miércoles, 23 de febrero de 2022

La Biblia es el libro más resistente. La crítica bíblica

Hasta aquí hemos visto los diferentes intentos que el ser humano lleva a cabo durante siglos para acabar con la Biblia.

Lo que se perseguía era acabar con su mensaje y para ello no se contaba con mejor herramienta que el fuego.

Las llamas acababan con aquellos textos que se deseaba destruir.

En este punto del artículo vamos a ver cómo, con la llegada de la llamada Ilustración, el siglo de las luces y la deificación de la razón, la Biblia va a ser objeto de ataques de diferente índole, pero más destructivos si cabe que los anteriores.

Un bosque puede ser arrasado por un incendio o puede verse arruinado también por la acción de parásitos xilófagos, es decir que se alimentan de madera.

Algo así va a pasar con la Biblia a partir de la segunda mitad del siglo XVII, que, paulatinamente va a dejar de ser pasto de las hogueras para convertirse en blanco de una permanente crítica que corroerá la autoridad de las Sagradas Escrituras, para llegar a certificar que no se puede creer en nada de lo que contienen. 

Ya en vida de Jesús, los expertos en teología de la época, los fariseos, acusaban a Jesús de ser un falso profeta, arremetían contra sus enseñanzas, llegando incluso a acusarlo de blasfemo y endemoniado.

Un siglo más tarde, eran los pensadores griegos y romanos los que se mofaban del mensaje de Jesús.

En el siglo III dos filósofos paganos, el griego Celso y el sirio Porfirio, atacaban y se burlaban del contenido del Nuevo Testamento.

La incredulidad, la mofa, el sarcasmo y el desprecio a las Sagradas Escrituras había estado siempre presente entre las culturas paganas, principalmente grecolatinas, que tenían algún conocimiento de dichas Escrituras.

Pero no es hasta finales del siglo XVII, con la llegada de la Ilustración, y la exaltación de la razón, cuando los ataques que el contenido de la Biblia va a padecer, se convierten en masivos y continuos.

Se acomete el estudio de las Escrituras desde la razón, dejando a un lado la fe y empleando una serie de métodos con pretensiones científicas.

El método histórico-crítico (die historisch-kritische Methode) surge en el siglo XVII y se desarrolla a lo largo del siglo XIX.

Este método se aplicaba a todos los textos históricos, pero fue especialmente empleado para analizar la Biblia, lo que se conoce como la exégesis bíblica.

¿Y en que consiste básicamente este nuevo acercamiento a las Escrituras que proponen los ilustrados?

No queremos aburrir al paciente lector que ha llegado a esta parte del artículo, con los pormenores de aquellas sesudas metodologías conocidas como la Formgeschichte (Historia de las formas), la Redaktiongeschichte (Historia de la redacción), o la Wirkunggeschichte (Historia de la eficacia o de los resultados).

Digamos simplemente que todos los nuevos críticos racionalistas parten de la base de que se niega rotunda, categórica y absolutamente la posibilidad de existencia de fenómenos más allá de lo físico, de lo natural.

La premisa indiscutible desde la que arranca toda aproximación a las Sagradas Escrituras es que no existe lo supranatural, lo sobrenatural.

A partir de aquí hay que explicar los supuestos prodigios y milagros recogidos en la Biblia desde la razón.

En un principio se niega la existencia de acontecimientos sobrenaturales en la Biblia.

Eso elementos fabulosos con los que nos encontramos continuamente se explican porque la Biblia es un libro de carácter mitológico.

Una vez que se observa la Biblia no como un texto sagrado, revelado por Dios a los hombres, sino como un conjunto de mitos, se decide que hay que estudiarlos en detalle para ver cómo han surgido o de donde se han sacado.

Poco a poco, todo lo que contienen las Escrituras, pasajes, personajes, enseñanzas, etc., es puesto en tela de juicio, para acabar dictaminando que no son sino leyendas, cuentos.

Así, se llega a negar que hayan llegado a existir patriarcas como Abraham, Moisés, el rey David, Salomón, e incluso el propio Cristo.

Los judíos nunca estuvieron en Egipto, el pueblo hetita no existió, etc. 

Más tarde afirmarán que, o bien Jesús no existió, o si lo hizo, nada sabemos de él, porque su vida, obra y milagros son una invención de la primitiva comunidad cristiana.

Veamos quiénes fueron los principales pensadores, filósofos y teólogos llamados críticos que se dedicaron destruir la Biblia, no con fuego, sino con la pluma y tinta, y cuáles eran sus tesis.

 

Baruch Spinoza (1632 - 1677)

El primero, cronológicamente hablando, que se atrevió a poner en duda el carácter divino de la Biblia fue el pensador judío holandés Baruch Spinoza, el cual escribió que la Biblia había sido escrita por seres humanos, sin acción divina alguna, y que se veía claramente que estaba plagada de errores y contradicciones.

El cristianismo, concluía Spinoza, era un fenómeno pasajero.

 

Richard Simon (1638–1712)

A Richard Simon se le ha considerado como el verdadero fundador del método histórico-crítico en las Sagradas Escrituras.

