1. Las divinidades protectoras en la antigüedad
2. El culto a los
santos en las sociedades católicas
3. ¿Qué dice la
iglesia católica sobre los santos?
4. ¿Qué dice la
Biblia sobre los santos?
5. ¿Cuándo cometemos
idolatría?
6. ¿Cómo debemos
tratar entonces los cristianos a los santos?
Una pregunta muy frecuente que se plantean muchos cristianos
es la siguiente: ¿a quién debemos dirigirnos en nuestras oraciones?, ¿debemos
dirigirnos en ellas sólo a Dios?, ¿o podemos también rezar a Jesús?, ¿se puede
rezar a otras personas, como por ejemplo a la Virgen María o a los santos?
En la iglesia católica es normal venerar a la Virgen María y
a los santos, y de esta manera podemos encontrar innumerables imágenes, ya sea
cuadros o estatuas, de los mismos, ante los cuales la gente se arrodilla, reza,
deposita flores, velas y todo tipo de exvotos.
Existen infinidad de oraciones e himnos dedicados a la
Virgen María, en sus numerosísimas advocaciones, y a los santos.
También tenemos muchísimas ermitas, capillas, iglesias,
parroquias, catedrales, y todo tipo de santuarios donde se adoran a los santos
y a la virgen.
Todas las fiestas locales en los países católicos, sean
fiestas mayores o menores, se celebran en honor de la Virgen María o de un
santo patrón.
La pregunta que nos hacemos y que contestaremos en este artículo
es ¿es correcto adorar a los santos y tenerlos presente en nuestras oraciones?
1. Las divinidades
protectoras en la antigüedad
Los antiguos griegos adoraban a un montón de dioses y diosas
de entre los cuales destacaban:
- Afrodita: Diosa del amor y la belleza.
- Apolo: Dios de la música y las bellas artes.
- Ares: Dios de la guerra y patrón de los ejércitos.
- Artemisa: Diosa de la caza y de los animales.
- Asclepio: Dios de la medicina.
- Atenea: Diosa de la sabiduría.
- Deméter: Diosa de la fertilidad y los cultivos.
- Dioniso: Dios del vino y las fiestas.
- Hefesto: Dios del fuego, la forja y la artesanía.
- Hera: diosa del matrimonio y la familia.
- Hermes: Dios del comercio.
- Niké: Diosa de la victoria.
- Nix: Diosa de la noche.
- Perséfone: Diosa de la primavera
- Poseidón: Señor de los mares y las aguas. La
representación de Neptuno Ecuestre era también el dios los caballos y patrón de
las carreras de caballos.
Además, cada ciudad griega tenía su propio patrón o patrona
protectora, a los cuales se adoraba en un templete que se podía encontrar en
una acrópolis, es decir en la parte más alta y protegida de la población.
En muchas ocasiones los dioses encargados de dicha tarea
defensora eran Atenea y Apolo, y así tenemos que Atenas estaba puesta bajo la
protección de Atenea, mientras que su rival Esparta se encomendaba a Apolo.
La ciudad de Olimpia tenía como patrón a Zeus y Corinto a
Poseidón.
Dioniso era el defensor de Tebas y Samos tenía como patrona
a Hera.
Todos hemos oído hablar del Coloso de Rodas que era una
estatua gigantesca levantada para honrar a Helios, su patrón.
En Éfeso la diosa local era Artemisa y así podríamos seguir
poniendo numerosos ejemplos con todas y cada una de las polis griegas.
En Roma la cosa era muy similar, y así nos encontramos un
ejemplo de lo arriba mencionado en el libro de los Hechos de los Apóstoles,
capítulo 28, versículo 11, donde el apóstol Pablo nos relata lo siguiente: “Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en
una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a
Cástor y Pólux”. (Reina Valera 1960).
Cástor y Pólux eran los dioses romanos protectores de los
marineros.
Este fenómeno se conoce en el estudio de las religiones como
divinidad tutelar.
Una divinidad tutelar es un ente o deidad protectora de un
lugar concreto, o bien de un gremio o pueblo, y se da en prácticamente todas
las religiones politeístas.
