1. Introducción
2. Familia
Padres y hermanos
3. Herodes Arquelao
el Etnarca
A. El Testamento de Herodes I
B. Luto y funerales
C. Arquelao se presenta a su pueblo
D. Matanza de 3000 judíos religiosos
E. Juicio en Roma
F. Etnarca
4. Revueltas en la
tetrarquía de Herodes Arquelao
5. Matrimonios de
Herodes Arquelao
El sueño de Glafira
6. Fin de Arquelao:
destitución y destierro
A. Crueldad
B. Incompetencia
C. Falta de muestras de aprecio hacia la
familia imperial
D. El sueño premonitorio de Herodes
Arquelao
7. Judea, nueva
provincia romana
8. Menciones a
Herodes Arquelao en los Evangelios
A. Mateo: la familia vuelve de Egipto
b. Lucas: la Parábola de las diez monedas
1. Introducción
Herodes Arquelao (Ἡρῴδης Ἀρχέλαος en griego, Herodes
Archelaus en latín), su nombre completo era Iulius Herodes Archelaos, fue
etnarca de Judea, Samaria e Idumea desde el año 4 a. C. hasta el año 6 d.C.
Es decir que sólo se mantuvo en el poder 10 años.
¿Quién fue este etnarca?, ¿qué es un etnarca?, ¿cómo llegó
al poder y por qué lo perdió tan pronto?
Para responder a estas preguntas y a otras muchas más, hemos
elaborado este artículo que esperamos, estimado lector, sea de tu interés.
2. Familia
Con la muerte de Herodes I el Grande su reino se troceó y
repartió entre tres de sus numerosos hijos, siendo el más beneficiado en dicho
reparto Herodes Arquelao, pues en sus manos cayó la mitad de las posesiones de
su padre.
Con este Herodes Arquelao, así como sus dos hermanos Antipas
y Filipo, que recibieron la otra mitad del antiguo reino de Herodes el Grande,
entramos en la segunda generación de la dinastía herodiana, que influirá en la
vida política de los judíos durante más de un siglo.
Padres y hermanos
El padre de Herodes Arquelao era Herodes I el Grande, el
cual contrajo matrimonio nada menos que diez veces y tuvo, que se sepa, catorce
hijos.
Los hijos de sus dos primeras esposas, Doris y Mariamna I,
fueron condenados a muerte por su propio padre, acusados de conspirar contra
él.
La que fuera su cuarta mujer, Maltace (en griego Μαλθάκη-
Malzaque), fue una cautísima samaritana que intuyó que su paranoico marido no
dudaría en hacer lo mismo con ella o con sus hijos, si por algún motivo llegaba
a sospechar que éstos tramaban algo contra él, así que decidió no dar ni el más
mínimo motivo para que el monarca recelara de ellos.
Manteniendo un perfil bajo y no haciendo ruido, pudo salvar
la cabeza y la de sus dos hijos, que a la larga acabarían heredando las tres
cuartas partes del reino de Herodes I.
Estos herederos, probablemente auténticos supervivientes a
las manías persecutorias de su caprichoso padre, eran Herodes Arquelao y
Herodes Antipas. Ambos hermanos del mismo padre y madre, tenían una hermana de
nombre Olimpia, que no recibió nada de la herencia de su padre, por ser mujer y
de la que no se sabe gran cosa, más allá de que se casó con un primo suyo, de
nombre Josef ben Josef, tuvo una hija a la que llamó Mariamne, la cual acabó
siendo la primera mujer de Herodes de Calcis.
Así pues los tres hijos que esta samarita Maltace había
tenido con Herodes I el Grande eran:
a) Arquelao, primogénito, nacido hacia el año 23 a.C.
b) Antipas, segundo hijo, nacido el año 21 a.C.
c) Olimpia que nació alrededor del año 19 a. C.
Arquelao y Antipas fueron educados en Roma, en el entorno de
la familia imperial, donde se preparaban para suceder a su padre cuando este
falleciera.
3. Herodes Arquelao
el Etnarca
A. El Testamento de
Herodes I
A la muerte de Herodes I, en el año 4 d.C., el emperador
Augusto, como gesto de buena voluntad hacia la familia Herodes, a la que tenía
bastante aprecio, deja que sean sus hijos los que se hagan cargo del gobierno
de la región.
Curiosamente ni Arquelao ni su hermano Antipas eran judíos,
pues su padre Herodes I era idumeo (o edomita) y su madre Maltace era
samaritana.
Su medio hermano Herodes Filipo II, sí que tenía sangre
judía, pues su madre, Cleopatra de Jerusalén, como su nombre indica, era judía.
Estos tres citados personajes, todos culturalmente más
greco-romanos que judíos (como denotan sus tres nombres griegos y su educación
en Roma) van a ser los que pasen a controlar los territorios que su padre les
deja en herencia.
Este testamento de Herodes I había ido sufriendo
variaciones, según si los hijos de dicho monarca iban perdiendo o ganándose el
favor de su padre.
En la redacción del primer testamento se dejaba consignado
que el legítimo sucesor de Herodes I a su muerte debía ser su hijo primogénito
Antípatro.
En el año 7 a. C. Herodes I ordena detener a sus dos hijos
Aristóbulo y Alejandro (ambos hijos de su segunda esposa Mariamne I) y los
acusa de estar conspirando contra él para apartarlo del poder y ponerse ellos en
su lugar. Herodes no vacila en hacerlos decapitar.
Dos años después sale a la luz otro complot que,
supuestamente, había estado planeado Antípatro para hacerse con el poder.
Su padre lo hace encarcelar.
Ha de cambiarse el testamento. Ahora, de estar vivos, les tocaría
el turno a Alejandro y Aristóbulo, los hijos de su segunda mujer, pero ambos
habían sido hallados culpables de confabularse para matar a su padre y usurpar
el poder y por ello perdieron la vida.
Corren dos puestos en la línea sucesoria y le toca a Herodes
Filipo I, (también conocido como Herodes Boethos), hijo de su tercera mujer,
Mariamne II, ser el que encabece el testamento.
Pero resulta que dicho Herodes Filipo I se encontraba en
Roma en el momento en que Herodes I decide realizar los cambios.
Herodes Arquelao, primogénito de su cuarta mujer, Maltace,
que es el siguiente en la lista, se halla igualmente en Roma. Es así como
Herodes I pone su atención en el segundo hijo de Maltace, Herodes Antipas, que
no sólo residía en ese momento en Judea, sino que además se parece al monarca.
Con la excusa de que Herodes Filipo I y Arquelao están ausentes
en Roma, Herodes I decide apartarlos de la línea sucesoria, es decir
saltárselos y pasar directamente a Antipas.
Flavio Josefo, que tanto en el libro XVII de su obra
Antigüedades Judías como en el libro II de su obra Guerra de los Judíos, nos
relata con todo lujo de detalles cómo Herodes I modifica en numerosas ocasiones
su testamento y cómo estas alteraciones van a traer luego disputas entre
hermanos.
