la realidad.

Ese mismo año de 1495 el emperador Carlos V le ordena entregarse y volver a la cárcel.

El incumplimiento de la voluntad imperial conlleva la pena de muerte, pero Francisco de Enzinas hace oídos sordos y permanece en Alemania.

Al año siguiente llega a sus oídos que el mismo Pedro de Soto que le denunció en Bruselas está maquinando para que las represalias por su comportamiento recaigan en su familia en España, la cual podría ser condenada al destierro y perder todas sus posesiones.

Francisco de Enzinas traduce obras de autores grecolatinos como Plutarco o Tito Livio.

En el año 1548 se instala en Estrasburgo y contrae matrimonio con Margarethe Elter.

Obtiene un puesto como profesor de griego en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.

Pero Francisco y Margarethe vuelven con sus hijas a Estrasburgo, donde se produce un brote de peste que acabará con la vida de Francisco de Enzinas el día 30 de diciembre de 1552. Su mujer tan solo le sobrevive un mes.

Dos niñas, Teresa y Beatriz, hijas de ambos, quedan huérfanas.

Casiodoro de Reina utilizará para la traducción de su Biblia del año 1569 no sólo capítulos sino incluso libros completos del Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas.

 

B. Casiodoro de Reina

Hacia 1556, un monje extremeño de la orden de los Jerónimos llamado Casiodoro de Reina, entra en contacto con los escritos de Martín Lutero.

En 1557 ha de abandonar España, pues corre peligro de caer en manos de la Inquisición, que le acusa de distribuir traducciones al español del Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda.

Viaja por Francia, Inglaterra, Holanda y Alemania, residiendo en ciudades como Bergerac, Orléans, Frankfurt, Amberes o Londres.

Comienza a traducir la Biblia al español.

Al igual que Martín Lutero, Casiodoro de Reina se sirve para la Traducción del Antiguo Testamento del texto hebreo masorético.

También emplea la versión Vetus Latina.

Para el Nuevo Testamento acude al Textus Receptus en griego clásico.

Después de doce años de arduo trabajo consigue acabar la traducción de la Biblia completa.

Se imprime en Basilea, Suiza, en 1569.

En la portada aparecía un dibujo de un oso comiendo miel, por lo que empieza a conocerse esta Biblia como la Biblia del Oso.

Casiodoro de Reina vivió 25 años más, muriendo en la ciudad alemana de Francfort en el año 1594.

Nada pudo hacer la Inquisición Española por acabar con él, pero en un acto de fe celebrado en Sevilla el 22 de diciembre de 1560 se le declaró hereje en ausencia y se quemó una efigie de él, lo que nos indica claramente el final que le hubiera esperado si se hubiera quedado en España.

Tanto su traducción de la biblia al español como otros escritos suyos se incluyeron en el célebre Índice de Libros Prohibidos (Index Librorum Prohibitorum).

Hemos mencionado más arriba que Casiodoro de Reina tuvo que abandonar su monasterio de los Jerónimos de San Isidoro del Campo en Santiponce, en Sevilla, considerado un foco de reformismo, en verano del año 1557.

 

C. Cipriano de Valera

Uno de los monjes que huyó con él, fue su compañero Cipriano de Valera.

Junto con Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera se refugia primeramente en Ginebra, para marchar más tarde a Inglaterra.

En el año 1582 Cipriano de Valera comienza a realizar una primera revisión de la Biblia en español de Casiodoro de Reina.

Veinte años después, en 1602 se imprime en Amsterdam la revisión que Cipriano de Valera ha estado haciendo de la Biblia de Casiodoro de Reina.

A partir de este momento se conoce a esta versión con el nombre de Biblia Reina-Valera.

Es mismo año de 1602 fallece en Londres Cipriano de Valera.

 

D. Fray Luis de León

Pero no sólo los reformistas se las tuvieron que ver con la Inquisición por sus ideas y traducciones de la Biblia.

También eclesiásticos profundamente católicos como el poeta y teólogo Fray Luis de León tuvo un encontronazo con la iglesia que le costó cinco años de prisión.