2. El culto a los
santos en las sociedades católicas
La verdad es que para todo aquel que viva o haya vivido en
un país católico, todos los ejemplos arriba mencionados suenan familiares.
Aunque no quieran admitirlo, los católicos también tienen su
propio panteón de dioses y diosas, cada una con su propia advocación, su campo
de acción, sus competencias y sus devociones locales.
Concretamente 2.565 santos en 1956 que fue el año en el que
el escritor católico británico Donald Attwater publicó su obra “Butler's Lives of the Saints, a revision of
Herbert Thurston's edition” (en cuatro volúmenes).
Por si esta cantidad de santos nos parece pequeña, debemos
mencionar que todavía faltan los beatos.
Los beatos son, según la iglesia católica, aquellos difuntos
que por sus virtudes destacaron del resto de los mortales y que poseen el
beneplácito del papa para ser honrado con culto.
Si añadimos a la extensa lista de los 2.565 santos los
nombres de todos aquellos que han sido beatificados por algún papa, llegamos a
la nada despreciable cifra de 10.000 santos y beatos de la iglesia católica
(según la página católica www.catholic.org).
Como vemos el santoral católico es inmenso y todos los días
del año se celebra la festividad de varios santos.
Estos santos son venerados como patronos o protectores de
diferentes gremios, y así tenemos que, por ejemplo San Carlos Borromeo es el
patrón de los banqueros o que San Martín de Tours lo es de los comerciantes.
En casi todos los casos el santo patrón tuvo en vida
relación con dicha profesión, y así San Lucas - de quién se especula que pudo
ser médico- es el patrono de los médicos, San Francisco de Asís -que amaba a
los animales- es el patrón de los veterinarios o San José -de quien se ha dicho
tradicionalmente que fue artesano, obrero o carpintero- es patrón de los
obreros y carpinteros.
A su vez, los fieles católicos dirigen sus plegarias a un
santo en concreto según el favor que desean obtener, pues cada patrón se
encarga de resolver o abogar por un tema diferente. De esta manera los enfermos
de la garganta acuden a San Blas, los que tienen problemas de vista se
encomiendan a Santa Lucía, los que tienen dolores de muelas a Santa Apolonia,
los que padecen dolencias de espalda se confían a San Lorenzo y en tiempos de
pestes y epidemias se imploraba ayuda a San Roque.
Además cada pueblo, ciudad, región y país tiene su santo
patrón.
En Huesca el santo patrón es San Lorenzo, pues se cree que
dicho santo nació en dicha localidad altoaragonesa hacia el año 225 d.C.
El patrón de Madrid es San Isidro Labrador. El patrón de
Aragón es San Jorge y el de España es Santiago Apóstol.
La enorme mayoría de las iglesias católicas están dedicadas
a los diferentes santos o a advocaciones marianas, y si nos damos un paseo por
una ciudad española, italiana, francesa o latinoamericana nos encontramos con
que todo son: iglesia de Santa María la Mayor, iglesia de san Andrés, iglesia
de Santa Catalina, etc.
Si visitamos ermitas, capillas o museos episcopales nos
encontramos con infinidad de relicarios que contienen todo tipo de restos de
santos: huesos -principalmente-, pero también pelo, sangre, grasa, momias, cuerpos
incorruptos, objetos personales, etc.
Generaciones y generaciones de católicos se han arrodillado
ante una cajita con huesos de un santo para adorarlos y le han rezado a dicha
persona para pedirle un favor o su intercesión ante Dios, casi siempre con la
esperanza de obtener algún beneficio material.
En Italia la gente reza sobre todo al padre Pío, después a
otros santos locales, luego - muy por detrás de los santos- a la Virgen María
y, finalmente, a Dios.
Jesús ocupa un puesto muy secundario en la vida espiritual
de los católicos, y es muy común que si hablas de Jesús y la importancia de su
mensaje con un católico, piense que pertenezcas a una “secta rara y
sospechosa”.
3. ¿Qué dice la
iglesia católica sobre los santos?
