Mostrando entradas con la etiqueta Herodes Arquelao. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Herodes Arquelao. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de agosto de 2020

¿Quién fue Herodes Arquelao?

1. Introducción

2. Familia

      Padres y hermanos

3. Herodes Arquelao el Etnarca

      A. El Testamento de Herodes I

      B. Luto y funerales

      C. Arquelao se presenta a su pueblo

      D. Matanza de 3000 judíos religiosos

      E. Juicio en Roma

      F. Etnarca

4. Revueltas en la tetrarquía de Herodes Arquelao

5. Matrimonios de Herodes Arquelao

      El sueño de Glafira

6. Fin de Arquelao: destitución y destierro

      A. Crueldad

      B. Incompetencia  

      C. Falta de muestras de aprecio hacia la familia imperial

      D. El sueño premonitorio de Herodes Arquelao

7. Judea, nueva provincia romana

8. Menciones a Herodes Arquelao en los Evangelios

      A. Mateo: la familia vuelve de Egipto

      b. Lucas: la Parábola de las diez monedas


1. Introducción

Herodes Arquelao (ρδης ρχέλαος en griego, Herodes Archelaus en latín), su nombre completo era Iulius Herodes Archelaos, fue etnarca de Judea, Samaria e Idumea desde el año 4 a. C. hasta el año 6 d.C.

Es decir que sólo se mantuvo en el poder 10 años.

¿Quién fue este etnarca?, ¿qué es un etnarca?, ¿cómo llegó al poder y por qué lo perdió tan pronto?

Para responder a estas preguntas y a otras muchas más, hemos elaborado este artículo que esperamos, estimado lector, sea de tu interés.


2. Familia

Con la muerte de Herodes I el Grande su reino se troceó y repartió entre tres de sus numerosos hijos, siendo el más beneficiado en dicho reparto Herodes Arquelao, pues en sus manos cayó la mitad de las posesiones de su padre.

Con este Herodes Arquelao, así como sus dos hermanos Antipas y Filipo, que recibieron la otra mitad del antiguo reino de Herodes el Grande, entramos en la segunda generación de la dinastía herodiana, que influirá en la vida política de los judíos durante más de un siglo.

 

Padres y hermanos

El padre de Herodes Arquelao era Herodes I el Grande, el cual contrajo matrimonio nada menos que diez veces y tuvo, que se sepa, catorce hijos.

Los hijos de sus dos primeras esposas, Doris y Mariamna I, fueron condenados a muerte por su propio padre, acusados de conspirar contra él.

La que fuera su cuarta mujer, Maltace (en griego Μαλθάκη- Malzaque), fue una cautísima samaritana que intuyó que su paranoico marido no dudaría en hacer lo mismo con ella o con sus hijos, si por algún motivo llegaba a sospechar que éstos tramaban algo contra él, así que decidió no dar ni el más mínimo motivo para que el monarca recelara de ellos.

Manteniendo un perfil bajo y no haciendo ruido, pudo salvar la cabeza y la de sus dos hijos, que a la larga acabarían heredando las tres cuartas partes del reino de Herodes I.

Estos herederos, probablemente auténticos supervivientes a las manías persecutorias de su caprichoso padre, eran Herodes Arquelao y Herodes Antipas. Ambos hermanos del mismo padre y madre, tenían una hermana de nombre Olimpia, que no recibió nada de la herencia de su padre, por ser mujer y de la que no se sabe gran cosa, más allá de que se casó con un primo suyo, de nombre Josef ben Josef, tuvo una hija a la que llamó Mariamne, la cual acabó siendo la primera mujer de Herodes de Calcis.

Así pues los tres hijos que esta samarita Maltace había tenido con Herodes I el Grande eran:

a) Arquelao, primogénito, nacido hacia el año 23 a.C.

b) Antipas, segundo hijo, nacido el año 21 a.C.

c) Olimpia que nació alrededor del año 19 a. C.

Herodes Arquelao


Arquelao y Antipas fueron educados en Roma, en el entorno de la familia imperial, donde se preparaban para suceder a su padre cuando este falleciera.

 

3. Herodes Arquelao el Etnarca

 

A. El Testamento de Herodes I

A la muerte de Herodes I, en el año 4 d.C., el emperador Augusto, como gesto de buena voluntad hacia la familia Herodes, a la que tenía bastante aprecio, deja que sean sus hijos los que se hagan cargo del gobierno de la región.

Curiosamente ni Arquelao ni su hermano Antipas eran judíos, pues su padre Herodes I era idumeo (o edomita) y su madre Maltace era samaritana.

Su medio hermano Herodes Filipo II, sí que tenía sangre judía, pues su madre, Cleopatra de Jerusalén, como su nombre indica, era judía.

Estos tres citados personajes, todos culturalmente más greco-romanos que judíos (como denotan sus tres nombres griegos y su educación en Roma) van a ser los que pasen a controlar los territorios que su padre les deja en herencia.

Este testamento de Herodes I había ido sufriendo variaciones, según si los hijos de dicho monarca iban perdiendo o ganándose el favor de su padre.

En la redacción del primer testamento se dejaba consignado que el legítimo sucesor de Herodes I a su muerte debía ser su hijo primogénito Antípatro.

En el año 7 a. C. Herodes I ordena detener a sus dos hijos Aristóbulo y Alejandro (ambos hijos de su segunda esposa Mariamne I) y los acusa de estar conspirando contra él para apartarlo del poder y ponerse ellos en su lugar. Herodes no vacila en hacerlos decapitar.

Dos años después sale a la luz otro complot que, supuestamente, había estado planeado Antípatro para hacerse con el poder.

Su padre lo hace encarcelar.

Ha de cambiarse el testamento. Ahora, de estar vivos, les tocaría el turno a Alejandro y Aristóbulo, los hijos de su segunda mujer, pero ambos habían sido hallados culpables de confabularse para matar a su padre y usurpar el poder y por ello perdieron la vida. 

Corren dos puestos en la línea sucesoria y le toca a Herodes Filipo I, (también conocido como Herodes Boethos), hijo de su tercera mujer, Mariamne II, ser el que encabece el testamento.

Pero resulta que dicho Herodes Filipo I se encontraba en Roma en el momento en que Herodes I decide realizar los cambios.

Herodes Arquelao, primogénito de su cuarta mujer, Maltace, que es el siguiente en la lista, se halla igualmente en Roma. Es así como Herodes I pone su atención en el segundo hijo de Maltace, Herodes Antipas, que no sólo residía en ese momento en Judea, sino que además se parece al monarca.

Con la excusa de que Herodes Filipo I y Arquelao están ausentes en Roma, Herodes I decide apartarlos de la línea sucesoria, es decir saltárselos y pasar directamente a Antipas.

