Hasta aquí hemos visto los diferentes intentos que el ser humano lleva a cabo durante siglos para acabar con la Biblia.
Lo que se perseguía era acabar con su mensaje y para ello no
se contaba con mejor herramienta que el fuego.
Las llamas acababan con aquellos textos que se deseaba
destruir.
En este punto del artículo vamos a ver cómo, con la llegada
de la llamada Ilustración, el siglo de las luces y la deificación de la razón,
la Biblia va a ser objeto de ataques de diferente índole, pero más destructivos
si cabe que los anteriores.
Un bosque puede ser arrasado por un incendio o puede verse
arruinado también por la acción de parásitos xilófagos, es decir que se
alimentan de madera.
Algo así va a pasar con la Biblia a partir de la segunda
mitad del siglo XVII, que, paulatinamente va a dejar de ser pasto de las
hogueras para convertirse en blanco de una permanente crítica que corroerá la
autoridad de las Sagradas Escrituras, para llegar a certificar que no se puede
creer en nada de lo que contienen.
Ya en vida de Jesús, los expertos en teología de la época,
los fariseos, acusaban a Jesús de ser un falso profeta, arremetían contra sus
enseñanzas, llegando incluso a acusarlo de blasfemo y endemoniado.
Un siglo más tarde, eran los pensadores griegos y romanos
los que se mofaban del mensaje de Jesús.
En el siglo III dos filósofos paganos, el griego Celso y el
sirio Porfirio, atacaban y se burlaban del contenido del Nuevo Testamento.
La incredulidad, la mofa, el sarcasmo y el desprecio a las
Sagradas Escrituras había estado siempre presente entre las culturas paganas,
principalmente grecolatinas, que tenían algún conocimiento de dichas
Escrituras.
Pero no es hasta finales del siglo XVII, con la llegada de
la Ilustración, y la exaltación de la razón, cuando los ataques que el
contenido de la Biblia va a padecer, se convierten en masivos y continuos.
Se acomete el estudio de las Escrituras desde la razón,
dejando a un lado la fe y empleando una serie de métodos con pretensiones
científicas.
El método histórico-crítico (die historisch-kritische
Methode) surge en el siglo XVII y se desarrolla a lo largo del siglo XIX.
Este método se aplicaba a todos los textos históricos, pero
fue especialmente empleado para analizar la Biblia, lo que se conoce como la
exégesis bíblica.
¿Y en que consiste básicamente este nuevo acercamiento a las
Escrituras que proponen los ilustrados?
No queremos aburrir al paciente lector que ha llegado a esta
parte del artículo, con los pormenores de aquellas sesudas metodologías
conocidas como la Formgeschichte (Historia de las formas), la
Redaktiongeschichte (Historia de la redacción), o la Wirkunggeschichte
(Historia de la eficacia o de los resultados).
Digamos simplemente que todos los nuevos críticos
racionalistas parten de la base de que se niega rotunda, categórica y
absolutamente la posibilidad de existencia de fenómenos más allá de lo físico,
de lo natural.
La premisa indiscutible desde la que arranca toda
aproximación a las Sagradas Escrituras es que no existe lo supranatural, lo
sobrenatural.
A partir de aquí hay que explicar los supuestos prodigios y
milagros recogidos en la Biblia desde la razón.
En un principio se niega la existencia de acontecimientos
sobrenaturales en la Biblia.
Eso elementos fabulosos con los que nos encontramos
continuamente se explican porque la Biblia es un libro de carácter mitológico.
Una vez que se observa la Biblia no como un texto sagrado,
revelado por Dios a los hombres, sino como un conjunto de mitos, se decide que
hay que estudiarlos en detalle para ver cómo han surgido o de donde se han
sacado.
Poco a poco, todo lo que contienen las Escrituras, pasajes,
personajes, enseñanzas, etc., es puesto en tela de juicio, para acabar
dictaminando que no son sino leyendas, cuentos.
Así, se llega a negar que hayan llegado a existir patriarcas
como Abraham, Moisés, el rey David, Salomón, e incluso el propio Cristo.
Los judíos nunca estuvieron en Egipto, el pueblo hetita no
existió, etc.
Más tarde afirmarán que, o bien Jesús no existió, o si lo
hizo, nada sabemos de él, porque su vida, obra y milagros son una invención de
la primitiva comunidad cristiana.
Veamos quiénes fueron los principales pensadores, filósofos
y teólogos llamados críticos que se dedicaron destruir la Biblia, no con fuego,
sino con la pluma y tinta, y cuáles eran sus tesis.
Baruch Spinoza (1632 - 1677)
El primero, cronológicamente hablando, que se atrevió a
poner en duda el carácter divino de la Biblia fue el pensador judío holandés
Baruch Spinoza, el cual escribió que la Biblia había sido escrita por seres
humanos, sin acción divina alguna, y que se veía claramente que estaba plagada
de errores y contradicciones.
El cristianismo, concluía Spinoza, era un fenómeno pasajero.
Richard Simon (1638–1712)
A Richard Simon se le ha considerado como el verdadero
fundador del método histórico-crítico en las Sagradas Escrituras.
Fue primero en poner en duda que el Pentateuco fuera escrito
por Moisés.
