1. Introducción
2. La iglesia
católica persigue las traducciones de la Biblia
3. Miedo a las
herejías
4. Los cátaros y los
valdenses
5. Mártires
traductores de las Sagradas Escrituras
A. Juan Wiclef
B. Jan Hus
C. Martín Lutero
D. Los hugonotes
E. William Tyndale
F.
Jacob van Liesvelt
5. España
A. Francisco de Enzinas
B. Casiodoro de Reina
C. Cipriano de Valera
D. Fray Luis de León
6. Contrarreforma,
Concilio de Trento e Índice de Libros Prohibidos
A. Contrarreforma
B. Concilio de Trento
C. Inquisición Romana
D. Índice de Libros Prohibidos
1. Introducción
No ha habido en toda la historia un libro que se haya
estudiado y analizado más a fondo que la Biblia. Ningún otro libro ha sido tan
querido y venerado como la Biblia.
Pero tampoco ha habido sobre la Tierra un libro que haya
sido más atacado, ridiculizado, criticado, que haya sido blanco de más burlas,
agresiones y persecuciones que la Biblia.
Intentaron acabar con las Sagradas Escrituras los griegos
seléucidas, dos siglos antes de que naciera Nuestro Señor Jesucristo.
Una docena de emperadores romanos quisieron aplastar la
primitiva comunidad cristiana, y uno de ellos, Diocleciano, hizo todo lo
posible por borrar los Evangelios de la faz de la Tierra.
Una vez que el cristianismo se convirtió en la religión
oficial del imperio romano a comienzos del siglo IV, las Escrituras pasaron de
estar perseguidas por los césares a pasar a estar secuestradas por la propia
iglesia católica, que no dejaba que ningún creyente se acercara a la Biblia.
Sólo los sacerdotes tenían derecho a leerla.
Todos los intentos que se hicieron por traducir la Biblia a
las diferentes lenguas europeas y hacerla, de esta manera, comprensible al
pueblo llano, que no entendía ni el griego ni el latín, fueron severamente
condenados y castigados por la iglesia.
Las diferentes biblias traducidas a lenguas vulgares
acababan siendo pasto de las llamas, como también el caso de los osados
traductores que se habían atrevido a desafiar la autoridad de la iglesia.
Esta era la situación hasta la llegada de la Reforma
Protestante, a principios del siglo XVI.
Con la Reforma, se traducen las Escrituras a las principales
lenguas europeas, si bien es cierto que su lectura, e incluso su posesión,
seguían estando prohibidas en los países católicos.
Con la llegada de la Ilustración, en siglo XVIII, las
agresiones que va a recibir la Biblia serán de diferente índole.
Filósofos ilustrados, pero también teólogos liberales, e
intelectuales de todo tipo atacarán con saña la Biblia, a la tratarán de
despojar de toda credibilidad.
A partir de ese momento en las universidades se enseñará a
leer la Biblia como un conjunto de divertidas fábulas, bien escritas, pero
inventadas, así como históricamente inexactas.
Durante la Revolución Francesa la Biblia será incluso
quemada públicamente para escenificar de esta manera que se acaba con una época
oscura y supersticiosa y se da paso a otra nueva era marcada por el uso de la
razón.
En el siglo XX, el comunismo dejará patente que la Biblia y
la ideología marxista son incompatibles, y comenzará una persecución a los
cristianos como no se veía desde tiempos romanos. Innumerables Biblias son
confiscadas y destruidas.
En los países musulmanes tampoco será bienvenida la Palabra
de Dios impresa, y se prohibirá la introducción de Biblias, su impresión,
publicación, distribución, reparto, venta, uso, posesión o lectura, tanto en
público como en privado.
Y sin embargo, bien entrados en el siglo XXI, la Biblia
continua siendo el libro más vendido, publicado y estudiado del mundo. Algo
incomprensible si este libro sólo fuera obra de seres humanos.
La Biblia es la Palabra de Dios, es obra del Altísimo y nada
ni nadie ha podido, ni puede, ni podrá acabar con ella.
Veamos a continuación más detalladamente en que consistió la
persecución que sufrieron las diferentes traducciones de la Biblia a lo largo
de toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna por parte de la iglesia
católica.
2. La iglesia
católica secuestra la Biblia
Tras tres largos siglos de persecuciones por parte de las
autoridades romanas, los cristianos consiguen a finales del siglo IV lo que
nadie hubiera imaginado nunca.
Con el edicto de Tesalónica del año 380 d.C., el
cristianismo pasa a ser la religión oficial del Imperio Romano.
Cesan los ataques y las persecuciones a las comunidades
cristianas.
No sólo eso, a partir de este momento la Iglesia y el
emperador están tan estrechamente vinculados que los problemas religiosos se
convertirán en problemas políticos, y las cuestiones políticas en cuestiones
religiosas.
Y así, el papá se inmiscuirá en asuntos mundanos y el
emperador, y más tarde los reyes, meterán sus narices en temas de la iglesia.
Papas y reyes buscarán en muchísimas ocasiones más su propio
beneficio que el de la iglesia o la fe.
La iglesia va organizando concilios, va acumulando dogmas y
se aparta cada vez más de la Biblia.
Los altos cargos de la iglesia se compran y venden, se
empieza a venerar reliquias de mártires, y más adelante, en nombre de Cristo se
bendecirán guerras, cruzadas y Tribunales de la santa Inquisición.
La lectura de las Sagradas Escrituras pierde poco a poco
importancia y la vida cristiana se va centrando cada vez más en la liturgia y
la celebración de los sacramentos.
Desde comienzos del siglo V hasta la llegada de la Reforma
once siglos más tarde, la única versión permitida de la Biblia es la denominada
Vulgata, es decir, la Biblia que Jerónimo de Estridón tradujo desde el hebreo y
el griego al latín, entre los años 382 y 420 d.C.
Con la llegada de la Edad Media en el año 476 d.C. podemos
ver cómo la iglesia se apropia de la Biblia y se la hurta al pueblo, el cual no
tiene acceso a ella.
Pasan los siglos, y generaciones de cristianos acatan
fielmente los dictámenes de la Iglesia si haber leído en toda su vida una sola
línea de la Biblia.
Se delega su lectura e interpretación a los clérigos, que
son los únicos que pueden poseer y hacer uso de las Sagradas Escrituras.
Martín Lutero escribió en una ocasión que él ya era adulto
cuando pudo ver por primera vez una Biblia. Y en su caso únicamente fue posible
toparse con un ejemplar de las Escrituras porque se hizo monje agustino y
estudió teología, si no, se hubiera ido a la tumba sin haber visto ni una solo
página de las Sagradas Escrituras, como lamentablemente fue el caso de la
enorme mayoría de cristianos durante más de un milenio.
La Iglesia tenía tanto miedo a que una mala interpretación
de las citas bíblicas diera pie a la creación de movimientos heréticos que no
permitió su lectura a los laicos.
Y tenía tanto miedo también a que una falsa traducción del
latín de la vulgata diera lugar a equívocos y falsos conceptos, que se
prohibieron todas las traducciones a lenguas vulgares o vernáculas.
Sólo la Iglesia tenía la competencia necesaria para
interpretar el contenido de las Sagradas Escrituras, y sólo la versión de la
Vulgata era la correcta.
Todo aquel que leyera por su cuenta la Biblia, no digamos ya
todo aquel que osara traducir toda, o partes de la misma, a lenguas vernáculas,
se convertía automáticamente en un hereje.
Comienza una persecución y eliminación sistemática de todos
los ejemplares no autorizados por la Iglesia, que van a ser todos aquellos
traducidos a cualquier lengua.
La misma institución que durante tres siglos había padecido
persecución por parte de las autoridades romanas y que había visto perecer a
miles de fieles por querer preservar la Sagradas Escrituras de su destrucción,
va a ser ahora la principal instigadora de quema y destrucción de Biblias
traducidas.
El castigo mínimo que le espera a todo el que lea, posea,
preste, venda, compre, y, sobre todo, traduzca la Biblia, es la excomunión.
Todos los ejemplares de Biblias traducidas que decomisan las
autoridades son quemados públicamente, en muchas ocasiones acompañados de su
dueño o traductor.
Esta situación no cambiará hasta la llegada de la Reforma
Protestante en el siglo XVI.
Hasta entonces, el clero tendrá el monopolio de la
educación, la enseñanza, las universidades y las Sagradas Escrituras.
