1. Los Pocos
2. El Único
1. Los Pocos
El día 1 de septiembre de 1939 las tropas de la Alemania
nazi invaden Polonia con nocturnidad y toda la alevosía imaginable. Francia e
Inglaterra, hartas de ver como Adolf Hitler, haciendo de su capa un sayo, iba anexionándose
poquito a poco pedazos de Europa, le declaran la guerra. Comienza así la Segunda
Guerra Mundial.
Durante los siguientes siete meses, sin embargo, no se
produce ninguna hostilidad entre los países declarantes de la guerra y Alemania.
Los ingleses, maliciándose que en cualquier momento los alemanes
intentarían ocupar Francia, envían al país galo la llamada Fuerza Expedicionaria
Británica (British Expeditionary Force)
en invierno de 1939.
La calma se rompe el 10 de mayo de 1940 cundo Alemania
invade Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos y Francia.
Las tropas germanas entran en Bélgica y desde la región
belga de las Ardenas penetran en el país galo.
Nadie se esperaba una maniobra así, pues se creía que los
espesos bosques de las Ardenas hacían imposible el paso de los tanques y otros
vehículos acorazados.
Las tropas francesas y británicas estacionadas en el norte
de Francia se ven sorprendidas. Cuando quieren reaccionar al ataque enemigo ya
es demasiado tarde: han sido rodeados.
Ahora se trata de salvar a la mayor parte de soldados
posible. Para ello se lleva a cabo la llamada operación Dynamo, consistente en evacuar desde la localidad francesa de Dunquerque
a las tropas atrapadas, para poder reorganizarse desde Inglaterra.
El día 22 de junio de 1940 Francia asume que no puede
continuar ofreciendo resistencia a las tropas germanas y firma un armisticio (el
armisticio de Rethondes)
Tan sólo han pasado seis semanas desde que los primeros
soldados alemanes cruzaran la frontera belga para invadir Francia y toda Europa
continental está bajo la bota nazi.
Inglaterra se queda sola ante el peligro.
Anulada toda resistencia contra los nazis en el continente,
a Hitler sólo le queda acabar con Inglaterra para asegurarse el dominio de toda
Europa.
Comienza así la llamada operación León Marino (Unternehmen Seelöwe) para invadir Gran Bretaña.
Con esta misión los alemanes pretendían desembarcar en las
costas del este de Inglaterra para someter las tropas británicas y los restos
del ejército francés que se habían refugiado ahí.
Para poder llevar a cabo tan ambicioso proyecto la Wehrmacht
había planeado un ataque combinado entre las fuerzas aéreas (Luftwaffe) y la
marina de guerra alemana.
Hermann Göring, ministro de aviación, presume de que acabará
con las fuerza británicas en cuestión de días.
La Luftwaffe cuenta con un número cuatro veces mayor de aviones
que las fuerzas aéreas británicas, la famosa RAF (Royal Air Force), además la
moral de las tropas aliadas está por los suelos.
Tan seguros están los dirigentes alemanes que durante todo
el mes de julio del año 1940 no llevan a cabo ninguna acción contra Inglaterra.
Se esperan hasta mediados mes de agosto para comenzar a
atacar las instalaciones de la RAF.
El 15 de agosto, el ministro alemán de aviación, Hermann Göring,
da luz verde a la Operación Día del Águila (Adlertag), consistente en desplegar
numerosos ataques fortísimos contra bases militares y aeródromos de la RAF.
En plena crisis, el Primer Ministro Británico, Winston
Churchill, que sólo llevaba tres meses en su cargo, se presenta en la cámara baja de su país, también conocida como la
Cámara de los Comunes, y después de afearles la cobardía a aquellos políticos
partidarios de llegar un acuerdo con Hitler, pronuncia un discurso de menos de
5 minutos en el que alaba el enorme sacrificio que los pilotos de la RAF están
realizando por Inglaterra en particular y por la democracia en general.
A partir de entonces a los pilotos de la RAF se le empezará
a conocer como The Few (los pocos)
2. El Único
Efectivamente, los abnegados pilotos británicos estaban
dando sus vidas por contener la barbarie nazi, cuando todo apuntaba a que
llevaban las de perder, pues frente a los 900 cazas que tenía la RAF, la
Luftwaffe contaba con más de 1400, por no hablar de los bombarderos alemanes,
cuyo número casi triplicaba al de sus enemigos.
Aun así, la RAF no se rindió, ofreció una resistencia admirable y después de cinco duros años de batalla consiguieron lo que, en un principio, parecía imposible: vencer a la Alemania nazi.
Ciertamente todo el mundo puede y debe estar agradecido a
Inglaterra, a la RAF y a Winston Churchill por su coraje y determinación a la
hora de acabar contra la mayor amenaza contra la civilización que la humanidad
haya visto nunca.