Jean Meslier (1664 - 1729)
Jean Meslier, también conocido como Jean Mellier (1664-
1729) fue un sacerdote católico, ateo, que creía y defendía que todo lo que la
iglesia católica enseñaba era falso, las Escrituras eran un cumulo de cuentos y
mentiras, Dios no existía, etc.
Jean Astruc (1684 - 1766)
Padre de la crítica bíblica moderna del Pentateuco.
Estudiando los cinco libros de Moisés quiso ver dos fuentes
claramente diferentes: una que llamó Elohísta (de Elohím) y otra Yahvista (de
Yahvé)
Hermann Samuel Reimarus (1694-1768)
Con Hermann Samuel Reimarus comienza la denominada “búsqueda
del Jesús histórico”.
Reimarus redactó en 1762, unos seis años antes de morir, una
serie de escritos sobre la vida de Jesús, desde un punto de vista totalmente
racionalista, y que estaba pensada sólo para sus amigos íntimos.
En esta obra de Reimarus se presentaba a Jesús de Nazaret
como a un líder político fracasado, cuya finalidad en la vida era situar a Dios
como el rey de Israel.
Jesús había sido un fanático revolucionario que buscaba
expulsar a los Romanos de Judea mediante un levantamiento popular.
Con el fracaso de su alzamiento vino también la represión
del cabecilla que fue ejecutado de la manera más deshonrosa: en la cruz.
En vistas de que la rebelión judía había fracasado
estrepitosamente, sus seguidores más leales habían maquillado las verdaderas
intenciones de Jesús, creando un relato según el cual, el galileo sólo deseaba
introducir cambios de carácter religioso entre sus paisanos.
Evidentemente, como no se podía creer a estas alturas del
siglo XVII en milagros, Reimarus explica la resurrección de Cristo, como un
fraude perpetrado por sus acólitos, que habían hecho desaparecer se cadáver y
habían hecho correr la voz de que había resucitado.
Los cuatro evangelistas se ponen manos a la obra para
consignar por escrito toda esta retahíla de embustes, a los que no sólo les da
crédito la primera generación de adeptos, sino que se convierten en los
escritos sagrados de una nueva secta, los cristianos, los cuales extienden su
palabra por todo el planeta y que, inexplicablemente, logran sobrevivir hasta
llagar al siglo XVIII, el siglo de las luces, a partir del cual no les queda
mucho recorrido.
A los seis años de la muerte de Hermann Samuel Reimarus, su
amigo Gotthold Ephraim Lessing, poeta ilustrado, publica póstumamente sus
escritos.
En uno de ellos llamado “Paso de los israelitas por el Mar
Rojo” (Durchgang der Israeliten durchs Rote Meer) Reimarus da una explicación
racionalista de cómo los judíos pudieron cruzar el Mar Rojo sin recurrir a
fenómenos portentosos.
Según Reimarus los israelitas no cruzaron realmente el Mar
Rojo, sino que lo vadearon por una zona poco profunda aprovechando un día que
hacía un viento fortísimo que logro desplazar las masas de agua.
No habría intervención divina por ningún lado, pues
cualquiera podría haber hecho lo mismo.
Lo que no explica Reimarus con su brillante y racional
hipótesis entonces es cómo se ahogó todo un ejército egipcio, como recoge la
Biblia, en una zona donde el agua apenas cubría unos centímetros de
profundidad.
François-Marie Arouet, alias Voltaire (1694 - 1778)
Algo similar a Hermann Samuel Reimarus pensaba Voltaire, el
cual solía decir que el cristianismo tenía los días contados y que la Biblia
sería dentro de un siglo un objeto de museo.
Lo que sí ha quedado obsoleto son los escritos de este
pensador francés, que apenas son leídos o publicados a día de hoy.
David Hume (1711 - 1776)
David Hume fue un importantísimo filósofo que, sin entrar a
analizar las Escrituras, propuso una serie de ideas que los críticos bíblicos
coetáneos convirtieron en auténtico dogma: los milagros suponen un
quebrantamiento de las leyes de la naturaleza, o sea, algo inconcebible.
Siguiendo esta última premisa, la Resurrección de Cristo no
se puede interpretar de manera literal.
El testimonio de la Resurrección es falso, equivocado o bien
hay que entenderlo de forma metafórica.
Lo que apologetas cristianos modernos alegan hoy en día es
que, cuando Dios realiza un milagro no está violando las leyes de la
naturaleza, que por cierto Él mismo ha creado, sino que está interviniendo
puntualmente.
Lee Strobel lo explica recurriendo a un ejemplo con la ley
de la gravedad.
Si nosotros dejamos caer una pelota, la fuerza de la
gravedad va a hacer que dicha bola caiga al suelo.
Pero si soltamos el balón y, cuando éste se encuentra a
medio camino, lo interceptamos con un rápido movimiento de nuestras manos, no
hemos contravenido la ley de la gravedad en absoluto, simplemente hemos
intervenido para evitar que la esfera impacte contra el suelo.
Algo así es lo que hace Dios con los milagros: intervenir
sin transgredir las leyes de la física.
