Mostrando entradas con la etiqueta Herodes Agripa II. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Herodes Agripa II. Mostrar todas las entradas

jueves, 30 de abril de 2020

¿Quién fue Herodes Agripa II?

1. Introducción

2. Familia
      Padres
      Hermanos
      Descendencia

3. Infancia y juventud

4. Reinado
      Rey de Calcis
      Trueque de Calcis por otras posesiones
      Ampliación de territorios
      Agripa y la política matrimonial
      Administrador del Templo de Jerusalén

5. Judea, el avispero de Oriente
      Agripa, intercesor de los judíos
      Primer conflicto: judíos de Perea y de Filadelfia
      Segundo incidente: la disputa por las vestiduras
      Tercer conflicto: Teudas
      Cuarto conflicto: la provocación del soldado
      Quinto incidente: más provocaciones
      Sexto incidente: conflicto con los samaritanos
      Séptimo incidente: el asesinato del Sumo Sacerdote
      Octavo incidente: el Egipcio
      Noveno conflicto: judíos contra gentiles en Cesarea
      Décimo quebradero de cabeza: Los sicarios
      Undécimo percance : El atico de Herodes Agripa II
      Jerusalén ciudad sin ley.
      Gesio Floro: el principio del fin

6. La revuelta del año 66 y la guerra de los judíos
      Cesarea de Filipo: el detonante de la guerra
      Asalto y robo en el Templo de Jerusalén
      El ejército de Herodes Agripa II
      Triunfo del rebelde Menahem
      Oleada de violencia en todo Oriente
      Cestio Galo no consigue doblegar a los rebeldes
      Los rebeldes se reorganizan
      El incidente de Varus
      Titus Flavius Vespasianus y la campaña de Galilea
      El asedio de Gamala
      Concluye la campaña de Galilea
      Muerte de Nerón y sucesión de emperadores
      Sitio de Jerusalén
      Maqueronte, Herodión y Masada, los últimos coletazos

7. Mecenas

8. Pablo ante Herodes Agripa II en Cesarea
      Arresto de Pablo
      Pablo apela a su derecho como ciudadano romano
      La visita de Herodes Agripa II

9. Martirio del Apóstol Jacobo el Justo

10. Incógnitas sin despejar
      Fin del reinado de Herodes Agripa II
      ¿Qué vínculo tuvo Herodes Agripa con Judea después de     la guerra?
      Fecha de la muerte de Herodes Agripa II
      ¿Mantuvo Herodes Agripa II una relación incestuosa con     su hermana?

1. Introducción
Con Herodes Agripa II y sus hermanas Berenice, Mariamna y Drusila, llegamos a la cuarta y última generación de los Herodes.
Efectivamente, con este monarca se acaba la dinastía.

De él se ha llegado a decir que era el más sensato de toda la larga serie de reyezuelos con apellido Herodes que, a lo largo de aproximadamente un siglo, llevaron las riendas de Israel, como títeres, eso siempre, del imperio romano.

Herodes Agripa II, como ciudadano romano de alta cuna que era, tenía un nombre romano compuetos de tres partes: Marco Julio Agrippa (su nombre completo en latín era Marcus Iulius Agrippa).
Hijo de el rey Herodes Agripa I, vivió entre los años 27 d. C. hasta los años 92 ó 93 d. C.
Las fuentes rabínicas le llaman Rey Yannai, mientras que a su padre lo llaman Rey Agripa.

Retrato imaginario de Herodes Agripa II

Gobernó desde el año 50 d.C. hasta su muerte, acaecida hacia los años 92 o 93 d.C., es decir más de cuarenta años, con lo que se convirtió en uno de los herodianos que más años detentó el poder.
Veamos en este artículo quién fue este último monarca herodiano y cómo transcurrió su vida.

2. Familia

Padres
Al igual que otros miembros de la dinastía herodiana, Herodes Agripa II descendía de las dinastías herodianas y hasmoneas, tanto por parte de su padre Herodes Agripa I, como de su madre Cypros III.

Hermanos
Herodes Agripa II era el hermano mayor de un total de cinco hermanos:
a) Herodes Agripa II, nacido en el año 27 d.C.
b) Berenice, nacida el año 28 d.C.
c) Mariamna, que nació en el año 34 d.C.
d) Drusila, de la que se dice que vino al mundo en el año 38 d.C.
e) Druso, que murió muy joven.

Descendencia
Ya hemos mencionado más arriba que, a la muerte de Herodes Agripa II, se agota la dinastía herodiana.

Herodes Agripa II, muere sin dejar descendientes y ningún otro pariente cercano descendiente de Herodes tenía ya ninguna región, país o reino bajo su mando.

3. Infancia y juventud
Herodes Agripa II, al igual que hiciera su padre Herodes Agripa I, creció y fue educado en Roma, en el entorno de la corte imperial.

Allí vivía con su madre y sus hermanos sin que nada le faltara, bajo la sombra protectora de la familia imperial de la dinastía Julio-Claudia, hasta que en el año 44 d.C. muere su padre Herodes Agripa I.

Herodes Agripa II, que contaba a la sazón con tan solo 17 años, es considerado por el emperador Claudio demasiado joven e inmaduro como para hacerse cargo de una región tan compleja y levantisca como es Judea.

El César decide convertir los territorios reinados por su padre Agripa en una provincia romana puesta al mando de un prefecto: Cuspius Fadus. 

El territorio de Herodes Agripa I se convierte en una provincia romana, pero gobernada por un procurador y puesta bajo la jurisdicción del gobernador de Siria.

La provincia romana de Judea pasaba a
a) estar gobernada por un prefecto o procurador romano
b) y a estar sujeta exclusivamente al Emperador y no al Senado.

Conviene señalar aquí que la provincia de la que estamos hablando ahora era un territorio más extenso que la antigua provincia de Judea creada en el año 6 d.C. cuando destituyeron al etnarca Arquelao.
Ahora comprendía:
1. Judea propiamente dicha
2. Samaria
3. Idumea
4. Galilea
5. Perea
6. La antigua tetrarquía de Filipo, es decir Batanea, Traconítide, Auranitis y el Golán.
7. Las tetrarquias de Lisanias II (Iturea) y de Varus.
Así pues Herodes Agripa II ve que con la pérdida de su padre se esfuma también su reino.

4. Reinado

Rey de Calcis
Cuando en el año 48 d.C. fallece su tío Herodes de Calcis, el emperador Claudio decide concederle a Herodes Agripa I ese reino y de esta manera lo nombra rey de Calcis, aunque tendrá que esperar algo más de un año para poder ejercer efectivamente como al monarca.

Aristóbulo, el hijo de Herodes de Calcis, y por lo tanto el legítimo heredero del reino de Calcis, ve como su herencia pasa a manos de Herodes Agripa II.

Para recompensar a Aristóbulo por esta pérdida, el emperador Nerón decide nombrarlo rey de la Armenia Inferior.

Allá que marcha Aristóbulo investido como rey por Nerón junto con su mujer, Salomé, la famosa bailarina de los Evangelios que le pidió la cabeza de Juan Bautista en una bandeja.

Trueque de Calcis por otras posesiones
En el año 53 d. C., Herodes Agripa II recibe de parte del emperador Claudio en lugar del reino de Calcis:

1. la antigua tetrarquía de Filipo, es decir:
a) Batanaea
b) Traconítide und
c) Auranitis
d) El Golán

2. así como las regiones de Lisanias (Iturea) y Varus.

Ampliación de territorios
Por si esto fuera poco, al año siguiente, es decir en el 54 d. C., el emperador Nerón le vuelvea ampliar los dominios de Herodes Agripa II cediéndole las ciudades de:
a) Tiberíades y Tariquea (también conocida como Magdala) en Galilea
b) Julias in Perea con catorce poblaciones ubicadas en sus cercanías.

Palestina en el siglo I d.C.

Otra ampliación de sus territorios se producirá después de la I Guerra Judeo-Romana, cuando el emperador Vespasiano le conceda al monarca territorios adicionales al norte de su reino, como recompersa por haber ayudado a los romanos a derrotar a los rebeldes judíos.

Agripa y la política matrimonial
Nada se sabe nada de la esposa o esposas de Herodes Agripa II. Es más bien su hermana Berenice, que en el año 48, con tan solo 20 años se había quedado viuda por segunda vez, la que desempeña el papel de reina a su lado.

Herodes Agripa II, como pater familiae que es, se encarga de casar a sus hermanas de la manera más provechosa para la dinastía y para la política de Israel:
a) Hacía en año 53 entrega a su hermana Mariamna a Arquelao, hijo de Helcias, vasallo de su padre Herodes Agripa I.
b) Cuando su hermana Mariamna abandona a Arquelao, Herodes Agripa II la dará en matrimonio  a Demetrio, el judío más prominente de Alejandría, tanto por nacimiento como fortuna, que por aquel entonces era Alabarca de dicha ciudad egipcia.
c)  También en el año 53 casa Agripa II a su hermana pequeña, Drusila, con Aziz de Emesa.
d) A su hermana Berenice la casa en d.C. con Polemón

Adrministrador del Templo de Jerusalén
Herodes Agripa II obtiene también del emperador el privilegio del control exclusivo sobre el Templo de Jerusalén, así como la potestad de nombrar al Sumo Sacerdote.

Ambos privilegios habían sido concedidos anteriormente a su tío Herodes de Calcis. Al heredar Herodes Agripa II el reino de su tío recibe también dichas prebendas.

Templo de Jerusalén

De esta manera se convierte en la cabeza religiosa de los judíos, tanto de los que vivían en Judea y Galilea como de los que se encontraban dispersos por todo Oriente.

Este cargo no dejaba de tener una enorme responsabilidad, pues suponía para aquel que lo detentara, pasar a ser el intermediario entre los judíos y las autoridades romanas para cualquier percance que surgiera, lo que no dejaba de ser algo bastante frecuente.

5. Judea, el avispero de Oriente

Agripa, intercesor de los judíos
Como ya hemos dicho más arriba, a la muerte de Herodes Agripa I, el emperador Claudio no cree conveniente que su joven hijo de mismo nombre esté capacitado para administrar una región tan complicada como era en aquella época Judea, que se había convertido en el avispero de Oriente.

Claudio juzga más adecuado convertir el reino del recién fallecido Herodes Agripa I en la provincia romana de Judea y colocar al frente de la misma a un procurador romano.

Un procurador venía a ser lo mismo que era anteriormente un prefecto, sólo que a partir de ahora (año 44 d.C.) se va a llamar procurador aquel funcionario encargado de gobernar dicha provincia y que va a estar siempre subordinado al gobernador de Siria.

El primer procurador de esta nueva provincia de Judea va a ser Cuspio Fado (Cuspius Fadus en latín).
Mientras Cuspio Fado se encarga de gobernar Judea, Herodes Agripa II permanece en Roma, en la corte del emperador Claudio, asesorándole sobre temas religiosos judíos, al igual que hiciera anteriormente su padre Herodes Agripa I.