Flavio Josefo, que tanto en el libro XVII de su obra Antigüedades Judías como en el libro II de su obra Guerra de los Judíos, nos relata con todo lujo de detalles cómo Herodes I modifica en numerosas ocasiones su testamento y cómo estas alteraciones van a traer luego disputas entre hermanos.

Según el mismo Flavio Josefo, Herodes I creía en un rumor que circulaba por el palacio, auténtico nido de intrigas, y que afirmaba que tanto Herodes Filipo I como Arquelao habían sido muy amigos de sus dos medio-hermanos Alejandro y Aristóbulo, los cuales, recordemos, habían caído en desgracia por haber conspirado contra su padre y lo pagaron con sus vidas.

Por esta razón, es decir por tener amistad con dos traidores, el rencoroso Herodes I no deseaba que ambos gobernaran sus dominios.

Así pues, tenemos que ahora el principal beneficiario en el testamento va a ser Herodes Antipas. Pero no por mucho tiempo, pues poco antes de morir, el veleidoso Herodes I toma dos decisiones trascendentes: manda ejecutar a su hijo primogénito Antipatro, y realiza un último cambio en su famoso testamento.

En cambio consiste en poner en primer lugar a Herodes Arquelao y dejar detrás a Antipas y a Herodes Filipo II.

Con este último cambio consignado y firmado fallece Herodes I.

 

B. Luto y funerales

La hermana de Herodes I, Salomé, junto con su marido Alexas reúnen al ejército en el anfiteatro y proceden a leer en público la carta que el difunto monarca había dejado dirigida a sus soldados, donde les agradece su lealtad y les ruega que sean también fieles a su hijo Herodes Arquelao.

Los militares prometen fidelidad y amistad a Arquelao, que se va a encargar de organizar los fastuosos funerales en honor a su padre.

El cuerpo de Herodes I es llevado en una litera de oro hasta la fortaleza llamada Herodion, donde se le da sepultura.

Arquelao guarda luto durante 7 días, congrega a una multitud de súbditos al banquete que tradicionalmente ofrecen los judíos en loor del finado monarca y se presenta en el templo a ofrecer sacrificios, ofreciendo así la imagen de ser un gobernante respetuoso de las costumbres judías.

 

C. Arquelao se presenta a su pueblo

El pueblo acoge a Herodes Arquelao con signos de aprecio.

Arquelao reparte saludos entre la gente y le agradece su calurosa acogida.

Delante de todos anuncia que se va a abstener de usar el nombre de rey, porque todavía no ha sido confirmado como tal por el emperador romano, que es el que tiene la última palabra a la hora de ratificar o no el testamento de Herodes I.

Rehúsa también a que le coloquen la diadema (la corona real de la época) como reclamaban sus soldados. 

Realiza todo tipo de promesas, como que por ejemplo va a ser mejor gobernante que su padre, que indemnizará a las víctimas de la crueldad de su padre, etc.

El pueblo, viendo las buenas intenciones que muestra el rey se lanza a realizar un aluvión de peticiones, a las que Arquelao consiente.

Entre otras cosas le solicitan que baje los impuestos anuales, que suprima las tasas de compra venta en los mercados, que se liberen a todos aquellos presos que Herodes I mantenía encerrados desde hacía muchos años, etc.

Acabado su baño de multitudes, se marcha a su palacio a celebrar un fiestón con sus amigotes para dar por concluido el luto por la muerte de su padre.

 

D. Matanza de 3.000 judíos religiosos

Aquella misma noche, cuando, oficialmente ya se había puesto fin al luto por el rey Herodes I, se junta un nutrido grupo de judíos (Flavio Josefo, muy en su línea, los llama alborotadores) que, a su vez celebran su particular luto por las víctimas de la crueldad del anterior monarca.

Judas y Matías, dos maestros de la ley, junto con varios discípulos habían sido condenados por Herodes I a morir quemados vivos como castigo por destruir el águila de oro, símbolo del poder de Roma, que había sido colocada en la puerta del Templo.

Dicha águila era una ofensa intolerable a ojos de los judíos, pues se trataba no sólo de una imagen (y según la Torah está prohibido fabricarse imágenes y mucho más adorarlas), sino que además representaba a un poder extranjero, pagano y opresor.

Además y para mayor escarnio Herodes I había ordenado colocar dicha insignia en el lugar más sagrado y querido de la Tierra para un judío religioso: el Templo de Jerusalén.

Comienza un cortejo fúnebre de fariseos que desfilan por todo Jerusalén entonando canticos religiosos y golpeándose el pecho en señal de duelo.

Las mencionadas víctimas se convierten en mártires de la Ley, que sufrieron una terrible muerte por defender la Torah.

Los más exaltados llegan a la conclusión de que no basta con llorar a los héroes: es necesario vengarlos.

Herodes I, el principal causante de las muertes, se ha podido escapar, pero quedan sus descendientes y aquellos funcionarios que colaboraron con él.

El principal de todos aquellos era el sumo sacerdote, Joazar ben Boethos, que había sido colocado en dicho cargo por el mismo monarca.

Había que deponerlo inmediatamente y poner en su lugar a un sacerdote mucho más piadoso y honrado.

En segundo lugar había que castigar a los consejeros de Herodes I y, de paso acabar también con todos los elementos paganizantes de la corte.

Arquelao se irrita cuando oye a los lamentos y los gritos de protesta de los “alborotadores”, pero no hace nada al respecto, deja las represalias para otro momento más adecuado, pues en ese instante lo que deseaba no era entrar en discusiones con la gente sino marcharse de ahí lo antes posible.

Envía a un lugarteniente suyo a entrevistarse con los amotinados y a pedirles que se tranquilizaran.

Mientras tanto Arquelao se dirige al Templo, pero antes de poder decir una sola palabra, los rebeldes lo reciben con una lluvia de piedras. Arquelao huye y envía luego a varios portavoces a parlamentar con la crispada turba, la cual procede con sus embajadores de igual manera.

No hay manera de dialogar con los amotinados, que sólo saben responder con violencia a todas las propuestas que se les hacen.

Por aquel entonces daba comienzo justamente la principal festividad religiosa de los judíos: la Pascua.

Como era tradicional para esa y otras fechas señaladas, la ciudad se llenaba de peregrinos que acudían a Jerusalén de toda Judea, Galilea, Perea y de la diáspora a participar en los ritos religiosos.

Los cabecillas de la revuelta se reúnen en el Templo y determinan salir a ganar adeptos para su causa.

Arquelao se huele la tormenta que, efectivamente, se estaba avecinando sobre la capital de Judea y decide que es más sano prevenir que curar.

Queriendo cortar de raíz un levantamiento, que en plena Pascua y con Jerusalén a rebosar de gente, se le podía escapar de las manos, Arquelao envía con la mayor discreción a un tribuno con toda su cohorte con la orden de poner fin a aquel desmadre, acabando sin miramientos con los líderes de aquella revuelta.