Según el mismo Flavio Josefo, Herodes I creía en un rumor
que circulaba por el palacio, auténtico nido de intrigas, y que afirmaba que
tanto Herodes Filipo I como Arquelao habían sido muy amigos de sus dos medio-hermanos
Alejandro y Aristóbulo, los cuales, recordemos, habían caído en desgracia por
haber conspirado contra su padre y lo pagaron con sus vidas.
Por esta razón, es decir por tener amistad con dos
traidores, el rencoroso Herodes I no deseaba que ambos gobernaran sus dominios.
Así pues, tenemos que ahora el principal beneficiario en el
testamento va a ser Herodes Antipas. Pero no por mucho tiempo, pues poco antes
de morir, el veleidoso Herodes I toma dos decisiones trascendentes: manda
ejecutar a su hijo primogénito Antipatro, y realiza un último cambio en su
famoso testamento.
En cambio consiste en poner en primer lugar a Herodes
Arquelao y dejar detrás a Antipas y a Herodes Filipo II.
Con este último cambio consignado y firmado fallece Herodes
I.
B. Luto y funerales
La hermana de Herodes I, Salomé, junto con su marido Alexas
reúnen al ejército en el anfiteatro y proceden a leer en público la carta que
el difunto monarca había dejado dirigida a sus soldados, donde les agradece su
lealtad y les ruega que sean también fieles a su hijo Herodes Arquelao.
Los militares prometen fidelidad y amistad a Arquelao, que
se va a encargar de organizar los fastuosos funerales en honor a su padre.
El cuerpo de Herodes I es llevado en una litera de oro hasta
la fortaleza llamada Herodion, donde se le da sepultura.
Arquelao guarda luto durante 7 días, congrega a una multitud
de súbditos al banquete que tradicionalmente ofrecen los judíos en loor del
finado monarca y se presenta en el templo a ofrecer sacrificios, ofreciendo así
la imagen de ser un gobernante respetuoso de las costumbres judías.
C. Arquelao se
presenta a su pueblo
El pueblo acoge a Herodes Arquelao con signos de aprecio.
Arquelao reparte saludos entre la gente y le agradece su
calurosa acogida.
Delante de todos anuncia que se va a abstener de usar el
nombre de rey, porque todavía no ha sido confirmado como tal por el emperador
romano, que es el que tiene la última palabra a la hora de ratificar o no el
testamento de Herodes I.
Rehúsa también a que le coloquen la diadema (la corona real
de la época) como reclamaban sus soldados.
Realiza todo tipo de promesas, como que por ejemplo va a ser
mejor gobernante que su padre, que indemnizará a las víctimas de la crueldad de
su padre, etc.
El pueblo, viendo las buenas intenciones que muestra el rey
se lanza a realizar un aluvión de peticiones, a las que Arquelao consiente.
Entre otras cosas le solicitan que baje los impuestos
anuales, que suprima las tasas de compra venta en los mercados, que se liberen
a todos aquellos presos que Herodes I mantenía encerrados desde hacía muchos
años, etc.
Acabado su baño de multitudes, se marcha a su palacio a
celebrar un fiestón con sus amigotes para dar por concluido el luto por la
muerte de su padre.
D. Matanza de 3.000
judíos religiosos
Aquella misma noche, cuando, oficialmente ya se había puesto
fin al luto por el rey Herodes I, se junta un nutrido grupo de judíos (Flavio
Josefo, muy en su línea, los llama alborotadores) que, a su vez celebran su
particular luto por las víctimas de la crueldad del anterior monarca.
Judas y
Matías, dos maestros de la ley, junto con varios discípulos habían sido
condenados por Herodes I a morir quemados vivos como castigo por destruir
el águila de oro, símbolo del poder de Roma, que había sido colocada en la
puerta del Templo.
Dicha águila era una ofensa intolerable a ojos de los
judíos, pues se trataba no sólo de una imagen (y según la Torah está prohibido
fabricarse imágenes y mucho más adorarlas), sino que además representaba a un
poder extranjero, pagano y opresor.
Además y para mayor escarnio Herodes I había ordenado
colocar dicha insignia en el lugar más sagrado y querido de la Tierra para un
judío religioso: el Templo de Jerusalén.
Comienza un cortejo fúnebre de fariseos que desfilan por
todo Jerusalén entonando canticos religiosos y golpeándose el pecho en señal de
duelo.
Las mencionadas víctimas se convierten en mártires de la
Ley, que sufrieron una terrible muerte por defender la Torah.
Los más exaltados llegan a la conclusión de que no basta con
llorar a los héroes: es necesario vengarlos.
Herodes I, el principal causante de las muertes, se ha
podido escapar, pero quedan sus descendientes y aquellos funcionarios que
colaboraron con él.
El principal de todos aquellos era el sumo sacerdote, Joazar
ben Boethos, que había sido colocado en dicho cargo por el mismo monarca.
Había que deponerlo inmediatamente y poner en su lugar a un
sacerdote mucho más piadoso y honrado.
En segundo lugar había que castigar a los consejeros de
Herodes I y, de paso acabar también con todos los elementos paganizantes de la
corte.
Arquelao se irrita cuando oye a los lamentos y los gritos de
protesta de los “alborotadores”, pero no hace nada al respecto, deja las
represalias para otro momento más adecuado, pues en ese instante lo que deseaba
no era entrar en discusiones con la gente sino marcharse de ahí lo antes
posible.
Envía a un lugarteniente suyo a entrevistarse con los
amotinados y a pedirles que se tranquilizaran.
Mientras tanto Arquelao se dirige al Templo, pero antes de
poder decir una sola palabra, los rebeldes lo reciben con una lluvia de
piedras. Arquelao huye y envía luego a varios portavoces a parlamentar con la
crispada turba, la cual procede con sus embajadores de igual manera.
No hay manera de dialogar con los amotinados, que sólo saben
responder con violencia a todas las propuestas que se les hacen.
Por aquel entonces daba comienzo justamente la principal festividad
religiosa de los judíos: la Pascua.
Como era tradicional para esa y otras fechas señaladas, la
ciudad se llenaba de peregrinos que acudían a Jerusalén de toda Judea, Galilea,
Perea y de la diáspora a participar en los ritos religiosos.
Los cabecillas de la revuelta se reúnen en el Templo y
determinan salir a ganar adeptos para su causa.
Arquelao se huele la tormenta que, efectivamente, se estaba
avecinando sobre la capital de Judea y decide que es más sano prevenir que
curar.
Queriendo cortar de raíz un levantamiento, que en plena
Pascua y con Jerusalén a rebosar de gente, se le podía escapar de las manos,
Arquelao envía con la mayor discreción a un tribuno con toda su cohorte con la
orden de poner fin a aquel desmadre, acabando sin miramientos con los líderes
de aquella revuelta.