Como vamos a ver, los conflictos politicos, religiosos y sociales que se van a producir en Judea en los próximos años no son pocos.

En algunos casos Herodes Agripa hará de intermediario desde Roma, en otros no nos consta que interviniera de ninguna manera, y en otros se implicará directamente -esto último cuando se encuentre residiendo en Jerusalén.

Primer conflicto: judíos de Perea y de Filadelfia
La primera de dichas desavenencias va a ser un conflicto fronterizo ; los ciudadanos judíos de la región de Perea andaban en disputas con sus vecinos de la ciudad de Filadelfia (la actual Amman, en Jordania).

Cuspio Fado, recién llegado a Judea como procurador, se encuentra con este altercado.
Al parecer la causa de la trifulca era una localidad llamada Mía. Los ciudadanos de Perea, sin dar parte a ningún tipo de autoridad, deciden ir por libre y, armándose con todo aquello que encuentran, salen al encuentro de sus vecinos de Filadenfia acabando con todos los que pueden.

Cuspio Fado monta en colera cuando es sabedor de que los judíos de Perea no han acudido a él para exponerle el caso, sino que han actuado por su cuenta.

Inmediatamente el procurador romano hace detener a los tres cabecillas del desaguisado, y ordena ejecutar a uno de ellos : Aníbal, y manda desterrar a los otros dos : Amarán y Eleazar.

Segundo incidente: la disputa por las vestiduras
Las vestiduras sagradas que empleaba el Sumo Sacerdote en sus rituales en el Templo de Jerusalén no estaban en manos de los propios sacerdotes judíos, sino que eran custodiadas por las autoridades civiles romanas.

Según Joaquín González Echegaray (Los Herodes: Una dinastía real de los tiempos de Jesús, Ediotrial Verbo Divino, 2007. Páginas 199-202) dichas vestiduras sagradas sólamente se le prestaban al Sumo Sacerdote siete días antes de las siguientes fiestas sagradas:
a) Yom Kippur
b) Pascua
c) Pentecostés
d) y la fiesta de los Tabernáculos.

Esto venía siendo así desde tiempos de Herodes el Grande, hasta que en el año 37 d.C. el gobernador de Siria, Lucio Vitelio, después de ser destituido el odiado prefecto de Judea Poncio Pilato, y con la voluntad de congraciarse con los judíos, decidió otorgarles las prendas litúrgicas a los sacerdotes.

Así estaba la cosa, cuando apenas siete años más tarde, con Cuspio Fado en el cargo de procurador de Judea, salió una disposición del emperador Claudio, según la cual, las vestiduras sacerdotales debían pasar a manos romanas que las mantendrían en su poder.

Cuspio Fado convoca a los sacerdotes y a los notables judíos para trasladarles las órdenes del emperador.

Como a esas alturas los romanos ya les tenían muy tomadas las medidas a los judíos, sabían que la zapatiesta que éstos iban a montar no iba a ser pequeña. Así pues, curándose en salud, hacen venir a Jerusalén al legado romano en Siria, Cassius Longinus, acompañado de un numeroso cuerpo de legionarios para mantener el orden.

Tras varias deliberaciones, y queriendo apaciguar los ánimos de los judíos, el procurador y el legado llegan a la conclusión de que quizá sea conveniente permitirles a los sacerdotes enviar una embajada a Roma para comunicarle al emperador su malestar por la medida tomada con respecto de la tutela de las vestiduras.

Aquí es donde interviene Herodes Agripa II, que hace las veces de asesor en cuestiones judías, e intercediendo por sus paisanos y correligionarios, consigue que el emperador revoque su resolución anterior.

No fue este el único incidente al que se va a tener que enfrentar el recien estrenado procurador romano Cuspio Fado en tierras judías.

Durante su mandato Faduo Cuspio tuvo que lidiar con varios conflictos en su provincia.
Los dos más importantes los describimos aquí abajo

Tercer conflicto: Teudas
Flavio Josefo afirma que Cuspio Fado tuvo que lidiar con más revueltas antirromanas que los prefectos romanos anteriores a él.

El hecho de que a la muerte del rey judío Herodes Agripa I su reino pasara a convertirse en una provincia romana y fuera gobernara por un procurador no ayudó especialmente a calmar los animos de por sí caldeados de la población judía.

Recién desembarcado en Judea el primer procurador de la provincia de Judea, un iluminado llamado Teudas (realmente Ceudas -Θευδς), que se había autoproclamado Mesías, hace un llamamiento a sus paisanos para levantarse contra la autoridad romana.

Viéndose a sí mismo como un profeta, entendió que su misión era congregar en torno a su figura a su pueblo para acaudillarlos hacia la liberación, como en tiempo hiciera Moisés.

Flavio Josefo no relata en su obra Antigüedades Judías, libro XX, que Teudas reunió a una enorme muchedumbre y los convenció de que le siguieran, portando todas sus pertenencias, hasta el río Jordán, donde obraría un milagro y al igual que Moisés separaría las aguas para poder cruzar a continuacón sin mayor esfuerzo.

Se especula si pretendía establecer algún tipo de comunidad al otro lado del Jordán que estuviera fuera de la influencia de las autoridades romanas.

Sea como fuere lo cierto es que al nuevo procurador de la provincia, Cuspio Fado, las aspiraciones liberadoras de Teudas no le gustaron nada.

Viendo en la figura del pseudoprofeta un peligro para la unidad y el orden de la región que debía administrar, decidió cortar por lo sano y dar captura al causante de las revueltas.

Las tropas enviadas por Cuspio Fado cayeron encima de los seguidores de Teudas, que no vieron venir el peligro, dieron muerte a un gran numero de ellos y a otros los arrestaron.

Igualmente detuvieron a Teudas, el cual fue decapitado y su cabeza fue enviadada a Jerusalén, donde se mostró publicamente, para que se convenciera de todo aquel que quisiera, de que efectivamente había perecido.

Es este Teudas el que aparece mencionado en los Evangelios, concretamente en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 5, versículo 36 : «Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que él era alguien. A este se unieron como cuatrocientos hombres. Pero él fue muerto, y todos los que le seguían fueron dispersados y reducidos a la nada. » (Reina Valera Actualizada 2015)

Cuarto conflicto: la provocación del soldado
Cuando tuvo lugar este segundo percance Herodes Agripa II ya era rey de Calcis.
Por aquel entonces la provincia de Judea se encontraba gobernada por su tercer procurador: Ventidio Cumano.

Después de que Cuspio Fado dejara su cargo en el año 46 d.C. el poder pasó a manos de Tiberio Julio Alejandro.

Durante los dos años que estuvo Tiberio Julio Alejandro al mando los judíos gozaron de un periodo de relativa calma.

Los únicos incidentes que Flavio Josefo nos refiere a la época de Tiberio Julio Alejandro son dos:
a) Una hambruna que se desató por Judea y que pudo ser mitigada gracias a la generosidad de la reina Elena de Adiabene que donó trigo a la población.
b) La crucifixión de los hijos del zelote Judas el Galileo, que al igual que su padre se habían echado al monte para combatir a las fuerzas de ocupación romanas.

Bajo el gobierno de Ventidio Cumano, que estuvo al cargo de Judea entre los años 48 y 52 d.C., se produjeron algunos desordenes, que podríamos considerar como un preludio de la gran revuelta que se venía gestando.

Durante la principal festividad judía, la Pascua, se produce un grave altercado, nada menos que en el mismo templo de Jerusalén, el lugar más sagrado para un judío en la tierra.

Al cuarto día de las grandes celebraciones, uno de los soldados romanos destacados en Jerusalén se encontraba junto a uno de los pórticos del atrio de los gentiles, vigilando que todo transcurriera con orden cuando, presa del aburrimiento, del odio a los judíos y de la estupidez, realizó un gesto vulgar que irritó a los judíos, que entendieron aquella ofensa como una profanación de su templo, una más de las muchas que se habían producido.

Se produce un tremendo alboroto y los más exaltados comienzan a agredir a las tropas romanas desplegadas por Jerusalén, que se tienen que refugiar a toda prisa en la Torre Antonia de la ira del pueblo.

Cumano reacciona con contundencia y envía varias tropas de legionarios a sofocar a los alborotadores y a rescatar a sus hombres confinados en la Torre Antonia.

La aparición de soldados romanos con cara de malas intenciones provoca una estampida entre la muchedumbre que resulta fatal: atrapados en las estrechas callejuelas de Jerusalén miles de judíos mueren o resultan gravemente heridos, bien por la brutal carga de la soldadesca, o bien arrollados por las propias masas que corren despavoridas.

Flavio Josefo refiere que hubo veinticinco mil muertos en aquel tumulto. Aquella Pascua, y no era la primera vez que esto sucedía, se convirtió en fecha de luto.

Quinto incidente: más provocaciones
Con la sensibilidad a flor de piel se produce un nuevo incidente que desata otra ola de indignación:
En una aldea de Judea, no muy lejos de Jerusalén, un legionario romano halla un rollo de la Torah y burlándose de los judíos lo destroza a la vista de todos.

Los sacerdotes judíos se dirigen a Cesarea para protestar ante Ventidio Cumano, el cual para evitar una nueva oleada de desórdenes decide actuar con contundencia y condena a muerte al causante de los problemas.

Sexto incidente: conflicto con los samaritanos
En este incidente, por fin interviene Agripa II.

Las desavenencias entre judíos y samaritanos venían de siglos atrás.
Todos hemos leído en los Evangelios como ambas comunidades se profesaban una mutua antipatía que se dedicaban a cultivar.

Los samaritanos eran considerados impuros para los judíos.
Mientras que los judíos tenían su Templo en Jerusalén, los samaritanos tenían su propio santuario en el monte Gerizim. Ambos consideraban que sólo su templo era el auténtico y legítimo hogar de Dios.

De igual manera que los judíos no desaprovechaban ninguna ocasión para despreciar y humillar a los samaritanos, éstos a su vez fastidiaban todo lo que podían a su vecinos del sur; y así cuando no arrojaban huesos humanos dentro del recinto del Templo de Jerusalén para profanarlo, acosaban a los judíos galileos que debían cruzar Samaria para dirigirse a Jerusalén con motivo de la celebración de las grandes fiestas religiosas.

En la ocasión que nos ocupa de las provocaciones se pasa rápidamente a las manos y aquello desemboca en un auténtico baño de sangre donde perecen numerosos peregrinos galileos.

Un judío ultranacionalista llamado Eleazar Ben Dinai (o sea Eleazar hijo de Dineo), decide reunir una banda de exaltados como él para realizar una incursión en Samaria y, de esta manera, vengarse.
Se produce una nueva matanza, esta vez entre las filas samaritanas.

