Persecución de las Sagradas Escrituras antes de Cristo.
1. Introducción
2. La revuelta de los Macabeos
1. Introducción
Por la lectura del Antiguo Testamento sabemos que en varias
ocasiones el pueblo hebreo ha estado a punto de desaparecer de la faz de la
tierra por voluntad de diferentes reyes.
Sabemos que el faraón egipcio dio la orden de
acabar con la vida de todos los bebés judíos.
Más adelante, podemos leer cómo en el año 732 a. C. el
soberano asirio Sargón II invade el reino de Israel y se lleva como botín de
guerra a Asiria a muchos israelitas.
También conocemos cómo en el año 587 a.C., el rey babilónico
Nabucodonosor II, toma Jerusalén, capital del reino de Judá y deporta a la
mayoría de los judíos a Babilonia.
Bien, no son estas las únicas calamidades a las que tiene que hacer frente el pueblo judío a lo largo de su historia, pues allí por donde pase o donde quiera que se asiente va a encontrar pueblos hostiles contra los que tendrá que luchar y defenderse.
Pero hasta el siglo II a.C. ninguno se había propuesto
acabar con la esencia misma de pueblo judío: su religión.
Veremos cómo, con la llegada de los griegos a Oriente Medio,
esto va a cambiar.
2. La revuelta de los Macabeos
Alejandro Magno, en su insaciable ambición de aportar
tierras a su imperio macedonio, va extendiendo sus campañas militares por el
este hasta llegar al valle del río Indo, en la India.
En el año 323 a. C. fallece el caudillo griego a escasos
días de cumplir 33 años.
Se produce un conflicto entre sus generales (diádokos) para
ver quién se queda con la mejor porción en el reparto.
Al final se quedan 4 generales con el imperio, siendo uno de
ellos, Seleuco I Nicátor, el que se apodera de la mayor parte de los
territorios: se queda con parte de Asia Menor, Israel, Siria, Mesopotamia y
Persia.
Este Seleuco I Nicátor crea en el año 312 a.C. un imperio
con sus posesiones y funda también a una dinastía: El imperio y la dinastía seléucidas.
Un siglo y medio más tarde, uno de sus sucesores, Antíoco IV
Epífanes, decide unificar todos los pueblos que conforman su extenso y
heterogéneo imperio seléucida.
Para ello será necesario someterlos a todos a un proceso de
helenización obligatorio, que acabe con las particularidades culturales,
lingüísticas y religiosas de cada pueblo.
Y aquí nos encontramos por primera vez en la historia a un
personaje que decide, por medio de un decreto, poner fin a todas las prácticas
y ritos judíos, así como eliminar sus Sagradas Escrituras.
Veamos en detalle qué medidas son estas, que tanto
soliviantaron a los judíos, hasta el punto de que provocar un levantamiento
encabezado por los hermanos Macabeo, lo que acabó siendo la ruina del imperio
seléucida.
El decreto que el rey
Antíoco IV hizo publicar y anunciar en todos sus dominios exigía que todos
los pueblos debían abandonar sus costumbres y adoptar las de los seléucidas, es
decir las tradiciones paganas griegas.
Eso suponía por ejemplo adorar a las diferentes deidades
griegas, ofreciéndoles sacrificios a las estatuas que las representaban, algo
que la Ley Mosaica considera la mayor afrenta contra Dios.
A su vez debían sacrificar animales impuros, como cerdos, en
las diferentes capillas y templos que se construían por doquier.
Pero no sólo se trataba de admitir nuevos ritos, sino que
los judíos debían, además, renunciar a los propios, como por ejemplo: se dejaba
de observar el sábado como día de descanso y no se podían celebrar las otras
festividades religiosas, no se permitía realizar ningún tipo de ofrendas en el
Templo de Jerusalén y no se circuncidaba a los niños al octavo día de nacer.
Todo aquel que osara desobedecer lo estipulado en el decreto
del rey Antíoco IV sería condenado a
muerte.
Para asegurarse de que sus órdenes eran cumplidas por todos
los judíos, el soberano seléucida, creó un cuerpo de inspectores cuya misión
consistía en verificar que, efectivamente, todos realizaban los sacrificios
establecidos en el decreto.
El colmo de las ofensas llegó el día en que Antíoco IV
ordena levantar un altar pagano justo sobre el altar de los sacrificios del
Templo de Jerusalén.
Por si aquel sacrilegio no fuera suficiente, el rey emprende
una campaña de persecución de las Sagradas Escrituras como no se había visto
nunca hasta entonces.
Se produce una búsqueda de escritos por todo el territorio
judío, destruyendo y echando al fuego todos aquellos libros del Tanaj que los
secuaces del rey se iban encontrando.
Si se hallaba algún libro sagrado en casa de algún judío, se
aplicaba de inmediato la pena de muerte para aquel que había osado incumplir la
voluntad del rey, ocultando las Sagradas Escrituras.
Muchísimos judíos, fieles a su Ley, se negaron a transigir
con las medidas impuestas y murieron por su fe.
Aquí nos encontramos con la primera persecución histórica de
las Sagradas Escrituras.
Antíoco IV quiso hacer desaparecer todo escrito religioso
del pueblo judío, y, realmente, consiguió destruir numerosos rollos de la Tora
y otros libros del Tanaj, pero ni de lejos logro acabar con la Palabra de Dios.
Más bien consiguió ofender de manera tan profunda a los judíos piadosos, que
estalló un levantamiento, el cual se convirtió, a los pocos días, en una guerra
abierta contra los tiranos seléucidas, que, con el pasar del tiempo llevaría a
la desaparición de dicha dinastía.
Tal rebelión pasaría a la historia con el nombre de Revuelta
de los Macabeos.
El sacerdote Matatías y sus hijos asesinan a un funcionario
seléucida que se encargaba de supervisar que se cumplían las disposiciones de
Antíoco IV respecto al culto a los dioses griegos, así como a un judío apóstata que estaba dispuesto a dar ejemplo a sus paisanos procediendo a realizar un sacrificio pagano.
Después del atentado, cometido a plena luz del día, Matatías
y sus vástagos huyen al monte. Van reclutando a un grupo de fieles con quienes
llevarán a cabo todo tipo de emboscadas, atrapando a los soldados de Antíoco IV
en una guerra de guerrillas que irán desgastando al ejército griego.
Los seléucidas perderán poco a poco el control sobre Judea,
que va pasando a manos de Matatías y sus hijos, conocidos como los Macabeos,
los cuales instaurarán una monarquía judía: la dinastía Asmonea.
Todas las imágenes usadas en este artículo han sido sacadas de Wikipedia.
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