La doctrina católica defiende que la iglesia es la asamblea
de todos los santos.
Los santos
Uno de los puntos del credo católico afirma: “creo en la
comunión de los santos”, que significa que los fieles vivos y los ya difuntos
están en comunión.
Así pues los santos tienen la capacidad de:
a) interceder ante Jesucristo por la humanidad
b) interceder por los vivos en la Tierra y
c) interceder por los difuntos en el Purgatorio.
4. ¿Qué dice la
Biblia sobre los santos?
Santos son aquellos fieles que se destacan del resto por su
fidelidad al señor y que tienen encomendada la tarea de trabajar por el Reino
de los Cielos.
En su carta a los Efesios, capítulo 4, versículos 11-13 dice
Pablo hablando de Jesucristo: “Y Él mismo
constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros
pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos
alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un
hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo”. (Reina Valera Actualizada 2015)
Los santos son los miembros de la congregación cristiana, es
decir los fieles cristianos.
Así pues, todos los cristianos somos santos y estamos
llamados a serlo, a comportarnos como tales, a ser dignos merecedores de formar
parte del cuerpo de cristo.
Se es santo en tanto en cuanto estamos unidos a Cristo,
fuera de Él nadie puede ser santo.
Santos son los llamados a pertenecer a la comunidad de
seguidores de Jesús.
Para ser santos sólo debemos seguir el mensaje de Jesús.
Los santos son los fieles vivos que trabajan aquí en la
tierra por dar a conocer su Palabra.
Para ser santo no es necesario haber fallecido, ni haber
realizado algún tipo de milagro, ni que haber sido elevado a los altares por
ningún papa; y por supuesto, lo más importante de todo: los santos no deben ser
merecedores de ningún tipo de adoración por parte de los hombres, sino, al
contrario, deben adorar siempre a Jesús y hacer saber al resto del mundo que
sólo Él es digno de oración.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos dos
ejemplos clarísimos de como Pedro y otros apóstoles rechazan horrorizados la
adoración de su público:
a) En el capítulo 10 de dicho libro de los Hechos se nos
habla de un centurión romano llamado Cornelio que se había convertido al
judaísmo junto con su familia. En una visión se la aparece un ángel del Señor
para solicitarle que acoja y hospede a Simón Pedro.
Al día siguiente se presenta Simón Pedro ante el romano… “Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió
para recibirle, se postró a sus pies y le adoró. Pero Pedro le levantó
diciendo:
— ¡Levántate! Yo mismo
también soy hombre”. (Hechos de los Apóstoles, capítulo 10, versículos 25 y
26. RVA 2015).
b) Otro ejemplo de que no se puede admitir de ninguna manera
la adoración de nadie fuera del Señor, la tenemos en el capítulo 14 del mismo
libro de los Hechos.
En esta ocasión se hallaba el apóstol Pablo acompañado de
Bernabé en Licaonia, predicando la Palabra de Dios.
Licaonia era una región en el sur de la península de
Anatolia.
En varias ciudades de Licaonia, como Iconio, Listra y Derbe,
Pablo y Bernabé acudían a la sinagoga a anunciar la Buena Nueva y a realizar
curaciones.
En una ocasión, en la ciudad de Listra, después de ser
testigos de la sanación a un cojo, los gentiles reaccionan entusiasmados y
proclaman dioses a ambos evangelizadores:
“Entonces, cuando la
gente vio lo que Pablo había hecho, alzó su voz diciendo en lengua licaónica:
— ¡Los dioses han
descendido a nosotros en forma de hombres!
A Bernabé le llamaban
Zeus y a Pablo, Hermes, porque era el que llevaba la palabra. Entonces el
sacerdote del templo de Zeus, que quedaba a la entrada de la ciudad, llevó
toros y guirnaldas delante de las puertas de la ciudad, y juntamente con el
pueblo quería ofrecerles sacrificios. Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo
oyeron esto, rasgaron sus ropas y se lanzaron a la multitud dando voces y
diciendo:
—Hombres, ¿por qué
hacen estas cosas? Nosotros también somos hombres de la misma naturaleza que
ustedes, y les anunciamos el evangelio para que se conviertan de estas
vanidades al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay
en ellos”. (Hechos de los Apóstoles, capítulo 14, versículos 11-15. RVA
2015
Aun así, sólo con gran dificultad consiguieron evitar que la
gente los alabara como dioses y les ofreciera sacrificios.