Fue primero en poner en duda que el Pentateuco fuera escrito por Moisés.

 

Jean Meslier (1664 - 1729)

Jean Meslier, también conocido como Jean Mellier (1664- 1729) fue un sacerdote católico, ateo, que creía y defendía que todo lo que la iglesia católica enseñaba era falso, las Escrituras eran un cumulo de cuentos y mentiras, Dios no existía, etc.

 

Jean Astruc (1684 - 1766)

Padre de la crítica bíblica moderna del Pentateuco.

Estudiando los cinco libros de Moisés quiso ver dos fuentes claramente diferentes: una que llamó Elohísta (de Elohím) y otra Yahvista (de Yahvé)

 

Hermann Samuel Reimarus (1694-1768)

Con Hermann Samuel Reimarus comienza la denominada “búsqueda del Jesús histórico”.

Reimarus redactó en 1762, unos seis años antes de morir, una serie de escritos sobre la vida de Jesús, desde un punto de vista totalmente racionalista, y que estaba pensada sólo para sus amigos íntimos.

En esta obra de Reimarus se presentaba a Jesús de Nazaret como a un líder político fracasado, cuya finalidad en la vida era situar a Dios como el rey de Israel.

Jesús había sido un fanático revolucionario que buscaba expulsar a los Romanos de Judea mediante un levantamiento popular.

Con el fracaso de su alzamiento vino también la represión del cabecilla que fue ejecutado de la manera más deshonrosa: en la cruz.

En vistas de que la rebelión judía había fracasado estrepitosamente, sus seguidores más leales habían maquillado las verdaderas intenciones de Jesús, creando un relato según el cual, el galileo sólo deseaba introducir cambios de carácter religioso entre sus paisanos.

Evidentemente, como no se podía creer a estas alturas del siglo XVII en milagros, Reimarus explica la resurrección de Cristo, como un fraude perpetrado por sus acólitos, que habían hecho desaparecer se cadáver y habían hecho correr la voz de que había resucitado.

Los cuatro evangelistas se ponen manos a la obra para consignar por escrito toda esta retahíla de embustes, a los que no sólo les da crédito la primera generación de adeptos, sino que se convierten en los escritos sagrados de una nueva secta, los cristianos, los cuales extienden su palabra por todo el planeta y que, inexplicablemente, logran sobrevivir hasta llagar al siglo XVIII, el siglo de las luces, a partir del cual no les queda mucho recorrido.

A los seis años de la muerte de Hermann Samuel Reimarus, su amigo Gotthold Ephraim Lessing, poeta ilustrado, publica póstumamente sus escritos.

En uno de ellos llamado “Paso de los israelitas por el Mar Rojo” (Durchgang der Israeliten durchs Rote Meer) Reimarus da una explicación racionalista de cómo los judíos pudieron cruzar el Mar Rojo sin recurrir a fenómenos portentosos.

Según Reimarus los israelitas no cruzaron realmente el Mar Rojo, sino que lo vadearon por una zona poco profunda aprovechando un día que hacía un viento fortísimo que logro desplazar las masas de agua.

No habría intervención divina por ningún lado, pues cualquiera podría haber hecho lo mismo.

Lo que no explica Reimarus con su brillante y racional hipótesis entonces es cómo se ahogó todo un ejército egipcio, como recoge la Biblia, en una zona donde el agua apenas cubría unos centímetros de profundidad.

 

François-Marie Arouet, alias Voltaire (1694 - 1778)

Algo similar a Hermann Samuel Reimarus pensaba Voltaire, el cual solía decir que el cristianismo tenía los días contados y que la Biblia sería dentro de un siglo un objeto de museo.

Lo que sí ha quedado obsoleto son los escritos de este pensador francés, que apenas son leídos o publicados a día de hoy.

 

David Hume (1711 - 1776)

David Hume fue un importantísimo filósofo que, sin entrar a analizar las Escrituras, propuso una serie de ideas que los críticos bíblicos coetáneos convirtieron en auténtico dogma: los milagros suponen un quebrantamiento de las leyes de la naturaleza, o sea, algo inconcebible.

Siguiendo esta última premisa, la Resurrección de Cristo no se puede interpretar de manera literal.

El testimonio de la Resurrección es falso, equivocado o bien hay que entenderlo de forma metafórica.

Lo que apologetas cristianos modernos alegan hoy en día es que, cuando Dios realiza un milagro no está violando las leyes de la naturaleza, que por cierto Él mismo ha creado, sino que está interviniendo puntualmente.

Lee Strobel lo explica recurriendo a un ejemplo con la ley de la gravedad.

Si nosotros dejamos caer una pelota, la fuerza de la gravedad va a hacer que dicha bola caiga al suelo.

Pero si soltamos el balón y, cuando éste se encuentra a medio camino, lo interceptamos con un rápido movimiento de nuestras manos, no hemos contravenido la ley de la gravedad en absoluto, simplemente hemos intervenido para evitar que la esfera impacte contra el suelo.

Algo así es lo que hace Dios con los milagros: intervenir sin transgredir las leyes de la física.