Johann Salomo Semler (1725 – 1791)
Cofundador de la Teología de la Ilustración y padre del
método histórico-crítico de la teología, Johann Salomo Semler defendía que la
Biblia no estaba inspirada, sino redactada por hombres en diferentes épocas y
había que analizarla de modo crítico, racional y despojándola de todo elemento
mitológico.
Fue el primer estudioso de la Biblia que propuso que su
contenido fue escrito muchísimos años después de los acontecimientos y que, por
lo tanto estaba lleno de errores, contradicciones y añadidos.
Los últimos hallazgos de pergaminos han permitido demostrar
que entre el relato de los Evangelios y la vida de Jesús ha pasado muchísimo
menos tiempo del que los críticos indicaban.
Karl Friedrich Bahrdt (1741 - 1792).
En su obra "Vida de Jesús" sugiere que Jesús perteneció
a la secta de los esenios.
Charles François Dupuis (1742 – 1809)
Charles François Depuis puso en duda que Jesús realmente
llegara a existir, y llegaba a defender que sus discípulos crearon la figura de
Cristo a partir de un culto al Sol.
Desde luego, a partir del llamado siglo de las luces veremos
cómo toda una larga serie de expertos compiten entre sí a ver quién defiende la
majadería más grande.
La tesis de Charles François Depuis fue objeto de burlas por
sus coetáneos por la falta de seriedad mostrada.
Johann Gottfried Eichhorn (1752 – 1827)
Otro estudioso que ha sido calificado como "el fundador
de la crítica moderna del Antiguo Testamento" en Johann Gottfried
Eichhorn.
Su principal idea es que los textos del Antiguo testamento
han sido creados por muchos autores, es decir que no habría un autor único
detrás de cada libro.
Como no podía ser de otra manera, Eichhorn creía que todos
los acontecimientos sobrenaturales mencionados tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento se podían explicar en base a los principios naturales.
Para entender los prodigios narrados en la Biblia
simplemente había que tener en cuenta que en la Antigüedad los hebreos, como
todos los pueblos, eran enormemente crédulos y en cualquier suceso ligeramente
extraño querían ver un milagro.
Esa es una premisa común a todos los críticos de todos
siglos, la de creer que los judíos eran tan supersticiosos que a todo lo que no
acababan de entender le daban una automáticamente una explicación fantástica.
Conforme vamos conociendo mejor la cultura de los pueblos de
la Antigüedad, vamos viendo que para nada eran tan ingenuos como nos pretenden
hacer creer.
Si bien es cierto que no se puede equiparar su nivel de
escepticismo con el de un ciudadano del siglo XXI, en absoluto eran tan ilusos
y engañadizos como se creía.
Constantin François de Chassebœuf, comte de Volney (1757
–1820)
Al igual que su paisano Charles François Dupuis, Constantin
François de Chassebœuf, tampoco creía que hubiera existido Jesús, y pensaba que
era un mito inventado más tarde por la primitiva comunidad cristiana, la cual
había echado mano de un conjunto de antiguos mitos orientales, algunos solares,
para crear la figura mítica de Jesucristo.
Ya hemos mencionado arriba que muchos críticos parecían
estar participando en una especie de competición de gansadas…
Heinrich Eberhard Gottlob Paulus (1761 - 1852)
Heinrich Eberhard Gottlob Paulus sostenía la tesis de que
Jesús era un curandero ambulante.
Los supuestos milagros que realizaba no eran tales, pues o
bien se trataba de sanaciones completamente naturales, o se trataba de
ilusiones ópticas, o eran exageraciones por parte de los redactores de los
Evangelios.
La Resurrección de Cristo la explica Heinrich Eberhard
Gottlob Paulus diciendo que Jesús no llegó a morir en la cruz, sino que
simplemente estaba en estado cataléptico cuando lo descolgaron y le dieron
sepultura.
En la gruta, al contacto con a fría piedra, Jesús recupero
la consciencia y salió del sepulcro por su propio pie.
Como han señalado algunos doctores en medicina durante años,
el hecho de que un reo que hubiera recibido innumerables latigazos, hubiera
permanecido horas clavado a una cruz y que finalmente hubiera recibido un
lanzazo en el costado, pudiera incorporarse, una vez amortajado, y desplazar él
solo una pesadísima rueda de piedra para caminar sobre las heridas de sus pies
atravesados y presentarse ante sus discípulos como el Mesías Resucitado,
resultaba un milagro casi tan grande como el hecho de haber resucitado de la
muerte.
Karl Heinrich Georg Venturini (1771 – 1849)
A pesar de su apellido típicamente italiano, Venturini fue
un teólogo alemán racionalista que escribió una vida de Jesús en 1806, en la
que de nuevo se proponía la hipótesis de que Jesús de Nazaret había formado
parte de la comunidad de los esenios.
Con el hallazgo de los Manuscritos del Mar Muerto en el año
1947 salieron numerosos pergaminos pertenecientes a dicha agrupación, en la que
quedan patentes las diferencias enormes diferencias que existen entre la
doctrina de los esenios, que no eran otra cosa que unos judíos ultraortodoxos,
y las enseñanzas de Jesús.
Ferdinand Christian Baur (1792–1860)
Ferdinand Christian Baur fue pionero la aplicación del
método histórico-crítico (die historisch-kritische Methode) al estudio del
Nuevo Testamento.