Las multitudes montan en cólera cuando ven aparecer a los soldados y la emprende a pedradas con los mismos. Incluso el tribuno acaba lesionado y tiene que escapar para salvar su vida.

Ante la retirada de la soldadesca, los agresores continúan con sus sacrificios en el templo como si no pasara nada.

Pero negros nubarrones se cernían sobre ellos, pues Arquelao no veía más salida a aquella situación que acabar con el foco rebelde aunque fuera cometiendo una auténtica masacre, como fue lo que acabó sucediendo.

Arquelao hace caer todo su ejército contra los levantiscos judíos que se encontraban en ese momento llevando a cabo sus rituales en el templo con toda la tranquilidad del mundo.

La matanza que se produjo entonces se recordaría durante generaciones: tres mil perecen en aquella operación.

El resto se dispersa por los montes que rodean Jerusalén para salvar sus vidas.

Se ordena a todo el mundo que inmediatamente vuelva a su casa. Los peregrinos han de abandonar Jerusalén y retornar a sus respectivas ciudades y aldeas.

Se suspende la festividad de la pascua judía ese año.

Herodes Arquelao ha hecho numerosos enemigos entre el sector más religioso de la sociedad, que le guardarán un odio perpetuo.

 

E. Juicio en Roma

Como ya hemos mencionado más arriba, ningún valor tiene el testamento de Herodes I hasta que no sea sometido al escrutinio y beneplácito del emperador Augusto.

Es por eso que todas las partes citadas en dicho testamento se van a personar en Roma para comparecer ante el César y defender sus intereses.

Arquelao acude acompañado de Popla, Ptolomeo y Nicolás de Damasco, el secretario de su padre Herodes I (además de historiador).

Este mencionado Nicolás de Damasco será el encargado de hacer las veces de abogado defensor de la causa de Arquelao ante Augusto.

Dejó a su medio hermano Herodes Filipo II a cargo de los asuntos del palacio.

Junto con Arquelao marchaba también su tía Salome, hermana de Herodes I (beneficiaria también en el testamento del monarca) y los hijos de dicha Salomé.

En principio Salomé y sus hijos quieren estar presentes en Roma para apoyar los derechos de Arquelao, pero eso es sólo aparentemente, pues una vez en presencia del César se dedicarán a denunciar al etnarca de haber actuado con extrema crueldad contra su pueblo y de haber cometido crímenes sacrílegos, pues llegó a causar numerosísimas muertes en el Templo de Jerusalén, el lugar más sagrado para un judío.

Por su parte, Herodes Antipas, pone en tela de juicio la validez del testamento, pues asegura que su padre lo había designado a él mismo, Herodes Antipas y no otro, como sucesor en el último testamento que escribiera y que resultó modificado a última hora, muy poco antes de que el monarca falleciera.

Antipas ve claramente un complot por parte de su hermano que le ha arrebatado con malas artes algo que por ley le pertenecía.

Con la inestimable ayuda de un hermano del anteriormente citado Nicolás de Damasco: Ptolomeo, que había sido uno de los amigos más cercanos a Herodes I y de Ireneo, un famoso orador que va a ser su defensor ante el emperador, Antipas cree tener oportunidades de convencer al césar de que se ha producido una sucia manipulación para usurpar su primer puesto en el testamento.

Además de Ptolomeo e Ireneo también le acompaña su madre Maltace, que fallecerá al poco tiempo, y que apoya su causa.

Pero no es su madre el único familiar que se pone de su lado. En Roma se pasan a su bando todos sus parientes, los cuales, según parece, detestaban a Arquelao.

Dichos parientes creían que lo que de verdad favorecía a sus propios intereses era que el antiguo reino de Herodes pasara a manos de Roma y que fuera puesto bajo la tutela de un gobernador romano.

Ahora bien, si al final resultaba que no era esto lo que el César decidía, entonces hallaban preferible el gobierno Herodes Antipas.

No sólo su tía Salomé, que se convierte en una inesperada partidaria de su causa y que le resulta de gran utilidad, pues denuncia sin tapujos las fechorías que cometió Arquelao, matando a 3000 personas, presentan una acusación firme ante el emperador; el procurador de la provincia de Siria, Sabino, le envía unas misivas al César denunciando a Arquelao, al mismo tiempo que se deshacía en alabanzas hacia Antipas.

Arquelao, por su parte, elabora una lista con sus derechos y manda presentarlo junto con el anillo del sello y todas las finanzas del reino mediante Ptolomeo.

Para acabar de complicar el asunto un poco más, hace aparición en el Templo de Apolo Palatino, que era donde se estaba realizando el juicio, una embajada de 50 judíos provenientes de Judea y que secundados por la comunidad judía local (unos 8000 judíos de Roma) protestan ante el emperador por los abusos y las atrocidades que tanto Arquelao como su padre Herodes I han cometido contra el pueblo judío.

Dichos judíos solicitan que toda Judea quede bajo autoridad romana y que pasen a depender de la provincia romana de Siria.

Todo antes de seguir en manos de otro Herodes tan cruel como su padre.

Por si no fueran suficientes las diferentes facciones que ahí se encontraban discutiendo, hacen también acto de presencia unos portavoces de las ciudades griegas que estaban bajo el reinado de Herodes I, y que vienen a solicitar que se les libere del yugo judío y que sus comunidades pasen a ser gobernadas por Roma.

Posiblemente se trate aquí de las ciudades de Gadara, Gaza e Hipos, que efectivamente lograron zafarse del control judío para ser administradas directamente por Roma.

Augusto analiza los argumentos y alegatos de todas las partes con la ayuda de un comité de consejeros. No sabe si nombrar a un único sucesor o repartir los territorios entre toda la enorme parentela.

 

 F. Etnarca

Al poco de haber disuelto su comité de asesores, Augusto da a conocer su veredicto.

Decide mantener el testamento que había dejado firmado Herodes I.

- Nombra a Arquelao etnarca de

a) Judea

b) Samaria e

c) Idumea

y promete darle más tarde también el título de rey, si acredita ser digno de tal título.

- La otra mitad del antiguo reino de Herodes I la divide el César en dos tetrarquías:

- Nombra a Antipas tetrarca de:

a) Perea y

b) Galilea

- Y nombra tetrarca a Herodes Filipo II de:

a) Iturea

b) Traconítida

c) Gaulanítida

d) la Batanea y

e) Paniada

La división del reino de Herodes I a su muerte

El título de etnarca era de mayor rango que el de tetrarca.

Ya los Macabeos o asmoneos detentaban estos títulos antes de ser denominados reyes.

Ambos tetrarcas tenían una autonomía limitada dentro de sus regiones, pues al final estaban subordinadas a la autoridad de su hermano Arquelao.