 

Johann Salomo Semler (1725 – 1791)

Cofundador de la Teología de la Ilustración y padre del método histórico-crítico de la teología, Johann Salomo Semler defendía que la Biblia no estaba inspirada, sino redactada por hombres en diferentes épocas y había que analizarla de modo crítico, racional y despojándola de todo elemento mitológico.

Fue el primer estudioso de la Biblia que propuso que su contenido fue escrito muchísimos años después de los acontecimientos y que, por lo tanto estaba lleno de errores, contradicciones y añadidos.

Los últimos hallazgos de pergaminos han permitido demostrar que entre el relato de los Evangelios y la vida de Jesús ha pasado muchísimo menos tiempo del que los críticos indicaban.

 

Karl Friedrich Bahrdt (1741 - 1792).

En su obra "Vida de Jesús" sugiere que Jesús perteneció a la secta de los esenios.

 

Charles François Dupuis (1742 – 1809)

Charles François Depuis puso en duda que Jesús realmente llegara a existir, y llegaba a defender que sus discípulos crearon la figura de Cristo a partir de un culto al Sol.

Desde luego, a partir del llamado siglo de las luces veremos cómo toda una larga serie de expertos compiten entre sí a ver quién defiende la majadería más grande.

La tesis de Charles François Depuis fue objeto de burlas por sus coetáneos por la falta de seriedad mostrada. 

 

Johann Gottfried Eichhorn (1752 – 1827)

Otro estudioso que ha sido calificado como "el fundador de la crítica moderna del Antiguo Testamento" en Johann Gottfried Eichhorn.

Su principal idea es que los textos del Antiguo testamento han sido creados por muchos autores, es decir que no habría un autor único detrás de cada libro.

Como no podía ser de otra manera, Eichhorn creía que todos los acontecimientos sobrenaturales mencionados tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se podían explicar en base a los principios naturales.

Para entender los prodigios narrados en la Biblia simplemente había que tener en cuenta que en la Antigüedad los hebreos, como todos los pueblos, eran enormemente crédulos y en cualquier suceso ligeramente extraño querían ver un milagro.

Esa es una premisa común a todos los críticos de todos siglos, la de creer que los judíos eran tan supersticiosos que a todo lo que no acababan de entender le daban una automáticamente una explicación fantástica.

Conforme vamos conociendo mejor la cultura de los pueblos de la Antigüedad, vamos viendo que para nada eran tan ingenuos como nos pretenden hacer creer.

Si bien es cierto que no se puede equiparar su nivel de escepticismo con el de un ciudadano del siglo XXI, en absoluto eran tan ilusos y engañadizos como se creía.

 

Constantin François de Chassebœuf, comte de Volney (1757 –1820)

Al igual que su paisano Charles François Dupuis, Constantin François de Chassebœuf, tampoco creía que hubiera existido Jesús, y pensaba que era un mito inventado más tarde por la primitiva comunidad cristiana, la cual había echado mano de un conjunto de antiguos mitos orientales, algunos solares, para crear la figura mítica de Jesucristo.

Ya hemos mencionado arriba que muchos críticos parecían estar participando en una especie de competición de gansadas…

 

Heinrich Eberhard Gottlob Paulus (1761 - 1852)

Heinrich Eberhard Gottlob Paulus sostenía la tesis de que Jesús era un curandero ambulante.

Los supuestos milagros que realizaba no eran tales, pues o bien se trataba de sanaciones completamente naturales, o se trataba de ilusiones ópticas, o eran exageraciones por parte de los redactores de los Evangelios.

La Resurrección de Cristo la explica Heinrich Eberhard Gottlob Paulus diciendo que Jesús no llegó a morir en la cruz, sino que simplemente estaba en estado cataléptico cuando lo descolgaron y le dieron sepultura.

En la gruta, al contacto con a fría piedra, Jesús recupero la consciencia y salió del sepulcro por su propio pie.

Como han señalado algunos doctores en medicina durante años, el hecho de que un reo que hubiera recibido innumerables latigazos, hubiera permanecido horas clavado a una cruz y que finalmente hubiera recibido un lanzazo en el costado, pudiera incorporarse, una vez amortajado, y desplazar él solo una pesadísima rueda de piedra para caminar sobre las heridas de sus pies atravesados y presentarse ante sus discípulos como el Mesías Resucitado, resultaba un milagro casi tan grande como el hecho de haber resucitado de la muerte.

 

Karl Heinrich Georg Venturini (1771 – 1849)

A pesar de su apellido típicamente italiano, Venturini fue un teólogo alemán racionalista que escribió una vida de Jesús en 1806, en la que de nuevo se proponía la hipótesis de que Jesús de Nazaret había formado parte de la comunidad de los esenios.

Con el hallazgo de los Manuscritos del Mar Muerto en el año 1947 salieron numerosos pergaminos pertenecientes a dicha agrupación, en la que quedan patentes las diferencias enormes diferencias que existen entre la doctrina de los esenios, que no eran otra cosa que unos judíos ultraortodoxos, y las enseñanzas de Jesús.

 

Ferdinand Christian Baur (1792–1860)

Ferdinand Christian Baur fue pionero la aplicación del método histórico-crítico (die historisch-kritische Methode) al estudio del Nuevo Testamento.