Ventidio Cumano, una vez que se entera de las hostilidades entre ambos grupos, se pone del lado de los samaritanos, lo cual no ayuda precisamente a mejorar las, de por sí, ya maltrechas relaciones con sus súbditos judíos.

Cumano soluciona los disturbios con violencia, envía a sus tropas a reprimir a los judíos y estos se preparan para enfrentarse a los soldados. En medio de todo tenemos a la casta sacerdotal intentando calmar los ánimos, porque por experiencia sabía que soliviantar a los romanaos traía muy malas consecuencias.

Se produce una sangrienta refriega donde caen bastantes judíos y los que se libran ponen pies en polvorosa y se ocultan entre los riscos y aldeas de Judea.

Un grupo de notables judíos de Galilea, aprovechando que el gobernador de Siria, Cayo Umidio Durmio Cuadrado, del cual dependía la provincia de Judea, se encontraba en cercana ciudad fenicia de Tiro, resuelven presentarse ante él y exponerle sus quejas personalmente, acusando al prefecto de Judea de imparcial y de brutal.

El gobernador Cayo Umidio Durmio Cuadrado acude a Samaria en el año 52 d.C. y pone fin a las disputas.

Ordena crucificar a todos los rebeldes implicados, tanto samaritanos como galileos.
El sumo sacerdote Ananías, y el Sagán o dirigente del Templo, Anán (también llamado Jonatán) son arrestados y enviados a Roma encadenados.

Los dirigentes samaritanos, el tribuno militar Céler, así como el procurador Ventidio Cumano también deben acudir a Roma a defender su causa ante el emperador.

Cayo Umidio Durmio Cuadrado marcha preocupado a Jerusalén esperando encontrarse a una población hostil y dispuesta a alzarse a la mínima, pero para su grata sorpresa se encuentra una ciudad tranquila que celebra la Pascua Judía en paz y armonía.

Viendo que, por esta vez, se ha podido conjurar el peligro de una gran revuelta, Cayo Umidio Durmio Cuadrado toma su caballo y parte de vuelta a Siria.
Cumano Ventidio es depuesto del cargo y es sustituido por Marco Antonio Félix en el año 52 d.C.

Séptimo incidente: el asesinato del Sumo Sacerdote
Judea era por aquella época un auténtico polvorín.
A las tensiones entre invasores romanos y judíos sometidos se añadían otras cuestiones internas judías que venían arrastrandose desde muchos años atrás y que sumadas a los altercados que se producían con las autoridades romanas hacían de esa región oriental de Imperio Romano un auténtico avispero, donde resultaba extremadamente complicado mantener en orden y la paz por un corto período de tiempo.

Cada vez que surgía un nuevo mesías o profeta entre los judíos se producía un baño de sangre entre sus seguidores.

Por si fuera poco se extendió por aquellos años un grupo de nacionalistas fanáticos terroristas : los sicarios, que con sus afilados puñales de hoja curva (las sicas, de ahí su nombre) se llevaban por delante a todo aquel que les molestara, ya fuera romano o judío.

Una de sus víctimas más famosas fue el Sumo Sacerdote Jonathan ben Hanan (o Hannas), que cayó acuchillado en el año 56 d.C.

No queda muy claro quién ordenó el asesinato de Jonathan.
Flavio Josefo nos informa de que Marco Antonio Félix odiaba al pontífice Jonatás, porque este le reprochaba con frecuencia que no gestionaba muy bien los problemas de Judea.

Marco Antonio Félix no sabía qué hacer para quitarse de encima a un crítico tan molesto, y es aquí donde Flavio Josefo lo acusa de contratar a unos asesinos a sueldo o sicarios (nunca mejor dicho) para acabar con la vida de Jonathan.

El problema es que esto nos lo cuenta Flavio Josefo en su obra Antigüedades Judías, libro XX, capítulo VIII escrita entre los años 93 y 94 d.C.

15 años antes había publicado el mismo Flavio Josefo su obra « La Guerra de los Judíos » donde no se relaciona para nada al procurador Marco Antonio Félix con el asesinato del Sumo Sacerdote. ¿A cuál de los dos obras hemos de creer?, ¿Actuaron los sicarios por su cuenta o fue un encargo que les hizo alguien ?, y si esto último es así ¿Quién fue ese alguien ?, ¿Fue el procurdor Marco Antonio Félix ?

Octavo incidente: el Egipcio
Como acabamos de señalar, en el año 52 d.C. Marco Antonio Félix es nombrado procurador de Judea.

Según algunos autores antiguos, como Tacito, este gobernador se condujo con bastante despotismo hacia sus súbditos.

En aquellos día apareció en Judea otro falso profeta, al que llamaban el Egipcio.
Dicho pseudoprofeta supo congregar a un nutrido grupo de seguidores con los que se dirigió al Monte de los Olivos con la intención de desencadenar una guerra santa contra el invasor romano y echarlo primero de Jerusalén y luego del resto de Judea.

Ni que decir tiene que aquel proyecto acabó catastróficamente.
Marco Antonio Félix mandó a sus tropas a combatir a aquellos iluminados infligiéndoles una terrible derrota y acabando de raíz con aquel movimiento rebelde.

Según Flavio Josefo mueren cuatrocientos seguidores y otros doscientos son hechos prisioneros. Sin embargo el tal « Egipcio », cabecilla del movimineto pudo escapar con vida de la masacre.

Noveno conflicto: judíos contra gentiles en Cesarea
En el año 60 d.C. se produce un grave altercado en Cesarea de Filipo que presagiaba la debacle que se cernía sobre Judea.

En dicha ciudad vivían judíos y griegos en abierta y permanente hostilidad, y no era nada raro escuchar insultos en las calles entre una y otra comunidad, como tampoco era extraño que a veces aquel intercambio de ofensas llegar a más y se produjeran agresiones físicas.

La disputa entre los judíos y los griegos sirios de la misma ciudad giraba en torno al tema de la igualdad de los derechos de ciudadanía.

Los judíos querían tener preferencia sobre sus vecinos y alegaban que el fundador de la ciudad había sido Herodes, judío de nacimiento.

Los griegos sirios por su parte les daban la razón en esto, pero argumentaban a su vez, que antes de que Herodes Filipo II diera el nombre de Cesarea a dicha población para honrar al emperador César Augusto, la ciudad se conocía como Torre de Estratón, y además no moraba por ahí ningún hebreo.
Por si esto no fuera suficiente los judíos hacían de menos a sus vecinos griegos sirios porque estos poseían menos riquezas.

Pero de nuevo los judíos moradores de la ciudad, confiados
A su vez los griegos se vanagloriaban de servir en el ejército romano, en las tropas destacadas en Cesárea o en Sebaste.

Ambas comunidades se insultaban cuando tenían ocasión, y llegaban incluso a arrojarse piedras mutuamente, causando heridos y hasta muertos.
Marco Antonio Félix apeló a los judíos para pedirles que cesaran las hostildades, pero viendo que sus amostaciones caían en saco roto, dio la orden a sus tropas de que atacaran a la comunidad judía de Cesarea, lo que ocasionó numerosos heridos, muertos y prisioneros.
Ese mismo año de 60 d.C. es depuesto Marco Antonio Félix y le sucede como procurador de Judea Porcio Festo.

Al parecer los judíos acusaron a Marco Antonio Félix de abuso de poder y todo tipo de injusticias ante Nerón, pero pudo irse de rositas porque Pallas, el hermano de Marco Antonio Félix tenía mucha influencia en la corte del emperador y pudo conseguir que los crímenes de su hermano quedaran impunes.

Por si no fuera suficiente el atropello cometido contra los derechos de los judíos de Cesarea, se añade a esta injusticia otra que también cometió Nerón.

Un tal Burro (ese era realmente su nombre), instructor de Nerón y que además se ocupaba de los asuntos de las regiones griegas del imperio, había recibido un soborno de parte de los griegos de Cesárea para que, haciendo valer su ascendiente sobre Nerón, convenciera al emperador para que les retirara la ciudadanía a los judíos que habitaban Cesarea de Filipo.

Así hizo Burro y consiguió de Nerón lo solicitado, pues el emperador firmó un decreto que desposeía a los judíos de la ciudadanía.

Según Flavio Josefo ese fue el motivo de todas las desgracias que sobrevinieron al pueblo judío en los años siguientes, pues cuando los judíos de Cesarea se enteraron de lo que habían perpetrado sus vecinos estalló un auténtico conflicto.

Lo que, en un principio, podría parecer como un simple conflicto local se convirtió en una cuestión grave que pasó a afectar a todos los judíos, que se solidarizaron con sus paisanos de Cesarea de Filipo.

Como digo, todos judíos, tanto los que habitaban en Judea, como las comunidades de la diáspora, se sintieron igual de agraviados e injustamente tratados que los judíos de Cesarea.

Se hace patente un fuerte sentimiento de malestar entre los más nacionalistas y religiosos que cada vez están más hastiados de la presencia « contaminante » de los paganos en su tierra santa.
Aunque la violencia que aplica Porcio Festo para aplacar el descontento y las protestas de los judíos es enorme, ello no es cortapisa para que continúe habiendo enfrentamientos entre judíos y griegos, o entre judíos y soldados romanos, hasta llegado el año 66 d.C., que es cuando estalla la revuelta judía.

Décimo quebradero de cabeza : Los sicarios
En un ambiente completamente enrarecido por la violencia y por la feroz represión de los romanos, crecen los grupos de rebeldes judíos que sólo creen en las armas como solución.

Flavio Josefo relata que cuando Porcio Festo llegó a Judea, Jerusalén y toda la región, estaban llenas de bandidos y terroristas que asaltaban las aldeas que consideraban enemigas para luego incendiarlas.
Los sicarios se infiltraban entre la multitud de peregrinos que acudían a Jerusalén para visitar su templo y con sus sicae - o puñales de hoja curva-, que llevaban ocultos en los pliegeues de sus túnicas, asesinaban a quien querían.

Y en aquel clima de odio y sangre no dejaban de surgir falsos profetas que anunciaban todo tipo de salvación para el pueblo, unos más pacíficos, otros abiertamente violentos y hostiles a los romanos, pero todos considerados una amenaza para el orden establecido y, por lo tanto, salvajemente reprimidos por las tropas de los sucesivos procuradores.

Undécimo percance: El ático de Herodes Agripa II
Para añadir un poco de leña al fuego, al rey Agripa se le ocurre por aquellos días levantarse  un enorme salón en la parte alta de su palacio en Jerusalén.

Desde dicho salón comedor se veía lo que ocurría en el templo, cosa que le gustaba mucha hacer al monarca cuando comía.

Cuando las autoridades religiosas se enteraron de la afición del rey a alcahuetear lo que tenía lugar en el templo, montaron en cólera y es que las ni las costumbres ni la Ley judía permitían que nadie observara nada de lo que se desarrollara en el templo, especialmente los rituales y sacrificios.
Para solucionar el problema y ocultar las ceremonias religiosas a ojos indiscretos, los judíos  erigieron un gran muro.