Fue líder de la llamada Escuela de Tubinga (“Tübinger
Schule“).
Al contrario que muchos otros críticos, Baur no creía que el
cristianismo lo hubieran “inventado” sus discípulos una vez muerto su maestro.
Ferdinand Christian Baur creía que, después de la
desaparición de Jesús, se creó una fuerte disputa entre dos corrientes creadas
por sus seguidores.
Una de esas dos escuelas era creyente en la figura del
mesías como lo hacían tradicionalmente los judíos y hacía hincapié en el
cumplimiento de la Ley mosaica.
La otra facción, encabezada por el apóstol Pablo de Tarso,
se abrió al mundo, es decir a los paganos, para predicar una fe en la que no
hacía falta seguir los preceptos de la Torah.
David Friedrich Strauss (1808-1874)
David Strauss fue un discípulo de Ferdinand Christian Baur
que en 1835 scribió su obra más conocida: “La vida de Jesús” (Das Leben Jesu).
Para David Strauss todos los portentos que rodean la vida de
Jesús, desde su nacimiento de una virgen, pasando por todos los milagros que
realizó en su vida y sobre todo su Resurrección y posterior Ascensión son mitos
añadidos posteriormente por sus discípulos para adornar el relato de la vida de
su maestro y sobre todo para dejar claro que Jesús cumplió con todas las
profecías mesiánicas recogidas en el Antiguo Testamento.
Por lo tanto los evangelios no son otra cosa que relatos
míticos, ya que están repletos de elementos irracionales.
Para David Strauss carecen de valor histórico.
No deja de ser curioso que para tratarse de un relato
fabuloso y completamente desprovisto de contenido histórico, los Evangelios
aparezcan perfectamente enmarcados temporalmente:
Lucas nos indica
- El primer capítulo de su testamento, Lucas nos indica su
intención de poner por escrito la vida de Jesús “después de haber investigado
con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden” y dos
versículos más adelante comienza su relato situándolo siempre en si contexto
histórico: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado
Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se
llamaba Elisabet”. (Lucas 1, 5) RVA 2015.
- El segundo capítulo empieza así: “Aconteció en aquellos
días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo
fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de
Siria”. (Lucas 2, 1-2) RVA 2015
- El tercer capítulo comienza con los siguientes cuatro
versículos: “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo
gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano
Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca
de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a
Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al
Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados”
(Lucas 3, 1-3) RVA 2015.
Y yo pregunto: ¿Qué relato de carácter mitológico comienza
con unas referencias históricas tan concretas?
En fin, sea como fuere, la realidad es que este libro de mil
cuatrocientas páginas fue muy bien acogido en la comunidad de críticos
bíblicos, sin que verdaderamente aportara muchas ideas realmente nuevas, es
decir que no hubieran sido planteadas ya anteriormente.
Quizá lo más novedoso es acusar a los primeros apóstoles de
querer presentar a Jesús como cumplidor de todas las profecías
veterotestamentarias referidas al mesías.
Bruno Bauer (1809-1882)
Este teólogo, que les dio clases nada menos que a Karl Marx
y más tarde a Friedrich Nietzche afirmaba que Jesús no había existido nunca,
sino que se trataba de un personaje de ficción literaria creado por los
primeros cristianos.
Tengo que confesar en este punto que a mí me deja
estupefacto la idea de que una comunidad de adultos decidiera seguir a un
supuesto maestro inexistente, que se habían sacado de la manga, al que le habían
atribuido una serie de revolucionarias enseñanzas, así como otra serie de obras
portentosas.
Pero más incomprensible me parece el hecho de que esos
mismos seguidores estuvieran dispuestos a dar su vida y a soportar todo tipo de
contratiempos por defender la figura de un personaje que supuestamente ellos
mismos se habían inventado.
Joseph Ernest Renan (1823–1892)
De todas las obras sobre la vida de Jesús que se han
publicado, ninguna ha tenido tanto éxito, ni ha producido tal revuelo como el
libro “Vie de Jésus” (Vida de Jesús) de Ernest Renan, del año 1863, en el que
se nos quiere presentar a Jesús como un revolucionario.
Desde un punto de vista radicalmente racionalista, es decir
desestimando por completo los milagros y hechos prodigiosos que aparecen en los
Evangelios, Ernest Renan se ocupa de la figura del galileo, para llegar a la
conclusión de que Jesús fue un rebelde, un anarquista, un perfecto idealista,
que estaba en contra de toda autoridad.
Aun queriendo acabar con los poderes militares, políticos y
religiosos de Judea y Galilea, Jesús no propugna en ningún momento el uso de la
violencia.
Ernest Renán niega la posibilidad de que produjera ningún
tipo de milagro en vida de Jesús, esa es la premisa de la que parte a la hora
de abordar el estudio de su figura. Pero aun descartando la divinidad de
Jesucristo y su Resurrección de los muertos, Renan admite en su libro que no ha
habido en toda la historia de la humanidad ningún hombre más grande que el
Nazareno.
Albert Kalthoff (1850 – 1906)
Albert Kalthoff negaba la existencia de un Jesús histórico.