Su etnarquía que, como hemos dicho, constaba de Idumea, Judea y Samaria, era la pieza importante del testamento, no en vano era la mitad del antiguo reino de Herodes I.

Además se le asignaba a Herodes Arquelao una renta anual de cuatrocientos talentos (Flavio Josefo dice en sus Antigüedades Judías que eran 600 talentos)

A Salomé, la hermana de Herodes I, se le deja en herencia las ciudades de Jamnia, Azoto y Fasaelis. Con el título de señora de dichas ciudades.

 

4. Revueltas en la tetrarquía de Herodes Arquelao

Una vez nombrado ya Tetrarca, Arquelao marcha a toda prisa a sus territorios a poner orden, pues le habían llegado noticias a Roma de que se había producido un levantamiento en Jerusalén que más tarde se había extendido por todo Judea y de ahí también a Samaria e Idumea.

Bonita forma de estrenar su título.

¿Por qué se originan otra vez disturbios en Judea?

Cuando Arquelao parte a Roma para estar presente en el juicio que se va a celebrar ante Augusto, Quintilio Varo, gobernador romano de Siria, se barrunta que, con la ausencia del etnarca Arquelao, las cosas en Jerusalén se podían poner muy feas.

Así pues, como medida preventiva decide dejar estacionada en la capital una de las tres legiones que se había traído desde Siria y luego se vuelve con las otras dos a Siria.

Sabino, el procurador romano de Siria, subordinado de Quintilio Varo, determina, por propia iniciativa, solicitar a los soldados judíos de Herodes Arquelao la entrega de sus fortalezas.

También exige auditar el tesoro y las cuentas de Arquelao, algo a lo que sus hombres se niegan.

De nuevo se produce otra revuelta por parte de los judíos, y de nuevo se produjo durante la celebración de una fiesta religiosa: la fiesta de Pentecostés (una festividad que tiene lugar siete semanas después de Pascua, o sea 50 días después, de donde viene su nombre)

Con la celebración de fiestas religiosas como Pascua, Pentecostés, Yom Kippur o la fiesta de los Tabernáculos, Jerusalén, como capital religiosa que era de todos los judíos, ya que en ella se encontraba el único templo, acogía a enormes masas de gente que acudían de todas las regiones, tanto de las vecinas, como de otras más alejadas y que eran paganas: Egipto, Grecia o Siria, donde habitaban numerosos emigrantes judíos (la diáspora)

En esta ocasión en concreto la muchedumbre que abarrotaba las calles jerosolimitanas era natural de la misma región de Judea.

Sabino, confiado al saberse respaldado por la tropa que Varo había dejado acantonada en Jerusalén, actúa con contundencia ante el primer conato de violencia que ve en los judíos.

Los judíos no se amilanan, sino que por el contrario, estallan de rabia e impotencia y se lanzan a por los romanos con inesperada ferocidad.

Los rebeldes se organizan en tres columnas que se instalan en tres puntos diferentes de la ciudad para sitiar el cuartel de las tropas romanas, que era el palacio real.

Cuando el procurador Sabino se ve rodeado de hostiles judíos comienza a enviar mensajeros a Siria a solicitar a Varo que actúe y acuda inmediatamente a Jerusalén con sus legiones, porque la situación de las tropas ahí asediadas era angustiosa y corrían el riesgo, cada vez mayor, de verse asaltados y exterminados.

Llevado por la desesperación, Sabino se sube a la torre de mayor altura del palacio para ordenar desde ahí mediante señas a los legionarios que se encontraban fuera que rompiesen el cerco.

Estos le obedecen acceden al Templo y se entablan entonces encarnizados combates.

Viéndose avasallados por el ímpetu de las experimentadas tropas romanas, numerosos judíos ascienden a los pórticos y desde ahí comienzan a lanzar una lluvia de flechas contra los romanos que se encontraban debajo. De esta manera causan a los legionarios cuantiosas bajas.

La única salida que ven los acorralados romanos es prender fuego a los pórticos para despejarlos de atacantes.

Esta estrategia resulta decisiva para los soldados romanos pues le da la vuelta completamente a la situación: los judíos comienzan a arrojarse al vacío para escapar de las llamas.

Viéndose dueños de la situación, las tropas romanas entran en el recinto sagrado y caen sobre el tesoro del Templo, tomando unos cuatrocientos talentos como botín.

Viendo a sus paisanos masacrados y su templo mancillado por los legionarios, muchos judíos, que se habían mantenido hasta entonces neutrales y no habían querido tomar parte en las revueltas, se van a unir ahora a los rebeldes para engrosar sus tropas.  

Cercan el palacio real, amenazaron con acabar con todos los sitiados, si no abandonaban inmediatamente Jerusalén.

A Sabino le prometen respetarle la vida si se marchaba con sus tropas.

La mayoría de los soldados judíos del ejército real de Arquelao se pasan al bando de los rebeldes. Ahora bien, los mejores hombres, que eran los legionarios sebastenos, es decir los naturales de Sebaste se mantienen fieles a los romanos.

Sabino deseaba marcharse pero no se fiaba en absoluto de las promesas de los sublevados. Así que decide seguir en su posición a la espera de las tropas de Quintilio Varo

El caos producido en Jerusalén se extiende por toda la Etnarquía de Arquelao y surgen nuevos focos de insurgencia en las diferentes regiones.

Viendo el desmadre y la falta de autoridad que se ha producido con la ausencia de Arquelao, van a salir ciertos personajes a la escena pública que reclaman el trono de Herodes Arquelao:

a) En Idumea se amotinan dos mil soldados de las tropas de Herodes Arquelao.

b) En Séforis, Galilea, un tal Judas, hijo del cabecilla de un grupo de bandidos llamado Ezequías, consigue captar a numerosos partidarios, asaltan los depósitos de armas del rey Herodes Arquelao, y arma a sus hombres.

c) En Perea, un esclavo de Herodes I de nombre Simón, se autoproclama rey y con un puñado de secuaces saquea el palacio real de Jericó y le prende fuego.

Cunde el ejemplo de estos exaltados por otras aldeas, y así tenemos que un tal Atrongeo, que era pastor, también se proclama monarca, se rodea de otros descerebrados como él, se arman hasta los dientes y se lanzan a saquear todos los pueblos que caen en sus manos, asesinando a todo aquel que se cruza en su camino, sea legionario romano, soldado de Arquelao o un simple ciudadano judío que pasaba por ahí.

En algunas zonas, como en Emaús, la violencia y el atrevimiento de dichos sediciosos llega hasta el punto de que acometen un feroz asalto a toda una unidad de soldados romanos, matando a un centurión y a cuarenta de sus legionarios.

Se producen muchos más episodios de este tipo por toda la región, que se llena de bandidos y asaltadores que aprovechan que las aguas están revueltas para pescar su botín.