Las multitudes montan en cólera cuando ven aparecer a los soldados
y la emprende a pedradas con los mismos. Incluso el tribuno acaba lesionado y
tiene que escapar para salvar su vida.
Ante la retirada de la soldadesca, los agresores continúan
con sus sacrificios en el templo como si no pasara nada.
Pero negros nubarrones se cernían sobre ellos, pues Arquelao
no veía más salida a aquella situación que acabar con el foco rebelde aunque
fuera cometiendo una auténtica masacre, como fue lo que acabó sucediendo.
Arquelao hace caer todo su ejército contra los levantiscos
judíos que se encontraban en ese momento llevando a cabo sus rituales en el
templo con toda la tranquilidad del mundo.
La matanza que se produjo entonces se recordaría durante
generaciones: tres mil perecen en aquella operación.
El resto se dispersa por los montes que rodean Jerusalén
para salvar sus vidas.
Se ordena a todo el mundo que inmediatamente vuelva a su
casa. Los peregrinos han de abandonar Jerusalén y retornar a sus respectivas
ciudades y aldeas.
Se suspende la festividad de la pascua judía ese año.
Herodes Arquelao ha hecho numerosos enemigos entre el sector
más religioso de la sociedad, que le guardarán un odio perpetuo.
E. Juicio en Roma
Como ya hemos mencionado más arriba, ningún valor tiene el
testamento de Herodes I hasta que no sea sometido al escrutinio y beneplácito
del emperador Augusto.
Es por eso que todas las partes citadas en dicho testamento
se van a personar en Roma para comparecer ante el César y defender sus
intereses.
Arquelao acude acompañado de Popla, Ptolomeo y Nicolás de Damasco,
el secretario de su padre Herodes I (además de historiador).
Este mencionado Nicolás de Damasco será el encargado de
hacer las veces de abogado defensor de la causa de Arquelao ante Augusto.
Dejó a su medio hermano Herodes Filipo II a cargo de los
asuntos del palacio.
Junto con Arquelao marchaba también su tía Salome, hermana
de Herodes I (beneficiaria también en el testamento del monarca) y los hijos de
dicha Salomé.
En principio Salomé y sus hijos quieren estar presentes en
Roma para apoyar los derechos de Arquelao, pero eso es sólo aparentemente, pues
una vez en presencia del César se dedicarán a denunciar al etnarca de haber
actuado con extrema crueldad contra su pueblo y de haber cometido crímenes
sacrílegos, pues llegó a causar numerosísimas muertes en el Templo de
Jerusalén, el lugar más sagrado para un judío.
Por su parte, Herodes Antipas, pone en tela de juicio la
validez del testamento, pues asegura que su padre lo había designado a él
mismo, Herodes Antipas y no otro, como sucesor en el último testamento que
escribiera y que resultó modificado a última hora, muy poco antes de que el
monarca falleciera.
Antipas ve claramente un complot por parte de su hermano que
le ha arrebatado con malas artes algo que por ley le pertenecía.
Con la inestimable ayuda de un hermano del anteriormente
citado Nicolás de Damasco: Ptolomeo, que había sido uno de los amigos más
cercanos a Herodes I y de Ireneo, un famoso orador que va a ser su defensor
ante el emperador, Antipas cree tener oportunidades de convencer al césar de
que se ha producido una sucia manipulación para usurpar su primer puesto en el
testamento.
Además de Ptolomeo e Ireneo también le acompaña su madre
Maltace, que fallecerá al poco tiempo, y que apoya su causa.
Pero no es su madre el único familiar que se pone de su
lado. En Roma se pasan a su bando todos sus parientes, los cuales, según
parece, detestaban a Arquelao.
Dichos parientes creían que lo que de verdad favorecía a sus
propios intereses era que el antiguo reino de Herodes pasara a manos de Roma y
que fuera puesto bajo la tutela de un gobernador romano.
Ahora bien, si al final resultaba que no era esto lo que el
César decidía, entonces hallaban preferible el gobierno Herodes Antipas.
No sólo su tía Salomé, que se convierte en una inesperada
partidaria de su causa y que le resulta de gran utilidad, pues denuncia sin
tapujos las fechorías que cometió Arquelao, matando a 3000 personas, presentan
una acusación firme ante el emperador; el procurador de la provincia de Siria,
Sabino, le envía unas misivas al César denunciando a Arquelao, al mismo tiempo
que se deshacía en alabanzas hacia Antipas.
Arquelao, por su parte, elabora una lista con sus derechos y
manda presentarlo junto con el anillo del sello y todas las finanzas del reino
mediante Ptolomeo.
Para acabar de complicar el asunto un poco más, hace
aparición en el Templo de Apolo Palatino, que era donde se estaba realizando el
juicio, una embajada de 50 judíos provenientes de Judea y que secundados por la
comunidad judía local (unos 8000 judíos de Roma) protestan ante el emperador
por los abusos y las atrocidades que tanto Arquelao como su padre Herodes I han
cometido contra el pueblo judío.
Dichos judíos solicitan que toda Judea quede bajo autoridad
romana y que pasen a depender de la provincia romana de Siria.
Todo antes de seguir en manos de otro Herodes tan cruel como
su padre.
Por si no fueran suficientes las diferentes facciones que
ahí se encontraban discutiendo, hacen también acto de presencia unos portavoces
de las ciudades griegas que estaban bajo el reinado de Herodes I, y que vienen
a solicitar que se les libere del yugo judío y que sus comunidades pasen a ser
gobernadas por Roma.
Posiblemente se trate aquí de las ciudades de Gadara, Gaza e
Hipos, que efectivamente lograron zafarse del control judío para ser
administradas directamente por Roma.
Augusto analiza los argumentos y alegatos de todas las partes
con la ayuda de un comité de consejeros. No sabe si nombrar a un único sucesor
o repartir los territorios entre toda la enorme parentela.
F. Etnarca
Al poco de haber disuelto su comité de asesores, Augusto da
a conocer su veredicto.
Decide mantener el testamento que había dejado firmado
Herodes I.
- Nombra a Arquelao etnarca de
a) Judea
b) Samaria e
c) Idumea
y promete darle más tarde también el título de rey, si
acredita ser digno de tal título.
- La otra mitad del antiguo reino de Herodes I la divide el
César en dos tetrarquías:
- Nombra a Antipas tetrarca de:
a) Perea y
b) Galilea
- Y nombra tetrarca a Herodes Filipo II de:
a) Iturea
b) Traconítida
c) Gaulanítida
d) la Batanea y
e) Paniada
El título de etnarca era de mayor rango que el de tetrarca.
Ya los Macabeos o asmoneos detentaban estos títulos antes de
ser denominados reyes.
Ambos tetrarcas tenían una autonomía limitada dentro de sus
regiones, pues al final estaban subordinadas a la autoridad de su hermano
Arquelao.
Su etnarquía que, como hemos dicho, constaba de Idumea,
Judea y Samaria, era la pieza importante del testamento, no en vano era la
mitad del antiguo reino de Herodes I.