Fray Luis de León nació en Belmonte, entre los años 1527 y 1528.

Con catorce años deja a su familia para ingresar en la Orden de los Agustinos de Salamanca, en cuya universidad será profesor posteriormente.

El incidente en cuestión que le hizo dar con sus huesos en la cárcel fue haber traducido el Cantar de los Cantares del hebreo, para que lo pudiera entender una prima suya, llamada Isabel de Osorio, religiosa del convento de Santi Spiritus, también en Salamanca, y que desconocía la lengua latina.

Retrato de Fray Luis de León

Le denuncian los dominicos no sólo por haber traducido una parte de las Sagradas Escrituras al castellano, sino también por haber preferido el texto en hebreo del Antiguo Testamento, en lugar a la versión latina de la Vulgata.

En Valladolid pasa cuatro años y medio en prisión, de marzo de 1572 a diciembre de 1576, donde aprovecha para escribir “De los nombres de Cristo” y algunas poesías como la “Canción a Nuestra Señora”.

Antes de abandonar su mazmorra deja un poema escrito en sus paredes:

Aquí la envidia y mentira

me tuvieron encerrado.

¡Dichoso el humilde estado

del sabio que se retira

de aqueste mundo malvado,

y, con pobre mesa y casa,

en el campo deleitoso,

con solo Dios se compasa

y a solas su vida pasa,

ni envidiado, ni envidioso!

 

Cuando recupera la libertad vuelve a la Universidad a impartir clases de teología, y es famosa la anécdota que cuenta que sus primeras palabras al reiniciar las clases fueron “Decíamos ayer…” (Dicebamus hesterna die).

Muere en 1591 en convento de los agustinos de Madrigal de las Altas Torres (Ávila).

 

7. Contrarreforma, Concilio de Trento e Índice de Libros Prohibidos

 

A. Contrarreforma

La Iglesia católica romana reacciona alarmada a la Reforma protestante desencadenada por los escritos de Martín Lutero, que considera una herejía, con una serie de medidas.

Se convoca el llamado Concilio Ecuménico de Trento en 1545, se crea una Inquisición Romana y se establece el Index Librorum Prohibitorum, con la intención de frenar el avance de las ideas reformistas y, a la vez renovar la iglesia católica.

 

B. Concilio de Trento

Este concilio lo convoca el papa Pablo III (o Paulo III) en la ciudad de Trento (actual norte de Italia), que por aquella época formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico, pero estaba relativamente cerca de Roma.

El Concilio de Trento tiene lugar durante 25 sesiones que se extenderán desde el año 1545 al año 1563.

En el Concilio la iglesia se reafirma en todas y cada una de las doctrinas tradicionales católicas que los reformistas atacan:

- La figura y autoridad del papa, que son consolidadas.

El papa es la máxima autoridad en la iglesia y está incluso por encima de las Escrituras.

La orden de los Jesuitas introduce el voto de obediencia al papa.

- La confesión de los pecados con un sacerdote confesor. Se colocaran confesionarios en todas las parroquias.

- La adoración de los santos y de las diferentes advocaciones de la Virgen María.

- María es el único ser humano nacido sin pecado original. Se cree en la inmaculada concepción de María.

- La creencia católica en la salvación por de la fe y por las obras.

Se rechaza tajantemente la idea reformista de la justificación únicamente por la fe.

- Se confirma la importancia de la lengua latina en todos los ámbitos de la iglesia.  Las misas se ofician en latín con el sacerdote de espaldas a los fieles.

- Has misas votivas y también de difuntos.

Se reafirma la creencia en el purgatorio y la posibilidad que tienen los fieles en la Tierra de contribuir a acelerar la estancia de las almas de los difuntos en el purgatorio mediante diversas obras, sean estas oraciones, misas, ofrendas, etc.

- Se refuerza la importancia del dogma de la transubstanciación del pan y el vino en la verdadera carne y sangre de Cristo.

- Se confirman los siete Sacramentos católicos.

- El bautismo se administra a los recién nacidos.

- Oposición frontal a la idea reformista de la “sola scriptura“.