En su opinión, los discípulos de Jesús habían creado a este
personaje para satisfacer las expectativas que tenían los judíos de la llegada
del ansiado Mesías.
Desde luego la mesianidad de Jesús era completamente
diferente a lo que se imaginaban los judíos en aquella época, que lo concebían
como un rey luchador que liberaría Israel del dominio extranjero.
Esta es una tesis extraña, por no decir absurda, si tenemos
en cuenta que, de hecho, ni sus mismos seguidores entendieron en vida de Jesús
lo que su maestro les explicaba sobre el Mesías.
William Benjamin Smith (1850 – 1934)
William Benjamin Smith era otro de los críticos que negaba
la existencia de Jesús.
Según Smith el hecho de que los Evangelios hicieran tanto
hincapié en la divinidad de Cristo era una prueba de que Jesús fue un personaje
de ficción mitologizado posteriormente.
John Mackinnon Robertson (1856-1933)
Otro estudioso que negaba la existencia de un Jesús
histórico.
Richard August Reitzenstein (1861 - 1931)
Reitzenstein desarrolla la tesis del “mito iranio de
redención”, según la cual varias religiones antiguas de Persia, como el
mitraísmo, el maniqueísmo y el mandeísmo, todas ellas de caracter gnóstico,
influyeron enormemente en la primitiva comunidad cristiana a la hora de crear
el mito del Cristo redentor.
Peter Christian Albrecht Jensen (1861 - 1936)
Peter Christian Albrecht Jensen sostenía que figuras
bíblicas como Jesús, Moisés y Pablo de Tarso estaban basadas en mitos
babilónicos.
En 1910 escribió un librito titulado “¿Existió realmente el
Jesús de los Evangelios?” (Hat der Jesus
der Evangelien wirklich gelebt? En el que defiende que Jesús no existió y que
la figura de Cristo esta creada a partir del famoso mito de Gilgamesh.
Si uno se acerca al poema épico de Gilgamesh se ve que en
nada se parece al mensaje de Cristo.
Gilgamesh era un rey guerrero que oprimía a su pueblo.
Cuando pierde a su mejor amigo, que previamente había sido su gran enemigo y
rival, se desespera por obtener la inmortalidad, pero sólo obtiene una pista de
cómo conseguir la juventud.
Querer ver en este
personaje mitológico obsesionado con la muerte paralelismos con Jesús es
ciertamente querer buscarle las tres patas al gato.
De hecho desde que se publicó su obra en 1910, Peter Christian Albrecht Jensen no ha dejado de recibir todo tipo de críticas de expertos.
Andrzej Niemojewski (1864 – 1921)
Para este estudioso polaco, toda la Biblia estaría bajo la
influencia de religiones astrales de origen babilónico y persa.
Es extraño que este erudito crítico llegue a tales
conclusiones, teniendo en cuenta que a lo largo de todo el Antiguo Testamento
queda patente que los judíos consideraban que los planetas, el Sol y otras
estrellas no son sino rocas, es decir cuerpos inertes.
Además queda terminantemente prohibido venerarlas, pues solo
Dios merece gloria y adoración.
Christian
Heinrich Arthur Drews (1865-19. Juli 1935)
Con Arthur Drews nos encontramos de nuevo con un auto que
niega que realmente existiera Jesucristo y que todo lo que se nos narra en los
Evangelios es un mito creado en torno a un personaje ficticio.
Sus tesis fueron recogidas en su libro El mito de Cristo
(Die Christusmythe) en el año 1909 y que con el tiempo cayó en el olvido más
absoluto.
Albert Schweitzer (1875-1965)
En 1906 el médico, músico y teólogo Albert Schweitzer
escribió el libro En búsqueda del Jesús histórico. De Reimarus a Wrede (Geschichte der
Leben-Jesu-Forschung. Von Reimarus zu Wrede).
En este libro, que en 1913 fue corregido, aumentado y
reeditado recogía las aportaciones más importantes que, desde un punto crítico,
se habían hecho sobre la figura de Jesús histórico.
Una de las conclusiones más interesantes que Albert
Schweitzer saco de su investigación es que casi todos los estudiosos de la vida
de Jesús proyectaban sus propios ideales ético-políticos en sus tesis, es
decir, que no eran objetivos.
Albert Schweitzer creía que ningún teólogo crítico había
llegado a aportar nada importante al estudio de la vida de Jesús.
También pensaba que la búsqueda del Jesús histórico no tenía
ningún sentido pues era una tarea imposible.
La idea que Albert Schweitzer tenía de Jesús es que era una
especie de iluminado que se creía un salvador y estaba convencido de estar
viviendo a las puertas del fin del mundo.
Rudolf Bultmann (1884–1976)
Llegamos aquí a la temida bestia parda de la crítica
bíblica.
Odiado por unos y reverenciado por otros, sin duda alguna,
Rudolf Bultmann es el estudioso más citado y más admirado, pero también el más
criticado.
Teólogo existencialista, Rudolf Bultmann atribuye la
invención del cristianismo a la primitiva comunidad de discípulos y seguidores
de Jesús.
Profundamente escéptico con el contenido de los cuatro
Evangelios, que cree que están repletos de elementos fabulosos, los rechaza
como fuentes históricas fiables para poder acercarse con garantías a
Jesús.