La Biblia, sustraída al pueblo, se convierte en un libro
desconocido.
Sin embargo, son muchos los cristianos que desean leer la
Biblia y conocer a Jesús, o bien que anhelan que el pueblo llano tenga acceso
al mensaje salvador de Cristo.
Para ello se hace necesario ignorar los diferentes
dictámenes de la iglesia católica y traducir las Escrituras, con el enorme
peligro que ello conlleva.
3. Miedo a las
herejías
Desde que se crean las primeras comunidades cristianas, los
dirigentes de la iglesia se van a encontrar a lo largo de los siglos a una
serie de personajes que van a defender un conjunto de tesis que van a estar, en
menor o mayor medida, en contradicción con las enseñanzas de Cristo.
Nos referimos aquí, evidentemente, a las herejías.
Ya en el siglo I tenemos desviaciones del mensaje de Jesús
como son las doctrinas conocidas como docetismo y simonianismo.
En el siglo II serán las corrientes gnósticas las que más
preocupaciones ocasionen a los defensores del cristianismo.
En el siglo IV, cuando ya la iglesia consigue, después de
mucho esfuerzo y penalidades, salir de la clandestinidad, será el arrianismo,
la doctrina a combatir por los apologetas o defensores de la fe.
Más tarde vendrán otros extravíos como el nestorianismo, el
pelagianismo, o los llamados iconoclastas.
Para el siglo XI, la iglesia cristiana ya está curtida en
combatir todo tipo de herejías y corrupciones de la doctrina.
Es entonces cuando surgen varias corrientes que amenazan con
extenderse por toda la cristiandad y acabar con la iglesia tal y como se conocía
hasta entonces.
Estamos hablando de sectas como los bogomilos, en el este de
Europa, o los cátaros (o albigenses, que es lo mismo) y valdenses en la parte
occidental de Europa.
Todos estos movimientos pretendían volver a los orígenes del
cristianismo, renunciaban a las riquezas, rechazaban la autoridad del papa y
querían traducir la Biblia del latín a las diferentes lenguas populares, para
hacer accesible su contenido a todo el mundo.
Y es que hay que entender que, por aquel entonces, cada vez
había menos gente que entendiera el latín, y mucho menos el griego clásico o el
hebreo.
En una sociedad feudal y rural, en la que la mayoría de la
gente eran campesinos analfabetos, se hacía necesario traducir la Biblia a las
lenguas vernáculas si se quería que el mensaje de Dios llegara a todos.
Y es en este contexto convulso de creación de diferentes
tipos de movimientos llamados heréticos, cuando empiezan a surgir las primeras
traducciones de las Sagradas Escrituras a las diferentes lenguas locales.
Pero no todos los intentos de acercamiento de la Biblia al
pueblo se producen por parte de aquellas corrientes consideradas desviadas de
la doctrina de la iglesia católica.
A finales del siglo IX, hacia el año 885 d.C., los hermanos
Cirilo y Metodio, conocidos más tarde como los Apóstoles de los eslavos, dos
misioneros de Tesalónica, acaban de traducir la Biblia al antiguo eslavo.
Con el uso de esta lengua, tanto en la liturgia como a la
hora de leer las Escrituras, ambos hermanos buscan que el pueblo llano de la región
morava (actual republica checa) donde ejercen de sacerdotes, puedan entender la
palabra de Dios.
El problema aquí es que los sacerdotes alemanes de la vecina
región de Baviera se oponen con ahínco a que se use otra lengua en los oficios
divinos que no sea el latín.
El papa iba cambiando de opinión, primero no les permite el
uso de la lengua vernácula, más tarde, en el año 880 d.C. concede que la
liturgia se imparta en lengua eslava, pero insiste en que el Evangelio ha de
ser leído primero en latín y luego en eslavo.
Ya vemos como en fechas tan tempranas como el siglo IX, la
iglesia ofrece una gran resistencia a que se empleen lenguas diferentes al
latín (o el griego en el área de influencia de Bizancio), y es que para la
iglesia católica el latín es prácticamente una lengua santa, junto con el
griego y el hebreo, las dos lenguas en que se habían redactado las Sagradas
Escrituras.
Varios siglos antes, el obispo Isidoro de Sevilla (560—636) había
dejado escrito lo siguiente al respecto: “Hay,
así pues, tres lenguas sagradas: hebreo, griego y latín, que son las que más
destacan en todo el orbe. Pues no en vano fueron escritas las acusaciones de
Pilato sobre la cruz de nuestro Señor en estas tres lenguas”
Pasados dos siglos desde que los hermanos Cirilo y Metodio implantaran el uso del antiguo eslavo en los oficios divinos, nos encontramos con un incidente similar en la vecina región de Bohemia (también en la actual Chequia).
El duque Wratislaw II de Bohemia solicita el 2 de enero de
1080 permiso al papa Gregorio VII para que los servicios religiosos se puedan
oficiar en lengua eslava.
El Papa le contesta al noble que a Dios, no sin razón, le ha
parecido bien mantener ocultas las Sagradas Escrituras para evitar que el
pueblo, si tuviera fácil acceso a ellas, llegara a menospreciarlas o incluso a
malinterpretarlas y a perseverar en el error.
Los cátaros y los
valdenses
Dos sectas se extienden con fuerza por Italia y Francia en
el siglo XII: los cataros y los valdenses.
La iglesia católica, con el papa Inocencio III a la cabeza,
se lanzan a combatir las doctrinas que propagan por Francia dichos cátaros y
valdenses.
Ambos grupos daban una tremenda importancia al papel de la
Biblia en la vida de todo cristiano, por lo que contaban con ejemplares de las
escrituras traducidas a diferentes lenguas vulgares.
En la antigua región francesa del Delfinado (Dauphiné),
Pedro Valdo (Pierre Valdès) les encarga a dos clérigos, Etienne d'Anse y
Bernard Ydros, que traduzcan la Biblia del latín al occitano, la lengua del sur
de Francia.
Con la Biblia traducida en la mano Pedro Valdo (Pierre Valdès)
comienza a predicar la Buena Nueva al pueblo, pobre e iletrado.
La vida de aquellos que oyen el mensaje de los Evangelios
cambia radicalmente. Muchos comienzan a seguir a Pedro Valdo y se crea una
comunidad cuya vida religiosa gira en torno a las enseñanzas bíblicas.
Aquella congragación comienza a ser llamada valdense, por el
apellido de su cabecilla. Se destacan del resto de sus vecinos por su modélica
forma de vivir, alejada de todo vicio y pecado.
Renuncian a sus riquezas e ignoran los dogmas de la iglesia
católica, a la cual consideran corrompida por sus dirigentes.
Los cátaros, por su parte, habían traducido el Nuevo
Testamento al provenzal, una variedad del occitano hablada en la región de la Provenza
en el sur de Francia.
El Antiguo Testamento no lo usaban los cátaros para nada,
pues estaban en contra de su contenido.
Los jerarcas de la iglesia católica creían firmemente que el
origen de las ideas erróneas que habían llevado a los herejes a descarriarse,
venía precisamente de la mala interpretación que hacían de la Palabra de Dios,
pues la leían de traducciones en lengua vulgar que necesariamente corrompían el
contenido de las Escrituras.
Los papas comienzan a publicar una serie de decretos en los
que se prohíbe la posesión y lectura de la Biblia traducida a lenguas vulgares.
Comienza una campaña de persecución y destrucción de las
Escrituras traducidas a las lenguas vernáculas, con redadas en diferentes
comunidades de creyentes, detenciones, torturas y ejecuciones de sus miembros
así como la quema pública de sus Biblias.
En opinión de la iglesia, leer la Biblia en una versión
traducida sólo podía conducir a entenderla mal y por consiguiente a sacar
conclusiones equivocadas.
Para evitar que un incorrecto razonamiento llevara a la
herejía, el papa Inocencio III prohíbe, en un decreto que le envía al obispo de
Metz en 1199 y que ha pasado a la historia con el nombre de Cum ex injuncto, que se lea la Biblia en
encuentros privados, o como él mismo define en “reuniones clandestinas” (occultis
conventiculis)
En dicha misiva, el Papa Inocencio III condena a los herejes
que han osado traducir la Biblia al francés (in Gallico sermone transferri) y llega a utilizar las mismas
palabras que usó Jesucristo, y que recoge Mateo para criticar sus acciones: “No den lo santo a los perros, ni echen sus
perlas delante de los cerdos” (Mateo 7, 6).