Llegan a manos de Quintilio Varo en Antioquía, Siria, los mensajes desesperados que le enviara su subordinado Sabino desde su asedio en Jerusalén.

El gobernador de Siria teme que perezca la legión que él mismo dejara acuartelada en la capital de Judea y decide actuar cuanto antes.

Tomando las otras dos legiones que tenía a su disposición en Siria así como cuatro escuadrones de caballería, parte inmediatamente hacia Jerusalén. Ordena que se le unan también, como refuerzo, tropas auxiliares pertenecientes a los reyezuelos clientes de Roma que había en todo Oriente Próximo.

Por el camino se le van uniendo más tropas, como por ejemplo en Beirut y en Ptolemaida.

En esta localidad se les une el rey nabateo Aretas IV, que más tarde se convertirá en el suegro de Herodes Antipas.

Al parecer el motivo que dicho monarca tenía para prestar sus tropas era el enorme odio que profesaba a Herodes I y todo lo que estuviera relacionado de alguna manera con dicho personaje.

Es decir, que lo que de verdad mueve a Aretas, es cobrarse venganza contra los Herodes, ahora que ve que la ocasión es inmejorable.

Desde esta ciudad marchan primeramente a pacificar Galilea. Por todas las ciudades y aldeas por las que pasan dejan muerte y desolación, pues actúan con extrema brutalidad.

Una vez sofocados los zonas calientes de Galilea se dirigen a Jerusalén, pasando antes por Emaús donde Quintilio Varo desea dar un escarmiento a la población judía de dicha aldea, por ser ese lugar el escenario de la humillante derrota que sufrieron las tropas romanas cuando fueron atacadas y perecieron, como ya hemos señalado, el centurión Ario y cuarenta de sus mejores hombres.

Desde Emaús Varo pone rumbo a Jerusalén, donde el pánico se apodera de la población en cuanto hacen acto de presencia el gobernador y sus dos legiones.

Los judíos insurgentes que habían acampado en tres zonas de Jerusalén para someter a un asedio a las tropas romana ahí emplazadas se dispersan en el acto y ponen pies en polvorosa.

Los habitantes de la ciudad, viendo la que se les podía venir encima, salen a recibir y vitorear a Varo, para intentar, de esta manera, salvarse de una muy posible represalia por parte de los romanos.

Pretextan que ellos siempre han sido fieles a las autoridades romanas y a Arquelao y que no han tomado parte en ningún acto rebelde.

Se presentan como víctimas de una muchedumbre de fanáticos venidos de fuera para celebrar Pentecostés se habían tomado la ciudad y habían asesinado a sus habitantes del mismo modo que lo habían hecho con los soldados romanos.

Varo manda a varios de sus hombres a capturar a todos los rebeldes que han huido al campo.

La Tetrarquía de Herodes Arquelao (de color morado)

Cuando concluye la redada, el gobernador determina encarcelar a los menos radicales y crucificar a los que más responsabilidad habían tenido en las revueltas, que llegan a ser unos dos mil.

De los muchos hombres que le llevaron detenidos encarceló a los que le parecieron menos alborotadores, mientras que crucificó a los que eran más culpables, unos dos mil.

Por último envía tropas a Idumea, donde aún quedaba un foco rebelde, para poner fin de una vez por todas a la insurrección.

Una vez se hubo asegurado de haber puesto orden en todas las regiones, volvió con sus legiones a Antioquía.

Regresa Arquelao de su periplo por Roma, investido ya de su título de Etnarca, a una tierra pacificada a base de sangre y fuego.

 

5. Matrimonios de Herodes Arquelao

Herodes Arquelao se casó en primeras nupcias con una tal Mariamna.

Esta mujer puede tratarse quizá de Mariamna III (Mariamne ben Aristóbulo), es decir una prima de Herodes Arquelao, hija de aquel príncipe de nombre Aristóbulo, al que su padre Herodes I mandara ejecutar junto con su hermano Alejandro por conspirar contra él.

Esta Mariamna III era hermana de los famosos Herodes Agripa I, Herodes de Calcis y de Herodías (de los lo que hablaremos más adelante en otros artículos) y quizá había sido mujer de Antipatro, el primogénito de Herodes I.

Más adelante, Herodes Arquelao se divorcia de dicha Mariamna para poder contraer matrimonio con Glafira (Glaphyra).

Glafira era la viuda de Alejandro, el medio hermano de Arquelao, que, como acabamos de comentar, perdió su vida junto a Aristóbulo por confabularse contra su propio padre, Herodes I.

Esta Glafira, estaba divorciada del monarca bereber Juba II, que era monarca de Libia, Numidia y Mauritania.

Hay quién dice que, realmente, Glafira había sido repudiada por Juba II.

Sea como fuere, el hecho es que Glafira había sido la esposa de su medio hermano Alejandro.

El hecho de quebrar un lícito matrimonio para unirse a una mujer, supone una gravísima infracción de la ley judía.

Si además añadimos a este pecado que se une a la mujer de un hermano, algo que el Levítico condena tajantemente, el escándalo es mayúsculo por están cometiendo un doble pecado.  

Algo muy similar le sucederá a su hermano Herodes Antipas, cuando se una a Herodías.

Esta transgresión de la Torah, unida a la sangrienta represión de las protestas que ordenó Arquelao, cuando apenas llevaba en el poder una semana, suscitaron entre sus súbditos una gran aversión hacia la figura de Arquelao.

Y esta inquina que su pueblo le tenía acabó llevándoselo por delante, ya veremos, cuando más tarde lo acusen ante el emperador.

 

El sueño de Glafira

Recién llegada a Judea, Glafira tuvo un perturbador sueño en el que se le aparecía su difunto esposo Alejandro y le reprochaba haberse casado por tercera vez, siendo en esta última ocasión el conyugue, nada menos que el propio hermano de Alejandro (algo que la Torah no permitía)

Al final, Alejandro amenaza a Glafira con no permitir semejante ofensa, pues se la va a llevar consigo.

Glafira, nos relata Flavio Josefo en su segundo libro de la Guerra de los Judíos, vivió tan sólo dos días después de haber contado su sueño.

 

6. Fin de Arquelao: destitución y destierro

Herodes Arquelao llega a gobernar tan sólo diez años.

Llega al poder en el 4 a.C., cuando su padre fallece, y es declarado oficialmente etnarca de Judea, Samaria e Idumea en el año 3 a.C.

En el año 6 d. C. Se presentan en la corte del emperador Augusto una embajada de nobles judíos y samaritanos que acusan a Herodes Arquelao de cometer todo tipo de tropelías contra su pueblo.