Fue líder de la llamada Escuela de Tubinga (“Tübinger Schule“).

Al contrario que muchos otros críticos, Baur no creía que el cristianismo lo hubieran “inventado” sus discípulos una vez muerto su maestro.

Ferdinand Christian Baur creía que, después de la desaparición de Jesús, se creó una fuerte disputa entre dos corrientes creadas por sus seguidores.

Una de esas dos escuelas era creyente en la figura del mesías como lo hacían tradicionalmente los judíos y hacía hincapié en el cumplimiento de la Ley mosaica.

La otra facción, encabezada por el apóstol Pablo de Tarso, se abrió al mundo, es decir a los paganos, para predicar una fe en la que no hacía falta seguir los preceptos de la Torah.

 

David Friedrich Strauss (1808-1874)

David Strauss fue un discípulo de Ferdinand Christian Baur que en 1835 scribió su obra más conocida: “La vida de Jesús” (Das Leben Jesu).

Para David Strauss todos los portentos que rodean la vida de Jesús, desde su nacimiento de una virgen, pasando por todos los milagros que realizó en su vida y sobre todo su Resurrección y posterior Ascensión son mitos añadidos posteriormente por sus discípulos para adornar el relato de la vida de su maestro y sobre todo para dejar claro que Jesús cumplió con todas las profecías mesiánicas recogidas en el Antiguo Testamento.

Retrato de David Friedrich Strauss. 1874


Por lo tanto los evangelios no son otra cosa que relatos míticos, ya que están repletos de elementos irracionales.

Para David Strauss carecen de valor histórico.

No deja de ser curioso que para tratarse de un relato fabuloso y completamente desprovisto de contenido histórico, los Evangelios aparezcan perfectamente enmarcados temporalmente:

Lucas nos indica

- El primer capítulo de su testamento, Lucas nos indica su intención de poner por escrito la vida de Jesús “después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden” y dos versículos más adelante comienza su relato situándolo siempre en si contexto histórico: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet”. (Lucas 1, 5) RVA 2015.

- El segundo capítulo empieza así: “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria”. (Lucas 2, 1-2) RVA 2015

- El tercer capítulo comienza con los siguientes cuatro versículos: “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados” (Lucas 3, 1-3) RVA 2015.

Y yo pregunto: ¿Qué relato de carácter mitológico comienza con unas referencias históricas tan concretas?  

En fin, sea como fuere, la realidad es que este libro de mil cuatrocientas páginas fue muy bien acogido en la comunidad de críticos bíblicos, sin que verdaderamente aportara muchas ideas realmente nuevas, es decir que no hubieran sido planteadas ya anteriormente.

Quizá lo más novedoso es acusar a los primeros apóstoles de querer presentar a Jesús como cumplidor de todas las profecías veterotestamentarias referidas al mesías.

 

Bruno Bauer (1809-1882)

Este teólogo, que les dio clases nada menos que a Karl Marx y más tarde a Friedrich Nietzche afirmaba que Jesús no había existido nunca, sino que se trataba de un personaje de ficción literaria creado por los primeros cristianos.

Tengo que confesar en este punto que a mí me deja estupefacto la idea de que una comunidad de adultos decidiera seguir a un supuesto maestro inexistente, que se habían sacado de la manga, al que le habían atribuido una serie de revolucionarias enseñanzas, así como otra serie de obras portentosas.

Pero más incomprensible me parece el hecho de que esos mismos seguidores estuvieran dispuestos a dar su vida y a soportar todo tipo de contratiempos por defender la figura de un personaje que supuestamente ellos mismos se habían inventado.

 

Joseph Ernest Renan (1823–1892)

De todas las obras sobre la vida de Jesús que se han publicado, ninguna ha tenido tanto éxito, ni ha producido tal revuelo como el libro “Vie de Jésus” (Vida de Jesús) de Ernest Renan, del año 1863, en el que se nos quiere presentar a Jesús como un revolucionario.

Desde un punto de vista radicalmente racionalista, es decir desestimando por completo los milagros y hechos prodigiosos que aparecen en los Evangelios, Ernest Renan se ocupa de la figura del galileo, para llegar a la conclusión de que Jesús fue un rebelde, un anarquista, un perfecto idealista, que estaba en contra de toda autoridad.

Aun queriendo acabar con los poderes militares, políticos y religiosos de Judea y Galilea, Jesús no propugna en ningún momento el uso de la violencia.

Ernest Renan 1876-84. Antoine Samuel Adam Salomon

Ernest Renán niega la posibilidad de que produjera ningún tipo de milagro en vida de Jesús, esa es la premisa de la que parte a la hora de abordar el estudio de su figura. Pero aun descartando la divinidad de Jesucristo y su Resurrección de los muertos, Renan admite en su libro que no ha habido en toda la historia de la humanidad ningún hombre más grande que el Nazareno.

 

Albert Kalthoff (1850 – 1906)

Albert Kalthoff negaba la existencia de un Jesús histórico.

En su opinión, los discípulos de Jesús habían creado a este personaje para satisfacer las expectativas que tenían los judíos de la llegada del ansiado Mesías.