Inglaterra, Europa, Occidente y todas las democracias del mundo están en deuda con aquel puñado de hombres (unos pocos miles) que ofrecieron una implacable resistencia a la amenaza nazi y trastocaron los planes de Hitler de hacerse con el poder en todo Europa, propinándole el primero de una serie de reveses que acabaron con la derrota de la Alemania nazi el 8 de mayo de 1945.
Podríamos caer en la tentación de pensar que, efectivamente,
la firme oposición de los pilotos de la RAF frente a los nazis es el mayor
sacrificio que nadie ha realizado nunca por el ser humano, pero nos
equivocaríamos de cabo a rabo.
Ha habido incontables acciones heroicas a lo largo de la
historia, pero ninguna supera ni de lejos en generosidad, entrega y amor al regalo
que nos hizo un judío galileo hace 2000 años, al ofrecerse para pagar Él solo,
con su sacrificio en la cruz, por todos los pecados cometidos por la humanidad
a lo largo de su historia, y reconciliarnos así con Dios Padre.
Fijémonos algo más detenidamente en lo que acabamos de leer:
1. Jesús solo.
Él solo, es decir una única persona, no un grupo o un
conjunto de personas más o menos numeroso, asume la culpa.
Todo el peso de los pecados recae sobre los hombros de un
hombre. Nadie más está en Gólgota para repartirse el castigo a medias con
Jesús.
2. Todos los pecados.
Jesús paga con su sacrificio absolutamente todos los pecados
cometidos por el ser humano en la historia, desde el principio de la humanidad
hasta el final; desde el primer pecado hasta el último. No hay ninguna falta,
ningún crimen, por grave, infame o aberrante que este sea, que Cristo no
limpiara con su sangre.
3. De todos
Cuando decimos que Jesús se responsabiliza de todas las
faltas y asume toda la culpa, estamos hablando de todas las manchas, errores y
maldades de todas las personas, de toda la humanidad, de aquellos que nacieron
antes que Él, de sus contemporáneos y de todos aquellos que habían de vivir, y
por lo tanto pecar, en las generaciones venideras.
No hay, no ha habido, ni habrá, ningún ser humano, por vil,
mezquino, rastrero, abyecto y malvado que haya sido, sea o vaya a ser cuyas
deudas no haya pagado Cristo en la Cruz.
El sacrificio de Jesús es supremo, superlativo absoluto,
insuperable. El favor que Jesús nos hace a los hombres es tan grande, tan
sublime, que al ser humano le cuesta concebir tanta generosidad, tanta gracia,
tanto bien, tanto amor.
Todo de forma completamente inmerecida, todo de forma
completamente gratuita.
Dios Padre, el creador del universo, Dios Todopoderoso, el Altísimo,
sacrifica nada menos que a su único Hijo para reconciliarse con nosotros.
¿Qué hemos hecho nosotros para merecer semejante favor? Nada,
absolutamente nada. Es un regalo que nos hace Dios de forma completamente inmerecida.
No nos hemos ganado semejante premio acumulando buenas
obras, día tras día, a lo largo de nuestras cortas o largas vidas, no.
Jesús ha pagado con su sangre el precio de la entrada al
cielo. Es un precio carísimo. Tan caro que ningún ser humano podría haberlo
pagado. Pero Él se hace cargo del coste.
Y una vez que están saldadas todas nuestras deudas, una vez
que ha sido abonado el impagable importe que costaba el acceso a la morada de
Dios Padre, Jesús nos ofrece gratuitamente la entrada en su Reino. ¿No queremos
acaso acompañar a nuestro salvador a su casa?, ¿No queremos pasar con Él el
resto de la eternidad?
Démosle gracias todos los días, en todo momento y lugar a
Jesús por el tremendo e inconcebible acto de amor y sacrificio abnegado que
llevo a cabo aquel día de pascua hace ya casi 2000 años en la cruz de Gólgota.
“Señor, sé de sobras
que soy un pecador, indigno del sacrificio que realizaste por mis faltas en la
cruz. Por eso te agradezco con todo mi corazón, toda mi mente, todo mi ser,
toda mi alma y todo mi espíritu la ofrenda que llevaste a cabo para
reconciliarnos con nuestro Padre. Gracias, gracias, gracias. Infinitas gracias,
Señor. Que no se nos olvide nunca el altísimo precio que tuviste que pagar por
nuestras culpas. Que no se borren nunca las palabras de gratitud de nuestras
bocas, de nuestras mentes, ni de nuestras almas. Alabado seas por siempre Jesús.
Gracias”
Fuentes: Todas las imágenes están sacadas de Wikipedia
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