El problema del muro era que no sólo impedía a Herodes Agripa II seguir curioseando, sino que privaba también a los romanos echar un vistazo al interior del Templo para controlar que todo transcurriera en orden.

Tanto el monarca judío como el procurador romano se molestaron por el tabique recién levantado y solicitaron a los sacerdotes que lo echaran abajo inmediatamente.

Los judíos alegaron que no podían destruir ninguna parte del templo y apelaron al emperador Nerón para que les asistiera y les garantizara sus derechos.

El procurador Festo les concede esa voluntad y los judíos envían diez legados al emperador.
Nerón, para no enfadar a su mujer Popea, que siente simpatía por los judíos religiosos, pues ella misma era muy piadosa, les da permiso para que mantengan su muro en el templo,
La misma Popea da la orden de que los diez legados tronaran a Judea pero retiene como rehén al Sumo Sacerdote Ismael ben Fabus II , que acompañaba a los diez embajadores.

Agripa nombra entonces Sumo Sacerdote a José Qabi ben Simón. Esto sucedió en el año 62 d.C., quedaban pocos años para la gran revuelta judía.

Jerusalén ciudad sin ley.
En aquel año 62 d.C. fueron procuradores Porcio Festus y Lúcio Albino.
Los procuradores heredaban los problemas de sus predecesores y ejerciendo más violencia para establecer el orden en aquel caos lo único que hacían era empeorar la situación.

Judea, y especialmente su capital : Jerusalén, era un autentico polvorín a punto de saltar por los aires.
Al vehemente sentimiento antirromano que movía a los judíos a sublevarse continuamente contra las fuerzas de ocupación, se unían las disputas internas entre las diferentes facciones judías.

Entre las familias o clanes de Sumos Sacerdotes las tradicionales rivalidades dan paso a las agresiones directas. En este clima de inseguridad, cada facción se pertrecha de armas y se dota de seguridad privada, es decir que se van a mover por la cuidad santa custodiados por guardaespaldas.

Además cada uno de las cuatro clanes de la casta sacerdotal organiza su propio ejército privado.
Dichas familias o dinastías eran :
- Los Boethus
- Los Ananías
- Los Fabus (o Fabi)
- Los Kathras (o Cantheras)
Tenemos también saduceos y fariseos entre el resto de sacerdotes, también zelotas y sicarios.

Los conflictos que agitan Judea son múltiples:
a) griegos contra judíos
b) judíos contra romanos
c) alta clase sacerdotal judía contra el bajo clero
d) saduceos y fariseos contra judíos cristianos (la primitiva comunidad)

Los principales problemas a los que va a tener que hacer frente el procurador Lucio Albino son los sicarios, cada vez más numerosos y sanguinarios y las disputas entre los cuatro grandes clanes de Sumos Sacerdotes, especialmente Ananías, que se comporta como un déspota, les arrebata el grano a los simples sacerdotes, que incluso llegan a perecer de hambre.

A veces se combinan ambos elementos : sicarios y Ananías, cuando aquellos bandidos secuestran a varios parientes y amigos de Ananías y solicitan que a cambio de sus vidas se pongan en libertad a ciertos sicarios.

Gesio Floro: el principio del fin
A Lucio Albino lo sustituyó como procurador de Judea Gesio Floro, y con él se colmó la paciencia de los judíos.

Gesio Floro fue en palabras de Flavio Josefo “causa de muchas calamidades para los judíos”.
Según nos comenta el historiador judío, la mujer de Gesio Floro, que se llamaba Cleopatra y era gran amiga de Popea, la esposa de Nerón, consiguió el cargo para su marido.

El abuso de poder, su crueldad y afán de lucro fueron tan desmedidos que en comparación el anterior procurador, Lucio Albino, fue considerado un auténtico benefactor.

Mandaba a bandas de ladrones a que asaltasen las propiedades de los ciudadanos más acaudalados, para quedarse él con la mejor parte del botín.

Tan desesperados estaban los judíos de los robos que sufrían y de la crueldad con que eran tratados por los soldados romanos que abandonaban sus casas y huían al extranjero.

Flavio Josefo achaca sin ambages a Gesio Floro la culpa de que estallara la guerra: “Floro tenía la culpa de que finalmente no nos quedara más remedio que enfrentarnos en guerra a los romanos, puesto que los judíos creían que era mejor perecer de una vez, que no morir poco a poco”.
Comienza la Guerra Judeo-Romana en el segundo año de la administración del procurador de Judea Gesio Floro, y en el decimosegundo del imperio de Nerón.

6. La revuelta del año 66 y la guerra de los judíos

Cesarea de Filipo: el detonante de la guerra
Flavio Josefo nos relata que los disturbios de aquel aciago año 66 d. C. empezaron realmente en Cesarea, cuando unos vecinos griegos de esa población griegos con la voluntad de provocar a los judíos sacrificaron unas cuantas aves cerca de una sinagoga de la localidad.

Los soldados romanos que se encontraban acantonados en Cesárea y que tenían el cometido de mantener el orden, no mueven un solo dedo.

El hijo del Sumo Sacerdote del templo judío, Eliezer ben Hanania, visto que los romanos no actúan, pone fin al culto al emperador romano, que venía teniendo lugar.

Dejar de oficiar sacrificios diarios a la salud del César era una declaración implícita de guerra a los romanos.

A este incidente de carácter religioso hay que añadir el descontento popular por los altos tributos que deben pagar y la suma de injusticias que los judíos afirman padecer por parte de sus ocupantes romanos.

Se producen protestas públicas y los soldados romanos, que estaban bajo el mando del gobernador romano Gesio Floro (Gessius Florus), asaltan el Templo de Jerusalén rapiñando diecisiete talentos del tesoro del Templo, con la excusa de que ese dinero era detraído en concepto de impuestos para el emperador.

Esta es la gota que colma el vaso de la paciencia del pueblo judío: Estalla la cólera y se producen disturbios violentísimos. Por toda Jerusalén se originan altercados que son reprimidos sin piedad por los soldados de Gesio Floro.

Los supuestos cabecillas de las algaradas son arrestados y crucificados.
Los zelotes y otros ciudadanos nacionalistas atacan los destacamentos romanos en Jerusalén, que deben refugiarse de la ira popular en su cuartel: la Torre Antonia.

Asalto y robo en el Templo de Jerusalén
Cuando, el 3 de junio de aquel año 66 d.C., se desata la feroz represión de Gesio Floro, Herodes Agripa II está ausente; concretamente se encuentra realizando una visita de cortesía en Alejandría. Es su hermana Berenice la que tiene que hacer las veces de reina para intermediar entre ambos bandos y calmar los ánimos de unos y otros.

Jugándose la vida, Berenice, se presenta ante las autoridades romanas descalza, rogando que cesen los asesinatos.
 Los soldados romanos se burlan de ella y la reina debe salir huir a su palacio, pues le queda claro que en ese ambiente de guerra que se respira en la ciudad ni ella misma va a ser respetada por los romanos.

La sede de la procuraduría estaba en el palacio real, la guarnición de Jerusalén se encontraba atrincherada -y rodeada de judíos encolerizados- en la Torre Antonia, y van llegando de Cesarea a Jerusalén las tropas de refuerzo solicitadas por Gesio Floro.

Desde el palacio real, por un lado, y el destacamento recién llegado de Cesarea, por otro, se intenta una intervención desesperada para liberar a los legionarios confinados en la fortaleza Antonia, pero ambas columnas fracasan en su intento. La resistencia popular es brutal.

Gesio Floro, viendo que la situación en la capital está de color hormiga, abandona Jerusalén.
Estando así las cosas, arriba a Jerusalén Herodes Agripa II, que venía de Alejandría, de una visita diplomática.

Herodes Agripa II cree que todavía es posible llegar a un acuerdo de paz que devuelva las aguas a su cauce.
Primeramente se pone en contacto con los notables de la ciudad para intentar convencerles de que lo que es menester para acabar con aquella sinrazón, es obedecer a los romanos y hacer valer su influencia sobre el pueblo para conseguir a recaudar los impuestos que Gesio Floro exigía en el distrito de Jerusalén.

Al parecer el procurador reclamaba 40 talentos de la ciudadanía jerosolimitana.
El segundo paso que da el rey es pronunciar una arenga ante el pueblo para conminarles a obedecer a Gesio Floro, mientras se pone la confianza en que actúe el emperador desde Roma para poner fin a aquel desaguisado.

El mensaje podía estar cargado de sensatez y buenas intenciones, pero la paciencia y aguante de los judíos hacía mucho que se había agotado.

Las palabras de Herodes Agripa II sientan fatal entre su audiencia, que lo ve como un colaborador de los romanos, en un momento donde no podía haber equidistancia, ni terceras vías.
O estás contra los romanos o estás contra los judíos, no hay punto medio.
La muchedumbre se niega en redondo a obedecer más a los romanos, le recuerdan al monarca la cantidad de víctimas judías que ha habido y el número de barbaridades que han cometido los romanos.

Seguidamente empiezan a arrojarle piedras a Herodes Agripa II.
Este intento de linchamiento deja patente que Herodes Agripa II había perdido todo el respeto, toda influencia, y legitimidad ante el pueblo judío.

Viendo que Jerusalén ha dejado de ser una ciudad segura decide abandonar la ciudad junto a su hermana Berenice.
Y mientras la cohorte romana abandonada por Floro a su suerte se encuentra sitiada en la Torre Antonia.

El ejército de Herodes Agripa II
Menahem consigue reunir a numerosos bandidos, los pone bajo sus órdenes y toman por sorpresa la fortaleza de Masada, donde degüellan a la toda guarnición romana que ahí se encontraba destacada.
Este Menahem, era el hijo de Judas el Galileo, también conocido como Judas de Gamala, del cual nos cuenta Flavio Josefo que había sido el fundador de la secta de lo zelotes o zelotas.

Dentro del pueblo judío se forman dos bandos:
a) de un lado están los más fanáticos nacionalistas y religiosos que no atienden a razones y están dispuestos a entrar en guerra total contra Roma.
Este bando rebelde consigue hacerse con la parte baja de la ciudad de Jerusalén y el Templo.

b) El bando llamado pacifista, es decir, el formado por todos aquellos judíos que por un motivo u otro deseaban evitar un conflicto con los romanos a toda costa.
Entre estos destacaban los Sumos Sacerdotes, los judíos más acaudalados y privilegiados (que no querían perder sus bienes en una guerra) así como pueblo llano sensato que temía las terribles represalias que, indudablemente, iban a llevar a cabo los soldados romanos contra todos los ciudadanos de Judea.