Un año más tarde el papa envía un grupo de abades a dicha
ciudad de Metz con la orden de quemar todas las traducciones de la Biblia al
francés que se encuentren.
Al parecer en esta ciudad francesa de la Lorena había un
grupo de valdenses que, en su afán por extender el mensaje de Jesús por el
mundo, reunía a los vecinos en secreto para leer y comentar las Escrituras, que
previamente habían traducido al francés medieval.
El escándalo para el pontífice es mayúsculo, pues hasta las
mujeres conocían capítulos enteros de la Biblia y se atrevían, en su
analfabetismo, a comentarlas como si fueran doctos teólogos de la iglesia.
El papa Inocencio III resume su postura en una sola frase:
Al hombre sencillo no le corresponde ocuparse de las Sagradas Escrituras ni
predicarlas, pues para eso están los doctores de la Iglesia.
Hay quien en este punto sospecha que, debido a que la
jerarquía católica era consciente de que muchos de sus dogmas no se basaban en
absoluto en las Escrituras sino en la tradición, no era entonces recomendable
permitirles a los fieles el acercamiento a la Biblia, pues estos acabarían
descubriendo las incongruencias y contradicciones entre lo que enseñan unas y
otros.
Sea como fuere, tres años más tarde, en 1202, el papa manda
a un legado, el obispo Guido de Palestrina, para que realice una inspección en
la ciudad de Lovaina, en Flandes, y para que se incaute de todo escrito que se
encuentre, tanto en lenguas romances como germánicas, que tenga que ver con las
Sagradas Escrituras.
Varios años más tarde, una vez clausurado el concilio de
París de 1210, Petrus de Corbolio, Arzobispo de Sens (Francia), publica un
decreto, según el cual todos los escritos teológicos redactados en lenguas
romances deben ser entregados a las autoridades eclesiásticas.
Uno puede llegar a pensar que la iglesia estaba sufriendo
por aquel entonces una especie de paranoia y creía ver herejes por todas
partes, y la verdad es que algo similar estaba ocurriendo.
Tengamos en cuenta que entre finales de siglo XII y
comienzos de siglo XIII es cuando las sectas arriba mencionadas, cátaros y
valdenses, se estaban expandiendo con más energía por Europa del Sur y
consiguiendo más adeptos.
El papa Lucio III había fundado a finales del siglo XII una
institución, creada ex profeso para combatir las herejías y desviaciones de la
ortodoxia católica y que con el pasar de los años se haría tristemente célebre:
la Inquisición.
La Inquisición hizo su primer acto de presencia en 1184 en
la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los
cátaros, también llamados albigenses.
En el año 1209, el papa Inocencio III hace un llamamiento
para acabar con los cátaros de una vez por todas.
Se lleva a cabo una despiadada cruzada contra esta secta,
que durará 35 años y pasará a la historia como la Cruzada albigense o la
Cruzada contra los cátaros.
En el año 1229, en medio de dicha campaña, el obispo de
Toulouse, Fulco de Marsella, convoca, con permiso del papa Gregorio IX, un
sínodo en la ciudad occitana de Toulouse (Concilium Tolosanum).
En este concilio se prohíbe terminantemente el uso y la
lectura de la Biblia traducida.
“Prohibemus etiam, ne
libros veteris testamenti aut novi laici permittantur habere; nisi forte
psalterium vel breviarium pro divinis officiis aut horas beatae Mariae aliquis
ex devotione habere velit. Sed ne praemissos libros habeant in vulgari
translatos, archissime inhibemus.” (También
les prohibimos a los laicos la posesión de los libros del Antiguo y del Nuevo
Testamento, excepto quien, por devoción, quisiera tener un Salterio o un
Breviario para los oficios divinos o la Liturgia de las horas de Santa María;
pero prohibimos rigurosamente que nadie posea libros traducidos a lenguas
vernáculas).
La razón de la celebración de este cónclave era la de
combatir implacablemente a los cátaros que se estaban extendiendo por la región
de Occitania.
Se da la orden de detenerlos, derribar sus casas y destruir
todas las traducciones de la Biblia a las diferentes lenguas vulgares.
Dos años más tarde de este sínodo, en el año 1231, el papa
Gregorio IX requiere que todo aquel que tenga tratados de contenido teológico
escritos en lenguas vulgares, los entregue inmediatamente al obispo de su
diócesis.
Ese mismo año se celebra el Sínodo Diocesano de Treveris
(Synodus Dioecesana Trevirensis).
El Arzobispo Teodorico II de Wied, arzobispo y príncipe
elector de Tréveris, hace una mención especial a un hecho que le parece
escandaloso: un grupo de herejes tiene Biblias traducidas al alemán: “Et plures erant corum sectae, et multi eorum
instructi erant scripturis sanctis, quas hebebant in Theutonicum translatas.”
(Y había muchos de ellos en la secta, y
muchos de ellos habían sido instruidos en las Sagradas Escrituras, que tenían
traducidas al alemán)
Tres años más tarde, en 1234, se celebra lo que podríamos
denominar la segunda parte del Concilio de Toulouse: el sínodo de Tarragona
(Conventus Tarraconensis)
Los obispos españoles respaldan el decreto de Jaime I el
Conquistador, rey de Aragón, Valencia y Mallorca, así como conde de Barcelona,
mediante el cual de queda prohibido poseer traducciones de las Sagradas
Escrituras, las cuales deberán ser estregadas a las autoridades eclesiásticas
en un plazo de ocho días para proceder a su quema, en caso contrario se
considerará hereje a todo aquel que siga en su posesión1.
Los valdenses y cátaros son masacrados por centenares y sus
Biblias arrojadas al fuego.
En el Sínodo de Béziers (Concilium Biterrense) del año 1246
se determina que los clérigos no deben poseer libros de teología en leguas
vulgares y los laicos de ningún tipo, tampoco en latín2.
Un largo siglo después de la celebración de los sínodos
arriba mencionados, en el año 1369, el emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico Carlos IV, publica un edicto a petición del Papa Urbano V, en el que
se prohíbe escribir interpretaciones de las Sagradas Escrituras en alemán, para
que los laicos no caigan en el error y la herejía.
En el año 1376, el Papa Gregorio XI ratifica el edicto de su
predecesor. Sólo hay una versión de la Biblia permitida por la iglesia: la Biblia
Vulgata. Además, toda la literatura sobre las Sagradas Escrituras habrá de
someterse a un obligado escrutinio por parte de las autoridades eclesiásticas
antes de poder ser publicadas.
Y esa va a ser la tónica general de la iglesia católica a lo
largo de los siguientes seis siglos: oponerse frontal y radicalmente a la
traducción y comentario de la Biblia.
No se puede tolerar el uso de biblias traducidas en ninguna
parte de la cristiandad, ni por clérigos ni por laicos, ni para su estudio ni
para la evangelización.
El empleo, es más, la mera existencia de traducciones de las
Sagradas Escrituras, o de partes sueltas de las mismas es algo que está
completamente prohibido, pues es una herejía en sí mismo.
Pronto empezarán a surgir los primeros valientes que se
opongan a esta visión de la iglesia y se arriesguen a realizar traducciones de
la Biblia a sus respectivas lenguas maternas.
Muchos serán castigados por ello y acabarán perdiendo la
vida por desobedecer al papa.
Aparecen así los primeros mártires traductores de las
Sagradas Escrituras como Juan Wiclef, Jan Hus, William Tyndale o Jacob van
Liesvelt, cuyas proyectos y vicisitudes pasamos a narrar con más detalle a
continuación.
5. Mártires
traductores de las Sagradas Escrituras
Muchos intelectuales de finales de la Edad Media, sacerdotes
la mayoría, y conocedores de las Escrituras, irán dándose cuenta de la
importancia que tiene la Biblia para la vida de todo cristiano y en su afán por
darla a conocer a sus paisanos en su lengua materna se aventuraran en una
empresa que en el mejor de los casos les costará penas de prisión y otros
sinsabores, pero que, en el peor de los casos, les costará la vida.
Veamos aquí algunos de los más importantes.
A. Juan Wiclef
Juan Wiclef nace en de Hipswell, Yorkshire, entre los años
1320 y 1330 d.C.
Estudia teología en la Universidad de Oxford.
Escribe varias obras importantes como:
De Dominio Divino (Sobre
el dominio divino) (1373), en la que Wiclef cuestiona la autoridad papal.