Las Sagradas Escrituras son tan importantes como lo es la tradición católica.

- La única versión válida de la Biblia es la Vulgata latina.

- Todos los libros de contenido teológico serán sometidos a una censura preventiva para evitar ideas perniciosas y contrarias a los dogmas de la iglesia.

Debemos destacar aquí que todos los dogmas aprobados o ratificados en el Concilio de Trento se fundamentaban en la tradición, tanto en las encíclicas papales, como en catecismos, en el Derecho Canónico o en escritos de doctores de la iglesia.

Los teólogos católicos no se apoyan en la Biblia para invalidar las ideas reformistas, sino que recurren a la ingente recopilación de doctos escritos que acumula la iglesia católica.

Las Sagradas Escrituras ocupan un lugar insignificante dentro del sínodo a la hora de argumentar.

Dos van a ser las herramientas de las que se servirá la iglesia para combatir las ideas reformistas que amenazan con extenderse por toda la cristiandad: la Inquisición Romana y la censura de escritos con la creación del Índice de Libros Prohibidos (Index Librorum Prohibitorum).

 

C. La Inquisición Romana

La Inquisición Romana, conocida igualmente como la Congregación del Santo Oficio fue fundada por el papa Pablo III en 1542 mediante la publicación de la bula Licet ab initio con el objetivo primero de combatir la expansión de las ideas reformistas.

Se trataba de actuar de manera policial desarticulando y castigando a todos aquellos grupúsculos protestantes, que ocultos entre los católicos hiciesen labores de proselitismo y practicaran su religión.

Un punto importantísimo de la Inquisición Romana era el registro de bibliotecas particulares, imprentas, etc. para decomisar escritos perniciosos por su contenido herético, así como Biblias traducidas a lenguas vernáculas.

 

D. Index librorum prohibitorum

El Índice de libros prohibidos (Index librorum prohibitorum) era, como su propio nombre indica, un largo índice o lista de libros y escritos que la iglesia católica consideraba peligrosos, bien por su contenido erróneo, nocivo para la fe o directamente contrario a la doctrina católica.

Todas las publicaciones incluidas en este índice estaban prohibidas para los fieles.

A petición de la iglesia, el emperador Carlos V encomienda a la Universidad de Lovaina la elaboración de una lista de libros prohibidos. Dicha lista se publica en el año 1546.

La iglesia se apropia de dicha lista en el año 1551 para hacerla válida en toda la cristiandad.

En la primera edición impresa y publicada de dicha lista, en año 1559, leemos lo siguiente: “No se puede imprimir, leer o poseer ninguna Biblia en lengua vulgar, es decir, ni en alemán, ni en francés, español, italiano, inglés u holandés si licencia del Santo Oficio o de la Santa Inquisición Romana” (Biblia omnia vulgari idiomate, scilicet Germanico, Gallico, Hispanico, Italico, Anglico sive Flandrico, &c. conscripta, nullatenus vel imprimi, vel legi, vel teneri possint absque licentia sacri officii S. Romanse inquisitionis).

Todo aquel que leyera o tuviera una Biblia en lengua vulgar no podía ser absuelto de sus pecados hasta que la entregara al obispo.

A su vez, los libreros que vendieran o consiguieran Biblias a aquellos fieles sin licencia eclesiástica para acceder a las Escrituras, debía pagar una multa al obispo.

El 24 de marzo de 1564, siguiendo una determinación tomada en el Concilio de Trento, el papa Pío IV promulga el El Index librorum prohibitorum.

En todas las ediciones del Index Librorum Prohibitorum aparecían siempre la Biblia de Lutero, y otras traducciones en lenguas populares. En la edición del año 1599 leemos: “La Biblia de Martín Lutero… junto con todas las Biblias similares, donde quiera que hayan sido impresas” (Biblia Martini Luteri… cum universis similibus Bibliis ubicunque excusis).

La iglesia católica mantiene este índice en vigor durante 400 años, revisando su contenido para ir añadiendo o quitado obras en las diferentes ediciones.