Además se le asignaba a Herodes Arquelao una renta anual de cuatrocientos
talentos (Flavio Josefo dice en sus Antigüedades Judías que eran 600 talentos)
A Salomé, la hermana de Herodes I, se le deja en herencia
las ciudades de Jamnia, Azoto y Fasaelis. Con el título de señora de dichas
ciudades.
4. Revueltas en la
tetrarquía de Herodes Arquelao
Una vez nombrado ya Tetrarca, Arquelao marcha a toda prisa a
sus territorios a poner orden, pues le habían llegado noticias a Roma de que se
había producido un levantamiento en Jerusalén que más tarde se había extendido
por todo Judea y de ahí también a Samaria e Idumea.
Bonita forma de estrenar su título.
¿Por qué se originan otra vez disturbios en Judea?
Cuando Arquelao parte a Roma para estar presente en el
juicio que se va a celebrar ante Augusto, Quintilio Varo, gobernador romano de
Siria, se barrunta que, con la ausencia del etnarca Arquelao, las cosas en
Jerusalén se podían poner muy feas.
Así pues, como medida preventiva decide dejar estacionada en
la capital una de las tres legiones que se había traído desde Siria y luego se
vuelve con las otras dos a Siria.
Sabino, el procurador romano de Siria, subordinado de
Quintilio Varo, determina, por propia iniciativa, solicitar a los soldados judíos
de Herodes Arquelao la entrega de sus fortalezas.
También exige auditar el tesoro y las cuentas de Arquelao,
algo a lo que sus hombres se niegan.
De nuevo se produce otra revuelta por parte de los judíos, y
de nuevo se produjo durante la celebración de una fiesta religiosa: la fiesta
de Pentecostés (una festividad que tiene lugar siete semanas después de Pascua,
o sea 50 días después, de donde viene su nombre)
Con la celebración de fiestas religiosas como Pascua,
Pentecostés, Yom Kippur o la fiesta de los Tabernáculos, Jerusalén, como
capital religiosa que era de todos los judíos, ya que en ella se encontraba el
único templo, acogía a enormes masas de gente que acudían de todas las
regiones, tanto de las vecinas, como de otras más alejadas y que eran paganas:
Egipto, Grecia o Siria, donde habitaban numerosos emigrantes judíos (la
diáspora)
En esta ocasión en concreto la muchedumbre que abarrotaba
las calles jerosolimitanas era natural de la misma región de Judea.
Sabino, confiado al saberse respaldado por la tropa que Varo
había dejado acantonada en Jerusalén, actúa con contundencia ante el primer
conato de violencia que ve en los judíos.
Los judíos no se amilanan, sino que por el contrario,
estallan de rabia e impotencia y se lanzan a por los romanos con inesperada
ferocidad.
Los rebeldes se organizan en tres columnas que se instalan
en tres puntos diferentes de la ciudad para sitiar el cuartel de las tropas
romanas, que era el palacio real.
Cuando el procurador Sabino se ve rodeado de hostiles judíos
comienza a enviar mensajeros a Siria a solicitar a Varo que actúe y acuda
inmediatamente a Jerusalén con sus legiones, porque la situación de las tropas
ahí asediadas era angustiosa y corrían el riesgo, cada vez mayor, de verse
asaltados y exterminados.
Llevado por la desesperación, Sabino se sube a la torre de
mayor altura del palacio para ordenar desde ahí mediante señas a los
legionarios que se encontraban fuera que rompiesen el cerco.
Estos le obedecen acceden al Templo y se entablan entonces
encarnizados combates.
Viéndose avasallados por el ímpetu de las experimentadas
tropas romanas, numerosos judíos ascienden a los pórticos y desde ahí comienzan
a lanzar una lluvia de flechas contra los romanos que se encontraban debajo. De
esta manera causan a los legionarios cuantiosas bajas.
La única salida que ven los acorralados romanos es prender
fuego a los pórticos para despejarlos de atacantes.
Esta estrategia resulta decisiva para los soldados romanos
pues le da la vuelta completamente a la situación: los judíos comienzan a
arrojarse al vacío para escapar de las llamas.
Viéndose dueños de la situación, las tropas romanas entran
en el recinto sagrado y caen sobre el tesoro del Templo, tomando unos
cuatrocientos talentos como botín.
Viendo a sus paisanos masacrados y su templo mancillado por
los legionarios, muchos judíos, que se habían mantenido hasta entonces
neutrales y no habían querido tomar parte en las revueltas, se van a unir ahora
a los rebeldes para engrosar sus tropas.
Cercan el palacio real, amenazaron con acabar con todos los
sitiados, si no abandonaban inmediatamente Jerusalén.
A Sabino le prometen respetarle la vida si se marchaba con
sus tropas.
La mayoría de los soldados judíos del ejército real de
Arquelao se pasan al bando de los rebeldes. Ahora bien, los mejores hombres,
que eran los legionarios sebastenos, es decir los naturales de Sebaste se
mantienen fieles a los romanos.
Sabino deseaba marcharse pero no se fiaba en absoluto de las
promesas de los sublevados. Así que decide seguir en su posición a la espera de
las tropas de Quintilio Varo
El caos producido en Jerusalén se extiende por toda la
Etnarquía de Arquelao y surgen nuevos focos de insurgencia en las diferentes
regiones.
Viendo el desmadre y la falta de autoridad que se ha
producido con la ausencia de Arquelao, van a salir ciertos personajes a la
escena pública que reclaman el trono de Herodes Arquelao:
a) En Idumea se amotinan dos mil soldados de las tropas de
Herodes Arquelao.
b) En Séforis, Galilea, un tal Judas, hijo del cabecilla de
un grupo de bandidos llamado Ezequías, consigue captar a numerosos partidarios,
asaltan los depósitos de armas del rey Herodes Arquelao, y arma a sus hombres.
c) En Perea, un esclavo de Herodes I de nombre Simón, se
autoproclama rey y con un puñado de secuaces saquea el palacio real de Jericó y
le prende fuego.
Cunde el ejemplo de estos exaltados por otras aldeas, y así
tenemos que un tal Atrongeo, que era pastor, también se proclama monarca, se
rodea de otros descerebrados como él, se arman hasta los dientes y se lanzan a
saquear todos los pueblos que caen en sus manos, asesinando a todo aquel que se
cruza en su camino, sea legionario romano, soldado de Arquelao o un simple
ciudadano judío que pasaba por ahí.
En algunas zonas, como en Emaús, la violencia y el
atrevimiento de dichos sediciosos llega hasta el punto de que acometen un feroz
asalto a toda una unidad de soldados romanos, matando a un centurión y a
cuarenta de sus legionarios.
Se producen muchos más episodios de este tipo por toda la
región, que se llena de bandidos y asaltadores que aprovechan que las aguas
están revueltas para pescar su botín.