De Civili Dominio (Sobre
el dominio civil) (1377), en la que tilda a la iglesia de Roma de corrupta y
codiciosa.
De veritate sacrae
scripturae (Sobre la verdad de las Sagradas Escrituras) (1378), donde esta
obra defiende la autoridad de la Biblia por delante del papa.
En 1378 Wiclef comienza a traducir la Biblia al inglés.
Con un grupo de amigos, entre los que destacan Juan Purvey
(John Purvey) y Nicolás Hereford (Nicholas Hereford) acaba de traducir la
Biblia, y realiza copias de la misma.
La Biblia de Wycliffe, como se la conocerá a partir de ahora,
sale a la luz en 1384.
Ahora se trata poner su mensaje en conocimiento del pueblo,
que en aquella época era mayoritariamente iletrado.
Para evangelizar a tanta gente se crea un grupo de
misioneros, los lolardos que iban de
aldea en aldea leyendo las Escrituras en voz alta y explicando su contenido.
El 30 de diciembre de 1384 muere Juan Wiclef.
En el Concilio de Constanza, celebrado entre los años 1414 y
1418, se declara hereje a Juan Wiclef hereje y se ordena exhumar su cuerpo,
quemar sus restos, así como sus obras y echar las cenizas al río.
B. Jan Hus
Jan Hus fue un teólogo checo nacido en Hussenitz (Actual
República Checa) aproximadamente hacia 1370 y que es considerado actualmente un
precursor de la Reforma Protestante.
Jan Hus estudió teología en la Universidad Carolina de
Praga.
Es en esta institución donde comienza a leer las obras del
reformador inglés Juan Wiclef.
Dos años más tarde, en 1400 es ordenado sacerdote.
Jan Hus es un innovador, pues oficia las misas íntegramente
en idioma checo. Canta y predica en checo también.
Jan Hus es un orador muy severo. Critica la vanidad de las
modas y propone una vida virtuosa y sencilla. Ataca la pompa de la Iglesia, sus
enormes riquezas y la vida disoluta de muchos de sus ministros.
Además defiende que la autoridad de la Biblia está por
encima de la del papa de Roma.
Jan Hus es suspendido de su puesto como sacerdote, y aunque
se le prohíbe terminantemente predicar, él sigue dando sus revolucionarios
sermones.
Se le excomulga y expulsa de Praga.
Pero él no cesa en sus ataques a aquellos dogmas que no se
fundamentan en las Escrituras.
En su exilio en el campo se dedica a revisar una primera
versión de la Biblia en checo que ya había aparecido en el año 1360, y modifica
aquellas partes de la traducción que no le parecen claras. En el año 1488 se
publicará en esta Biblia revisada en Praga, por lo que recibe el nombre de
Biblia de Praga.
En el famoso Concilio
de Constanza, al que se invita a acudir a Jan Hus para exponer sus ideas, es
arrestado, encarcelado y condenado a morir en la hoguera el 6 de julio
de 1415 por hereje.
C. Martín Lutero
En este artículo no vamos a extendernos sobre la vida de
este reformador.
Vamos a limitarnos aquí a ocuparnos de su tarea de traductor
de las Sagradas Escrituras al alemán.
Martín Lutero (Martin Luther en alemán) fue un filósofo,
teólogo, fraile agustino y docente nacido el 10 de noviembre de 1483 en
Eisleben (en el actual estado federal de Sachsen-Anhalt).
En otoño del año 1505 ingresa en la orden de los agustinos.
Desde un primer momento se obsesiona con la idea de la
salvación.
Dos años más tarde, Lutero es ordenado sacerdote, y unos
meses más tarde ya da clases de Teología en la Universidad de Wittenberg.
Aprende griego clásico y hebreo para poder leer las Sagradas
Escrituras en su versión original y va dándose cuenta de las diferencias que
hay entre lo que enseña la Biblia y lo defiende la iglesia católica.
En 1515, estudiando la Epístola de Pablo a los Romanos,
Lutero se da cuenta de que el hombre no se salva por sus obras, sino sólo por
la gracia de Dios.
Este hecho va a impulsar todas las acciones de Martín Lutero
en lo sucesivo.
Para Martín la iglesia católica se ha ido alejado del
mensaje verdadero de Cristo, para centrarse en temas que no sólo distraen del
punto central sino que directamente nos apartan de él.
La salvación es un regalo que Dios nos hace a través del
sacrificio de su hijo Jesús y en nuestras manos está aceptarla o
rechazarla.
Lutero ha entendido de golpe el enorme regalo que Dios nos
ha hecho a los hombres.
Tanto nos ama el Altísimo que ha entregado a su hijo para
que con su preciosa sangre derramada en la cruz compre nuestra salvación.
Por eso se indigna tanto Lutero cuando ve cómo los clérigos
van de pueblo en pueblo vendiendo indulgencias: toda una ofensa para Dios.
El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero publica sus 95 tesis
atacando la venta de bulas.
Poco a poco Lutero se convierte en un personaje cada vez más
popular en la gente y más molesto para la iglesia, que se niega a debatir con
él y le exige que se retracte.
El papa León X acaba declarando hereje y excomulgándolo.
En abril del año 1516, el emperador Carlos V preside una
Dieta imperial en la ciudad alemana de Worms, a la que acude Lutero el día 16
de abril para exponer su doctrina.
Cuando le piden que rechace sus ideas, Lutero se niega,
aduciendo que sólo lo hará si le presentan argumentos basados en las Sagradas
Escrituras.
Con ese gesto Martín Lutero ha firmado su sentencia de
muerte, pues automáticamente se convierte en un proscrito y cualquiera puede, e
incluso debe, acabar con su vida ahí donde se encuentre.
Volviendo Lutero a su casa en Wittenberg, es secuestrado por
unos encapuchados que lo retienen en la fortaleza de Wartburg.
Todo ha sido una maniobra de su benefactor, el rey Federico
III de Sajonia, que de esta manera ha salvado a Lutero de una muerte segura.
En invierno de 1521 Lutero comienza en dicha fortaleza de
Wartburg la traducción del Nuevo Testamento.
Tras nueve meses de arduo trabajo, el 21 septiembre de 1522
se imprime una primera edición del Nuevo Testamento Alemán, que sale a la venta
al día siguiente, el 22 de septiembre de 1522.
Lutero ha usado el Nuevo Testamento en griego de Erasmo de
Rotterdam para realizar su traducción.
Un sacerdote católico llamado Juan Cochleus (Johann
Cochleus, también conocido como Johann Dobneck) que era contrario a las ideas
reformistas de Lutero, se lamenta de que la Palabra de Dios estaba ya al alcance
de todo el mundo, tanto hombres como mujeres, ricos y pobres, todo el mundo
leía y estudiaba el Nuevo Testamento con entusiasmo.
El Nuevo Testamento de Martín Lutero es un superventas. En
pocas semanas se agotan todos los ejemplares de la primera edición y se hace
necesario realizar una segunda en diciembre de 1522.
En 10 años se realizan 58 ediciones del Nuevo Testamento de
Martín Lutero.
Al ver el éxito que ha tenido su versión del Nuevo
Testamento al alemán, Martín Lutero se vuelca ahora en traducir el Antiguo
Testamento.
Dado que el Antiguo Testamento fue escrito originariamente
en hebreo y arameo, y éstas son lenguas que Martín Lutero no domina, debe recurrir
a la ayuda de expertos como Mateo Aurogallus, Juan Bugenhagen, Juan Forster, Justo
Jonas o Felipe Melanchton y otros egregios teólogos y lingüistas, que se sirven
del texto masorético en hebreo y arameo recogido en la biblia rabínica conocida
como Mikraot Gedolot.
Para los libros proféticos echan mano de la traducción que
ya han llevado a cabo Luis Hätzer y Juan Denk.
En el año 1534 se termina la traducción del Antiguo
Testamento, que contiente 117 ilustraciones del famoso pintor Lucas Cranach el
Viejo, amigo de Martín Lutero, y se imprime en seis tomos, también en
Wittenberg
Esta Biblia también es un éxito de ventas y a los pocos
meses de su primera edición se hace necesaria la publicación de una segunda.
En 1546 fallece Martín Lutero.
La Biblia de Lutero es de enorme importancia para la
propagación de la Palabra de Dios entre los hablantes de alemán.
Por fin tienen una versión que todo el mundo puede entender.
La traducción de la Biblia realizada por Lutero estará completamente
prohibida en los reinos, principados y condados católicos alemanes como también
en el resto de los países europeos sujetos a la obediencia de Roma.