Veamos a continuación una serie de bulas y decretos que diferentes papas van a promulgar para condenar la lectura de las Sagradas Escrituras por parte de los laicos, así como otras medidas drásticas para castigar su incumplimiento. 

El 30. De diciembre de 1622, el Papa Gregorio XV publica una bula en la prohíbe a los fieles leer la Biblia en su lengua materna.

En 1664 se publica una nueva edición del Index Librorum Prohibitorum. El Papa Alejandro VII ordena que se incluyan en el índice todas y cada una de las versiones de la Biblia que hasta la fecha han sido traducidas a lenguas vernáculas.

A mediados del siglo XVIII, cuando la Ilustración está en pleno apogeo se condena a muerte a un protestante suizo llamado Jakob Schmidlin, más conocido por el apodo “Sulzijoggi”.

El 27 de mayo de 1747 se le ahorca en la localidad de Galgenwäldli an der Emme, acusado de ser el cabecilla de un movimiento biblista.

Su cadáver es luego quemado junto a un ejemplar de la Biblia de Lutero.

Se le considera el último mártir de Suiza.

Con él son juzgados más de 100 miembros de su agrupación, 82 de los cuales son castigados con el exilio forzoso.

El Papa Clemente XIII introduce, una década después del incidente con Sulzijoggi, la pena de galeras para todo aquel que ose poseer una biblia traducida al italiano en los Estados Pontificios.

El Papa Pio VII prohíbe en 1816 al clero polaco el uso de la biblia en polaco, argumentando que está más que demostrado que la lectura de las Sagradas Escrituras en lenguas populares ha causado más perjuicios que beneficios.

El 5 de mayo de 1844, el Papa Gregorio XVI promulga su encíclica “Inter Praecipuas Machinationes” en la que se despacha exclusivamente contra las llamadas Sociedades Bíblicas, redundando en la creencia ancestral de la iglesia católica, de que la lectura de las Sagradas Escrituras en lenguas vernáculas es tremendamente pernicioso para todo creyente, pues sólo conduce a malinterpretar su contenido, lo que a lo largo de la historia a llevado a las diferentes herejías que la iglesia ha tenido que combatir.

Tan sólo dos años y medio después, el 9 de noviembre de 1846, el Papa Pío IX escribe la encíclica “Qui pluribus” en la que vuelve a la carga contra las llamadas Sociedades Bíblicas, de las que dice que continuando los antiguos métodos de los herejes, no paran de manipular el significado de la Biblia, la cual, contraviniendo las normas de la iglesia, traducen a todas las lenguas y las interpretan falsamente.

De esta manera consiguen que los prosélitos que hacen se alejen de la tradición, la doctrina y la autoridad de la Iglesia Católica.3

Tres años más tarde, el 18 de mayo de 1849 se decomisan en una imprenta 3000 Biblias en italiano que son entregadas a las llamas.

El mismo Papa Pío IX prohíbe en 1851 las misas en lengua italiana. También se decreta que todo aquel que sea sorprendido en posesión de una biblia en italianos será juzgado y condenado.

Esto le sucede al conde Piero Guicciardini, promotor del evangelismo, el cual es detenido junto con seis correligionarios el día 7 de mayo de 1851, cuando se encontraban leyendo juntos las Sagradas Escrituras.

La iglesia le condena a 6 meses de prisión por blasfemo, condena que luego pudo permutar por exilio.

Tres años más tarde, en 1854, la policía de la ciudad húngara de Buda confisca, en una redada realizada en la comunidad evangélica, 121 biblias en lengua magiar, las cuales son trituradas en una fábrica de papel.

Algo similar tiene lugar el 7 de diciembre de 1859 frente al palacio del Arzobispado en Santa Fe de Bogotá (Colombia), donde se celebra una quema pública de biblias.

Y a la puerta del siglo XX, concretamente el 25 de enero de 1897, publica el Papa León XIII la Constitución Apostólica Officiorum ac Munerum, en cuyos capítulos II y III recalca que todas las traducciones de la Biblia en lenguas vulgares están vedadas, si no son autorizadas por la iglesia.