De esta manera llega a la conclusión de no es posible saber
nada con seguridad de Jesús de Nazaret, así pues lo único que cabe hacer
entonces es concentrarse en el que él llama “el Cristo de la fe”.
Los primeros seguidores de Jesús habían creado a partir de
la figura de un predicador moralista un mito, una deidad inmortal.
Para Bultmann lo único que importaba era el mensaje que
Jesús había dejado tras de sí.
Si este mensaje era propio de Jesús o había sido inventado
por sus seguidores, carece de relevancia.
Dicho con otras palabras: Jesús de Nazaret no tenía ningún
atributo sobrenatural y no realizaba milagros.
Era un profeta, una especie de filósofo que difundía una
serie de preceptos morales sublimes, que todavía a día de hoy tendrían validez.
Con ese mensaje de paz, amor y fraternidad de Jesús nos
tenemos que quedar, todo lo demás es mitología.
Karl Ludwig Schmidt (1891-1956)
Era un teólogo alemán, que al igual que Rudolf Bultmann,
pensaba que ninguno de los cuatro evangelios se podía tomar como fuente
histórica fidedigna para conocer a Jesús.
Hans-Joachim Schoeps (1909 - 1980)
Al igual que Bultmann, Schoeps mantenía la tesis de que la
primitiva comunidad cristiana había sido fuertemente influenciada por elementos
religiosos griegos, especialmente de carácter gnóstico, y que habrían sido
introducidos principalmente por el Apóstol Pablo de Tarso.
Marcello Craveri (1914 – 2002)
En 1966 publica “La vita di Gesù” (la Vida de Jesús).
En este libro Marcello Craveri, apoyándose supuestamente en
los Manuscritos del Mar Muerto, defiende la Tesis de que fue Pablo de Tarso
quien crea la idea de que la muerte de Jesús en la cruz tuvo lugar para redimir
los pecados de la humanidad, bajo la influencia de elementos míticos paganos.
Karlheinz Deschner (1924 − 2014)
Para Karlheinz Deschner todos los prodigios que rodean la
vida de Jesús son relatos legendarios, y por lo tanto invenciones, es decir:
todo lo concerniente al nacimiento de Jesús, sus profecías acerca de su muerte,
todos sus milagros, así como su Resurrección y posterior Asunción a los cielos.
Sin embargo, Deschner reconoce que Jesús si logró sanar a
algunos enfermos.
Robert F. Funk (1926 – 2005)
Funk creía también que la figura mitológica de Jesús había
sido creada por sus discípulos.
Seguía las tesis desmitologizadoras de Bultmann con la
intención de hacer la figura de Jesús compatible con los tiempos modernos.
Para Robert F. Funk Jesús fue un rebelde provocador que con
su mensaje y sus obras escandalizaban al stablishment religioso de su época.
Bien, Funk no aporta ninguna idea nueva ni original. Como ya
hemos visto, no son pocos los críticos que creen que la primitiva comunidad de
seguidores de Jesús creo el Cristianismo.
Detengámonos en este punto a analizar seriamente si tiene
sentido que un grupo de judíos del siglo I, para los cuales no había mayor
pecado que el de la idolatría, se inventaran una figura mítica a la que
venerar.
Por si fuera poco, la persona a la que deifican no fue sino
un reo de crucifixión, es decir el castigo más vergonzante que uno se pueda
imaginar, al que previamente lo habían vejado y humillado todo tipo de gentuza,
tanto extranjeros como judíos, mindundis desconocidos y altos cargos como
Pilatos, Herodes Antipas o Caifás.
Para acabar, los discípulos acaban todos martirizados por
defender una patraña que se han inventado ellos mismos.
Algo no encaja en las explicaciones de tantos sesudos
estudiosos escépticos.
Hasta aquí llega nuestra lista de los principales autores
críticos con la Biblia.
Nos hemos dejado a muchos otros expertos críticos sin
mencionar por no agobiar al paciente lector, pero podríamos hacer simplemente
una mención a los siguientes críticos:
Friedrich Daniel
Ernst Schleiermacher (1768 - 1834)
Wilhelm Martin Leberecht
de Wette (1780 - 1849)
Christian Gottlob
Wilke (1786 - 1854)
Christian Hermann
Weisse (1801 - 1866)
Georg Heinrich
August Ewald (1803 - 1875)
Julius Wellhausen
(1844 - 1918)
Adolf von Harnack
(1851–1930)
Gerardus Johannes
Petrus Josephus Bolland (1854 - 1922)
Thomas Whittaker
(1856–1935)
William Wrede
(1859-1906)
Johannes Weiß
(1863-1914)
John Paul Meier
(1942-)
Gerd Lüdemann
(1946– 2021)
Conclusión
Críticos de la Biblia ha habido, hay y habrá siempre
muchísimos.
Además, no vale repetir simplemente las palabras que ya han
publicado otros estudiosos, sino que hay que diferenciarse del resto y postular
tesis propias que sean novedosas.
El problema es que la mayoría de esas tesis revolucionarias
no dejan de ser un cúmulo de disparates ridículos, fruto solamente de la
especulación.