En la Biblia aparece una y otra vez el pecado de la
idolatría como uno de los más graves que se pueden cometer.
La adoración exclusiva al único Dios es un hilo conductor a
lo largo de todas las Escrituras. Y así podemos leer numerosísimas advertencias
y requerimientos a rezar tan sólo a Dios en prácticamente todos los libros de
la Biblia.
Para no abrumar al paciente lector con innumerables citas
bíblicas en las que Dios rechaza categóricamente la adoración de ídolos e
imágenes, señalaremos solamente unas pocas donde queda manifiestamente claro el
desagrado que le provoca al Señor que sus hijos dirijan sus plegarias y
atenciones a otras falsas deidades.
En el libro del Éxodo,
capítulo 20, versículos 3–6 leemos claramente lo que Dios le dice a su pueblo:
““No tendrás otros dioses delante de mí. “No
te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo ni
abajo en la tierra ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante
ellas ni les rendirás culto, porque yo soy el SEÑOR tu Dios, un Dios celoso que
castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la
cuarta generación de los que me aborrecen”. (Reina Valera Actualizada 2015)
Más adelante, en el libro del Levítico, capítulo 20,
versículo 27, encontramos escrito:
“El hombre o la mujer
en quien haya espíritu de los muertos o que sea adivino morirá
irremisiblemente. Los apedrearán; su sangre será sobre ellos”. (Reina Valera Actualizada 2015)
En el siguiente libro de la Biblia, el Deuteronomio,
concretamente en el capítulo 18, versículos 10 – 14 está consignado el
siguiente mandamiento:
“No sea hallado en ti
quien haga pasar por fuego a su hijo o a su hija ni quien sea mago ni exorcista
ni adivino ni hechicero, ni encantador, ni quien pregunte a los espíritus, ni
espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas
cosas es una abominación al SEÑOR. Y por estas abominaciones el SEÑOR tu Dios
los echa de delante de ti. “Serás íntegro para con el SEÑOR tu Dios. Estas
naciones que vas a desalojar escuchan a quienes conjuran a los espíritus y a
los encantadores, pero a ti no te lo ha permitido el SEÑOR tu Dios”. (Reina Valera Actualizada 2015)
También en el Nuevo
Testamento son numerosos los llamamientos a evitar la adoración de falsos
dioses, y así encontramos muchas amonestaciones por parte del apóstol Pablo a
sus discípulos de las diferentes comunidades.
En sus misivas, el
apóstol de Tarso les recuerda a los fieles que sólo existe un único Dios y un
único mediador entre Él y los hombres: Jesucristo.
Así lo leemos en su
primera carta a Timoteo, capítulo 2, versículos 5 y 6:
“Porque hay un solo
Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,
quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su
debido tiempo”. (Reina Valera Actualizada 2015)
También el apóstol Juan hace hincapié en no incurrir en
idolatría en sus escritos.
En la primera epístola de Juan, capítulo 5, versículo 21,
escribe el apóstol galileo: “Queridos
hijos, apartaos de los ídolos”. (Reina Valera Actualizada 2015)
Más adelante, en el último libro de la Biblia, el
Apocalipsis o libro de las Revelaciones, Juan nos narra dos episodios en los
que los ángeles del Señor se niegan rotundamente a ser objeto de veneración y
señalan que sólo Dios es digno de adoración:
a) En Apocalipsis, capítulo 19, versículos 9 a 10 leemos:
“El ángel me dijo: “Escribe: Bienaventurados los que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Me dijo además: “Estas son palabras verdaderas de Dios”. Yo me postré ante sus pies para adorarle, pero él me dijo: “¡Mira, no lo hagas! Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios! Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. (Reina Valera Actualizada 2015)
b) Por último, en el capítulo 22 del mismo libro del
Apocalipsis, versículos 8 a 9:
“Yo, Juan, soy el que
he oído y visto estas cosas. Cuando las oí y las vi, me postré para adorar ante
los pies del ángel que me las mostraba. Y él me dijo: “¡Mira, no lo hagas! Pues yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los
profetas y de los que guardan las palabras de este libro. ¡Adora a Dios!”“.