Llegan a manos de Quintilio Varo en Antioquía, Siria, los
mensajes desesperados que le enviara su subordinado Sabino desde su asedio en
Jerusalén.
El gobernador de Siria teme que perezca la legión que él
mismo dejara acuartelada en la capital de Judea y decide actuar cuanto antes.
Tomando las otras dos legiones que tenía a su disposición en
Siria así como cuatro escuadrones de caballería, parte inmediatamente hacia
Jerusalén. Ordena que se le unan también, como refuerzo, tropas auxiliares
pertenecientes a los reyezuelos clientes de Roma que había en todo Oriente
Próximo.
Por el camino se le van uniendo más tropas, como por ejemplo
en Beirut y en Ptolemaida.
En esta localidad se les une el rey nabateo Aretas IV, que
más tarde se convertirá en el suegro de Herodes Antipas.
Al parecer el motivo que dicho monarca tenía para prestar
sus tropas era el enorme odio que profesaba a Herodes I y todo lo que estuviera
relacionado de alguna manera con dicho personaje.
Es decir, que lo que de verdad mueve a Aretas, es cobrarse
venganza contra los Herodes, ahora que ve que la ocasión es inmejorable.
Desde esta ciudad marchan primeramente a pacificar Galilea.
Por todas las ciudades y aldeas por las que pasan dejan muerte y desolación,
pues actúan con extrema brutalidad.
Una vez sofocados los zonas calientes de Galilea se dirigen
a Jerusalén, pasando antes por Emaús donde Quintilio Varo desea dar un
escarmiento a la población judía de dicha aldea, por ser ese lugar el escenario
de la humillante derrota que sufrieron las tropas romanas cuando fueron
atacadas y perecieron, como ya hemos señalado, el centurión Ario y cuarenta de
sus mejores hombres.
Desde Emaús Varo pone rumbo a Jerusalén, donde el pánico se
apodera de la población en cuanto hacen acto de presencia el gobernador y sus
dos legiones.
Los judíos insurgentes que habían acampado en tres zonas de
Jerusalén para someter a un asedio a las tropas romana ahí emplazadas se
dispersan en el acto y ponen pies en polvorosa.
Los habitantes de la ciudad, viendo la que se les podía
venir encima, salen a recibir y vitorear a Varo, para intentar, de esta manera,
salvarse de una muy posible represalia por parte de los romanos.
Pretextan que ellos siempre han sido fieles a las
autoridades romanas y a Arquelao y que no han tomado parte en ningún acto
rebelde.
Se presentan como víctimas de una muchedumbre de fanáticos
venidos de fuera para celebrar Pentecostés se habían tomado la ciudad y habían
asesinado a sus habitantes del mismo modo que lo habían hecho con los soldados
romanos.
Varo manda a varios de sus hombres a capturar a todos los
rebeldes que han huido al campo.
Cuando concluye la redada, el gobernador determina
encarcelar a los menos radicales y crucificar a los que más responsabilidad
habían tenido en las revueltas, que llegan a ser unos dos mil.
De los muchos hombres que le llevaron detenidos encarceló a
los que le parecieron menos alborotadores, mientras que crucificó a los que
eran más culpables, unos dos mil.
Por último envía tropas a Idumea, donde aún quedaba un foco
rebelde, para poner fin de una vez por todas a la insurrección.
Una vez se hubo asegurado de haber puesto orden en todas las
regiones, volvió con sus legiones a Antioquía.
Regresa Arquelao de su periplo por Roma, investido ya de su
título de Etnarca, a una tierra pacificada a base de sangre y fuego.
5. Matrimonios de
Herodes Arquelao
Herodes Arquelao se casó en primeras nupcias con una tal Mariamna.
Esta mujer puede tratarse quizá de Mariamna III (Mariamne ben Aristóbulo), es decir una prima
de Herodes Arquelao, hija de aquel príncipe de nombre Aristóbulo, al que su
padre Herodes I mandara ejecutar junto con su hermano Alejandro por conspirar
contra él.
Esta Mariamna III era hermana de los famosos Herodes Agripa
I, Herodes de Calcis y de Herodías (de los lo que hablaremos más adelante en
otros artículos) y quizá había sido mujer de Antipatro, el primogénito de
Herodes I.
Más adelante, Herodes Arquelao se divorcia de dicha Mariamna
para poder contraer matrimonio con Glafira (Glaphyra).
Glafira era la viuda de Alejandro, el medio hermano de
Arquelao, que, como acabamos de comentar, perdió su vida junto a Aristóbulo por
confabularse contra su propio padre, Herodes I.
Esta Glafira, estaba divorciada del monarca bereber Juba II,
que era monarca de Libia, Numidia y Mauritania.
Hay quién dice que, realmente, Glafira había sido repudiada
por Juba II.
Sea como fuere, el hecho es que Glafira había sido la esposa
de su medio hermano Alejandro.
El hecho de quebrar un lícito matrimonio para unirse a una
mujer, supone una gravísima infracción de la ley judía.
Si además añadimos a este pecado que se une a la mujer de un
hermano, algo que el Levítico condena tajantemente, el escándalo es mayúsculo
por están cometiendo un doble pecado.
Algo muy similar le sucederá a su hermano Herodes Antipas,
cuando se una a Herodías.
Esta transgresión de la Torah, unida a la sangrienta
represión de las protestas que ordenó Arquelao, cuando apenas llevaba en el
poder una semana, suscitaron entre sus súbditos una gran aversión hacia la
figura de Arquelao.
Y esta inquina que su pueblo le tenía acabó llevándoselo por
delante, ya veremos, cuando más tarde lo acusen ante el emperador.
El sueño de Glafira
Recién llegada a Judea, Glafira tuvo un perturbador sueño en
el que se le aparecía su difunto esposo Alejandro y le reprochaba haberse
casado por tercera vez, siendo en esta última ocasión el conyugue, nada menos
que el propio hermano de Alejandro (algo que la Torah no permitía)
Al final, Alejandro amenaza a Glafira con no permitir
semejante ofensa, pues se la va a llevar consigo.
Glafira, nos relata Flavio Josefo en su segundo libro de la
Guerra de los Judíos, vivió tan sólo dos días después de haber contado su
sueño.
6. Fin de Arquelao:
destitución y destierro
Herodes Arquelao llega a gobernar tan sólo diez años.
Llega al poder en el 4 a.C., cuando su padre fallece, y es
declarado oficialmente etnarca de Judea, Samaria e Idumea en el año 3 a.C.
En el año 6 d. C. Se presentan en la corte del emperador
Augusto una embajada de nobles judíos y samaritanos que acusan a Herodes
Arquelao de cometer todo tipo de tropelías contra su pueblo.
Augusto, que no era la primera vez que escuchaba este tipo
de acusaciones decide que ya va siendo hora de tomar cartas en el asunto y no
sólo lo destituye de su cargo sino que lo destierra, enviándolo a pasar el
resto de sus días a Vienna, en el sur de la Galia.