En estas regiones del sur del Sacro Imperio Romano
Germánico, como Baviera o Austria, que se mantienen firmemente leales a la
doctrina católica, comienza una persecución contra la Biblia de Lutero.
Se confiscan todas las copias que se encuentran y muchos
ejemplares acaban siendo pasto de las llamas públicamente.
Pero por muchos esfuerzos que se realizaran desde Roma para
poner freno a la circulación de la Biblia, no había nada que hacer.
La Reforma era ya imparable.
Tras un largo secuestro de muchos siglos, la Palabra de Dios
había salido por fin de las iglesias, monasterios, conventos y abadías para
entrar en los hogares de los ciudadanos sencillos.
Lutero se casó, tuvo seis hijos y siguió escribiendo obras
de carácter teológico, la mayor de las veces, y ocasionalmente algún librillo de
contenido político.
El Sacro Imperio Romano Germánico quedó dividido en
católicos al sur y protestantes al norte.
D. Los hugonotes
Igualmente sucedió en el resto de Europa, donde los países
meridionales se mantuvieron fieles a Roma y los septentrionales se liberan del
yugo católico y abrazan la nueva fe, fundamentada en la autoridad de las
Sagradas Escrituras.
Ya en el año 1523, apenas varios meses después de que el
Nuevo Testamento de Lutero viera la luz por primera vez, se publica en la
imprenta de Simón de Colinea de París, una traducción anónima al francés del
Nuevo Testamento.
En 1528 aparece la traducción del Antiguo Testamento, esta
vez en Amberes (Bélgica), ya que en Francia los clérigos habían tratado de
acabar con el libro.
El autor de ambas traducciones era el francés Jacques
Lefèvre d'Etaples (Jacobus Faber Stapulensis) pionero del movimiento reformista
en Francia.
A estos primeros protestantes franceses se les conoce con el
nombre de hugonotes.
La iglesia francesa emprende una campaña de persecución a la
Biblia en francés y a Jacques Lefèvre d'Etaples, que tiene que huir y ocultarse.
Aquellas Biblias confiscadas por el clero son quemadas
públicamente.
Varios meses después de que la Biblia completa de Lutero
saliera al público, se imprime en 1535 en Neuchâtel (Suiza) la Biblia de
Olivétan, también conocida como Biblia Olivetana o “Biblia de los Mártires”,
por las crueles persecuciones que padecieron en Francia e Italia los promotores
de estas escrituras: los hugonotes.
Con esta Biblia Olivetana tenemos ya dos traducciones de la
Biblia a una lengua tan importante como el francés.
Veamos ahora que sucede en otras partes de Europa.
E. William Tyndale
William Tyndale fue un teólogo, sacerdote, escritor, erudito
y traductor de la Biblia a la lengua inglesa, nacido probablemente en 1494
(entre los años 1484 y 1496) en una pequeña aldea del condado de
Gloucestershire.
Tyndale estudió teología en las universidades de Oxford y
Cambridge, donde aprendió griego clásico, hebreo y latín, que le fueron de gran
ayuda posteriormente, cuando se dedicó a traducir la Biblia al inglés.
La lectura del Nuevo Testamento en griego le cambió la vida
por completo. Tyndale se vuelve un apasionado de las Sagradas Escrituras y
comienza a leer escritos de pensadores reformistas.
En seguida ve que se hace muy necesario que el pueblo llano
conozca las Escrituras de primera mano, lo cual sólo es posible a través de una
buena traducción al inglés.
Pero la iglesia no estaba por la labor.
En el 1521, tras el escándalo que ha provocado Martín Lutero
con sus ideas y su negación a retractarse de ellas nada menos que ante el
mismísimo emperador Carlos V, la iglesia católica está soliviantada.
Todo aquel que se atreva a poner en duda el más mínimo
dictado proveniente de Roma es sospechoso de herejía.
En ese contexto histórico se encontraba Tyndale cuando se le
ocurre acudir al obispo de Londres, Cuthbert Tonstal, para que le ayude a
traducir las escrituras.
El prelado no solo rechaza colaborar con William Tyndale,
sino que le conmina a que no realice tal cosa, pues tal empresa va
completamente en contra de los dictámenes de la iglesia católica.
Willian Tyndale se da de bruces con la realidad: en
Inglaterra no va a ser posible traducir la Biblia, es por ello que marcha al
extranjero.
En 1523 sale de su país para exiliarse en el Imperio Alemán.
Con el patrocinio de Sir Humphrey Monmouth, William Tyndale
comienza a trabajar en la traducción de la Biblia al inglés.
Para el año 1525 ya ha completado su labor.
En la ciudad de Colonia encuentra una imprenta dispuesta a
realizar una primera tirada clandestina de 3000 ejemplares.
Pero aquí interviene un sacerdote católico que ya hemos
mencionado antes (en el apartado dedicado a Martín Lutero), Johann Cochlaeus,
archienemigo de Martín Lutero y de las ideas reformistas, que sabía de las
intenciones de William Tyndale, y adelantándosele, organiza una redada en la
imprenta y requisa partes de la Biblia ya impresas así como las plantillas
usadas para la edición.
Tyndale consigue reunir, tan sólo unos momentos antes de la
aparición de los esbirros de Johann Cochlaeus unas cuantas láminas no
decomisadas y marcha con su colaborador William Roye a la ciudad alemana de
Worms, donde al año siguiente, en 1526 consigue que una imprenta le publique
6000 copias del Nuevo Testamento en lengua inglesa.
Se comienza
ahora a enviar las biblias de contrabando a Inglaterra camufladas en equipajes,
sacas, cajas, toneles, etc.
A su llegada a Inglaterra, las Escrituras son repartidas por
toda la isla.
Pero de nuevo, el sacerdote Johann Cochlaeus hará todo lo
posible para desbaratar los planes de William Tyndale.
El clero británico ha sido avisado y reacciona aumentando la
vigilancia en los puertos de todo Gran Bretaña para interceptar todo cargamento
de Biblias antes de alcanzar suelo inglés.
Todos los ejemplares que son encontrados se queman
públicamente.
William Tyndale y la iglesia católica van a estar durante una
década jugado al gato y al ratón.
Pero en el año 1535, Henry Phillips, un supuesto amigo de
Tyndale, lo delata a las autoridades del Sacro Imperio Romano Germánico.
William Tyndale es arrestado, permaneciendo casi año y medio
prisionero para morir ejecutado por hereje el día 6 de octubre de 1536.
Parece ser que las últimas palabras del reo fueron: “Señor,
ábrele los ojos al rey de Inglaterra”.
La llamada Biblia de Tyndale, que fue la primera Biblia
impresa en inglés, desempeño un importantísimo papel en el mundo anglófono pues
con la creación del Imperio Británico permitió la comprensión de la Palabra de
Dios a millones de personas.
E. Jacob van Liesvelt
Jacob van Liesvelt fue un impresor holandés, natural de
Amberes, donde nació hacia el año 1490, que tradujo la Biblia al holandés y la
publicó en el año 1526, con el título “Dat oude ende dat nieuwe testament” (el
Antiguo y el Nuevo Testamento)
En septiembre de 1522 aparece el Nuevo Testamento en alemán,
obra del monje agustino Martín Lutero.
Jacob van Liesvelt lo tradujo del alemán al holandés.
Inmediatamente es acusado de hereje, pues no sólo ha
traducido la Biblia a una lengua vulgar, algo prohibido, sino que además se ha
servido para ello de la Biblia del rebelde Martín Lutero.
En 1534 aparece la Biblia completa en alemán, traducida por
Martín Lutero y un año más tarde Jacob van Liesvelt realiza una revisión de su
Biblia holandesa para imprimirla basándose ahora íntegramente en la Biblia de
Lutero.
Las autoridades de Amberes lo detienen, acusado de herejía,
y es condenado a morir decapitado el 28 de noviembre de 1545 en Amberes.
6. En España
Ya habíamos visto cómo el rey Jaime I de Aragón había
prohibido la traducción de biblias a las lenguas vernáculas y el uso de dichas
biblias.
Los reyes católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla
(1474–1516) siguen en la misma línea.
En 1492 se expulsa de la Península Ibérica a todos aquellos
judíos que no se convierten al catolicismo y se bautizan.