Augusto, que no era la primera vez que escuchaba este tipo de acusaciones decide que ya va siendo hora de tomar cartas en el asunto y no sólo lo destituye de su cargo sino que lo destierra, enviándolo a pasar el resto de sus días a Vienna, en el sur de la Galia.

Su etnarquía pasa a manos de Roma y se convierte en una provincia romana más, puesta bajo la tutela de un procurador romano, pero sometida a la autoridad del gobernador de Siria.

Se die que Arquelaos pasa desde el año 6 d.C., que es cuando es enviado al exilio, hasta el año 18 d.C., que es cuando se cree que muere, en la Galia desterrado.

Nada se sabe de la vida que lleva en Vienna, ni tampoco se sabe cómo muere; simplemente deja de ser de interés para los historiadores.

Cuando vemos el final que sufre Herodes Arquelao, podemos pensar si de verdad fue justo. ¿Realmente fue el tirano cruel que nos presentan Flavio Josefo y los Evangelios?, ¿Tenían una base de veracidad las acusaciones que sus súbditos presentan ante Augusto en varias ocasiones y que tienen como consecuencia la destitución del Etnarca? ¿Por qué castiga el emperador a Herodes Arquelao?

Seguramente el emperador no tuvo una sola razón sino más bien tres motivos para acabar destituyéndolo:

1. Crueldad

2. Falta de iniciativa

3. Falta de muestras de aprecio a la familia imperial

 

A. Crueldad

Ya hemos podido ver cómo actúa Arquelao, cuando, apenas pasados siete días desde la muerte de su padre, se produce un conato de revuelta que el Etnarca manda reprimir con firmeza y se producen 3000 muertos.

Hay algunos historiadores modernos, que sin querer justificar las salvajes represalias que dicho gobernante se toma, sí que es verdad que intentan comprender que Arquelao se ve abocado a tomar medidas drásticas cuando se ve acorralado por los violentos sediciosos.

Arquelao, nos explican dichos estudiosos, se ve forzado por la situación a actuar. No es su voluntad maltratar a sus súbditos, pero no le dejan otra salida cuando la tensión aumenta.

El Etnarca no da ningún motivo para que el pueblo se amotine, todo el malestar viene de las acciones de su recién fallecido padre.

Los errores de Arquelao son quizá dos:

a) No haber sabido contener a tiempo el malestar de aquellos grupos más religiosos, profundamente airados por las recientes ejecuciones de sus compañeros a manos de Herodes I.

b) Dejar que la reacción de sus tropas se les escapara de sus manos y acabara costando la vida de 3000 personas, casi todas dentro del templo, durante la fiesta de la Pascua. Es decir, no sólo se ha cometido una imperdonable masacre, sino también un intolerable sacrilegio.

Lo que hace pensar a los expertos en que quizá si se tratara de un gobernante sanguinario y despiadado, es que en la última de las quejas que se presentan a Augusto contra Arquelao, y que son las causantes de su castigo, la respaldan también los samaritanos.

Esto no se había visto antes. Los samaritanos siempre se mantenían neutrales en todas las algaradas que organizaban los judíos y que siempre acababan sofocadas con un baño de sangre.

Por otra parte judíos y samaritanos se odiaban mutua y profundamente, y nunca desaprovechaban las oportunidades que sus rivales les ofrecían para hacerse todo tipo de canalladas.

Si Arquelao de verdad maltrataba a los judíos y no cesaba de cometer todo tipo de fechorías contra ellos, los samaritanos estarían encantados con semejante gobernante y jamás protestarían de él ante las autoridades romanas, más bien al contrario, hubieran respaldado a semejante tirano que tanto oprimía a sus enemigos.

El caso es que en el año 6 a.C., judíos y samaritanos presentan una queja conjunta.

Esto último es asombroso, inaudito e inimaginable: ambos pueblos olvidando sus viejas rencillas para hacer causa común.

Debemos pensar, pues, que algo de verdad habría en las descripciones de los historiadores de la época, cuando nos presentaban a este personaje como a un déspota despiadado.

 

B. Incompetencia  

Por otra parte no nos consta que Arquelao realizara ninguna obra que mereciera la admiración o, por lo menos el agradecimiento de sus súbditos.

Así como su padre había dedicado enormes sumas de dinero, mucho tiempo y abundante energía en la construcción de edificios, reconstrucción de ciudades y el embellecimiento de las mismas, Herodes Arquelao no parece seguir las huellas de su padre en este aspecto.

Nos consta que realizó las siguientes obras:

a) Restaura el palacio asmoneo de Jericó

b) Manda plantar numerosas palmeras en la llanura de Jericó.

c) Organiza un sistema de canalización y riego en dicha plantación de palmeras, para lo cual toma la mitad del agua que abastecía la cercana población de Neara.

d) Funda un pueblo con el nombre de Archelais

Al parecer ninguna de sus empresas parece llamar mucho la atención de sus súbditos.

Por si fuera poco, a la muerte de Herodes I, toda la región parece verse invadida de bandidos y forajidos que campan a sus anchas no dejando vivir en paz a la población.

Herodes I había conseguido acabar con el bandolerismo endémico de Judea, en parte aplicando una férrea política de represión y en parte integrando a muchos cabecillas de aquellas bandas de asaltacaminos a su propio ejército.

Con la desaparición de Herodes I muchos soldados, antiguos salteadores, se quedan sin trabajo y vuelven a las andadas, trayendo la inseguridad a una pacificada región.

Por si esto no fuera suficiente, poco a poco, muchos de estos forajidos van tomando posturas nacionalistas.

Poco a poco aumenta el sentimiento antirromano que se convertirá en un profundo odio hacia todo elemento paganizante.

Poco so tarda también en pasar del extremismo nacionalista judío al extremismo religioso, y ya tenemos los ingredientes necesarios para preparar las continuas revueltas que van a producirse en toda la región en las siguientes décadas.

Herodes Arquelao es demasiado cruel y sangriento para los judíos y demasiado inefectivo e ineficaz para los romanos.           

No es capaz de cumplir ni las expectativas que podía tener puestas en él su pueblo, ni tampoco las que tenía Roma.

No es capaz de demostrar su valía al césar, el cual le promete el cargo de monarca si se lo sabe ganar, pero tampoco sabe acabar con el profundo malestar de los judíos que se sienten doblemente oprimidos: por los romanos y sus legiones acantonadas en Jerusalén y por los soldados herodianos, tan sanguinarios y sádicos como los romanos. 

Es decir, que Arquelao logra decepcionar por abajo a sus súbditos, y por arriba al emperador, de quien depende su cargo y título.

 

C. Falta de muestras de aprecio hacia la familia imperial

Otro punto importante es el tema del papel de Arquelao como vasallo de Roma.

Acabamos de decir que Arquelao se lo debía todo a Roma.