Su etnarquía pasa a manos de Roma y se convierte en una
provincia romana más, puesta bajo la tutela de un procurador romano, pero
sometida a la autoridad del gobernador de Siria.
Se die que Arquelaos pasa desde el año 6 d.C., que es cuando
es enviado al exilio, hasta el año 18 d.C., que es cuando se cree que muere, en
la Galia desterrado.
Nada se sabe de la vida que lleva en Vienna, ni tampoco se
sabe cómo muere; simplemente deja de ser de interés para los historiadores.
Cuando vemos el final que sufre Herodes Arquelao, podemos
pensar si de verdad fue justo. ¿Realmente fue el tirano cruel que nos presentan
Flavio Josefo y los Evangelios?, ¿Tenían una base de veracidad las acusaciones
que sus súbditos presentan ante Augusto en varias ocasiones y que tienen como
consecuencia la destitución del Etnarca? ¿Por qué castiga el emperador a
Herodes Arquelao?
Seguramente el emperador no tuvo una sola razón sino más
bien tres motivos para acabar destituyéndolo:
1. Crueldad
2. Falta de iniciativa
3. Falta de muestras de aprecio a la familia imperial
A. Crueldad
Ya hemos podido ver cómo actúa Arquelao, cuando, apenas
pasados siete días desde la muerte de su padre, se produce un conato de
revuelta que el Etnarca manda reprimir con firmeza y se producen 3000 muertos.
Hay algunos historiadores modernos, que sin querer
justificar las salvajes represalias que dicho gobernante se toma, sí que es
verdad que intentan comprender que Arquelao se ve abocado a tomar medidas
drásticas cuando se ve acorralado por los violentos sediciosos.
Arquelao, nos explican dichos estudiosos, se ve forzado por
la situación a actuar. No es su voluntad maltratar a sus súbditos, pero no le
dejan otra salida cuando la tensión aumenta.
El Etnarca no da ningún motivo para que el pueblo se
amotine, todo el malestar viene de las acciones de su recién fallecido padre.
Los errores de Arquelao son quizá dos:
a) No haber sabido contener a tiempo el malestar de aquellos
grupos más religiosos, profundamente airados por las recientes ejecuciones de
sus compañeros a manos de Herodes I.
b) Dejar que la reacción de sus tropas se les escapara de
sus manos y acabara costando la vida de 3000 personas, casi todas dentro del
templo, durante la fiesta de la Pascua. Es decir, no sólo se ha cometido una
imperdonable masacre, sino también un intolerable sacrilegio.
Lo que hace pensar a los expertos en que quizá si se tratara
de un gobernante sanguinario y despiadado, es que en la última de las quejas
que se presentan a Augusto contra Arquelao, y que son las causantes de su
castigo, la respaldan también los samaritanos.
Esto no se había visto antes. Los samaritanos siempre se
mantenían neutrales en todas las algaradas que organizaban los judíos y que
siempre acababan sofocadas con un baño de sangre.
Por otra parte judíos y samaritanos se odiaban mutua y
profundamente, y nunca desaprovechaban las oportunidades que sus rivales les
ofrecían para hacerse todo tipo de canalladas.
Si Arquelao de verdad maltrataba a los judíos y no cesaba de
cometer todo tipo de fechorías contra ellos, los samaritanos estarían
encantados con semejante gobernante y jamás protestarían de él ante las
autoridades romanas, más bien al contrario, hubieran respaldado a semejante
tirano que tanto oprimía a sus enemigos.
El caso es que en el año 6 a.C., judíos y samaritanos
presentan una queja conjunta.
Esto último es asombroso, inaudito e inimaginable: ambos
pueblos olvidando sus viejas rencillas para hacer causa común.
Debemos pensar, pues, que algo de verdad habría en las
descripciones de los historiadores de la época, cuando nos presentaban a este
personaje como a un déspota despiadado.
B. Incompetencia
Por otra parte no nos consta que Arquelao realizara ninguna
obra que mereciera la admiración o, por lo menos el agradecimiento de sus
súbditos.
Así como su padre había dedicado enormes sumas de dinero,
mucho tiempo y abundante energía en la construcción de edificios,
reconstrucción de ciudades y el embellecimiento de las mismas, Herodes Arquelao
no parece seguir las huellas de su padre en este aspecto.
Nos consta que realizó las siguientes obras:
a) Restaura el palacio asmoneo de Jericó
b) Manda plantar numerosas palmeras en la llanura de Jericó.
c) Organiza un sistema de canalización y riego en dicha
plantación de palmeras, para lo cual toma la mitad del agua que abastecía la
cercana población de Neara.
d) Funda un pueblo con el nombre de Archelais
Al parecer ninguna de sus empresas parece llamar mucho la
atención de sus súbditos.
Por si fuera poco, a la muerte de Herodes I, toda la región
parece verse invadida de bandidos y forajidos que campan a sus anchas no
dejando vivir en paz a la población.
Herodes I había conseguido acabar con el bandolerismo
endémico de Judea, en parte aplicando una férrea política de represión y en
parte integrando a muchos cabecillas de aquellas bandas de asaltacaminos a su
propio ejército.
Con la desaparición de Herodes I muchos soldados, antiguos
salteadores, se quedan sin trabajo y vuelven a las andadas, trayendo la
inseguridad a una pacificada región.
Por si esto no fuera suficiente, poco a poco, muchos de
estos forajidos van tomando posturas nacionalistas.
Poco a poco aumenta el sentimiento antirromano que se
convertirá en un profundo odio hacia todo elemento paganizante.
Poco so tarda también en pasar del extremismo nacionalista
judío al extremismo religioso, y ya tenemos los ingredientes necesarios para
preparar las continuas revueltas que van a producirse en toda la región en las
siguientes décadas.
Herodes Arquelao es demasiado cruel y sangriento para los
judíos y demasiado inefectivo e ineficaz para los romanos.
No es capaz de cumplir ni las expectativas que podía tener
puestas en él su pueblo, ni tampoco las que tenía Roma.
No es capaz de demostrar su valía al césar, el cual le
promete el cargo de monarca si se lo sabe ganar, pero tampoco sabe acabar con
el profundo malestar de los judíos que se sienten doblemente oprimidos: por los
romanos y sus legiones acantonadas en Jerusalén y por los soldados herodianos,
tan sanguinarios y sádicos como los romanos.
Es decir, que Arquelao logra decepcionar por abajo a sus
súbditos, y por arriba al emperador, de quien depende su cargo y título.
C. Falta de muestras
de aprecio hacia la familia imperial
Otro punto importante es el tema del papel de Arquelao como
vasallo de Roma.
Acabamos de decir que Arquelao se lo debía todo a Roma.
Su etnarquía es una prebenda que el emperador ha tenido a
bien concederle a Herodes Arquelao, como muestra de aprecio y reconocimiento a
la fidelidad que su padre Herodes I mostró siempre hacia Roma.