Las biblias traducidas por protestantes o repartidas por las diferentes sociedades bíblicas quedan terminantemente prohibidas.4

Sólo se permite el uso de biblias traducidas para los estudiantes de teología.

En pleno siglo XX, del 11 de octubre de 1962 al 8 de diciembre de 1965 se celebra en Roma el Concilio Vaticano Segundo, con el que se pretendía modernizar la iglesia y adaptarla a los tiempos. 

El día 8 de febrero de 1966, con el Concilio recién clausurado, el papa Pablo VI ordena que sea abolido el Índice de Libros Prohibidos.

¿Y qué dice la iglesia católica sobre el uso de traducciones de las Sagradas Escrituras en el siglo XXI?

Pues la respuesta la tenemos en el Código de Derecho Canónico, concretamente en el libro III, título IV, párrafo 825, parágrafo 1: “Los libros de la sagrada Escritura sólo pueden publicarse si han sido aprobados por la Sede Apostólica o por la Conferencia Episcopal; asimismo, para que se puedan editar las traducciones a la lengua vernácula, se requiere que hayan sido aprobadas por la misma autoridad y que vayan acompañadas de las notas aclaratorias necesarias y suficientes”.

Evidentemente estamos hablando de las biblias católicas. Afortunadamente la iglesia católica ya hace mucho que dejo de tener la autoridad de requisar biblias traducidas y destruirlas, castigando al propietario o traductor de las mismas.


Durante siglos la iglesia católica persiguió, detuvo, torturó y asesinó a todos aquellos hombres que quisieron acercar la palabra de Dios a todos los que la desconocían.

Los clérigos quemaron todos los ejemplares de la Biblia traducida a lenguas vulgares, que cayeron en sus manos, y no admitieron que nadie se acercara a las Escrituras, las leyera, las estudiara y las diera a conocer.

Sólo la iglesia católica tenía el derecho a leer e interpretar la Palabra.

Pero ese monopolio comenzó a resquebrajarse en el siglo XVI, y tuvieron que pasar casi cinco siglos, para que la Biblia pudiera liberarse completamente del secuestro al que había sido sometida.   

Y es que, como dijo Jesucristo nuestro Señor: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. (Mateo 24,35) RVA 2015.

 

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1. Item statuitur, ne aliquis libros veteris vel novi testamenti in romanico habeat. Et si aliquis habeat, infra octo dies post publicationem huiusmodi constitutionis a tempore sententiae, tradat eos loci episcopo comburendos, quod nisi fecerit, sive clericus fuerit sive laicus, tamquam suspectus de haeresi, quousque se purgaverit, habeatur.” (Conventus Tarraconensis 1234). Geschichte des deutschen Kirchenliedes bis auf Luthers Zeit. August Heinrich Hoffmann von Fallersleben. Página 55.

2. “Cap. XXXVI. De libris theologicis non tenendis etiam a laicis in latino, et neque ab ipsis, neque a clericis in vulgari […] teneri faciatis ad plenum, quicquid iustum noveritis et statutum.” Carl Mirbt: Quellen zur Geschichte des Papsttums, 1911, Pág. 156

3 “Questo vogliono le scaltrissime società Bibliche mentre, rinnovando le vecchie arti degli eretici, senza badare a spese non si peritano di spargere fra gli uomini anche più rozzi i libri delle divine Scritture, volgarizzati contro le santissime regole della Chiesa e sovente corrotti con perverse spiegazioni, affinché, abbandonate la divina tradizione, la dottrina dei Padri e l’autorità della Chiesa cattolica” Encíclica qui plurimus. Pío IX.

4. “versiones omnes in lingua vernacula, etiam a viris catholicis confectae, omnino prohibentur, nisi fuerint ab Apostolica Sede approbatae, aut editae sub vigilantia Episcoporum cum adnotationibus desumptis ex Sanctis Ecclesiae Patribus, atque ex doctis catholicisque scriptoribus. Interdicitur versiones omnes Sacrorum Bibliorum, quavis vulgari lingua ab acatholicis quibuscumque confectae, atque illae praesertim, quae per Societates Biblicas, a Romanis Pontificibus non semel damnatas, divulgantur”.