¿Cuál es la pregunta más importante que se puede hacer un ser humano?
Si quisiéramos saber cuál es la pregunta más importante que
un ser humano puede hacerse a lo largo de su vida podríamos llegar seguramente
a muchas y muy diferentes conclusiones.
Podríamos hacernos preguntas como las siguientes:
¿Qué puedo hacer para ganar mucho dinero y ser rico?
¿Cómo podría hacerme famoso?
¿Cuál es la carrera que más salidas tiene luego en el
mercado laboral?
Estas son preguntas que todos nos hemos podido hacer en
algún momento de nuestras vidas, pero, aun siendo ciertamente importantes, no
son las únicas que nos planteamos.
Podríamos seguir con ejemplos como:
¿Cuántos años viviré?
¿Qué puedo hacer para vivir sano y tener una larga vida?
Podemos hacernos otro tipo de preguntas más profundas a las
que quizá no sepamos darnos una respuesta satisfactoria:
¿Qué puedo hacer para ser feliz?
¿Cuál es sentido de la vida?
¿De dónde venimos?
¿A dónde vamos?
Como vemos son muchas y muy distintas las cuestiones que nos
planteamos. Algunas nos interesan más, otras menos, algunas pueden llegar
incluso a obsesionarnos. Para unas tenemos respuesta, para otras podríamos
estar toda la vida especulando y no llegaríamos a una conclusión definitiva.
Hay, sin embargo, una pregunta que todos nos hacemos en
algún punto de nuestra existencia y para la que desearíamos tener una respuesta
clara: ¿Se acaba todo con esta vida o hay algo más?
Si preguntáramos por ahí a modo de encuesta nos
encontraríamos posiblemente casi tantas respuestas diferentes como encuestados.
Tendríamos principalmente tres tipos de respuesta:
a) El ateo, racionalista, etc. contestará que no hay nada
después de esta vida: El homo sapiens no deja de ser un animal como cualquier
otro y como tal está sujeto a las leyes de la biología. El ser humano es un
cúmulo de células que envejece y acaba muriendo. Se transforma el polvo y a
este se lo lleva el viento.
b) El agnóstico. A esta categoría pertenece seguramente la
mayoría de los mortales, por lo menos en las sociedades occidentales. No están
para nada seguros de que haya realmente una vida después de esta, pero se
resisten a aceptar que todo se acaba cuando exhalamos nuestro último aliento.
c) El que cree en una vida posterior. Aquí tendríamos a su
vez un montón de visiones distintas según la religión a la que pertenece cada
individuo. Nos encontraríamos diferentes respuestas según si le preguntamos a
un budista, a un musulmán, a un cristiano o a un espiritista, por ejemplo.
En este último apartado podríamos incluir también un grupo
aparte de gente que, de alguna manera, creería que va a continuar existiendo
una vez abandone este mundo material pero no tiene muy claro de qué manera.
Como vemos tendríamos muchas respuestas diferentes y no
sabríamos muy bien a quién darle la razón.
Podríamos vernos representados por alguno de los tres
grupos, e incluso podemos saltar de una a otra clase a lo largo de nuestras
vidas, pasando así de creyentes a agnósticos o de agnósticos a ateos.
El hecho de que haya tantos planteamientos diferentes es
causa y también efecto de eso que se ha dado en llamar relativismo y que viene
a decir que no existe una verdad universal, sino que todo es válido sólo desde
el punto subjetivo. Con esta idea tan extendida en el mundo occidental llegamos
a la sociedad postmoderna que es en la que vivimos usted y yo.
Pero el hecho es que por más vueltas que le demos al asunto
acabamos de encontrar una respuesta satisfactoria o por lo menos convincente.
¿Por qué será?
La respuesta la encontraremos en el siguiente artículo:
¿Hay una respuesta a
la pregunta más importante?
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