Desde luego la mesianidad de Jesús era completamente diferente a lo que se imaginaban los judíos en aquella época, que lo concebían como un rey luchador que liberaría Israel del dominio extranjero.

Esta es una tesis extraña, por no decir absurda, si tenemos en cuenta que, de hecho, ni sus mismos seguidores entendieron en vida de Jesús lo que su maestro les explicaba sobre el Mesías.

 

William Benjamin Smith (1850 – 1934)

William Benjamin Smith era otro de los críticos que negaba la existencia de Jesús.

Según Smith el hecho de que los Evangelios hicieran tanto hincapié en la divinidad de Cristo era una prueba de que Jesús fue un personaje de ficción mitologizado posteriormente.

 

John Mackinnon Robertson (1856-1933)

Otro estudioso que negaba la existencia de un Jesús histórico.

 

Richard August Reitzenstein (1861 - 1931)

Reitzenstein desarrolla la tesis del “mito iranio de redención”, según la cual varias religiones antiguas de Persia, como el mitraísmo, el maniqueísmo y el mandeísmo, todas ellas de caracter gnóstico, influyeron enormemente en la primitiva comunidad cristiana a la hora de crear el mito del Cristo redentor.

 

Peter Christian Albrecht Jensen (1861 - 1936)

Peter Christian Albrecht Jensen sostenía que figuras bíblicas como Jesús, Moisés y Pablo de Tarso estaban basadas en mitos babilónicos.

En 1910 escribió un librito titulado “¿Existió realmente el Jesús de los Evangelios?”  (Hat der Jesus der Evangelien wirklich gelebt? En el que defiende que Jesús no existió y que la figura de Cristo esta creada a partir del famoso mito de Gilgamesh.

Si uno se acerca al poema épico de Gilgamesh se ve que en nada se parece al mensaje de Cristo.

Gilgamesh era un rey guerrero que oprimía a su pueblo. Cuando pierde a su mejor amigo, que previamente había sido su gran enemigo y rival, se desespera por obtener la inmortalidad, pero sólo obtiene una pista de cómo conseguir la juventud.

 Querer ver en este personaje mitológico obsesionado con la muerte paralelismos con Jesús es ciertamente querer buscarle las tres patas al gato.

De hecho desde que se publicó su obra en 1910, Peter Christian Albrecht Jensen no ha dejado de recibir todo tipo de críticas de expertos.


Andrzej Niemojewski (1864 – 1921)

Para este estudioso polaco, toda la Biblia estaría bajo la influencia de religiones astrales de origen babilónico y persa.

Es extraño que este erudito crítico llegue a tales conclusiones, teniendo en cuenta que a lo largo de todo el Antiguo Testamento queda patente que los judíos consideraban que los planetas, el Sol y otras estrellas no son sino rocas, es decir cuerpos inertes.

Además queda terminantemente prohibido venerarlas, pues solo Dios merece gloria y adoración.  

 

Christian Heinrich Arthur Drews (1865-19. Juli 1935)

Con Arthur Drews nos encontramos de nuevo con un auto que niega que realmente existiera Jesucristo y que todo lo que se nos narra en los Evangelios es un mito creado en torno a un personaje ficticio.

Sus tesis fueron recogidas en su libro El mito de Cristo (Die Christusmythe) en el año 1909 y que con el tiempo cayó en el olvido más absoluto.

 

Albert Schweitzer (1875-1965)

En 1906 el médico, músico y teólogo Albert Schweitzer escribió el libro En búsqueda del Jesús histórico. De Reimarus a Wrede (Geschichte der Leben-Jesu-Forschung. Von Reimarus zu Wrede).

En este libro, que en 1913 fue corregido, aumentado y reeditado recogía las aportaciones más importantes que, desde un punto crítico, se habían hecho sobre la figura de Jesús histórico.

Una de las conclusiones más interesantes que Albert Schweitzer saco de su investigación es que casi todos los estudiosos de la vida de Jesús proyectaban sus propios ideales ético-políticos en sus tesis, es decir, que no eran objetivos.

Albert Schweitzer creía que ningún teólogo crítico había llegado a aportar nada importante al estudio de la vida de Jesús.

Albert Schweitzer. 1965. Dutch National Archives

También pensaba que la búsqueda del Jesús histórico no tenía ningún sentido pues era una tarea imposible. 

La idea que Albert Schweitzer tenía de Jesús es que era una especie de iluminado que se creía un salvador y estaba convencido de estar viviendo a las puertas del fin del mundo.

 

Rudolf Bultmann (1884–1976)

Llegamos aquí a la temida bestia parda de la crítica bíblica.

Odiado por unos y reverenciado por otros, sin duda alguna, Rudolf Bultmann es el estudioso más citado y más admirado, pero también el más criticado.

Teólogo existencialista, Rudolf Bultmann atribuye la invención del cristianismo a la primitiva comunidad de discípulos y seguidores de Jesús.

Profundamente escéptico con el contenido de los cuatro Evangelios, que cree que están repletos de elementos fabulosos, los rechaza como fuentes históricas fiables para poder acercarse con garantías a Jesús. 