Su etnarquía es una prebenda que el emperador ha tenido a bien concederle a Herodes Arquelao, como muestra de aprecio y reconocimiento a la fidelidad que su padre Herodes I mostró siempre hacia Roma.

Ahora bien, a efectos reales, Herodes Arquelao y sus hermanos no dejan de ser unos gobernantes títeres en manos de Roma, son príncipes marionetas puestos como gobernantes en sus respectivas regiones por los sucesivos emperadores romanos que creen que es más sencillo, cómodo y económico tener a estos pequeños reyezuelos para administrar y regir unas regiones remotas y difíciles, por levantiscas.

Si un pequeño monarca oriental no mostraba la suficiente sumisión o, por lo menos, el suficiente respeto y aprecio por Roma, pues dejaba de ser visto con buenos ojos por el César y a la más mínima se cambiaba por otro (la lista de aspirantes era larga)

¿Y qué posibles faltas de respeto pudo haber cometido este etnarca? Pues veamos:

a) En las monedas acuñadas por Herodes Arquelao, al contrario que hicieran sus hermanos, sólo aparecía en propio nombre del etnarca. Efigies de los emperadores de Roma, así como menciones a los mismos, brillaban por su ausencia.

Monedas acuñadas durante el gobierno de Herodes Arquelao

Hay quien ha querido ver en este hecho una muestra de consideración del etnarca hacia sus súbditos religiosos, para los cuales toda imagen era un sacrilegio, y la mención del ocupador de sus tierras era una vejación.

Sea como fuere el hecho es que para el emperador de Roma no debía de ser muy agradable enterarse de que en todas las provincias romanas, por muy lejanas y exóticas que estuvieran, se acuñaban monedas con la efigie y el nombre del emperador, excepto en Judea, donde su ingrato gobernador había decidido ser una excepción.

b) Algo similar debió de ocurrir cuando llegara a oídos del César que Herodes Arquelao había fundado una ciudad a la que bautizó con el nombre del propio Etnarca: Archelais.

Herodes I, mucho más astuto que su vástago etnarca, había mandado levantar una ciudad en la costa, a la que se apresuró a ponerle el nombre de Cesarea para honrar al emperador.

Los hermanos tetrarcas de Herodes Arquelao también tuvieron la consideración de honrar a la familia imperial cada vez que inauguraban una nueva localidad:

- Herodes Antipas funda más tarde una ciudad a orillas del lago Genesaret, a la que pone de nombre Tiberiades, en honor de Tiberio.

También reforma una localidad ya existente, Beth-Aramphtha, a la que cambia el nombre por Livia, para honrar a Livia Drusila, mujer de Tiberio. Cuando la esposa del emperador cambia el nombre a Julia Augusta, Herodes Antipas hace lo mismo y rebautiza la ciudad con el nombre de Julia.

- Herodes Filipo II, por su parte, ordena reformar una pequeña ciudad, Paneias (Πανειάς), situada en los Altos del Golán, y le cambia el nombre a Cesarea, como ya hiciera su padre Herodes I al crear Cesarea Marítima, para adular al emperador.

Para que no se confundieran ambas ciudades le añadió “de Filipo”,   (en griego Καισαρεία Φιλίππεια)

Sea como fuera, el caso es que Herodes Arquelao es requerido a la mayor brevedad en Roma para ser fulminantemente destituido.

Nadie sale en defensa del etnarca. Ninguno de sus poderosos hermanos, ni nadie de su extensa parentela, que tan buenas relaciones tenía con la casa imperial.

Arquelao parece estar sólo, sin apoyos.

Hay quién ve detrás del chivatazo al emperador la sombra de su envidiosa e intrigante tía Salomé, pues cuando su sobrino Arquelao cae en desgracia y ha de abandonar todos sus bienes para marchar al destierro, el emperador le concede a dicha mujer la ciudad que el etnarca mandara fundar: Archelais. 

Como acabamos de mencionar, Herodes Arquelao lo pierde todo y su etnarquía se convierte en una provincia romana, bajo la autoridad de un procurador.

Ahí, en la Galia Narbonense, rodeado de celtas alóbrogos muere en algún momento anterior al año 18 d.C.

En la ciudad de Belén (Bethlehem) existe una tumba donde se dice que está enterrado Herodes Arquelao. Si esto es así, significa que su cuerpo fue trasladado a Judea desde la Galia.

No consta en ningún escrito que dejara descendencia con ninguna de sus mujeres.

Parece ser que, aunque Herodes Arquelao no es ningún gobernador brillante, ni realizara las obras públicas pomposas que llevara a cabo su padre, supo mantener en relativa paz su etnarquía, pues durante su breve gobierno no se producen más revueltas de importancia, algo que para Roma era de extrema importancia.

Al mantenimiento del orden y la calma contribuye, seguramente no poco, el hecho de que Quintilio Varo dejara una de sus legiones acuartelada en Jerusalén, para prevenir brotes violentos.

Mediante la ostentación de poder se pueden evitar futuros levantamientos pero el malestar de la población al verse intimidados permanentemente va a ir en aumento y al final acaban protestando ante el César, con las consecuencias para Arquelao que ya hemos mencionado.

 

d. El sueño premonitorio de Herodes Arquelao

Al igual que su mujer Glafira, Herodes Arquelao también tiene un sueño premonitorio, al poco de ser llamado ante el César para responder de las acusaciones de las que es objeto por parte de su pueblo.

Una noche Arquelao sueña con nueve espigas, enormes y cargadas de grano, que pasan a ser comidas por unos bueyes.

Preocupado por el significado que pudiera encerrar tal sueño convoca a todos los magos, adivinos y hechiceros de la región para que le interpreten su visón, pero nadie sabe darle una respuesta convincente.

Un esenio de nombre Simón le analiza el sueño de la siguiente manera: Cada espiga simboliza un año de gobierno de Herodes Arquelao. Los bueyes, a su vez, son símbolo de los cambios en la situación política.

Es decir que Herodes Arquelao llegará tan sólo a reinar nueve años para ser devorado después por los acontecimientos políticos.

No pasan ni cinco días del vaticinio de Simón el esenio cuando Herodes Arquelao es requerido por el emperador para que comparezca inmediatamente en Roma para responder de todo lo que se le acusa.

 

7. Judea, nueva provincia romana

La tetrarquía de Herodes Arquelao se convierte en provincia romana.

Para administrar esta nueva provincia se manda a un procurador, siendo el primero Coponio.

Los procuradores eran nobles romanos que pertenecíam a la llamada clase ecuestre.

Dichos procuradores recibían del emperador toda la autoridad para gobernar la provincia en su nombre, incluso tenían la potestad de condenar a muerte.

De todos modos, la autonomía de Judea como provincia romana no era completa, pues algunas de sus competencias estaban subordinadas al gobernador de la provincia romana de Siria.