Los Sumos Sacerdotes, viendo que los rebeldes no atiendes a sus peticiones de paz, deciden envíar como embajador a Shmon ben Ananías (Simón, hijo de Ananías), hijo de un Sumo Sacerdote ante el procurador Gesio Floro y también mandan como legados ante el rey Herodes Agripa II a un tal Antipas y a los hermanos Costobar y Saúl.

Lo que pretendía el llamado “bando de la paz” mandando a sus representantes a hablar con las autoridades, era que estas enviaran un ejército a Jerusalén para acabar con la incipiente revuelta de raíz, ahora que todavía se podía parar.

Ambas autoridades reaccionan de diferente manera:
Gesio Floro no responde a la petición, pues, según Flavio Josefo, lo que busca este malvado procurador es que se organice una buena, para de esta manera, despistar la atención sobre sus supuestos crímenes y casos de corrupción.
Herodes Agripa II, sin embargo, preocupado envía 2000 jinetes procedentes de sus territorios (Auranítide, Batanea y Traconítide).

Al frente de dicho contingente militar pone a su lugarteniente a Filipo, hijo de Joaquín.
Se produce una feroz batalla, que empeora aún más al octavo día del comienzo de las hostilidades, con la fiesta de la Xiloforia, en la que era costumbre llevar todo tipo de madera al Templo.
Con motivo de la festividad religiosa acuden numerosos peregrinos a Jerusalén, entre los que se cuela un gran número de   sicarios.

La contienda se recrudece y poco a poco, los rebeldes van haciéndose más fuertes.
Filipo, comandante del ejército de Herodes Agripa II, repliega sus tropas y se refugian en el palacio de Herodes.
Algunos de los prohombres y de los sumos sacerdotes logran escapar escapan por las alcantarillas.

Triunfo del rebelde Menahem
Menahem, del cual ya hemos mencionado que asaltó la fortaleza de Masada pasando a cuchillo a todos los soldados romanos que estaban ahí acuartelados, roba un depósito de armas de Herodes Agripa II y las reparte entre sus hombres.

Llega a Jerusalén, se autoproclama jefe de las tropas rebeldes y se pone a dirigir el asedio, tanto de la guarnición romana que estaba atrincherada en la Torre Antonia como de las tropas de Fliipo que se habían resguardado en palacio de Herodes.

Menahen pone enseguida a sus hombres a cavar una galería subterránea que alcance una de las torres. Una vez que han llegado a la base de la torre, le prenden fuego y ésta se desmorona.
Los sitiados ven que no sólo nadie acude en su ayuda, sino que los rebeldes judíos están consiguiendo avanzar, son presas del pánico y deciden enviar embajadores al exterior para negociar con Menahem la salida de los retenidos.

Se permite tan solo salir a los soldados de Herodes Agripa II y a todos aquellos que sean judíos, no así a los romanos.

Esta primera victoria en Jerusalén hace que a Menahem y sus secuaces se les suba el éxito a la cabeza.

Da comienzo una auténtica cacería de colaboradores de Roma y de desafectos a la causa rebelde por toda la ciudad, y víctimas de la misma caen el Sumo Sacerdote Ananías Nebedaios (o Zebedeo) y su hermano Ezequías que se habían ocultado en las cloacas.

Menahen se envalentona aún más y se empieza a comportar como un auténtico tirano, convirtiéndose en un personaje aborrecible a los ojos de su propio pueblo.

Además el hecho de haber mandado asesinar al Sumo Sacerdorte Ananías, que era el padre de su principal aliado: Eleazar (el mismo que se negó a que se ofrecieran más sacrificios en honor al emperador), le granjea la enemistad y el deseo de venganza de este otro cabecilla de la revuelta.

Efectivamente, Eleazar planea con sus hombres cómo deshacerse del asesino de su padre, que con su comportamiento despótico estaba menoscabando la causa rebelde.

Deciden matarlo en una ocasión en que Menahem se encontraba orando en el Templo. Los hombres de Eleazar abalanzan contra Menahen con la intención de acuchillarlo, pero éste consigue zafarse y huir.

Tras una búsqueda por toda la ciudad y sus alrededores logran dar con el fugitivo que se había ocultado en un cerro a las afueras llamado Ofla. Ahí mismo le dan muerte.

Ahora Eleazar se proclama único líder de los insurgentes, pero la realidad es que este asesinato provocó que el bando rebelde se dividiera en varias facciones rivales, lo que desató una cruenta guerra civil entre las diferentes cuadrillas.

Los partidarios del difunto Menahem se retiran a la fortaleza de Masada y se ponen a las órdenes de un nieto de Judas de Gamala, (también llamado Judas el Galileo) Eleazar Ben Yair (Eleazar, hijo de Jairo), probablemente sobrino del recién asesinado Menahem, el cual se convierte en el jefe de los Sicarii.

Así pues tenemos Jerusalén en manos de Eleazar y sus esbirros y a una cohorte romana abandonada a su suerte en la Torre Antonia la única fuerza que debe enfrentarse a los insurgentes.

No nos olvidemos de otra tropa romana que se hallaba también sitiada en el palacio de Herodes.
Como ya hemos indicado anteriormente Menahem había negociado con Filipo, general de las tropas de Herodes Agripa II, la salida del palacio de todos los judíos y de los soldados de Herodes Agripa II, no así de los romanos que seguían prisioneros en dicho palacio.

Los romanos, desesperados al verse atrapados sin visos de que nadie acudiera a su rescate, deciden mandar emisarios a fuera para que se pusieran en contacto con Eleazar, que era el dueño de la situación en Jerusalén.

Eleazar les tiende una trampa: les hace creer que si se rinden, salen del palacio y deponen las armas sus vidas serán respetadas.

Efectivamente así hacen los retenidos y cuando ya se han desarmado son asesinados todos excepto el comandante romano al mando de la tropa: Metilio, al cual perdonan la vida por dos motivos, primero, porque al parecer fue el único que rogó por su vida y segundo porque prometió convertirse al judaísmo, e incluso dejarse circuncidar si le respetaban la vida.

Esta matanza de soldados romanos, que además se habían rendido, es el punto de no retorno de la revuelta judía: ya no hay marcha atrás, ya no va a haber negociación de paz posible con los romanos a partir de ahora.

El pueblo de Jerusalén consciente de las trágicas consecuencias que la acción de sus más fanatizados paisanos traerán, cae en la mayor desesperación. 

La intervención las fuerzas de Herodes Agrippa II para detener la rebelión ha resultado un rotundo fracaso.

Oleada de violencia en todo Oriente
Flavio Josefo nos informa en su obra la Guerra de los Judíos, libro II, párrafo 457 ss. Que ese mismo día, e incluso a la misma hora, (como si fuera algo providencial) los habitantes griegos de Cesarea Marítima y asesinaron a judíos que vivían en su ciudad.

Como acto de venganza por esa matanza, los judíos llevan a cabo diversos ataques contra aquellas ciudades griegas que se encontraban en territorio judío.

También atacan a otras ciudades gentiles que se encuentran fuera de Palestina, como son aquellas situadas en la Decápolis y en la provincia romana de Siria.

A su vez, los gentiles de varias ciudades sirias emprenden una campaña de exterminio a los judíos es sus ciudades.

Con estas acciones no sólo querían dar rienda suelta a su odio antijudío, ahora que la situación era propicia, sino que también buscaban dejar patente que ellos no estaban del lado judío en las revueltas que estos habían desatado.

Cestio Galo no consigue doblegar a los rebeldes
El gobernador de Siria, Cayo Cestio Galo, como mayor autoridad romana en toda la región de oriente, emprende una campaña militar contra los judíos alzados en otoño del año 66 d.C.

Se traer de Antioquía a la duodécima legión completa, dos mil soldados, seis cohortes de infantería y cuatro alas de caballería.

Añade las tropas de los reyezuelos orientales, clientes de Roma, como son Antíoco IV, rey de Comagene, que aporta dos mil jinetes y tres mil arqueros.

Herodes Agripa II también aporto tres mil soldados de infantería y casi dos mil de caballería.

Otro rey que también se ve obligado a poner su granito de arena a la causa romana es Soemo, rey de Emesa, que proporciona cuatro mil hombres, de los cuales un tercio eran jinetes y el resto arqueros.
Aparte va reclutando también tropas auxiliares por todas las ciudades por las que va pasando.
Con todos esos soldados Cestio Galo logra poner orden en Galilea.

De ahí parte, confiado en el poder de sus hombres, hacia Jerusalén, a donde llegan durante la festividad de los Tabernáculos.

 Cuando los rebeldes judíos ven acercarse a las tropas romanas, se arman y salen de la ciudad para acometer una feroz ofensiva contra las milicias de Cestio Galo.

El ejército de Cestio Galo pierde 515 hombres y ha de poner pies en polvorosa para no perecer a manos de los furiosos judíos.

Herodes Antipas II decide enviar a sus dos amigos: Borcio y Febo, como embajadores suyos a hablar con los judíos y conminarles a que desistan en continuar las hostilidades con los romanos. Les promete que si ceden a sus peticiones conseguirá de Cestio Galo una amnistía para todo aquel que se entregue.

Los rebeldes temen que muchos paisanos decidan rendirse ante la esperanza de una amnistía romana y resuelven cortar por lo sano y se echan encima de ambos legados.

Matan a Febo y Borcio se escapa herido.
Cestio Galo vuelve a la carga contra los rebeldes y asedia Jerusalén.
Durante tres días se dedica a hacer acopio de trigo para sus tropas.

Al cuarto día Cestio comienza el ataque contra los defensores de la ciudad. Durante cinco días luchan con denuedo asediados y sitiadores.
Al sexto día de combates, Cestio decide asaltar Jerusalén.
Los soldados romanos comienzan a minar las murallas. Los defensores ven que es sólo cuestión de tiempo que los hombres de Cestio consigan practicar una brecha en uno de os muros y penetren en la ciudad santa.

Empieza a cundir el pánico entre los judíos que ya se ven perdidos. Pero, ineplicablemente, Cestio Galo, sin haber sufrido bajas y llevando las de ganar, decide interrimpir el asalto y retirar sus tropas, levantando así el asedio a la ciudad.

Cuando sus tropas se encontraban replegándose, los más fanáticos salen de Jerusalén, y henchidos de ánimo caen encima de los soldados de la retaguardia y aniquilan a no pocos.
Los judíos no dejan de hostigar a las tropas de Cestio Galo mientras éstas se retiran.
En el paso de Bet-Horon, los batallones rebelden caen sobre los romanos y les infligen una contundente derrota.

Los romanos tienen muchísimas bajas (unas 6000) y dejan además tras de sí numerosas armas, máquinas de guerra y mulas de carga que pasan a manos judías.
Cestio Galo consigue escapar con vida pero muere a los pocos meses de su humillante fracaso.
Complacidos con su victoria las milicias judías vuelven con su botín a Jerusalén a reorganizar sus defensas.

