domingo, 21 de abril de 2019

¿Qué es el Domingo de Resurrección?


¿Qué celebramos realmente los cristianos el Domingo de Resurrección?, ¿Somos plenamente conscientes de lo que recordamos este día?

Realmente es éste un día especial, a decir verdad es el día en el que se conmemora el acontecimiento más importante en la historia de la humanidad: la Resurrección de Jesucristo.

¿De verdad es la Resurrección de Jesús el hecho más transcendente en toda la historia del hombre?
Ante el hecho de la Resurrección sólo caben dos posibilidades:
a) o bien Jesús no resucitó
b) o bien Jesús sí resucitó, tal y como nos cuentan los Evangelios.

Si la primera posibilidad fuera cierta, y por lo tanto Jesús no se levantó de entre los muertos, nos encontraríamos, en palabras de Josh McDowell, ante el mayor y más maléfico de los engaños que la mente humana jamás ideó: millones de personas a lo largo de una veintena de siglos habría vivido y muerto en la esperanza de una resurrección que nunca tuvo lugar.
El apóstol Pablo de Tarso se plantea en su primera carta a los Corintios, y concretamente en  lo que seguramente son sus cuatro versículos más conocidos y citados, así como los más importantes (los versículos 16,17 y 18) la cuestión más importante que todo ser humano se puede hacer en la vida: ¿hubo o no hubo Resurrección?
El apóstol llega a la única conclusión a la que se puede llegar: Si no hubo resurrección nuestra fe no tiene sentido.
Leemos sus propias palabras: “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres”  1 Corintios 15, 16-19 (Reina-Valera 1960)



El apóstol nos está diciendo aquí cual es la idea principal del cristianismo, a partir de la cual podemos empezar a considerar el mensaje de Jesús recogido en los Evangelios. Si Cristo no resucitó su mensaje son palabras huecas, todo lo que dijo y proclamó de sí mismo serían sólo dislates.
Pero si, por el contrario, al tercer día se levantó de entre los muertos nos encontramos no sólo con un hecho único en la historia sino también con el acontecimiento crucial y definitivo para la humanidad: Jesús venció a la muerte y demostró ser quien dijo ser, el Hijo de Dios.
A partir de este acontecimiento los apóstoles empiezan a creer definitivamente en Jesús, vencen sus miedos y comienzan a predicar que ha resucitado.
Todas las palabras y todas las obras realizadas por el Nazareno en vida reciben con su resurrección un certificado de garantía.  
Podemos imaginarnos el cambió que para los abatidos apóstoles supuso ver de nuevo a su maestro, no sólo la alegría de ver a un viejo amigo al que creían muerto, sino ver también confirmada la fe que tenían depositada en él y que se esfumó cuando contemplaron como todo acababa en la cruz.
Ahora es cuando salen a la calle y proclaman el mensaje de Jesús que tan bien resumen Pablo en su primero carta a los Corintios: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” 1 Corintios 15, 3-4 (Reina-Valera 1960)

Así pues, es hoy un día de alegría, pues recordamos el día más grande en toda la historia de la humanidad.
Aprovechamos también para darle las gracias a Jesús de todo corazón por su infinita generosidad. Él, siendo Dios, decide padecer todo tipo de humillaciones, burlas, torturas y la deshonrosa muerte en la cruz para el perdón del ser humano.
Es un regalo tan grande e inmerecido el que nos hace Jesús que sobrepasa todo entendimiento.
Amigo lector que has tenido la paciencia de llegar hasta estas líneas, a ti me dirijo para recordarte el tremendo sacrificio que Jesús hizo por nosotros sólo por amor y te animo a que le des tú también las gracias.
También puedes decirle que lamentas mucho haber pasado olímpicamente de Él y haberle ignorado su mensaje de salvación todos estos años.
Pídele un cambio en tu vida, pídele que desde este momento sea Él el centro de tu vida.
Si aceptas que eres un pecador, le pides sinceramente perdón por tus faltas y confías en que Jesús pagó por todos tus pecados en la cruz, habrás obtenido el premio más grande que nadie en tu vida te ha podido hacer: un billete de acceso a su morada para toda la eternidad.
El precio de la entrada ya ha sido pagado, y ha sido carísimo, a decir verdad hubiera sido impagable para cualquiera. Pero Jesús te la ofrece gratis, tú sólo tienes que aceptar.
Piénsatelo querido amigo, porque en tus manos está decir dónde quieres pasar la eternidad: junto a Jesús o privado de Él.



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