Ahora bien, a efectos reales, Herodes Arquelao y sus
hermanos no dejan de ser unos gobernantes títeres en manos de Roma, son
príncipes marionetas puestos como gobernantes en sus respectivas regiones por
los sucesivos emperadores romanos que creen que es más sencillo, cómodo y
económico tener a estos pequeños reyezuelos para administrar y regir unas
regiones remotas y difíciles, por levantiscas.
Si un pequeño monarca oriental no mostraba la suficiente
sumisión o, por lo menos, el suficiente respeto y aprecio por Roma, pues dejaba
de ser visto con buenos ojos por el César y a la más mínima se cambiaba por
otro (la lista de aspirantes era larga)
¿Y qué posibles faltas de respeto pudo haber cometido este
etnarca? Pues veamos:
a) En las monedas acuñadas por Herodes Arquelao, al
contrario que hicieran sus hermanos, sólo aparecía en propio nombre del
etnarca. Efigies de los emperadores de Roma, así como menciones a los mismos,
brillaban por su ausencia.
Hay quien ha querido ver en este hecho una muestra de
consideración del etnarca hacia sus súbditos religiosos, para los cuales toda
imagen era un sacrilegio, y la mención del ocupador de sus tierras era una
vejación.
Sea como fuere el hecho es que para el emperador de Roma no
debía de ser muy agradable enterarse de que en todas las provincias romanas,
por muy lejanas y exóticas que estuvieran, se acuñaban monedas con la efigie y
el nombre del emperador, excepto en Judea, donde su ingrato gobernador había
decidido ser una excepción.
b) Algo similar debió de ocurrir cuando llegara a oídos del
César que Herodes Arquelao había fundado una ciudad a la que bautizó con el
nombre del propio Etnarca: Archelais.
Herodes I, mucho más astuto que su vástago etnarca, había
mandado levantar una ciudad en la costa, a la que se apresuró a ponerle el
nombre de Cesarea para honrar al emperador.
Los hermanos tetrarcas de Herodes Arquelao también tuvieron
la consideración de honrar a la familia imperial cada vez que inauguraban una
nueva localidad:
- Herodes Antipas funda más tarde una ciudad a orillas del
lago Genesaret, a la que pone de nombre Tiberiades, en honor de Tiberio.
También reforma una localidad ya existente, Beth-Aramphtha,
a la que cambia el nombre por Livia, para honrar a Livia Drusila, mujer de
Tiberio. Cuando la esposa del emperador cambia el nombre a Julia Augusta,
Herodes Antipas hace lo mismo y rebautiza la ciudad con el nombre de Julia.
- Herodes Filipo II, por su parte, ordena reformar una
pequeña ciudad, Paneias (Πανειάς), situada en los Altos del Golán, y le cambia
el nombre a Cesarea, como ya hiciera su padre Herodes I al crear Cesarea
Marítima, para adular al emperador.
Para que no se confundieran ambas ciudades le añadió “de
Filipo”, (en griego Καισαρεία
Φιλίππεια)
Sea como fuera, el caso es que Herodes Arquelao es requerido
a la mayor brevedad en Roma para ser fulminantemente destituido.
Nadie sale en defensa del etnarca. Ninguno de sus poderosos
hermanos, ni nadie de su extensa parentela, que tan buenas relaciones tenía con
la casa imperial.
Arquelao parece estar sólo, sin apoyos.
Hay quién ve detrás del chivatazo al emperador la sombra de
su envidiosa e intrigante tía Salomé, pues cuando su sobrino Arquelao cae en
desgracia y ha de abandonar todos sus bienes para marchar al destierro, el
emperador le concede a dicha mujer la ciudad que el etnarca mandara fundar:
Archelais.
Como acabamos de mencionar, Herodes Arquelao lo pierde todo
y su etnarquía se convierte en una provincia romana, bajo la autoridad de un
procurador.
Ahí, en la Galia Narbonense, rodeado de celtas alóbrogos
muere en algún momento anterior al año 18 d.C.
En la ciudad de Belén (Bethlehem) existe una tumba donde se
dice que está enterrado Herodes Arquelao. Si esto es así, significa que su
cuerpo fue trasladado a Judea desde la Galia.
No consta en ningún escrito que dejara descendencia con
ninguna de sus mujeres.
Parece ser que, aunque Herodes Arquelao no es ningún
gobernador brillante, ni realizara las obras públicas pomposas que llevara a
cabo su padre, supo mantener en relativa paz su etnarquía, pues durante su
breve gobierno no se producen más revueltas de importancia, algo que para Roma
era de extrema importancia.
Al mantenimiento del orden y la calma contribuye,
seguramente no poco, el hecho de que Quintilio Varo dejara una de sus legiones
acuartelada en Jerusalén, para prevenir brotes violentos.
Mediante la ostentación de poder se pueden evitar futuros
levantamientos pero el malestar de la población al verse intimidados
permanentemente va a ir en aumento y al final acaban protestando ante el César,
con las consecuencias para Arquelao que ya hemos mencionado.
d. El sueño
premonitorio de Herodes Arquelao
Al igual que su mujer Glafira, Herodes Arquelao también
tiene un sueño premonitorio, al poco de ser llamado ante el César para
responder de las acusaciones de las que es objeto por parte de su pueblo.
Una noche Arquelao sueña con nueve espigas, enormes y
cargadas de grano, que pasan a ser comidas por unos bueyes.
Preocupado por el significado que pudiera encerrar tal sueño
convoca a todos los magos, adivinos y hechiceros de la región para que le
interpreten su visón, pero nadie sabe darle una respuesta convincente.
Un esenio de nombre Simón le analiza el sueño de la
siguiente manera: Cada espiga simboliza un año de gobierno de Herodes Arquelao.
Los bueyes, a su vez, son símbolo de los cambios en la situación política.
Es decir que Herodes Arquelao llegará tan sólo a reinar
nueve años para ser devorado después por los acontecimientos políticos.
No pasan ni cinco días del vaticinio de Simón el esenio
cuando Herodes Arquelao es requerido por el emperador para que comparezca
inmediatamente en Roma para responder de todo lo que se le acusa.
7. Judea, nueva
provincia romana
La tetrarquía de Herodes Arquelao se convierte en provincia
romana.
Para administrar esta nueva provincia se manda a un
procurador, siendo el primero Coponio.
Los procuradores eran nobles romanos que pertenecíam a la
llamada clase ecuestre.
Dichos procuradores recibían del emperador toda la autoridad
para gobernar la provincia en su nombre, incluso tenían la potestad de condenar
a muerte.
De todos modos, la autonomía de Judea como provincia romana
no era completa, pues algunas de sus competencias estaban subordinadas al
gobernador de la provincia romana de Siria.
Los procuradores romanos al cargo de la provincia de Judea
fueron los siguientes:
1. Coponio (Coponius) del año 6 d.C. al 9 d. C.
2. Marco Ambivulo (Marcus Ambivulus) del año 9 d.C. al 12 d.
C
3. Anio Rufo (Annius Rufus) del año 12 d.C. al 15 d. C
4. Valerio Grato (Valerius Gratus) del año 15 d.C. al año 26
d. C.