De esta manera llega a la conclusión de no es posible saber nada con seguridad de Jesús de Nazaret, así pues lo único que cabe hacer entonces es concentrarse en el que él llama “el Cristo de la fe”.

Los primeros seguidores de Jesús habían creado a partir de la figura de un predicador moralista un mito, una deidad inmortal.

Para Bultmann lo único que importaba era el mensaje que Jesús había dejado tras de sí.

Si este mensaje era propio de Jesús o había sido inventado por sus seguidores, carece de relevancia.

Dicho con otras palabras: Jesús de Nazaret no tenía ningún atributo sobrenatural y no realizaba milagros.

Era un profeta, una especie de filósofo que difundía una serie de preceptos morales sublimes, que todavía a día de hoy tendrían validez.

Con ese mensaje de paz, amor y fraternidad de Jesús nos tenemos que quedar, todo lo demás es mitología.

Busto de Rudolf Bultmann  obra de Michael Mohns en Oldenburg (Alemania)

Karl Ludwig Schmidt (1891-1956)

Era un teólogo alemán, que al igual que Rudolf Bultmann, pensaba que ninguno de los cuatro evangelios se podía tomar como fuente histórica fidedigna para conocer a Jesús.

 

Hans-Joachim Schoeps (1909 - 1980)

Al igual que Bultmann, Schoeps mantenía la tesis de que la primitiva comunidad cristiana había sido fuertemente influenciada por elementos religiosos griegos, especialmente de carácter gnóstico, y que habrían sido introducidos principalmente por el Apóstol Pablo de Tarso.

 

Marcello Craveri (1914 – 2002)

En 1966 publica “La vita di Gesù” (la Vida de Jesús).

En este libro Marcello Craveri, apoyándose supuestamente en los Manuscritos del Mar Muerto, defiende la Tesis de que fue Pablo de Tarso quien crea la idea de que la muerte de Jesús en la cruz tuvo lugar para redimir los pecados de la humanidad, bajo la influencia de elementos míticos paganos.

 

Karlheinz Deschner (1924 − 2014)

Para Karlheinz Deschner todos los prodigios que rodean la vida de Jesús son relatos legendarios, y por lo tanto invenciones, es decir: todo lo concerniente al nacimiento de Jesús, sus profecías acerca de su muerte, todos sus milagros, así como su Resurrección y posterior Asunción a los cielos.

Sin embargo, Deschner reconoce que Jesús si logró sanar a algunos enfermos.

 

Robert F. Funk (1926 – 2005)

Funk creía también que la figura mitológica de Jesús había sido creada por sus discípulos.

Seguía las tesis desmitologizadoras de Bultmann con la intención de hacer la figura de Jesús compatible con los tiempos modernos.

Para Robert F. Funk Jesús fue un rebelde provocador que con su mensaje y sus obras escandalizaban al stablishment religioso de su época.

Bien, Funk no aporta ninguna idea nueva ni original. Como ya hemos visto, no son pocos los críticos que creen que la primitiva comunidad de seguidores de Jesús creo el Cristianismo.

Detengámonos en este punto a analizar seriamente si tiene sentido que un grupo de judíos del siglo I, para los cuales no había mayor pecado que el de la idolatría, se inventaran una figura mítica a la que venerar.

Por si fuera poco, la persona a la que deifican no fue sino un reo de crucifixión, es decir el castigo más vergonzante que uno se pueda imaginar, al que previamente lo habían vejado y humillado todo tipo de gentuza, tanto extranjeros como judíos, mindundis desconocidos y altos cargos como Pilatos, Herodes Antipas o Caifás. 

Para acabar, los discípulos acaban todos martirizados por defender una patraña que se han inventado ellos mismos.

Algo no encaja en las explicaciones de tantos sesudos estudiosos escépticos.

 

Hasta aquí llega nuestra lista de los principales autores críticos con la Biblia.

Nos hemos dejado a muchos otros expertos críticos sin mencionar por no agobiar al paciente lector, pero podríamos hacer simplemente una mención a los siguientes críticos:

Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher (1768 - 1834)

Wilhelm Martin Leberecht de Wette (1780 - 1849)

Christian Gottlob Wilke (1786 - 1854)

Christian Hermann Weisse (1801 - 1866)

Georg Heinrich August Ewald (1803 - 1875)

Julius Wellhausen (1844 - 1918)

Adolf von Harnack (1851–1930)

Gerardus Johannes Petrus Josephus Bolland (1854 - 1922)

Thomas Whittaker (1856–1935)

William Wrede (1859-1906)

Johannes Weiß (1863-1914)

John Paul Meier (1942-)

Gerd Lüdemann (1946– 2021)

 

Conclusión

Críticos de la Biblia ha habido, hay y habrá siempre muchísimos.

Además, no vale repetir simplemente las palabras que ya han publicado otros estudiosos, sino que hay que diferenciarse del resto y postular tesis propias que sean novedosas.

El problema es que la mayoría de esas tesis revolucionarias no dejan de ser un cúmulo de disparates ridículos, fruto solamente de la especulación.