Los procuradores romanos al cargo de la provincia de Judea fueron los siguientes:

1. Coponio (Coponius) del año 6 d.C. al 9 d. C.

2. Marco Ambivulo (Marcus Ambivulus) del año 9 d.C. al 12 d. C

3. Anio Rufo (Annius Rufus) del año 12 d.C. al 15 d. C

4. Valerio Grato (Valerius Gratus) del año 15 d.C. al año 26 d. C.

5. Poncio Pilato (Pontius Pilatus) del año 26 d.C. al año 36 d.C.

6. Marcelo (Marcellus) del año 36 d.C. al año 37 d.C.

7.  Marulo (Marullus) del año 37 d.C. al año 41 d.C.

En el año 41 d.C. fallece Calígula, sube al trono Claudio, el cual depone a Marulo y nombra a su amigo Herodes Agripa I rey de Judea.

Así pues, tras 35 años como provincia romana, Judea pasa a convertirse de nuevo en un reino judío, aunque con un monarca títere, pues Judea no dejaba de ser un estado cliente de Roma.

A la muerte de Herodes Agripa I, tres años más tarde, Judea vuelve a ser provincia romana, de nuevo bajo el mando de un procurador, si bien es cierto que a partir de ahora pasan a denominarse prefectos, siendo el primero de los cuales Cuspio Fado (Cuspius Fadus)

 

8. Menciones a Herodes Arquelao en los Evangelios

En el Nuevo Testamento nos encontramos dos referencias a Herodes Arquelao:

a) Una explícita en el Evangelio de Mateo, en el capítulo 2.

b) Una implícita en el Evangelio de Lucas, en el capítulo 19.

Veámoslas más de cerca

 

A. Mateo: la familia vuelve de Egipto

El segundo capítulo del evangelio de Mateo comienza con el famosísimo relato de la llegada de los sabios de oriente que vienen a adorar al niño nacido en Belén.

El evangelista enmarca cronológicamente el nacimiento de Jesús “en los días del rey Herodes”, es decir cuando todavía reinaba Herodes I, más tarde llamado el Grande.

Llegan los sabios a Jerusalén preguntando por el paradero del recién nacido rey de los judíos.

Herodes I se sobresalta, hace llamar a los sabios a su corte y les tiende una trampa.

Éstos deben averiguar dónde se encuentra el Mesías y volver para informar a Herodes, pues él también desea ir a adorarle.

Una vez que han visitado al niño, los sabios son advertidos en sueños de que no deben volver a ver a Herodes, sino partir a sus tierras por oro camino.

Igualmente se le advierte en sueños a José de que la vida del niño corre peligro y que debe huir a Egipto.

En dicho país están viviendo José, su esposa María y el niño Jesús hasta que muere Herodes I.

Es entonces cuando José vuelve a tener una visión en sueños, en la que un Ángel le indica que ya puede volver a Israel.

Justo en este punto del relato aparece la única mención a Herodes Arquelao en los Evangelios: “Pero, al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá y, advertido por revelación en sueños, fue a las regiones de Galilea” (versículo 22 del capítulo 2 de Mateo. RVA 2015)

Y así es como José decide marchar a la región de Galilea, fuera de la jurisprudencia de Arquelao, para asentarse en Nazaret.

 

B. Lucas: la Parábola de las diez monedas

Lucas, en el capítulo 19 de su evangelio nos presenta una parábola de Jesús, en la que se menciona a un noble que parte al extranjero para ser nombrado rey.

Dicho noble reparte a 10 de sus siervos una enorme cantidad de dinero para que le saquen todo el provecho que puedan.

El caso es que sus súbditos lo detestaban y mandaron a un grupo de delegados para avisar de que no querían que dicho personaje fuera su monarca.

Regresa dicho noble, ahora con su título de rey y solicita ver qué provecho han sabido generar sus servidores con las monedas que les entrego antes de su partida.

Un siervo fiel ha producido diez veces más beneficios, otro cinco veces más, y un tercero no ha obtenido ninguna ganancia, pues lo único que hizo fue guardarlo para no extraviarlo.

El señor recompensa a los dos primeros por ser productivos, pero castiga al tercero por inútil.

Muy curiosa es la frase con la que se concluye la parábola: “Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, tráiganlos acá y degüéllenlos en mi presencia”. (Lucas, capítulo 19, versículo 27)

En esta parábola que encontramos en Lucas, capítulo 19, versículos 11-27, hay cuatro frases que a todo aquel que haya que conozca la vida de Herodes Arquelao le sonaran familiares.

Veamos cuales son estos cuatro puntos:

a) “Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver”. (Lucas, 19, 12) RVA 2015

Tenemos aquí a un noble que aspira a recibir un reino, es decir que todavía no lo ha obtenido, y para ello ha de partir al extranjero. ¿Por qué ha de salir de viaje a un lugar lejano?

b) “Pero sus ciudadanos lo aborrecían, y enviaron tras él una embajada diciendo: ‘No queremos que este reine sobre nosotros”.

(Lucas, 19, 14) RVA 2015

Aquí vemos las siguientes cuatro cosas:

I) sus súbditos lo detestan

II) envían a una delegación (se supone que al mismo país extranjero al cual ha partido su señor)

III) Envían dicha embajada tras él, a sus espaldas.

IV)  Quieren solicitar (a alguien muy poderoso) que su señor no les gobierne

c) “Aconteció que, cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a aquellos siervos…..”  (Lucas, 19, 15) RVA 2015

En este versículo podemos comprobar que el protagonista vuelve y lo hace investido de un nuevo cargo; ha conseguido, pues, lo que ha ido a buscar: ahora ya es rey.

d)  Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, tráiganlos acá y degüéllenlos en mi presencia”.

Manda tomar durísimas represalias contra todos aquellos que se dedicaron a intrigar a sus espaldas.

Ante estos cuatro puntos que leemos engastados en la parábola de las diez monedas, no podemos evitar ver aquí la figura de Herodes Arquelao.

Esto no lleva a pensar que Jesús no sólo hablaba a la gente en parábolas para hacerles más entendible el concepto de Reino de Dios, y otras ideas, sino que dentro de estas parábolas usaba personajes, sucesos y anécdotas conocidas por todos, bien para hacerlas más interesantes, más amenas, o más cercanas.

Desconocemos si Herodes Arquelao se vengó de sus detractores ordenando que fueran ejecutados o no; al menos Flavio Josefo, que es el historiador que, con enorme diferencia, más información nos da sobre este personaje, no dice nada al respecto.

El final que tiene la mencionada parábola nos hace pensar que así fue, que es sanguinario Arquelao se desquitó mandando degollar a todos sus opositores.

Un episodio así de sangriento permanecería todavía muy vivo en la memoria de sus oyentes, los cuales sabrían ver el paralelismo con el Etnarca Arquelao enseguida.