La llamada escuela de la crítica literaria, usando métodos
deficitarios, llego a conclusiones que se han demostrado erróneas, exageradas,
y completamente desfasadas, pero que, lejos de desaparecer de las
universidades, se han llegado a convertir en auténticos dogmas que se
transmiten de generación en generación y se defienden con denuedo de todo aquel
que pretenda rebatirlos.
Por ejemplo, la mayoría de los libros del Antiguo Testamento
han sido datados, de manera exagerada y sin fundamento alguno, un milenio más
tarde de los hechos que relatan.
Con la aparición de nuevos datos que ha ido aportando la
arqueología, la papirología o la lingüística, se está considerando atribuirles
a los libros veterotestamentarios una edad mucho mayor, en concreto la misma
que la de los personajes que en ellos aparecen, sin embargo desde las cátedras
universitarias se insiste cerrilmente en mantener unas dataciones absurdamente
tardías para los libros del Antiguo Testamento.
Cuando llega la hora de abordar la figura del Jesús
histórico, al que los críticos se resisten en llamarlo Jesucristo, se echa mano
igualmente del método histórico.
Así pues se cada autor plantea su propia hipótesis para
explicar por qué Jesús de Nazaret dijo lo que dijo y actuó de la manera en que
actuó.
Tenemos así cientos de conceptos diferentes de Jesús. Hay
para todos los gustos,
Ahora bien, hay un punto donde todos los críticos están de
acuerdo.
Dado que las fuentes principales de acercamiento al Jesús
histórico son los Evangelios, y estos no son fiables puesto que están repletos
de elementos míticos, los estudiosos creen que sus tesis, es decir, sus propias
conclusiones, basadas todos en una serie de criterios históricos son mucho más
fidedignas que los testimonios que dejaron aquellos que vivieron en primera
persona lo que más tarde consignaron por escrito.
A la hora de poner en duda todo lo que sabemos de Jesús no
hay límites.
Ya hemos visto más arriba que no hay empacho en defender la
tesis de que Jesús nunca llegó a existir y de que todo fue una invención de sus
discípulos.
Esta teoría del mito de Cristo está hoy en día considerada
una teoría marginal, sin apoyo por parte de los actuales expertos, que la
ignoran tachándola de extremista.
Pues bien, también se puso en tela de juicio el estado de
salud mental de Jesús.
A principio del siglo XX surge una serie de filósofos,
historiadores, médicos y psicólogos que recurren a la psiquiatría para tratar
de demostrar que Jesús no estaba cuerdo.
El primero en proponer abiertamente esta posibilidad fue el
psicólogo Charles Binet-Sanglé, que publico un libro con el título “La locura
de Jesús” (La Folie de Jésus).
Para este psicólogo galo, como para muchos otros escritores
que se plantean si Jesús no sufría algún tipo de trastorno mental, la hipótesis
más probable es que el galileo creyera ser el Mesías y se comportara como
tal.
Aducen que no fue el único en la historia y que hubo muchos
judíos con desórdenes mentales de la misma índole, que se proclamaron Mesías,
tanto anterior como posteriormente a Jesús.
Y sí, hubo ciertamente unos cuantos judíos que se vieron a
sí mismos como elegidos para encabezar un levantamiento contra las fuerzas de
ocupación extranjeras.
Flavio Josefo nos habla de ellos. Eran los famosos zelotas o
zelotes.
Se trataba de judíos ultranacionalistas, fanáticos y muy
violentos que acabaron todos ejecutados por los romanos.
Si comparamos las historias de estos rebeldes combatientes
por la liberación del pueblo judío, como por ejemplo la de Judas el Galileo y
su padre Ezequías, o el fariseo Sadduk, nos daremos cuenta en seguida de que
nada tienen que ver con la vida de Jesús, ni con sus obras y mensaje.
Leyendo los Evangelios nos encontramos con un Jesús
equilibrado, sereno, sensato, con un enorme sentimiento de empatía, una
creatividad desbordante y una inteligencia fuera de lo común, gracias a la cual
consigue escapar de todas las trampas que le ponen sus enemigos.
Su mensaje es de paz y concordia, su carisma atrae a
centenares de paisanos que se acercan a oír sus palabras.
Sus discursos son claros, concisos y tremendamente
novedosos.
No se ve ni un solo atisbo de locura por ningún lado, más
bien al contrario; conforme vamos avanzando en la lectura de los Evangelios y
vamos conociendo más de cerca a Jesús, nos damos cuenta de estar ante un ser
excepcional con la cabeza “muy bien amueblada”, como decimos en España.
Para concluir vamos a hacer un resumen de las
características que comparten los estudiosos críticos de las Sagradas
Escrituras:
1. No creen que la Biblia sea la Palabra de Dios, sino un
conjunto de relatos redactados por diferentes seres en diferentes épocas, con
un enorme componente mitológico.
Es por eso que no la pueden tomar en serio.
2. El hecho de que las Escrituras contengan tantos elementos
fantásticos la desacredita como libro histórico.
Ningún episodio de los que contiene la Biblia tiene validez
histórica, ya que el libro entero está contaminado por elementos fantásticos.
3. Se intenta encontrar, en la medida de lo posible, una
explicación racional para todos los portentos narrados en la Biblia. Aquellos
que no pueden ser aclarados de ninguna forma son simplemente negados.