Los rebeldes se reorganizan
Mientras tanto, numerosos notables de Jerusalén aprovechando que muchos zelotes han salido de la ciudad para perseguir a los romanos, abandonan la capital de Judea y buscan un sitio más seguro, antes de que vuelvan las tropas romanas y, furiosas, den comienzo a un nuevo asedio.
En Damasco se produce una matanza de judíos.

Las milicias de zelotes vuelven de vencedoras de Bet-Horon y obligan a todo Jerusalén a engrosar sus filas a la fuerza.
Deciden reorganizar su ejército. Se reúnen en el Templo y designan nuevos generales que deberán encargarse de la defensa de todas las regiones con población judía: Iturea, Galilea, Perea, Gaulanítide, etc.. Los territorios del rey Herodes Agripa II, se confían a Flavio Josefo.

A la cabeza de todos se coloca a José ben Gorión.
Al Sumo Sacerdote Anano (hijo de Anano) lo nombran máxima autoridad en lo tocante a los asuntos de la ciudad, es decir una especie de alcalde de la época.

Eleazar, al que parece que dejar de lado, pues se había ganado a antipatía de todos por su arrogancia, acaba finalmente haciéndose con todo el poder, pues es el que más medios, hombres y dinero tiene.
Se reconstruyen y refuerzan las murallas de Jerusalén.

El incidente de Varus
Nos cuenta Flavio Josefo que Herodes Agripa II marcha a Antioquía para hablar con Cestio Galo y dejó al cargo del gobierno a Varo, uno de sus amigos, que era pariente del rey Soemo.

Se presentan en el reino de Herodes Agripa II, procedentes de la región de Batanea setenta prohombres para solicitar que monarca les ofreciera un pequeño ejército con el cual pudieran defenderse de aquellos elementos sediciosos que pudieran surgir en el seno de su comunidad, en el caso de que entre ellos se produjera alguna revuelta.

Varo o sólo no atiende la petición de los nobles de la Batanea, sino que da la orden a su guardia, para que por la noche se dirijan al lugar donde pernoctan y los maten a todos.

Varo llevó a cabo semejante crimen sin el conocimiento y, mucho menos, sin el consentimiento de Herodes Agripa II.

Flavio Jodefo indica que Varo se comportó así, movido por su desmesurada codicia. Debemos pensar que quiso quedarse con los bienes de dichos nobles.

Además de dicho delito, también se dedicó a maltratar a su pueblo hasta que Agripa, enterado de sus fechorías, lo destituyó del cargo, nombrando como sucesor a un tal Aequus Modius.
No osó ejecutarlo por respeto hacia Soemo.

Titus Flavius Vespasianus y la campaña de Galilea
Tras la debacle de Cestio Galo, el emperador Nerón decide encargar la dirección de la guerra al general Tito Flavio Vespasiano.

Agripa está dispuesto a apoyar a los romanos en lo que haga falta.
Durante la campaña que se va a desarrollar en Galilea entre los años 67 y 68 d.C. no se aparta del lado del general Vespasiano y de su hijo Tito, poniéndose al mando de las tropas auxiliares.
Hay quien especula que es en este momento cuando la reina Berenice, hermana del rey Herodes Agripa II, comienza su idilio con Tito.

La campaña comienza a principios del año 67, cuando Vespasiano aparece con la Legión V Macedonica y la Legión X Fretensis por el norte de Palestina y van avanzando poco a poco en dirección al sur, hacia el foco rebelde.

Su hijo Tito dirige la Legión XV Apollinaris que se encontraba en Egipto. Desde ahí, en barco, se dirigen a Judea.

Desembarcan en el puerto de Ptolemais (llamado más tarde Acre o San Juan de Acre), ahí Tito se encuentra con su padre y juntan las tres legiones (La Legio V, la Legio X y la Legio XV)
Del lado romano combaten unos 60.000 hombres:
a) Tres legiones
b) 23 cohortes
c) compañías de caballería, así como
d) Tropas auxiliares que habían aportado diversos reyezuelos orientales clientes de Roma.

La ciudad galilea de Séforis (Sepphoris) viéndose venir toda aquella marabunta armada se entrega inmediatamente y solicita que un destacamento romano permanezca en dicha localidad.
Vespasiano obtiene de esta manera una posición ventajosa en la región Galilea sin derramar una gota de sangre.

Recordemos que Flavio Josefo se encontraba a la sazón dirigiendo una columna de rebeldes cerca de dicha ciudad, concretamente en Garis.

Determina salir al paso de las legiones romanas y presentar batalla, pero cuando sus huestes pueden ver de cerca la enorme cantidad de soldados que tenían los enemigos huyeron despavoridas.
Josefo escapa también a Tiberiades.

Herodes Agripa II va a participar a lo largo de toda la campaña galilea dirigida por Vespasiano, y que va a comenzar realmente con la toma de la población de Gadara (también llamada Gabara), donde se mata a todos los ciudadanos que ahí habían quedado sin piedad y luego se le prende fuego.
También queman los romanos las aldeas cercanas a Gadara.

De Gadara Vespasiano se lanza contra la ciudad de Jotapata, que era la mejor fortaleza de Galilea y donde Vespasiano creía que se refugiaba la mayoría de los rebeldes.
Flavio Josefo, que se había refugiado en Tiberiades, marcha a Jotapata.

Enterado Vespasiano de que Flavio Josefo se hallaba en dicha ciudad se propone tomarla a toda costa.
Cercada la ciudad galilea de Jotapata por las tropas de Vespasiano, es sometida a asedio durante los meses de junio y julio 67. Tras 47 días de sitio, la ciudad cae y Flavio Josefo es hacho prisionero.
Josefo logra salvar el pellejo cambiando de bando y pasándose al enemigo.

Cuando los vecinos de Tiberíades ven como Jotapata cae en manos de los romanos se rinden sin ofrecer resistencia.
La siguiente ciudad judía en caer es Tariquea (también conocida como Magdala), situada junto al lago Genesaret.

Los zelotes y sus familias intentan huir de Tariquea en barcas, cruzando el lago, pero los romanos construyen una flotilla de balsas y les dan caza en medio del lago.
Los rebeldes son masacrados y las orillas del lago se llenan de cadáveres.

Continúa la batalla que se desplaza a la otra orilla del lago, frente a la ciudad amurallada de Gamala, que era la única que se mantenía beligerante, mientras que la mayoría de las otras ciudades se habían rendido al poderío romano.

El asedio de Gamala
La ciudad de Gamala se halaba situada en lo alto de una prominencia rocosa, que se hallaba a su vez dentro de un barranco.

Estas particularidades geológicas hacían que la población tuviera unas defensas naturales por un lado, pero por otro esas mismas cualidades se convertían en una ventaja para sus enemigos, si estos decidían sitiarla, pues no era necesario levantar una empalizada para cercar a los habitantes.
Escapar resultaba del todo imposible para sus habitantes.

Josefo nos relata que unos 9.000 defensores de Gamala, viéndose sin salida cometieron suicidio colectivo arrojandose por el barranco.
Cuando las tropas romanas entran en Gamala, saquean la ciudad para luego destrozarla. Nunca más se volvió a reconstruir, ni a ser habitada y cayó en el olvido.

Defensas levantadas por los judíos en Gamala

No fue hasta poco después de la Guerra de los Seis Días, en el año 1967, se descubrieron las ruinas de dicha ciudad.

Flavio Josefo nos cuenta cómo el rey Herodes Agripa II, cuya intención a lo largo de toda la guerra es salvar el mayor número de vidas posible en ambos bandos, intenta hacer de mediador entre las tropas romanos y los defensores judíos al comienzo del asedio (a principios del año 67 d.C.).

Se encontraba Herodes Agripa II a los pies de un murete que habían improvisado los defensores judíos, cuando veían que s e hacercaban los batallones romanos, e intentaba conminar a sus paisanos a que entraran en razón, depusieran las armas y se entregaran, cuando un rebelde le arrojó un proyectil que hirió levemente al monarca.

Concluye la campaña de Galilea
El último reducto rebelde en toda Galilea era Giscala.
Esta aldea, situada al norte de Galilea y sometida a las órdenes de Juan de Giscala (también llamado Juan de Leví o Yohanan ben Leví) y sus 400 hombres, tenía un muro que la rodeaba por completo y contaba también con una red de galería subterráneas.

Cuando vieron apaerecer en lontananza a los romanos, Juan de Giscala y sus esbirros se dieron cuenta de que no tenían nada que hacer y que una resistencia numantina no serviría de nada.
Así que, astutamente, Juan negocia con Tito una rendición pacífica que se produciría, eso sí, una vez pasado el shabbat (día sagrado para los judíos).

La noche antes de entregarse, Juan de Giscala, acompañado de sus secuaces y de la mayor parte de la población huyen por los pasadizos secretos y marcha a Jerusalén, punto de encuentro, en aquel momento, de todos los cabecillas rebeldes que no habían sido capaces de defender sus regiones.

Para finales del año 67 d.C. toda Galilea esta bajo control romano.
La suerte de los judíos rebeldes se va jugar ahora en la capital de Judea.
 
Muerte de Nerón y sucesión de emperadores
Entre los meses de julio y agosto del 68 llegaron a oriente las noticias de la muerte de Nerón.
Vespasiano decide interrumpir todas las operaciones militares para cómo evoluciona la política en Roma.

Cuando le llega la noticia de que se ha proclamado emperador a Galba, Vespasiano decide enviar a su hijo Tito a felicitar al nuevo César. Herodes Agripa II lo va a acompañar.
Por el camino, más o menos por Grecia, Tito y Herodes Agripa II se enteran de que Galba acaba de ser asesinado por Otón.

Nos encontramos en enero del 69 d.C.
Tito es partidario de volver y unirse a su padre en Cesarea.
 Herodes Agripa II decide continuar con su viaje a Roma.

Algún escritor sugiere que lo que de verdad mueve a Tito a regresar a Judea es la pasión que siente por la reina Berenice y las ganas que tenía de estar de nuevo con ella.

Cuando Agripa arriba a Roma sus parientes ahí residentes le ponen al día de las intrigas palaciegas y le hacen saber que se ha puesto en marcha una conspiración para llevar al trono a Vespasiano.
A Otón, que sólo está en el poder tres meses, le sucede Vitelio que da un golpe de estado.

Apenas llevaba dos meses y medio en el poder Vitelio cuando el 1 de julio de 69, las legiones egipcias y de Judea proclamaron emperador a Vespasiano. De nuevo un golpe de estado.

Vespasiano marcha a Alejandría y permanece allí casi un año para ver desde la distancia como se desarrollan los acontecimientos políticos en Roma y a la espera de que se produzca la caída de Jerusalén.

Se producen una serie de batallas por el poder entre las tropas de Vitelio y las de Vespasiano.
Finalmente vencen los hombres de Vespasiano que entran en Roma y asesinan ante todos a Vitelio a finales de diciembre del año 69 d.C.