(Reina Valera Actualizada 2015)
5. ¿Cuándo
cometemos idolatría?
En innumerables ocasiones, gente que se dice cristiana, que
efectivamente cree en Jesús como su salvador, comete idolatría.
El fiel cristiano adora ídolos en muchos casos sin saberlo,
piadosamente y queriendo alabar al Señor,.
Esto tiene lugar cuando el creyente realiza alguna de estas
acciones:
- Cuando participa en procesiones donde se muestran
imágenes, tallas, figuras, cuadros, bustos, etc. de santos o vírgenes.
- Cuando participa en romería donde se muestran imágenes,
tallas, figuras, cuadros, bustos, etc. de santos o vírgenes
- Cuando se desplaza a alguna ermita, capilla, iglesia,
catedral, santuario, etc. en peregrinación, para solicitar la intercesión de un
santo o una virgen.
- Cuando depositan flores, velas, cirios, incienso delante
de cualquier imagen.
- Cuando ofrece dinero para el mantenimiento del culto, o la
capilla, iglesia, etc. de santos.
- Cuando se ofrecen misas con motivo de la festividad de
cualquier santo.
- Por supuesto cuando se reza a santos o se entonan himnos o
canciones dedicados a la memoria de dichos santos.
- Cuando se depositan exvotos o cualquier otro tipo de objetos delante de imágenes de santos a modo de agradecimiento por algún favor o intercesión.
- Cuando se frotan o besan estampitas con la imagen de
santos.
- Cuando se colocan estatuillas o cuadros de santos en los
hogares, oficinas, etc.
- Cuando nos colgamos del cuello o las muñecas medallitas o
imágenes de santos.
- Cuando usamos otro tipo de joyas y accesorios como
pulseras o pendientes con imágenes de santos.
- Cuando nos arrodillamos ante cualquier imagen.
6. ¿Cómo debemos
tratar entonces los cristianos a los santos?
Los cristianos no tenemos ninguna necesidad de santos, ni de
otros supuestos intermediarios entre Dios y los hombres, porque ya tenemos a
Jesús.
Ningún santo intercede entre nosotros y Dios.
Ya tenemos al propio Jesucristo, que dio su vida para
salvarnos del pecado, como mediador.
¿Qué necesidad tenemos de nadie más? Ninguna.
Además, como ya hemos visto, dirigir nuestras plegarias a
terceros es un gravísimo pecado que ofende a Dios, que sólo admite que se le
honre a Él.
A lo largo de los dos últimos milenios han sido innumerables
los fieles varones y mujeres que dieron su vida por la fe.
La iglesia católica los ha elevado a la categoría de santos,
permitiendo y alentando que se conviertan en objeto de culto.
El verdadero cristiano debe apartarse de la adoración de
dichos santos y hacerle saber a todo aquel que los venere que está incurriendo
en un gravísimo error.
Los santos, como fieles seguidores de Jesús que fueron en
vida, pueden servirnos de ejemplo al resto de los cristianos.
Su valor, su lealtad a Cristo, su sacrificio, en definitiva,
sus virtudes nos pueden alentar a imitarlos, pero nunca jamás, bajo ningún
concepto debemos adorarles.
Volvamos nuestros ojos hacia el único que salva, el único que de verdad intercede por nosotros ante Dios: Jesucristo.
Yo sé que los católicos rezan y adoran a los santos con la mejor de sus intenciones. Es un acto piadoso en apariencia, pero en realidad están cometiendo un pecado gravísimo: el pecado de idolatría. Sólo Dios merece la Gloria
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