La llamada escuela de la crítica literaria, usando métodos deficitarios, llego a conclusiones que se han demostrado erróneas, exageradas, y completamente desfasadas, pero que, lejos de desaparecer de las universidades, se han llegado a convertir en auténticos dogmas que se transmiten de generación en generación y se defienden con denuedo de todo aquel que pretenda rebatirlos.

Por ejemplo, la mayoría de los libros del Antiguo Testamento han sido datados, de manera exagerada y sin fundamento alguno, un milenio más tarde de los hechos que relatan.

Con la aparición de nuevos datos que ha ido aportando la arqueología, la papirología o la lingüística, se está considerando atribuirles a los libros veterotestamentarios una edad mucho mayor, en concreto la misma que la de los personajes que en ellos aparecen, sin embargo desde las cátedras universitarias se insiste cerrilmente en mantener unas dataciones absurdamente tardías para los libros del Antiguo Testamento.

Cuando llega la hora de abordar la figura del Jesús histórico, al que los críticos se resisten en llamarlo Jesucristo, se echa mano igualmente del método histórico.

Así pues se cada autor plantea su propia hipótesis para explicar por qué Jesús de Nazaret dijo lo que dijo y actuó de la manera en que actuó.

Tenemos así cientos de conceptos diferentes de Jesús. Hay para todos los gustos,

Ahora bien, hay un punto donde todos los críticos están de acuerdo.

Dado que las fuentes principales de acercamiento al Jesús histórico son los Evangelios, y estos no son fiables puesto que están repletos de elementos míticos, los estudiosos creen que sus tesis, es decir, sus propias conclusiones, basadas todos en una serie de criterios históricos son mucho más fidedignas que los testimonios que dejaron aquellos que vivieron en primera persona lo que más tarde consignaron por escrito.

A la hora de poner en duda todo lo que sabemos de Jesús no hay límites.

Ya hemos visto más arriba que no hay empacho en defender la tesis de que Jesús nunca llegó a existir y de que todo fue una invención de sus discípulos.

Esta teoría del mito de Cristo está hoy en día considerada una teoría marginal, sin apoyo por parte de los actuales expertos, que la ignoran tachándola de extremista.

Pues bien, también se puso en tela de juicio el estado de salud mental de Jesús.

A principio del siglo XX surge una serie de filósofos, historiadores, médicos y psicólogos que recurren a la psiquiatría para tratar de demostrar que Jesús no estaba cuerdo.

El primero en proponer abiertamente esta posibilidad fue el psicólogo Charles Binet-Sanglé, que publico un libro con el título “La locura de Jesús” (La Folie de Jésus).

Para este psicólogo galo, como para muchos otros escritores que se plantean si Jesús no sufría algún tipo de trastorno mental, la hipótesis más probable es que el galileo creyera ser el Mesías y se comportara como tal. 

Aducen que no fue el único en la historia y que hubo muchos judíos con desórdenes mentales de la misma índole, que se proclamaron Mesías, tanto anterior como posteriormente a Jesús.

Y sí, hubo ciertamente unos cuantos judíos que se vieron a sí mismos como elegidos para encabezar un levantamiento contra las fuerzas de ocupación extranjeras.

Flavio Josefo nos habla de ellos. Eran los famosos zelotas o zelotes.

Se trataba de judíos ultranacionalistas, fanáticos y muy violentos que acabaron todos ejecutados por los romanos.

Si comparamos las historias de estos rebeldes combatientes por la liberación del pueblo judío, como por ejemplo la de Judas el Galileo y su padre Ezequías, o el fariseo Sadduk, nos daremos cuenta en seguida de que nada tienen que ver con la vida de Jesús, ni con sus obras y mensaje.

Leyendo los Evangelios nos encontramos con un Jesús equilibrado, sereno, sensato, con un enorme sentimiento de empatía, una creatividad desbordante y una inteligencia fuera de lo común, gracias a la cual consigue escapar de todas las trampas que le ponen sus enemigos.

Su mensaje es de paz y concordia, su carisma atrae a centenares de paisanos que se acercan a oír sus palabras.

Sus discursos son claros, concisos y tremendamente novedosos.

No se ve ni un solo atisbo de locura por ningún lado, más bien al contrario; conforme vamos avanzando en la lectura de los Evangelios y vamos conociendo más de cerca a Jesús, nos damos cuenta de estar ante un ser excepcional con la cabeza “muy bien amueblada”, como decimos en España.

 

Para concluir vamos a hacer un resumen de las características que comparten los estudiosos críticos de las Sagradas Escrituras:

1. No creen que la Biblia sea la Palabra de Dios, sino un conjunto de relatos redactados por diferentes seres en diferentes épocas, con un enorme componente mitológico.

Es por eso que no la pueden tomar en serio.

2. El hecho de que las Escrituras contengan tantos elementos fantásticos la desacredita como libro histórico.

Ningún episodio de los que contiene la Biblia tiene validez histórica, ya que el libro entero está contaminado por elementos fantásticos.

3. Se intenta encontrar, en la medida de lo posible, una explicación racional para todos los portentos narrados en la Biblia. Aquellos que no pueden ser aclarados de ninguna forma son simplemente negados.