En 1497 la Inquisición Española emprende una feroz campaña
de destrucción de escritos en hebreo y de Biblias en lenguas romances, con el
argumento de que es imposible traducir las Sagradas Escrituras a las diferentes
lenguas vulgares sin incurrir en errores que pueden inducir a los ignorantes, y
especialmente a los conversos, a dudar de la verdadera fe.
XVI trae consigo la llegada de ideas reformistas.
Estas ideas no son del todo nuevas, ya coleaban en la
segunda mitad del siglo XIV y a lo largo de todo el siglo XV, pero va a ser en
este siglo XVI cuando diversos gobernadores, reyes, príncipes apoyen a los
teólogos que predican la necesidad de una reforma profunda.
Si a esto sumamos que la técnica de impresión de libros con
letras móviles ha evolucionado enormemente y que han surgido innumerables
imprentas por toda Europa que reproducen escritos a enorme velocidad,
abaratando los costes de producción de un libro como nunca antes se había
visto, tenemos que las nuevas ideas se van a expandir rápidamente por toda la
Cristiandad.
Numerosos españoles van a entrar en contacto con los
escritos reformistas, unos lo harán en el extranjero y otros aquí en España.
Todos correrán un enorme peligro, pues la Inquisición va a
ser implacable. Algunos conseguirán escapar de las garras de los dominicos,
otros perecerán en las llamas de los denominados Autos de Fe.
Veamos la suerte que corren cuatro teólogos españoles que,
por diversos motivos, traducirán las Sagradas Escrituras o de parte de ellas al
español y sufrirán las consecuencias.
A. Francisco de
Enzinas
Francisco de Enzinas fue un reformista español nacido en Burgos
el 1 de noviembre de 1518, que tradujo por primera vez el Nuevo Testamento del
griego clásico al español.
Su hermano Jaime de Enzinas (también conocido como Diego de
Enzinas) que también fue un humanista reformista, murió en la hoguera en Roma
en al año 1547, acusado de ser protestante.
Francisco de encinas estudió en la Universidad Católica de
Lovaina donde entra en contacto con las
obras del reformista alemán Felipe Melanchthon (Philipp Melanchthon).
De Lovaina,
en Flandes, Francisco de Enzinas se traslada en 1541 a Wittember (Alemania),
cuna y bastión de la Reforma, en cuya universidad enseñaba Martín Lutero y
Felipe Melanchthon.
Bajo la tutela de éste último humanista estudia griego
clásico.
Franzisco de Enzinas ya había comenzado en Lovaina un
ambicioso proyecto de traducción del Nuevo Testamento del griego al español.
En Wittemberg sigue su tarea la ayuda de Felipe Melanchthon,
uno de los mayores eruditos y conocedores de esta lengua del mundo, que no sólo
le ofrecerá consejo sino también alojamiento en su casa.
Tras un año de arduo trabajo, para finales del año 1542 ya
tiene lista la traducción.
Ahora se trata de encontrar una imprenta donde deseen
realizar copias del primer Nuevo Testamento en lengua española de la historia.
Francisco de Encinas decide llevar su manuscrito a Amberes y
editarlo ahí.
Recordemos que la provincia de Flandes pertenecía a la
corona española. Desde dicha región se hacía más fácil el transporte de Biblias
hacia España, aunque también más peligroso, pues había inquisidores españoles
en dicha zona.
En octubre del año siguiente, 1543, ve la luz “El Nuevo
Testamento De nuestro Redemptor y Salvador Iesu Christo, traduzido de Griego en
lengua castellana, por Françisco de Enzinas, dedicado a la Cesarea Magestad”.
Un mes más tarde le hace entrega personalmente de un
ejemplar al emperador Carlos V en la ciudad de Bruselas.
En pasa ni un mes desde la ingenua acción de Francisco de
Enzinas, cuando el día 13 de diciembre de 1543, es detenido y encarcelado en
Bruselas.
La iglesia ordena que se decomisen absolutamente todos los
ejemplares del Nuevo Testamento que se encontraban en Flandes para que fueran
quemados.
Parece ser que algunos ejemplares pudieron escapar del
fuego.
Detrás de este arresto está un sacerdote dominico llamado
Pedro de Soto, confesor del mismo emperador Carlos V, que no puede dejar que
quede sin castigo un acto de desobediencia tan grave contra la iglesia católica
como es la traducción a una lengua popular de las Sagradas Escrituras.
Franzisco de Enzinas permanece prisionero casi un año y
medio, hasta que un día puede fugarse de la prisión y huir a Wittemberg, donde
se hospeda de nuevo en casa de Felipe Melanchthon.
Podríamos pensar que una vez libre y fuera de peligro,
Francisco de Encinas puede vivir tranquilamente. Nada más lejos de la realidad.
Ese mismo año de 1495 el emperador Carlos V le ordena
entregarse y volver a la cárcel.
El incumplimiento de la voluntad imperial conlleva la pena
de muerte, pero Francisco de Enzinas hace oídos sordos y permanece en Alemania.
Al año siguiente llega a sus oídos que el mismo Pedro de
Soto que le denunció en Bruselas está maquinando para que las represalias por
su comportamiento recaigan en su familia en España, la cual podría ser
condenada al destierro y perder todas sus posesiones.
Francisco de Enzinas traduce obras de autores grecolatinos
como Plutarco o Tito Livio.
En el año 1548 se instala en Estrasburgo y contrae
matrimonio con Margarethe Elter.
Obtiene un puesto como profesor de griego en la Universidad
de Cambridge, en Inglaterra.
Pero Francisco y Margarethe vuelven con sus hijas a
Estrasburgo, donde se produce un brote de peste que acabará con la vida de
Francisco de Enzinas el día 30 de diciembre de 1552. Su mujer tan solo le
sobrevive un mes.
Dos niñas, Teresa y Beatriz, hijas de ambos, quedan
huérfanas.
Casiodoro de Reina utilizará para la traducción de su Biblia
del año 1569 no sólo capítulos sino incluso libros completos del Nuevo
Testamento de Francisco de Enzinas.
B. Casiodoro de Reina
Hacia 1556, un monje extremeño de la orden de los Jerónimos
llamado Casiodoro de Reina, entra en contacto con los escritos de Martín
Lutero.
En 1557 ha de abandonar España, pues corre peligro de caer
en manos de la Inquisición, que le acusa de distribuir traducciones al español
del Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda.
Viaja por Francia, Inglaterra, Holanda y Alemania,
residiendo en ciudades como Bergerac, Orléans, Frankfurt, Amberes o Londres.
Comienza a traducir la Biblia al español.
Al igual que Martín Lutero, Casiodoro de Reina se sirve para
la Traducción del Antiguo Testamento del texto hebreo masorético.
También emplea la versión Vetus Latina.
Para el Nuevo Testamento acude al Textus Receptus en griego
clásico.
Después de doce años de arduo trabajo consigue acabar la
traducción de la Biblia completa.
Se imprime en Basilea, Suiza, en 1569.
En la portada aparecía un dibujo de un oso comiendo miel,
por lo que empieza a conocerse esta Biblia como la Biblia del Oso.
Casiodoro de Reina vivió 25 años más, muriendo en la ciudad
alemana de Francfort en el año 1594.
Nada pudo hacer la Inquisición Española por acabar con él,
pero en un acto de fe celebrado en Sevilla el 22 de diciembre de 1560 se le
declaró hereje en ausencia y se quemó una efigie de él, lo que nos indica
claramente el final que le hubiera esperado si se hubiera quedado en España.
Tanto su traducción de la biblia al español como otros
escritos suyos se incluyeron en el célebre Índice de Libros Prohibidos (Index
Librorum Prohibitorum).
Hemos mencionado más arriba que Casiodoro de Reina tuvo que
abandonar su monasterio de los Jerónimos de San Isidoro del Campo en
Santiponce, en Sevilla, considerado un foco de reformismo, en verano del año
1557.
C. Cipriano de Valera
Uno de los monjes que huyó con él, fue su compañero Cipriano
de Valera.
Junto con Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera se refugia
primeramente en Ginebra, para marchar más tarde a Inglaterra.
En el año 1582 Cipriano de Valera comienza a realizar una
primera revisión de la Biblia en español de Casiodoro de Reina.
Veinte años después, en 1602 se imprime en Amsterdam la
revisión que Cipriano de Valera ha estado haciendo de la Biblia de Casiodoro de
Reina.
A partir de este momento se conoce a esta versión con el
nombre de Biblia Reina-Valera.
Es mismo año de 1602 fallece en Londres Cipriano de Valera.