4. Se rechaza la divinidad de Jesús y la posibilidad de que
realizara milagros. Ningún portento de los que se narran sobre la vida y muerte
de Jesús son reales: no nació de una virgen, no realizó prodigios de ningún
tipo, no resucitó, no se apareció a sus discípulos ni ascendió a los cielos.
5. Todos estos fenómenos prodigiosos se los inventaron sus
seguidores, tiempo después de que Jesús fuera ejecutado.
6. Algunos críticos creen que incluso sus dichos,
enseñanzas, parábolas, etc., es decir, el mensaje de Jesucristo, también sería
una creación tardía de sus discípulos.
7. Es la comunidad cristiana primitiva la que pone por
escrito la vida y palabras de Jesús según sus intereses, inventando a episodios
a placer y añadiendo milagros para hacer de la figura de Jesús un ser divino.
8. Se llega a la conclusión de que los textos bíblicos no
tienen absolutamente nada que ver con la historia real.
9. Casi todos los críticos proyectan sus propios intereses,
creencias e ideas políticas en la interpretación que hacen de Jesús.
10. Muchos críticos, sobre todo los más extremistas, no
están movidos por el interés de conocer mejor la figura histórica de Jesús,
sino más bien por profundos sentimientos anticristianos.
11. Ningún crítico llega a la conclusión de que los
portentos que se narran en el Antiguo y en el Nuevo Testamento son imposibles
después de un riguroso y minucioso estudio de las Escrituras, sino que
comienzan la interpretación de la Biblia partiendo de la base inamovible de que
ningún milagro es posible.
12. Dado que los Evangelios no son de fiar, cualquier tesis
crítica tiene más valor que el Nuevo Testamento a la hora de aportar
información nueva e interesante sobre Jesús.
13. A día de hoy se han escrito cientos, sino miles, de
hipótesis diferentes sobre la vida de Jesús de Nazaret.
La mayoría de ellas son completamente sensacionalistas y
disparatadas. No se basan en datos contrastados o en estudios serios, sino a
interpretaciones personales de los Evangelios, buscando siempre impactar y sorprender
al lector, así como diferenciarse de las innumerables biografías de Jesús ya
publicadas.
14. Así pues tenemos tantas imágenes diferentes de Jesús
como libros sobre él se han redactado.
Nos podemos encontrar a un Jesús profeta apocalíptico, a un
curador carismático, a un filósofo moralista, o a un cínico, a un rebelde
contra los romanos, o contra las instituciones religiosas judías, tenemos a un
Mesías judío, a un profeta del cambio social, a un pacifista al estilo Gandhi,
a un líder ultranacionalista, a un proto-comunista, etc.
Cualquiera puede proponer una nueva tesis, por descabellada
que esta sea, tan sólo hay que seguir estos cuatro pasos:
1. Se plantea una hipótesis, por ejemplo, Jesús era un
esenio, o un zelota, o un fariseo rebotado, o un marxista avant la lettre, lo
que usted quiera.
Esta idea central va a recorrer su libro a lo largo de todas
sus páginas.
A partir de una tesis que presentamos ya en el prólogo del
libro, empezamos a interpretar los cuatro Evangelios.
2. Si algún pasaje del Nuevo Testamento parece servirnos
especialmente bien, lo resaltamos especialmente y hacemos hincapié en él.
Por el contrario todos aquellos episodios o versículos que
no encajan con nuestra teoría se ignoran por completo.
3. Si vemos que nos quedamos cortos de material para
sostener nuestras ideas en el ensayo siempre podemos acudir a fuentes externas
que no tengan que ver con los Evangelios para rellenar espacio.
4. También podemos añadir nuestras propias conjeturas y suposiciones.
Una vez que hemos repasado las principales teorías críticas y los puntos flacos que tienen, cabe hacerse una pregunta que a todos nos ronda por la cabeza: ¿De verdad pretenden los críticos hacernos creer los cristianos hemos estado equivocados durante 1700 años?, ¿piensan que durante diecisiete siglos hemos estado viviendo engañados?, ¿todos los grandes teólogos, filósofos, escritores y grandes escritores cristianos anteriores a 1740 han estado creyendo en cuentos de hadas?
No señores, no es así. Si uno se acerca a los Evangelios
desprovisto de todo prejuicio, sin ideas ni tesis preconcebidas y los escudriña
para llegar a una conclusión, se dará cuenta de que en las Escrituras todo
encaja: las palabras de Jesús, sus hechos, sus milagros, sus enseñanzas, sus
profecías, su interpretación del Antiguo Testamento…
Todo se complementa, cada uno de los elementos explica a los
otros y no podemos omitir ninguno porque entonces dejamos incompletos los
Evangelios, lo que lleva inevitablemente a que no lo comprendamos.
En fin, y para acabar con unas Palabras de Jesucristo que resumen
en una frase todo lo que hemos escrito hasta ahora: “En aquel tiempo Jesús respondió y dijo: “Te alabo, oh Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y
entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”.
Mateo 11, 25-27 (Reina Valera Actualizada 2015)
Todas las imágenes han sido tomadas de Wikipedia
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