5. Poncio Pilato (Pontius Pilatus) del año 26 d.C. al año 36
d.C.
6. Marcelo (Marcellus) del año 36 d.C. al año 37 d.C.
7. Marulo (Marullus)
del año 37 d.C. al año 41 d.C.
En el año 41 d.C. fallece Calígula, sube al trono Claudio,
el cual depone a Marulo y nombra a su amigo Herodes Agripa I rey de Judea.
Así pues, tras 35 años como provincia romana, Judea pasa a
convertirse de nuevo en un reino judío, aunque con un monarca títere, pues
Judea no dejaba de ser un estado cliente de Roma.
A la muerte de Herodes Agripa I, tres años más tarde, Judea
vuelve a ser provincia romana, de nuevo bajo el mando de un procurador, si bien
es cierto que a partir de ahora pasan a denominarse prefectos, siendo el
primero de los cuales Cuspio Fado (Cuspius Fadus)
8. Menciones a Herodes
Arquelao en los Evangelios
En el Nuevo Testamento nos encontramos dos referencias a Herodes
Arquelao:
a) Una explícita en el Evangelio de Mateo, en el capítulo 2.
b) Una implícita en el Evangelio de Lucas, en el capítulo
19.
Veámoslas más de cerca
A. Mateo: la familia
vuelve de Egipto
El segundo capítulo del evangelio de Mateo comienza con el
famosísimo relato de la llegada de los sabios de oriente que vienen a adorar al
niño nacido en Belén.
El evangelista enmarca cronológicamente el nacimiento de
Jesús “en los días del rey Herodes”, es decir cuando todavía reinaba Herodes I,
más tarde llamado el Grande.
Llegan los sabios a Jerusalén preguntando por el paradero
del recién nacido rey de los judíos.
Herodes I se sobresalta, hace llamar a los sabios a su corte
y les tiende una trampa.
Éstos deben averiguar dónde se encuentra el Mesías y volver
para informar a Herodes, pues él también desea ir a adorarle.
Una vez que han visitado al niño, los sabios son advertidos
en sueños de que no deben volver a ver a Herodes, sino partir a sus tierras por
oro camino.
Igualmente se le advierte en sueños a José de que la vida
del niño corre peligro y que debe huir a Egipto.
En dicho país están viviendo José, su esposa María y el niño
Jesús hasta que muere Herodes I.
Es entonces cuando José vuelve a tener una visión en sueños,
en la que un Ángel le indica que ya puede volver a Israel.
Justo en este punto del relato aparece la única mención a
Herodes Arquelao en los Evangelios: “Pero,
al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo
de ir allá y, advertido por revelación en sueños, fue a las regiones de Galilea”
(versículo 22 del capítulo 2 de Mateo. RVA 2015)
Y así es como José decide marchar a la región de Galilea,
fuera de la jurisprudencia de Arquelao, para asentarse en Nazaret.
B. Lucas: la Parábola
de las diez monedas
Lucas, en el capítulo 19 de su evangelio nos presenta una
parábola de Jesús, en la que se menciona a un noble que parte al extranjero
para ser nombrado rey.
Dicho noble reparte a 10 de sus siervos una enorme cantidad
de dinero para que le saquen todo el provecho que puedan.
El caso es que sus súbditos lo detestaban y mandaron a un
grupo de delegados para avisar de que no querían que dicho personaje fuera su
monarca.
Regresa dicho noble, ahora con su título de rey y solicita
ver qué provecho han sabido generar sus servidores con las monedas que les
entrego antes de su partida.
Un siervo fiel ha producido diez veces más beneficios, otro
cinco veces más, y un tercero no ha obtenido ninguna ganancia, pues lo único
que hizo fue guardarlo para no extraviarlo.
El señor recompensa a los dos primeros por ser productivos,
pero castiga al tercero por inútil.
Muy curiosa es la frase con la que se concluye la parábola:
“Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos
que no querían que yo reinara sobre ellos, tráiganlos acá y degüéllenlos en mi
presencia”. (Lucas, capítulo 19, versículo 27)
En esta parábola que encontramos en Lucas, capítulo 19,
versículos 11-27, hay cuatro frases que a todo aquel que haya que conozca la
vida de Herodes Arquelao le sonaran familiares.
Veamos cuales son estos cuatro puntos:
a) “Cierto hombre de
noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver”.
(Lucas, 19, 12) RVA 2015
Tenemos aquí a un noble que aspira a recibir un reino, es
decir que todavía no lo ha obtenido, y para ello ha de partir al extranjero.
¿Por qué ha de salir de viaje a un lugar lejano?
b) “Pero sus
ciudadanos lo aborrecían, y enviaron tras él una embajada diciendo: ‘No queremos
que este reine sobre nosotros”.
(Lucas, 19, 14) RVA 2015
Aquí vemos las siguientes cuatro cosas:
I) sus súbditos lo detestan
II) envían a una delegación (se supone que al mismo país
extranjero al cual ha partido su señor)
III) Envían dicha embajada tras él, a sus espaldas.
IV) Quieren solicitar
(a alguien muy poderoso) que su señor no les gobierne
c) “Aconteció que,
cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a
aquellos siervos…..” (Lucas, 19, 15)
RVA 2015
En este versículo podemos comprobar que el protagonista
vuelve y lo hace investido de un nuevo cargo; ha conseguido, pues, lo que ha
ido a buscar: ahora ya es rey.
d) “Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que
no querían que yo reinara sobre ellos, tráiganlos acá y degüéllenlos en mi
presencia”.
Manda tomar durísimas represalias contra todos aquellos que
se dedicaron a intrigar a sus espaldas.
Ante estos cuatro puntos que leemos engastados en la
parábola de las diez monedas, no podemos evitar ver aquí la figura de Herodes
Arquelao.
Esto no lleva a pensar que Jesús no sólo hablaba a la gente
en parábolas para hacerles más entendible el concepto de Reino de Dios, y otras
ideas, sino que dentro de estas parábolas usaba personajes, sucesos y anécdotas
conocidas por todos, bien para hacerlas más interesantes, más amenas, o más
cercanas.
Desconocemos si Herodes Arquelao se vengó de sus detractores
ordenando que fueran ejecutados o no; al menos Flavio Josefo, que es el
historiador que, con enorme diferencia, más información nos da sobre este
personaje, no dice nada al respecto.
El final que tiene la mencionada parábola nos hace pensar
que así fue, que es sanguinario Arquelao se desquitó mandando degollar a todos
sus opositores.
Un episodio así de sangriento permanecería todavía muy vivo
en la memoria de sus oyentes, los cuales sabrían ver el paralelismo con el
Etnarca Arquelao enseguida.
Tan asesino y despiadado como si padre, pero mucho más incompetente.
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