Vespasiano hace acto de presencia en Roma doce meses más tarde y es proclamado oficialmente emperador.
Se establece la dinastía Flavia.

Sitio de Jerusalén
Mientras tanto su hijo Tito continúa la campaña en Judea, encargado ahora de poner fin a la guerra.
Herodes Agripa II vuelve de Roma y se reúne con el resto de los reyes clientes de Roma para ponerse de nuevo al lado de Tito y reanudar las hostilidades.

Se preparan para el asedio de Jerusalén que comienza el primer día de Pascua del año 70 d.C. (en el mes de marzo).
Dentro de la ciudad había estallado una guerra civil entre los partidarios de Juan de Giscala, que se había hecho con el poder cuando llegó a la capital huyendo de su pueblo con sus 400 adeptos, y Simón bar Giora.

Medio shekel acuñado por los rebeldes en el tercer año de la rebelión

Juan de Giscala controlaba el recinto del Templo en la parte baja de Jerusalén y Simón bar Giora controlaba la parte alta.

Cuando ambos líderes rebeldes vieron que los romanos, que habían sometido toda Judea excepto un par de fortalezas, volvían a la carga con cuatro legiones:
a) La Legio V Macedonica
b) La Legio X Fretensis
c) La Legio XV Apollinaris, así como
d) La Legio XII Fulminata
deciden dejar a un lado sus rencillas y ponerse a combatir codo con codo.

Tito acomete las defensas de la ciudad por el punto supuestamente más débil, el tercer muro al oeste de la ciudad.

A finales de mayo del año 70 d.C. los soldados de Tito consiguen echar abajo el tercer muro y al poco hacen lo mismo con el segundo muro. Pero los judíos se defienden ferozmente; no es posible tomar la ciudad asalto.

Tito recurre entonces a un procedimiento drástico pero eficaz: el confinamiento absoluto.
Tito ordena a sus hombres que levanten una empalizada alrededor de la ciudad de tal manera que resulte imposible escapar de la ciudad.

Los ciudadanos tienen dos opciones: o se entregan a los romanos o mueren de inanición.
Pasan los días, los zelotas no dan su brazo a torcer y resiste el hambre y la sed estoicamente.
Mientras tanto los soldados romanos siguen con su proyecto de minar las defensas de la ciudad sin prisa pero sin pausa; a finales del mes de julio del año 70 d.C. cae la fortaleza Antonia.

Un mes más tarde, a finales de agosto,  penetran las legiones al recinto del Templo donde se hallaban apostados numerosos defensores de la ciudad y se entabla un despiadado combate cuerpo a cuerpo entre romanos y judíos.

Cae el Templo y la parte baja de la ciudad, pero todavía resiste la parte alta que se encuentra a su vez amurallada.
A los pocos días -estamos a comienzos de septiembre- las tropas de Tito consiguen ocupar también la parte alta de la ciudad.

Jerusalén ha caído y se produce una matanza entre la población sin distinguir zelotes de población civil.
La mayoría de los ciudadanos son masacrados y los que sobreviven son hechos esclavos y son enviados a realizar trabajos forzados.

Los dos principales caudillos rebeldes, Juan de Giscala y Sión bar Giora, son hechos prisioneros para que Tito los pueda exhibir como trofeo en la procesión triunfal que tendrá lugar en Roma ante toda su población.

Maqueronte, Herodión y Masada, los últimos coletazos
Todavía hay unos cuantos fanáticos que resisten. En tres fortalezas construidas por Herodes el Grande combaten todavía un puñado de insurgentes.

 La primera en caer es la fortaleza llamada Herodión, que fuetomada y destruida en el año 71 d.C. por la Legio X Fratensis al mando de Lucilio Baso.
Después, la misma legión X Fratensis se dirige a la fortaleza de Maqueronte y en el año 72 d.C. la capturan.

Ya sólo queda la fortaleza de Masada, donde ofrecían resistencia los hombres de Eleazar ben Jair, y que cae en abril del año 73 d.C., cuando sus desesperados defensores cometen un suicidio colectivo para no caer en manos de los romanos.

Con la toma de esta última fortaleza se pone fin a esta sangrienta guerra entre judíos y romanos que tan primorosamente nos ha sabido exponer Flavio Josefo en su obra La Guerra de los Judíos.

Sestercio acuñado por Vespasiano un año después de la toma de Jerusalén con la inscripción Iudea Capta - Judea capturada


7. Mecenas
Como ya hicieran tanto su padre Agripa I como otros parientes de la dinastía, Herodes Agripa II fue un generoso mecenas que financiaba construcciones y reformas por doquier.

Cuando acabaron las obras del templo de Jerusalén Herodes Agripa II pagó de su bolsillo la pavimentación de las calles adyacentes, y aquello no debió de salirle nada barato, pues mandó que se cubrieran de mármol.

En la ciudad de Berytos (Beirut) hizo construir un teatro.
Por si esto fuera poco patrocina costosas actuaciones anules en el mismo y ordena también que se reparta entre la población de dicha localidad trigo y aceite.

El pueblo, agradecido, le levanta una estatua de la que sólo ha llegado a nuestros días la inscripción que esta grabada en la base de la misma.

En dicha inscripción se menciona tanto a Herodes Agripa II como a su hermana, la gran reina Julia Berenice como mecenas de la ciudad.

Entre los años 61 y 62 d.C. Herodes Agripa II amplía y reforma la ciudad de Banias, en los Altos del Golán (Paneas en griego, más conocida por el nombre de Cesarea de Filipo), y la rebautiza con el nombre de Neronias Caesarea Sebaste en honor al emperador Nerón.
Supuestas ruinas del palacio de Herodes Agripa II en Cesarea


El nobre de Neronias dura lo que dura el emperador Nerón en el poder, es decir hasta el año 68 d.C.
Actualmente se pueden admirar las ruinas de un palacio en la actual ciudad de Banias que los arqueólogos atribuyen al rey Herodes Agripa II.

Supuestas ruinas del palacio de Herodes Agripa II en Cesarea de Filipo

Herodes Agripa II se comporta como un reyezuelo occidental, decorando tanto el interior de sus palacios como las ciudades que gobierna con estatuas de corte grecolatino.
También hace acuñar monedas con la efigie del emperador de turno.

Estas costumbre extranjeras no son vistas con buenos ojos por sus súbditos que las encuentran decadentes, caras y contrarias al mandamiento bíblico de no crearse imágenes.

Es por esto que se granjea enemistades entre sus súbditos judíos más piadosos así como los más nacionalistas.

8. Pablo ante Herodes Agripa II en Cesarea

Arresto de Pablo
Cuando Pablo llega desde Cesarea a Jerusalén se reúne con la comunidad cristiana local. Ahí el apóstol se presta a acompañar al templo a cuatro correligionarios que después de haber realizado unos votos deseaban purificarse.

Unos judíos procedentes Asia empiezan a azuzar a la gente contra Pablo acusándolo de predicar en contra de la Torá y de profanar el Templo de Jerusalén, al introducir gentiles en él.

Todo esto venía porque habían visto a Pablo en Jerusalén acompañado de Trófimo, un griego de la ciudad de Éfeso y sospechaban que Pablo lo podría haber metido en el templo.
El supuesto delito que había cometido Pablo se castigaba con la muerte.

La chusma procede a linchar a Pablo pero aparece el tribuno romano con sus soldados, arrestan a Pablo y se lo llevan preso a su fortaleza.
El tribuno romano pone el asunto en manos del Sanhedrín.

Ante los jueces Pablo decide enredarlos en discusiones bizantinas y se gana al bando fariseo diciendo que está siendo juzgado por el simple hecho de creer en la resurrección.
Por esta vez consigue escapar, pero su vida está en peligro: hay quien desea su muerte.

El tribuno destacado en Jerusalén se lo quita de encima mandándoselo al procurador Marco Antonio Félix, marido de Drusila y por lo tanto cuñado de Herodes Agripa II, que vivía en Cesarea.

Se abre un nuevo juicio ante Marco Antonio Félix en Cesarea, donde van a estar presentes los siguientes actores:
a) Como acusación, el sumo sacerdote Ananías, varios ancianos del Sanedrín y Tértulo, que hace la veces de abogado acusador.
b) El acusado, Pablo de Tarso, que se defenderá solo.
c) El juez, el procurador Marco Antonio Félix.

Se acusa a Pablo de lo siguiente:
a) Promover levantamientos entre los judíos de todo el mundo
b) Liderar la secta de los nazarenos (cristianos)
c) Querer profanar el templo de Jerusalén intentar introducir a un pagano en su interior.

Estas acusaciones eran muy graves en una época tan convulsa, donde los altercados y disturbios eran cotidianos en Judea y se castigaban muy severamente. Pablo tenía mucha probabilidad acabar ejecutado.

Marco Antonio Félix no halla pruebas que demuestren la culpabilidad de Pablo, por lo que éste queda absuelto de sus cargos, sin bien es cierto que no es puesto en libertad para no enfadar a los judíos y para ver si Pablo se ablandaba en prisión y acababa ofreciéndole un soborno al procurador.

Dos años más tarde, Pablo sigue encarcelado; Marco Antonio Félix es depuesto y le sustituye Porcio Festo.

No cambia gran cosa la situación para el apóstol que sigue preso, pues el nuevo procurador es partidario de seguir manteniendo retenido a Pablo para no comenzar su mandato en Judea irritando a los judíos.

Pablo apela a su derecho como ciudadano romano
Los cabecillas religiosos judíos acuden a Porcio Festo para pedirle que envíe a Pablo a Jerusalén donde lo volverán a juzgar.

Lo que realmente perseguían era matarlo por el camino a Jerusalén.
Porcio Festo se huele la tostada y decide abrirle un tercer juicio a Pablo, pero en Cesarea.
Esta vez es juez Porcio Festo.

Ante el aluvión de acusaciones que presentan contra Pablo aquellos judíos que habían venido desde Jerusalén, Pablo se defiende alegando que no ha hecho nunca nada malo “ni contra la ley de los judíos, ni contra el pueblo, ni contra el César”. Hechos de los Apóstoles, capítulo 25, versículo 8 (RVA- 2015)

Los judíos insisten en llevar a Pablo a Jerusalén, para poder llevar a cabo su plan homicida.
Pablo hace valer sus derechos como ciudadano romano y apela al César. Festo lo envía a Roma.

La visita de Herodes Agripa II
A los pocos días de que Pablo recurriera a sus derechos como romano para escapar de una muerte segura en Jerusalén, aparecen por Cesárea el rey Herodes Agripa II y su hermana Berenice, que acudían a presentarse y saludar al nuevo procurador Porcio Festo.