D. Fray Luis de León
Pero no sólo los reformistas se las tuvieron que ver con la
Inquisición por sus ideas y traducciones de la Biblia.
También eclesiásticos profundamente católicos como el poeta
y teólogo Fray Luis de León tuvo un encontronazo con la iglesia que le costó
cinco años de prisión.
Fray Luis de León nació en Belmonte, entre los años 1527 y
1528.
Con catorce años deja a su familia para ingresar en la Orden
de los Agustinos de Salamanca, en cuya universidad será profesor
posteriormente.
El incidente en cuestión que le hizo dar con sus huesos en
la cárcel fue haber traducido el Cantar de los Cantares del hebreo, para que lo
pudiera entender una prima suya, llamada Isabel de Osorio, religiosa del
convento de Santi Spiritus, también en Salamanca, y que desconocía la lengua
latina.
Le denuncian los dominicos no sólo por haber traducido una parte de las Sagradas Escrituras al castellano, sino también por haber preferido el texto en hebreo del Antiguo Testamento, en lugar a la versión latina de la Vulgata.
En Valladolid pasa cuatro años y medio en prisión, de marzo
de 1572 a diciembre de 1576, donde aprovecha para escribir “De los nombres de
Cristo” y algunas poesías como la “Canción a Nuestra Señora”.
Antes de abandonar su mazmorra deja un poema escrito en sus
paredes:
“Aquí la envidia y
mentira
me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde
estado
del sabio que se
retira
de aqueste mundo
malvado,
y, con pobre mesa y
casa,
en el campo deleitoso,
con solo Dios se
compasa
y a solas su vida
pasa,
ni envidiado, ni
envidioso!”
Cuando recupera la libertad vuelve a la Universidad a
impartir clases de teología, y es famosa la anécdota que cuenta que sus
primeras palabras al reiniciar las clases fueron “Decíamos ayer…” (Dicebamus hesterna die).
Muere en 1591 en convento de los agustinos de Madrigal de
las Altas Torres (Ávila).
7. Contrarreforma,
Concilio de Trento e Índice de Libros Prohibidos
A. Contrarreforma
La Iglesia católica romana reacciona alarmada a la Reforma
protestante desencadenada por los escritos de Martín Lutero, que considera una
herejía, con una serie de medidas.
Se convoca el llamado Concilio Ecuménico de Trento en 1545,
se crea una Inquisición Romana y se establece el Index Librorum Prohibitorum, con la intención de frenar el avance
de las ideas reformistas y, a la vez renovar la iglesia católica.
B. Concilio de Trento
Este concilio lo convoca el papa Pablo III (o Paulo III) en
la ciudad de Trento (actual norte de Italia), que por aquella época formaba
parte del Sacro Imperio Romano Germánico, pero estaba relativamente cerca de
Roma.
El Concilio de Trento tiene lugar durante 25 sesiones que se
extenderán desde el año 1545 al año 1563.
En el Concilio la iglesia se reafirma en todas y cada una de
las doctrinas tradicionales católicas que los reformistas atacan:
- La figura y autoridad del papa, que son consolidadas.
El papa es la máxima autoridad en la iglesia y está incluso
por encima de las Escrituras.
La orden de los Jesuitas introduce el voto de obediencia al
papa.
- La confesión de los pecados con un sacerdote confesor. Se
colocaran confesionarios en todas las parroquias.
- La adoración de los santos y de las diferentes
advocaciones de la Virgen María.
- María es el único ser humano nacido sin pecado original. Se
cree en la inmaculada concepción de María.
- La creencia católica en la salvación por de la fe y por
las obras.
Se rechaza tajantemente la idea reformista de la
justificación únicamente por la fe.
- Se confirma la importancia de la lengua latina en todos
los ámbitos de la iglesia. Las misas se
ofician en latín con el sacerdote de espaldas a los fieles.
- Has misas votivas y también de difuntos.
Se reafirma la creencia en el purgatorio y la posibilidad
que tienen los fieles en la Tierra de contribuir a acelerar la estancia de las
almas de los difuntos en el purgatorio mediante diversas obras, sean estas
oraciones, misas, ofrendas, etc.
- Se refuerza la importancia del dogma de la
transubstanciación del pan y el vino en la verdadera carne y sangre de Cristo.
- Se confirman los siete Sacramentos católicos.
- El bautismo se administra a los recién nacidos.
- Oposición frontal a la idea reformista de la “sola scriptura“.
Las Sagradas Escrituras son tan importantes como lo es la
tradición católica.
- La única versión válida de la Biblia es la Vulgata latina.
- Todos los libros de contenido teológico serán sometidos a
una censura preventiva para evitar ideas perniciosas y contrarias a los dogmas
de la iglesia.
Debemos destacar aquí que todos los dogmas aprobados o
ratificados en el Concilio de Trento se fundamentaban en la tradición, tanto en
las encíclicas papales, como en catecismos, en el Derecho Canónico o en
escritos de doctores de la iglesia.
Los teólogos católicos no se apoyan en la Biblia para
invalidar las ideas reformistas, sino que recurren a la ingente recopilación de
doctos escritos que acumula la iglesia católica.
Las Sagradas Escrituras ocupan un lugar insignificante
dentro del sínodo a la hora de argumentar.
Dos van a ser las herramientas de las que se servirá la
iglesia para combatir las ideas reformistas que amenazan con extenderse por
toda la cristiandad: la Inquisición Romana y la censura de escritos con la
creación del Índice de Libros Prohibidos (Index
Librorum Prohibitorum).
C. La Inquisición
Romana
La Inquisición Romana, conocida igualmente como la
Congregación del Santo Oficio fue fundada por el papa Pablo III en 1542
mediante la publicación de la bula Licet
ab initio con el objetivo primero de combatir la expansión de las ideas
reformistas.
Se trataba de actuar de manera policial desarticulando y
castigando a todos aquellos grupúsculos protestantes, que ocultos entre los
católicos hiciesen labores de proselitismo y practicaran su religión.
Un punto importantísimo de la Inquisición Romana era el
registro de bibliotecas particulares, imprentas, etc. para decomisar escritos
perniciosos por su contenido herético, así como Biblias traducidas a lenguas
vernáculas.
D. Index librorum
prohibitorum
El Índice de libros prohibidos (Index librorum prohibitorum)
era, como su propio nombre indica, un largo índice o lista de libros y escritos
que la iglesia católica consideraba peligrosos, bien por su contenido erróneo,
nocivo para la fe o directamente contrario a la doctrina católica.
Todas las publicaciones incluidas en este índice estaban
prohibidas para los fieles.
A petición de la iglesia, el emperador Carlos V encomienda a
la Universidad de Lovaina la elaboración de una lista de libros prohibidos.
Dicha lista se publica en el año 1546.
La iglesia se apropia de dicha lista en el año 1551 para
hacerla válida en toda la cristiandad.
En la primera edición impresa y publicada de dicha lista, en
año 1559, leemos lo siguiente: “No se
puede imprimir, leer o poseer ninguna Biblia en lengua vulgar, es decir, ni en
alemán, ni en francés, español, italiano, inglés u holandés si licencia del
Santo Oficio o de la Santa Inquisición Romana” (Biblia omnia vulgari idiomate, scilicet Germanico, Gallico, Hispanico,
Italico, Anglico sive Flandrico, &c. conscripta, nullatenus vel imprimi,
vel legi, vel teneri possint absque licentia sacri officii S. Romanse
inquisitionis).
Todo aquel que leyera o tuviera una Biblia en lengua vulgar
no podía ser absuelto de sus pecados hasta que la entregara al obispo.
A su vez, los libreros que vendieran o consiguieran Biblias
a aquellos fieles sin licencia eclesiástica para acceder a las Escrituras,
debía pagar una multa al obispo.
El 24 de marzo de 1564, siguiendo una determinación tomada
en el Concilio de Trento, el papa Pío IV promulga el El Index librorum
prohibitorum.
En todas las ediciones del Index Librorum Prohibitorum aparecían siempre la Biblia de Lutero,
y otras traducciones en lenguas populares. En la edición del año 1599 leemos: “La Biblia de Martín Lutero… junto con todas
las Biblias similares, donde quiera que hayan sido impresas” (Biblia Martini Luteri… cum universis
similibus Bibliis ubicunque excusis).
La iglesia católica mantiene este índice en vigor durante
400 años, revisando su contenido para ir añadiendo o quitado obras en las
diferentes ediciones.