4. Se rechaza la divinidad de Jesús y la posibilidad de que realizara milagros. Ningún portento de los que se narran sobre la vida y muerte de Jesús son reales: no nació de una virgen, no realizó prodigios de ningún tipo, no resucitó, no se apareció a sus discípulos ni ascendió a los cielos.

5. Todos estos fenómenos prodigiosos se los inventaron sus seguidores, tiempo después de que Jesús fuera ejecutado.

6. Algunos críticos creen que incluso sus dichos, enseñanzas, parábolas, etc., es decir, el mensaje de Jesucristo, también sería una creación tardía de sus discípulos.

7. Es la comunidad cristiana primitiva la que pone por escrito la vida y palabras de Jesús según sus intereses, inventando a episodios a placer y añadiendo milagros para hacer de la figura de Jesús un ser divino.

8. Se llega a la conclusión de que los textos bíblicos no tienen absolutamente nada que ver con la historia real.

9. Casi todos los críticos proyectan sus propios intereses, creencias e ideas políticas en la interpretación que hacen de Jesús.

10. Muchos críticos, sobre todo los más extremistas, no están movidos por el interés de conocer mejor la figura histórica de Jesús, sino más bien por profundos sentimientos anticristianos.

11. Ningún crítico llega a la conclusión de que los portentos que se narran en el Antiguo y en el Nuevo Testamento son imposibles después de un riguroso y minucioso estudio de las Escrituras, sino que comienzan la interpretación de la Biblia partiendo de la base inamovible de que ningún milagro es posible.

12. Dado que los Evangelios no son de fiar, cualquier tesis crítica tiene más valor que el Nuevo Testamento a la hora de aportar información nueva e interesante sobre Jesús.

13. A día de hoy se han escrito cientos, sino miles, de hipótesis diferentes sobre la vida de Jesús de Nazaret.

La mayoría de ellas son completamente sensacionalistas y disparatadas. No se basan en datos contrastados o en estudios serios, sino a interpretaciones personales de los Evangelios, buscando siempre impactar y sorprender al lector, así como diferenciarse de las innumerables biografías de Jesús ya publicadas.

14. Así pues tenemos tantas imágenes diferentes de Jesús como libros sobre él se han redactado.

Nos podemos encontrar a un Jesús profeta apocalíptico, a un curador carismático, a un filósofo moralista, o a un cínico, a un rebelde contra los romanos, o contra las instituciones religiosas judías, tenemos a un Mesías judío, a un profeta del cambio social, a un pacifista al estilo Gandhi, a un líder ultranacionalista, a un proto-comunista, etc. 

Cualquiera puede proponer una nueva tesis, por descabellada que esta sea, tan sólo hay que seguir estos cuatro pasos:

1. Se plantea una hipótesis, por ejemplo, Jesús era un esenio, o un zelota, o un fariseo rebotado, o un marxista avant la lettre, lo que usted quiera.

Esta idea central va a recorrer su libro a lo largo de todas sus páginas.

A partir de una tesis que presentamos ya en el prólogo del libro, empezamos a interpretar los cuatro Evangelios.

2. Si algún pasaje del Nuevo Testamento parece servirnos especialmente bien, lo resaltamos especialmente y hacemos hincapié en él.

Por el contrario todos aquellos episodios o versículos que no encajan con nuestra teoría se ignoran por completo.

3. Si vemos que nos quedamos cortos de material para sostener nuestras ideas en el ensayo siempre podemos acudir a fuentes externas que no tengan que ver con los Evangelios para rellenar espacio.

4. También podemos añadir nuestras propias conjeturas y suposiciones.

El descenso de los modernistas. E. J. Pace. Christian Cartoons. 1922
Se empieza poniendo en duda algunos aspectos de las Escrituras y se acaba en el ateísmo.

Una vez que  
hemos repasado las principales teorías críticas y los puntos flacos que tienen, cabe hacerse una pregunta que a todos nos ronda por la cabeza: ¿De verdad pretenden los críticos hacernos creer los cristianos hemos estado equivocados durante 1700 años?, ¿piensan que durante diecisiete siglos hemos estado viviendo engañados?, ¿todos los grandes teólogos, filósofos, escritores y grandes escritores cristianos anteriores a 1740 han estado creyendo en cuentos de hadas? 

No señores, no es así. Si uno se acerca a los Evangelios desprovisto de todo prejuicio, sin ideas ni tesis preconcebidas y los escudriña para llegar a una conclusión, se dará cuenta de que en las Escrituras todo encaja: las palabras de Jesús, sus hechos, sus milagros, sus enseñanzas, sus profecías, su interpretación del Antiguo Testamento…

Todo se complementa, cada uno de los elementos explica a los otros y no podemos omitir ninguno porque entonces dejamos incompletos los Evangelios, lo que lleva inevitablemente a que no lo comprendamos.

En fin, y para acabar con unas Palabras de Jesucristo que resumen en una frase todo lo que hemos escrito hasta ahora: “En aquel tiempo Jesús respondió y dijo: “Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”. Mateo 11, 25-27 (Reina Valera Actualizada 2015)


Todas las imágenes han sido tomadas de Wikipedia



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