Pablo de Tarso ante Herodes Agripa II. James Thornhill

A Porcio Festo se le ocurre que, a lo mejor, Herodes Agripa II como judío conocedor de las costumbres de su pueblo, es capaz de aconsejarle en el asunto de Pablo.
Porcio Festo, que no entiende nada en cuestiones religiosas judías, no sabe con qué explicación puede mandarle al César a un reo acusado de actuar en contra de la Torah.

Al día siguiente de la llegada de Herodes Agripa II y su hermana Berenice a Cesarea, el procurador romano hace venir a Pablo a su presencia para que exponga porque los judíos lo acusan de hereje.

Pablo ante Herodes Agripa II. Vidriera de la catedral de Columbus, Ohio.

Cuando Pablo toma la palabra repite de nuevo lo que ha estado respondiendo cada vez que le interpelan, a saber, que todos en Jerusalén conocen su forma de ser, que siempre ha observado las leyes de la Torah y que se le acusa únicamente por creer en la resurrección de los muertos.

De paso, y como tiene la atención de toda la sala de juicios puesta en él, Pablo aprovecha para relatar su encuentro con Jesús de camino a Damasco y su posterior conversión.

Pablo es un auténtico apóstol de la Palabra, con su vida en juego, interrogado por las dos autoridades, un monarca y el procurador romano de Judea, el evangelizador de Tarso no desaprovecha la ocasión para dar a conocer el mensaje de Cristo: hay que arrepentirse, convertirse a Dios y realizar obras que lo testimonien.

También les hace una interpretación de las Escrituras para explicarles que tanto Moisés como los profetas ya adelantaron que el Mesías había de sufrir y morir, que sería el primero en resucitar de entre los muertos y que anunciaría la luz a los judíos y a los gentiles.

Cuando Pablo concluye su monólogo Porcio Festo le dice a Pablo que está loco.
Pablo apela a Herodes Agripa II para que éste, como judío versado en la Ley, le confirme al romano que, efectivamente, las Escrituras contienen dichas referencias proféticas sobre el Mesías.
Agripa bromeando le responde a Pablo que poco le ha faltado para convertirlo a la fe de cristo.

Pablo, rápidamente, aprovecha ese comentario jocoso para seguir anunciando la Palabra:
“¡Quisiera Dios que, por poco o por mucho, no solamente tú sino también todos los que hoy me escuchan fueran hechos como yo, salvo estas cadenas!” (Hechos de los Apóstoles, capítulo 26, versículo 29. Reina Valera Actualizada - RVA-2015).

Finalmente, tanto el rey Agripa, como el procurador Porcio Festo y Berenice y todos aquellos presentes en la sala de juicios se levantaron a para iintercambiar impresiones.
Llegando a la justa conclusión de que aquel hombre no merece ni muerte ni prisión.

Agripa deja caer que Pablo podría quedar en libertad, si no fuera porque ya había apelado al César.
Pablo embarca rumbo a Roma.

Este encuentro de Pablo y Herodes Agripa II tuvo lugar en el año 60 d.C., al poco de que Porcio Festo acabara de tomar el cargo de Procurador de Judea y recibiera la visita de cortesía de rigor del rey Herodes Agripa II y su hermana.

9. Martirio del Apóstol Jacobo el Justo
Existe un segundo percance entre Herodes Agripa II y un apóstol, que no aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pero que sí dejó escrito Flavio Josefo, en el capítulo IX del libro XX de su obra “Antigüedades Judías”.

En dicho texto, Flavio Josefo nos relata el trágico final que tuvo el «hermano del llamado Jesucristo, de nombre Jacobo»:
«El joven Anán (también llamado Ananías o Anano) que, como ya hemos comentado, recibió el sumo sacerdocio, era hombre severo y valeroso. Pertenecía a la secta de los saduceos que en comparación con las otras sectas judías son los más intransigentes cuando imparten justicia. Siendo Anán de esta naturaleza y aprovechando de la ocasión que Festo había fallecido y Albino todavía se encontraba de camino, convocó el Sanedrín e hizo llamar a juicio a Jacobo, hermano de Jesús al que llamaban Cristo así como a otros más. Los acusó de infringir la Ley y los condenó a lapidación

Sigue el texto flaviano contándonos cómo los habitantes de Jerusalén escribieron en secreto al rey Agripa (Herodes Agrippa II) y a Albino para informarles de cómo se había comportado Ananías (o Anán) autodenominándose Sumo Sacerdote, convocando el Sanedrín (sin tener autoridad para ello) y había condenado a muerte a un reo (sin tener tampoco competencia para ello).

Todo ello causa que el rey Herodes Agripa II lo destituya del cargo.
Estos acontecimientos que acabamos de narrar sucedieron en el año 62 d.C., que es cuando fallece el procurador de Judea, Porcio Festo, y le sucede Lucio Albino, que debe desplazarse desde Alejandría a Cesarea para hacerse cargo de la provincia.

El Sumo Sacerdote Ananías aprovecha vacío de autoridad que se produce en el ínterin para encarcelar a Santiago el Justo, cabeza de la comunidad cristiana, llamada por aquel entonces nazoreana.

Cuando llega a oídos de Herodes Agripa II y el nuevo procurador, Lucio Albino, que el Sumo Sacerdote ha obrado por su cuenta y ha dictado una sentencia de muerte lo destuituyen.

Hay quien se pregunta que el hecho de que un Sumo Sacerdote fuera apartado fulminantemente de su cargo por ordenar la ejecución de un « hereje » significa que este reo debía de ser un personaje muy poderoso.

El caso es que Santiago el Justo fue asesinado, se conviertió en un mártir de de la primitiva comunidad cristiana, el Sumo Sacerdote Ananías fue relegado de su cargo y le sustituye un tal Jesús, hijo de Damnaios.

10. Incógnitas sin despejar
Conocemos muy bien las vicisitudes a lo largo de la vida de este monarca -todo lo bien que se puede conocer la vida de un ciudadano ilustre del siglo I- hasta la caída de Jerusalén en la guerra judeo-romana.
A partir de allí todo lo que rodea a esta figura se torna difuso, nebuloso.

Fin del reinado de Herodes Agripa II
Después de la derrota de los rebeldes judíos, para agradecerle su lealtad y colaboración, el emperador Vespasiano le otorga a Herodes Agripa II nuevos territorios al norte que prácticamente no tenían habitantes judíos.

Es seguramente en este momento cuando se le da de nuevo los territorios de Calcis que le habían arrebatado en el año 54, cuando todavía era un reino, y le habían dado a cambio un par de pequeños territorios al norte de Galilea. (Conviene decir aquí que el Reino de Calcis tampoco tenía precisamente la extensión de la Unión Soviética).

Calcis va a ser ahora una región puesta bajo gobierno de Herodes Agripa II, pero que va a estar sometida a la provincia romana de Siria.

¿Qué vínculo tuvo Herodes Agripa con Judea después de la guerra?
Nada se sabe de que Herodes Agripa II tuviera algún contacto con Judea, una vez acabada la guerra, pues nada al respecto nos ha dejado escrito ningún historiador contemporáneo.

Puede ser que se retirara definitivamente a vivir a Roma, puede ser que acudiera a administrar los territorios que tenía al norte de Palestina.

También es posible que nada le retuviera en Jerusalén, pues la ciudad había quedado destruida, su templo había desaparecido y por lo tanto no se celebraba ningún ritual más. Ya no había Sumos Sacerdotes que nombrar, destituir o susituir.

Tan sólo sabemos que Herodes Agripa II volvió en el año 75 d.C a Roma, acompañado de su hermana Berenice, donde fue condecorado con insignias de pretor.

Su hermana Berenice retomó sus relaciones con Tito y se fue a vivir con él a su palacio.
En el año 79 d.C. Tito es proclamado emperador de Roma. Consciente de que sus súbditos aborrecían a la reina judía, Tito cree conveniente poner punto y final a sus relaciones con Berenice, que es enviada de vuelta a Judea.

Flavio Josefo indica que Herodes Agripa II y Tito siguieron en contacto a través de correspondencia.

Fecha de la muerte de Herodes Agripa II
Se desconoce el año exacto de la muerte de Herodes Agripa II y se han propuesto un par de fechas, todas entre un arco que iría entre el año 92 d.D. y el el 100 d.C.

Los últimos testimonios que tenemos sobre el monarca son:
a) la inscripción de As Sanamayn en Trachonítida (actual Siria), del año 92 d.C.
b) Una serie de monedas, probablemente del año 95 d.C.

Tenemos principalmente dos teorías:
La primera es aquella que defiende que Herodes Agripa II falleció entre los años 92 y 94 d.C., es decir estando todavía con vida el emperador Domiciano (el cual muere en el año 96 d.C.)

La segunda, mantenida durante varios siglos de tradición cristiana, pero defendida también por estudiosos actuales, es la que da credibilidad a los textos de Focio el Grande, obispo de Constantinopla que en el siglo IX indicó que la muerte de Herodes Agripa II se produjo en el año tercero del reinado de Trajano (es decir, en el año 100).

Otra de las pruebas que aducen los defensores de esta última tésis es una inscripción encontrada en el Haurán (Siria) en la que se indica que Agripa murió bajo el gobierno de Trajano.
La inscripción en cuestión reza lo siguiente:
“Αρχιευς ο εμι Αγριππoυ Βασιλεος γενομενος κεντυπιων δεκαοκ τω ετους και επι Tραιανου στρατηγον δεκα ναc”, lo que se podría traducir comoArjieus, que sirvió dieciocho años bajo el rey Agripa como centurión y diez años bajo Trajano como general "

¿Mantuvo Herodes Agripa II una relación incestuosa con su hermana?
Dos son los autores antiguos que hicieron mención a una posible relación incestuosa entre Herodes Agripa II y su hermana Berenice.

Unos es Flavio Josefo (Antigüedades Judías, libro XX) y el otro el poeta Juvenal en sus sátiras (Sátira VI).

A día de hoy, evidentemente, resulta imposible dictaminar si dichos rumores eran simplemente un bulo que sólo buscaba desprestigiar a ambas figura o había algo de cierto en ellos.

Sin embargo, si nos fijamos en el empeño que ponían los miembros de las últimas generaciones de herodianos por cumplir o aparentar cumplir las leyes judías, o al menos por no escandalizar a sus súbditos judíos, no parecen muy dignos de creer dichos pábulos.

El mismo Flavio Josefo deja muy claro que cualquier pretendiente a la mano de una de las hijas de Herodes Agripa I debía de convertirse al judaísmo y ser circuncidado.

También nos relata Josefo que cuando estallaron las revueltas judías en Jerusalén (que desembocaron en la fatídica primera guerra judeo-romana) Berenice se encontraba en Jerusalén cumpliendo con un nazireato o nazareato, es decir, un voto que realizaban los judíos para consagrarse a Dios.

Todo lo dicho nos lleva a pensar que no es muy propio de un judío creyente o, que pretenda parecerlo, (mucho menos de una figura pública) ser motivo de escándalo cometiendo semejante aberración.