Veamos a continuación una serie de bulas y decretos que
diferentes papas van a promulgar para condenar la lectura de las Sagradas
Escrituras por parte de los laicos, así como otras medidas drásticas para
castigar su incumplimiento.
El 30. De diciembre de 1622, el Papa Gregorio XV publica una
bula en la prohíbe a los fieles leer la Biblia en su lengua materna.
En 1664 se publica una nueva edición del Index Librorum
Prohibitorum. El Papa Alejandro VII ordena que se incluyan en el índice todas y
cada una de las versiones de la Biblia que hasta la fecha han sido traducidas a
lenguas vernáculas.
A mediados del siglo XVIII, cuando la Ilustración está en
pleno apogeo se condena a muerte a un protestante suizo llamado Jakob
Schmidlin, más conocido por el apodo “Sulzijoggi”.
El 27 de mayo de 1747 se le ahorca en la localidad de
Galgenwäldli an der Emme, acusado de ser el cabecilla de un movimiento biblista.
Su cadáver es luego quemado junto a un ejemplar de la Biblia
de Lutero.
Se le considera el último mártir de Suiza.
Con él son juzgados más de 100 miembros de su agrupación, 82
de los cuales son castigados con el exilio forzoso.
El Papa Clemente XIII introduce, una década después del
incidente con Sulzijoggi, la pena de galeras para todo aquel que ose poseer una
biblia traducida al italiano en los Estados Pontificios.
El Papa Pio VII prohíbe en 1816 al clero polaco el uso de la
biblia en polaco, argumentando que está más que demostrado que la lectura de
las Sagradas Escrituras en lenguas populares ha causado más perjuicios que
beneficios.
El 5 de mayo de 1844, el Papa Gregorio XVI promulga su
encíclica “Inter Praecipuas Machinationes”
en la que se despacha exclusivamente contra las llamadas Sociedades Bíblicas,
redundando en la creencia ancestral de la iglesia católica, de que la lectura
de las Sagradas Escrituras en lenguas vernáculas es tremendamente pernicioso
para todo creyente, pues sólo conduce a malinterpretar su contenido, lo que a
lo largo de la historia a llevado a las diferentes herejías que la iglesia ha
tenido que combatir.
Tan sólo dos años y medio después, el 9 de noviembre de
1846, el Papa Pío IX escribe la encíclica “Qui
pluribus” en la que vuelve a la carga contra las llamadas Sociedades
Bíblicas, de las que dice que continuando los antiguos métodos de los herejes,
no paran de manipular el significado de la Biblia, la cual, contraviniendo las
normas de la iglesia, traducen a todas las lenguas y las interpretan
falsamente.
De esta manera consiguen que los prosélitos que hacen se
alejen de la tradición, la doctrina y la autoridad de la Iglesia Católica.3
Tres años más tarde, el 18 de mayo de 1849 se decomisan en
una imprenta 3000 Biblias en italiano que son entregadas a las llamas.
El mismo Papa Pío IX prohíbe en 1851 las misas en lengua
italiana. También se decreta que todo aquel que sea sorprendido en posesión de
una biblia en italianos será juzgado y condenado.
Esto le sucede al conde Piero Guicciardini, promotor del
evangelismo, el cual es detenido junto con seis correligionarios el día 7 de
mayo de 1851, cuando se encontraban leyendo juntos las Sagradas Escrituras.
La iglesia le condena a 6 meses de prisión por blasfemo,
condena que luego pudo permutar por exilio.
Tres años más tarde, en 1854, la policía de la ciudad
húngara de Buda confisca, en una redada realizada en la comunidad evangélica,
121 biblias en lengua magiar, las cuales son trituradas en una fábrica de
papel.
Algo similar tiene lugar el 7 de diciembre de 1859 frente al
palacio del Arzobispado en Santa Fe de Bogotá (Colombia), donde se celebra una
quema pública de biblias.
Y a la puerta del siglo XX, concretamente el 25 de enero de
1897, publica el Papa León XIII la Constitución Apostólica Officiorum ac
Munerum, en cuyos capítulos II y III recalca que todas las traducciones de la
Biblia en lenguas vulgares están vedadas, si no son autorizadas por la iglesia.
Las biblias traducidas por protestantes o repartidas por las
diferentes sociedades bíblicas quedan terminantemente prohibidas.4
Sólo se permite el uso de biblias traducidas para los
estudiantes de teología.
En pleno siglo XX, del 11 de octubre de 1962 al 8 de
diciembre de 1965 se celebra en Roma el Concilio Vaticano Segundo, con el que
se pretendía modernizar la iglesia y adaptarla a los tiempos.
El día 8 de febrero de 1966, con el Concilio recién
clausurado, el papa Pablo VI ordena que sea abolido el Índice de Libros
Prohibidos.
¿Y qué dice la iglesia católica sobre el uso de traducciones
de las Sagradas Escrituras en el siglo XXI?
Pues la respuesta la tenemos en el Código de Derecho
Canónico, concretamente en el libro III, título IV, párrafo 825, parágrafo 1: “Los libros de la sagrada Escritura sólo
pueden publicarse si han sido aprobados por la Sede Apostólica o por la
Conferencia Episcopal; asimismo, para que se puedan editar las traducciones a
la lengua vernácula, se requiere que hayan sido aprobadas por la misma
autoridad y que vayan acompañadas de las notas aclaratorias necesarias y
suficientes”.
Evidentemente estamos hablando de las biblias católicas. Afortunadamente la iglesia católica ya hace mucho que dejo de tener la autoridad de requisar biblias traducidas y destruirlas, castigando al propietario o traductor de las mismas.
Durante siglos la iglesia católica persiguió, detuvo,
torturó y asesinó a todos aquellos hombres que quisieron acercar la palabra de
Dios a todos los que la desconocían.
Los clérigos quemaron todos los ejemplares de la Biblia
traducida a lenguas vulgares, que cayeron en sus manos, y no admitieron que
nadie se acercara a las Escrituras, las leyera, las estudiara y las diera a
conocer.
Sólo la iglesia católica tenía el derecho a leer e
interpretar la Palabra.
Pero ese monopolio comenzó a resquebrajarse en el siglo XVI,
y tuvieron que pasar casi cinco siglos, para que la Biblia pudiera liberarse
completamente del secuestro al que había sido sometida.
Y es que, como dijo Jesucristo nuestro Señor: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán”. (Mateo 24,35) RVA 2015.
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1. “Item statuitur, ne aliquis libros veteris
vel novi testamenti in romanico habeat. Et si aliquis habeat, infra octo dies
post publicationem huiusmodi constitutionis a tempore sententiae, tradat eos
loci episcopo comburendos, quod nisi fecerit, sive clericus fuerit sive laicus,
tamquam suspectus de haeresi, quousque se purgaverit, habeatur.” (Conventus
Tarraconensis 1234). Geschichte des deutschen Kirchenliedes bis auf Luthers
Zeit. August Heinrich Hoffmann von Fallersleben. Página 55.
2. “Cap. XXXVI. De libris theologicis non tenendis etiam a laicis in latino, et neque ab ipsis, neque a clericis in vulgari […] teneri faciatis ad plenum, quicquid iustum noveritis et statutum.” Carl Mirbt: Quellen zur Geschichte des Papsttums, 1911, Pág. 156
3 “Questo vogliono le
scaltrissime società Bibliche mentre, rinnovando le vecchie arti degli eretici,
senza badare a spese non si peritano di spargere fra gli uomini anche più rozzi
i libri delle divine Scritture, volgarizzati contro le santissime regole della
Chiesa e sovente corrotti con perverse spiegazioni, affinché, abbandonate la
divina tradizione, la dottrina dei Padri e l’autorità della Chiesa cattolica”
Encíclica qui plurimus. Pío IX.
4. “versiones omnes in
lingua vernacula, etiam a viris catholicis confectae, omnino prohibentur, nisi
fuerint ab Apostolica Sede approbatae, aut editae sub vigilantia Episcoporum
cum adnotationibus desumptis ex Sanctis Ecclesiae Patribus, atque ex doctis
catholicisque scriptoribus. Interdicitur versiones omnes Sacrorum Bibliorum,
quavis vulgari lingua ab acatholicis quibuscumque confectae, atque illae
praesertim, quae per Societates Biblicas, a Romanis Pontificibus non semel
damnatas, divulgantur”.
Secuestro, esa es la palabra.
ResponderEliminarDurante siglos estuvo la Biblia en manos de los obispos